Escribe:
Milcíades Ruiz
Ya empiezan
a sonar las voces de la esquizofrenia comercial que nos inducen a festejar la
independencia del Perú que encubre cierta falacia histórica. Es el poder de la
dominación que nos convierte en zombis por reflejo condicionado haciéndonos
actuar a conveniencia de intereses ajenos. Felices Fiestas Patrias, repetirán
también los oprimidos ancestrales para beneplácito de los opresores, sin
percatarse que es una celebración del aciago día en que se perdieron las
esperanzas de recuperar la genuina patria ancestral. Esa patria era el
Tahuantinsuyo.
A diferencia
de otros países en que logran su libertad recuperando el dominio sobre su
territorio ancestral desalojando al invasor, ello no ocurrió con la independencia
del virreinato del Perú ni con el continente entero. Los invasores se adueñaron
del territorio que pertenecía a la población autóctona y usurparon sus
derechos, suplantándola en todo. Muchos somos los beneficiarios de esta
injusticia pero el que calla otorga. Sabemos que no es verdad lo que nos
enseñan desde niños y sin embargo, lo permitimos y hasta participamos del
engaño. Eso no es honesto.
La
independencia del virreinato del Perú no es lo mismo que la emancipación de la
patria. No era que al fin de tres siglos de dominación los opresores dejaban el
Tahuantinsuyo. No, eso no. Era la independencia de los invasores, que se
separaban de España, su madre patria. La libertad era solo para los
colonialistas pero no para los nativos que siguieron siendo sus vasallos. Los
supuestos próceres de la independencia eran los mismos opresores coloniales que
se pusieron el ropaje de “patriotas” republicanos. Estos, siguieron siendo
propietarios de esclavos capturados en África y vendidos como animales salvajes.
Estos humanos también perdieron su patria y jamás pudieron regresar a ella.
Pero los
esclavistas y señores feudales hablaban de libertad (la de ellos solamente y no
de todos). Los opresores se sentían oprimidos frente a los españoles
peninsulares ignorando cínicamente la opresión que ellos ejercían sobre la
población nativa y sobre los esclavos. Solo ellos, los colonialistas, tenían
derecho a llamarse peruanos pero no los aborígenes a los que llamaban
simplemente “indios” o “naturales”. Toda referencia a peruanos en la guerra de
independencia del virreinato, se sobreentendía que se estaba hablando de los
españoles sudamericanos y no de los nativos.
Hasta
mediados del siglo XIX, en el Perú continuaron vigentes las leyes españolas, el
tributo indígena y la esclavitud. Aun hoy, se pueden ver en Cañete, las
rancherías de negros esclavos en el fundo “Arona” de los descendientes del
prócer terrateniente Hipólito Unanue, secretario del virrey y representante de
los realistas en las tratativas de armisticio con los delegados de la
Expedición Libertadora. No obstante ser del campo enemigo, este “prócer” pasó a
gobernar y presidir la Junta Gubernativa de la República
El idioma de
los colonialistas dominadores fue declarado oficial en 1825, quedando de lado
el idioma de la mayoría de la población, el quechua. El despojo de tierras de
cultivo prosiguió con la república y las consiguientes rebeliones con
derramamiento de sangre nativa. Los esclavos no fueron liberados por decreto de
la república. Su libertad fue comprada por el Estado 33 años después de la
independencia como si se tratara de un gran negocio para los esclavistas que
recibieron el precio de cada uno de ellos, dando lugar a fraudes para obtener
mayores montos de compensación. Los súbditos yanaconas de los señores feudales
(gamonales) solo alcanzaron su independencia con la reforma agraria de Velasco.
Es verdad
que no es bueno mirar el pasado con rencor. Pero tampoco ocultar la verdad
histórica ni mantener latente las injusticias. No se pide venganza. No se pide
discriminar a los discriminadores. El racismo es denigrante. Solo se pide
compartir con equidad. El Perú es de todas las sangres se suele decir como una
viveza para disimular una situación oprobiosa. Pero hay sangres con más derecho
que otras y eso deberíamos reconocer. El derecho ancestral no debería ser
sepultado.
En el Perú
actual, las mayorías están bajo el dominio de una minoría. Los cholos mestizos
constituyen la mayoría de la población, pero juntos con los que se consideran
totalmente quechuas, aimaras y nativos de la selva suman el 80% de la población
peruana, sin considerar los que han perdido el orgullo de su raza. Pero
entonces, ¿por qué no permitir una mayor participación en las decisiones de
gobierno a los peruanos ancestrales? Eso no está permitido en el régimen
electoral vigente hecho a la medida de los dominadores.
Fuente:
Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) – Encuesta Nacional de
Hogares.
Se ha
avanzado bastante en materia de equidad sexual, pero nos falta mucho por avanzar
en cuanto a equidad política como en equidad económica. Aún siguen gobernando y
legislando los descendientes de Juan de la Torre, uno de los trece de la “Isla
del Gallo”, como sucede en el actual Parlamento. Pero nunca es tarde para
reivindicar lo nativo, con mayor derecho. Que no nos vengan con el contrabando
de que Túpac Amaru II fue precursor de la independencia del Perú. No luchó por
la independencia de sus opresores sino por liberar a sus compatriotas de la
opresión de aquellos.
Muchos
aborígenes tuvieron que refugiarse en la cordillera para huir de la mita
colonial que obligaba a entregar la vida de un descendiente para que trabaje en
la extracción mineral que era muerte segura. Se quedaron habitando allí durante
la república como lugar seguro contra la extinción de la gente, hasta que
aparecieron los terribles “mistis” depredadores de sus recursos naturales, con
la misma ambición que los conquistadores, en complicidad con los gobernantes
actuales. Ahora luchan por su suelo, por su agua, por su ecología, por
sobrevivir ante el infortunio de una fatalidad histórica.
Entonces, es
esos lugares, resulta humillante entonar el himno nacional oficial y desearles
“Felices Fiestas Patrias” porque significa celebrar toda una historia de
sufrimientos de la opresión que no se extingue. Ya ni siquiera se puede vivir
tranquilo en la cordillera. La persecución ha llegado hasta el escondite
histórico. Por su puesto, ellos no recibirán gratificaciones monetarias por
Fiestas Patrias Eso no es para ellos dirán los dominadores.
Pero esta
incomprensión está encarnada ya en nuestra cultura y hasta los izquierdistas
como los de derecha miran al bicentenario de la independencia del virreinato
del Perú, como una hazaña para celebrar a lo grande. Todo lo que se planea y se
hace es “con miras al bicentenario”, olvidando las reivindicaciones
ancestrales. ¿Por qué no aprovechar el bicentenario para reconocer por ley las
reivindicaciones ancestrales traducidas en derechos ciudadanos? Por ejemplo:
¿Seguirá manteniéndose el veto para que los nativos no sean oficiales ni jefes
de nuestras fuerzas armadas? ¿Seguirán sin derecho a cuotas de poder?
Demás está
decir que ni aún los más favorecidos por el sistema de dominación imperante
podrá decir que somos libres verdaderamente. El país ha perdido su soberanía,
no tenemos independencia económica y estamos sometidos a una legislación
internacional arbitraria. No podemos ayudar a Cuba y a Venezuela sin ser
castigados con represalias onerosas de facto. La lucha por la independencia real
tendrá que continuar.
Es probable
que lo dicho no sea aceptable por quienes tienen una visión distinta a la mía.
Me disculpo por el atrevimiento. No siempre se tiene la razón y lo acepto. Pero
mis convicciones se mantienen firmes en cuanto a la equidad necesaria para
superar injusticias.
Julio 2017
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--
Atte.
Milciades Ruiz
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