Publicado por Daniel Eskibel en Jul
18, 2017
El mundo del
político suele ser el mundo de la palabra. Y en gran medida de la palabra
hablada. Pero a veces, solo a veces, el candidato es muy parco, muy limitado en
sus palabras. Con lo cual suele ser visto como poco simpático, y a veces hasta
como enojado o de mal humor.
¿Qué hacer cuando
el político es de pocas palabras?
Primero lo primero. Olvida la idea de cambiarlo. Ya sabes: es lo
primero que surge en su equipo (aunque no se lo digan al candidato).
-Tiene que cambiar- dicen sus colaboradores.
Pero no. Cambiarlo
así como así es imposible. Jamás lo hará, aunque quiera, simplemente porque el
equipo de campaña se lo pide.
Jamás. Never. Nunca.
No pierdas tiempo.
¿Por qué no va a
cambiar?
Porque nadie cambia drásticamente, y menos en un corto plazo, y menos por
razones tácticas o estratégicas.
Porque cada uno es como es a raíz de una larga y compleja historia que comenzó
allá muy atrás en la infancia. Una historia donde se entrelazan diversos
asuntos. Una historia que no se cambia por decreto ni por una voluntariosa
decisión.
Entrenar o reposicionar
¿O sea que no se
puede hacer nada?
Pues sí que se puede. A grandes rasgos lo que se puede hacer con el candidato
parco y de pocas palabras es una de las siguientes 2 estrategias:
1.
Entrenarlo
2.
Reposicionarlo
Esas son las 2
grandes opciones.
El media-training
La opción número 1
es entrenarlo para un mejor desempeño en los medios de comunicación. Para que
cada vez que enfrenta una cámara o un micrófono se desempeñe mejor. Para que
gane en comodidad, en tranquilidad, en soltura, en fluidez verbal, en matices.
Esa es la primera opción.
Media training.
Así se llama. Y hay consultores
políticos especialistas en media-training que logran sacar lo mejor del
candidato en materia comunicacional. Podrá seguir siendo algo parco, pero lo
hará mejor. Y lo podrá compensar con la comunicación no verbal.
Claro que hay
campañas demasiado pequeñas como para invertir en media training. Pero de
todos modos algo pueden hacer con unos pocos implementos técnicos y algún amigo
periodista que ayude.
Porque una de las
cosas indispensables es el ensayo. Ensayar 1, 2, 3, 100 veces. Ensayar y
ensayar hasta adquirir cierto hábito de soltarse ante el micrófono.Y alguien
con ojo crítico observando, corrigiendo, sugiriendo…Y luego que el candidato se
vea y se escuche y así él mismo vaya mejorando.
Tiempo, paciencia
y entrenamiento.
Siempre es mejor un especialista, claro.
El re-posicionamiento
El otro camino es
re-posicionar al candidato. Ubicarlo, en la mente del elector, en un lugar diferente al que
estaba previamente. Y reubicar simultáneamente a sus competidores.
Se trata de
transformar la debilidad en fortaleza. Convertir
esa parquedad en un atributo valioso que lo diferencia para mejor de los
demás. Y trabajar el tema en toda la comunicación política: que hay que hablar
poco y hacer mucho, que la gente espera muchas obras y pocas palabras, que
algunos solo hablan y otros hacen y hacen, que es un hombre de acción, que no
es un vano repetidor de promesas y lisonjas, que no lo van a elegir para
conversar ni para ser amigo del elector sino para gobernar…
Este
reposicionamiento, si la comunicación política es exitosa, también reposiciona
a los competidores al ubicarlos como la contracara del candidato (los que solo
hablan).
Resolviendo el problema del candidato parco
El candidato parco
y muy escaso en palabras, entonces, es un problema. Lo es, dado el peso de la
palabra en el mundo político. Pero no está condenado.
No cambiará, pero
puede ser entrenado para desempeñarse mejor.
Tampoco cambiará la percepción pública acerca de que es persona de pocas
palabras.
Pero sí puede cambiar el valor que le da la opinión pública a la cortedad de
palabras.
Es un problema de
comunicación política con el cual las campañas electorales tienen que lidiar en
alguna oportunidad.
PD: ¿Problemas
con tu candidato? Consúltame. En una hora de vídeo-conferencia puedo
ayudarte a encontrar el camino de solución.
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