20/09/2018
En el 200 aniversario del natalicio de
Marx, el 170 del Manifiesto Comunista y el 160 de los Grundrisse.
En esta nota nos referiremos al método
que propició Marx para poder tener una visión coherente y objetiva de la
sociedad actual y así evitar una visión subjetiva y arbitraria de la misma, al
papel protagonista que corresponde a los/las oprimido/as y explotado/as para su
transformación radical y la necesaria confluencia en las luchas por dicha
transformación de todas las reivindicaciones sectoriales.
I. El método que propició Marx
En el punto 3 (El método de la economía
política) de su Introducción a la Crítica de la Economía Política (1857)
Marx escribió:
“Cuando consideramos un país dado
desde el punto de vista económico político comenzamos con su población, con su
distribución en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas de la
producción, exportación e importación, producción y consumo anual, precios de
las mercancías, etc..
Parece correcto empezar por lo real y
concreto, con el presupuesto efectivo; y en consecuencia, empezar, por ejemplo,
en la economía con la población, que es el fundamento y sujeto de todo acto de
producción social. Sin embargo, ante un examen más detenido, esto se manifiesta
como falso. La población es una abstracción, si dejo, por ejemplo,
de lado las clases de las que se compone. (Nuestro el subrayado).
Estas clases son a su vez una palabra
vacía, si no conozco los elementos sobre las que descansan. Por ejemplo,
trabajo asalariado, capital, etc. Éstos presuponen cambio, división del
trabajo, precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado,
sin valor, dinero, precio, etc. Si comenzara, por lo tanto, con la población,
esto sería una representación caótica de la totalidad y mediante una
determinación más precisa llegaría analíticamente a conceptos cada vez más
simples; de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más
sutiles, hasta alcanzar las determinaciones más simples. A partir de aquí
habría que emprender de nuevo el viaje a la inversa, hasta llegar finalmente de
nuevo a la población, pero esta vez no como una representación caótica de un
todo, sino como una totalidad rica de múltiples determinaciones y relaciones.
El primer camino es el que tomó históricamente la economía en sus comienzos.
Los economistas del siglo XVII, por ejemplo, comienzan siempre con la totalidad
viva, con la población, con la nación, con el estado, con varios estados, etc.;
pero siempre acaban descubriendo mediante el análisis algunas relaciones
generales abstractas determinantes, como división del trabajo, dinero, valor,
etc. Tan pronto como estos momentos aislados fueron más o menos fijados y
abstraídos, comenzaron los sistemas económicos, que se elevaban de lo simple,
como el trabajo, división del trabajo, necesidad, valor de cambio, hasta el
Estado, cambio entre las naciones y el mercado mundial”.
Fue aplicando este método que Marx y
Engels escribieron lo siguiente en el Manifiesto Comunista de 1848:
I. BURGUESES Y
PROLETARIOS
La historia de
todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las
luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa división de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado*.
* Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social, que emplean el trabajo asalariado. Por proletarios se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos, que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir (Nota de F. Engels a la edición inglesa de 1888).
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa división de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado*.
* Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social, que emplean el trabajo asalariado. Por proletarios se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos, que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir (Nota de F. Engels a la edición inglesa de 1888).
Esta nota de Engels se anticipó a
quienes, para « superar » a Marx, le atribuyen a éste la idea
simplificadora de que el antagonismo de clases se reduce al enfrentamiento en
la empresa entre patrones y obreros.
Aunque ya en el Manifiesto…se habla
de una completa división de la sociedad en diversos estamentos, una
múltiple escala gradual de condiciones sociales, Marx precisó esta
idea en el Capítulo VI (llamado inédito) del Libro I de El Capital, donde
escribe:
....”como con el desarrollo de la
subsunción real del trabajo en el capital o del modo de producción
específicamente capitalista, no es el obrero individual sino cada vez más una
capacidad de trabajo socialmente combinada lo que se convierte en el agente
real del proceso laboral en su conjunto, y como las diversas capacidades de
trabajo que cooperan y forman la máquina productiva total participan de manera
muy diferente en el proceso inmediato de la formación de mercancías o mejor
aquí de productos -éste trabaja más con las manos, aquél más la cabeza, el uno
como director (manager), ingeniero (engineer), técnico, etc., el otro como
capataz (overlooker), el de más allá como obrero manual directo e incluso como
simple peón- tenemos que más y más funciones de la capacidad de trabajo se
incluyen en el concepto inmediato de trabajo productivo, y sus agentes en el
concepto de trabajadores productivos, directamente explotados por el capital y
subordinados en general a su proceso de valorización y de producción. Si se
considera el trabajador colectivo en el que el taller consiste, su actividad
combinada se realiza materialmente (materialiter) y de manera directa en un
producto total que al mismo tiempo es una masa total de mercancías, y aquí es
absolutamente indiferente el que la función de tal o cual trabajador, mero
eslabón de este trabajador colectivo, esté más próxima o más distante del
trabajo manual directo. Pero entonces la actividad de esta capacidad laboral
colectiva es su consumo productivo directo por el capital, vale decir el
proceso de autovalorización del capital, la producción directa de plusvalía y
de ahí, como se deberá analizar más adelante, la transformación directa de la
misma en capital”...
Dicho de otra manera, la explotación
capitalista de la fuerza de trabajo no es sólo la apropiación -retribuida por
debajo de su valor- de la fuerza física del ser humano, sino también de sus
habilidades y conocimientos, de su capacidad de imaginar, de crear y de
inventar.
Explotación que explica la pobreza de
las mayorías y la enorme riqueza (el beneficio capitalista) de una ínfima
minoría.
II. Esta visión de la sociedad
capitalista, que se verifica cotidianamente en los hechos, está en las
antípodas del enfoque populista, tanto de izquierda como de derecha, que habla
de “pueblo y antipueblo”, de “los de arriba y los de abajo”, de “nosotros” y
“ellos” e ignora la existencia de clases irreductiblemente antagónicas y de su
necesaria consecuencia: la lucha de los oprimidos y explotados contra la
insaciable voracidad de los explotadores (1).
Esta lucha de las clases oprimidas y
explotadas es el indispensable articulador de las luchas sectoriales,
ambientales, feministas, culturales, políticas, por los derechos a la salud, a
una alimentación sana y abundante, a la educación laica y gratuita, a una
vivienda digna, a infraestructuras urbanísticas (sanitarias, proveedoras de
energía, de agua corriente) y de transporte al alcance de toda la población,
etc. y cuyo objetivo común debe ser la abolición del sistema capitalista a fin
de establecer una sociedad radicalmente diferente donde la regla sea el interés
general y no la ganancia o beneficio de los capitalistas.
Porque todas estas negaciones de
derechos, carencias o déficits que motivan los reclamos sectoriales tienen una
raíz común: el sistema capitalista.
En la mayoría de los casos la relación
es evidente.
La catástrofe ecológica, que ya no es
una previsión sino una realidad, la degradación cada vez mayor de los servicios
públicos, porque no son fuente de ganancias, etc.
También es obvio que los desocupados y
quienes aun trabajando no tienen ingresos suficientes carecen del derecho a una
alimentación sana y suficiente.
Pero conviene agregar que la pobreza de
los trabajadores no se debe exclusivamente a la expropiación del
fruto del trabajo que practica el capital en el proceso de la economía real
(obtención de plusvalía), sino que a ella se suma la que realiza el capital
financiero y el capital en general sin participar en dicho proceso. Por ejemplo
rebajando los salarios reales y las jubilaciones, licuando ambos ingresos
mediante la inflación, encareciendo los servicios públicos esenciales,
estafando a los pequeños ahorristas, fugando capitales, evadiendo al fisco, con
el soborno y la corrupción (2)
, incrementando la deuda externa, etc. Formas de ofensiva contra el nivel de
vida de los trabajadores de todas las categorías que se ha acentuado brutalmente
en los últimos tiempos a escala mundial (3).
En el plano político, lo que hemos
llamado Agonía, muerte y descomposición del mito burgués de la
democracia “representativa”(véase: https://www.alainet.org/es/articulo/183091)
está íntimamente relacionada con la necesidad de concentrar el poder de
decisión en los grandes monopolios, de los cuales las elites políticas son
–ahora más que nunca- obedientes correas de trasmisión. En esa nota
demostramos, cifras al apoyo, que la tasa de representación de las capas
socio-económicas en los parlamentos está invertida con relación a la realidad
social. Dicho de otra manera, las capas sociales más ricas y menos numerosas
están sobrerrepresentadas y las más modestas y numerosas están
subrrepresentadas. Hay pues, para el ejercicio de la función
parlamentaria, un proceso de reclutamiento selectivo y de clase que pasa por
las instancias políticas (tanto de derecha como de izquierda) y por los grupos
corporativos económicamente más fuertes.
Por cierto que esto no se resuelve –lo
que se puede verificar en los hechos- aumentando la proporción de jóvenes y
mujeres en los Parlamentos, como sostienen algunos.
Un caso flagrante es el de Francia, con
un Presidente de 40 años, que muchas jóvenes burguesas dijeron que lo votaban
porque era “mignon” (lindo) y que tiene en el Parlamento una alta proporción de
jóvenes y mujeres diputados/as, está sin embargo masacrando económicamente a
los trabajadores y jubilados y deteriorando aceleradamente los servicios
públicos.
III. Aunque la contradicción entre las
reivindicaciones feministas y el sistema capitalista, pueda parecer menos
evidente, dicho antagonismo existe y no puede ni debe desconocerse.
Por otra parte, la discriminación
contra la mujer en el ámbito de los derechos laborales es manifiesta. Que
comienza por el hecho de que ésta recibe un salario inferior al hombre por el
mismo trabajo.
Además, muchas medidas de protección
para las mujeres en el empleo, tanto a nivel de los Convenios de la OIT como a
nivel nacional, han sido derogadas o modificadas regresivamente (como es el
caso del Convenio 183 revisado de protección de la maternidad, que modificó
regresivamente el Convenio 103 de 1952).
Se alega que dichas medidas son un
obstáculo para la igualdad de trato y de oportunidades para las mujeres y se
dice que la prohibición del empleo de mujeres en ciertos trabajos les cierra
oportunidades, o que las diferentes condiciones a que tienen derecho, en
algunos casos, las hace más costosas como mano de obra o les resta rendimiento
en el trabajo, todo lo cual conduce a una discriminación. Se sostiene que el
hecho de que las mujeres se concentren en las industrias tradicionalmente
femeninas y en actividades poco calificadas, impide que sus salarios sean
elevados, obstaculiza sus posibilidades de ascenso y las expone al desempleo.
En los hechos, en las industrias que tradicionalmente emplean de preferencia
mano de obra femenina las remuneraciones son menos elevadas, no porque
requieran menos calificación, sino porque los empleadores se valen de la
desvalorización social de la mujer (pues ella misma, a menudo, es no sólo
receptora, sino también difusora de las nociones culturales desvalorizantes) y
aprovechan sus calificaciones sin una contraprestación adecuada. Los
empleadores alegan también que el mayor ausentismo de las mujeres debido a sus
obligaciones familiares, la prohibición –en algunos casos- del trabajo nocturno,
la obligación de instalar guarderías o servicios independientes, la licencia
por maternidad o las protecciones que se les deben durante la maternidad y la
lactancia, las hacen menos rentables como trabajadoras.
En 1976, la Directiva 76/207/EEC de la
Comunidad Europea, sobre la aplicación del principio de igualdad de trato entre
hombres y mujeres, condujo a una revisión de las diversas medidas de protección
que existen en los Estados miembros de la Comunidad.
Fue así que en abril de 2001 el
Parlamento francés adoptó definitivamente el texto de ley suprimiendo la
prohibición del trabajo nocturno de las mujeres, ajustándose así Francia a la
Directiva 76/207/EEC de la Comunidad Europea. En 1999 la Comisión Europea había
impuesto a Francia una multa de 900.000 francos diarios hasta tanto procediera
a este ajuste de su legislación laboral.
También en varios países se revocaron
disposiciones a favor de la mujer trabajadora por ejemplo en materia de
levantamiento de cargas pesadas y trabajos que entrañen la exposición a
compuestos de plomo y otros materiales contaminantes, etc.
Con esa Directiva de la Comunidad
Europea se confundió deliberadamente la igualdad de trato a que tienen derecho
las mujeres respecto de los hombres con el derecho a la diferencia de las
mujeres en tanto tales en muchos aspectos, no sólo en el plano laboral.
Cuando lo razonable hubiera sido
extender a los hombres esas medidas tendientes a proteger la salud de las
mujeres en el trabajo. Razonable en un sistema de producción que no estuviera
basado en la explotación del trabajo ajeno.
Muchas organizaciones de trabajadores
de distintos países y de diferentes categorías se han pronunciado
reiteradamente por el mantenimiento de las medidas de protección de las mujeres
y por la extensión de las mismas a los hombres. Entre ellas, la Confederación
de Sindicatos de la República Federal de Alemania (DGB) se opuso a toda
derogación de las medidas especiales de protección de las mujeres en el trabajo
en virtud de que existían diferencias biológicas que justificaban dichas
medidas especiales y, además, la división tradicional de funciones entre los
sexos seguía existiendo en la sociedad actual, sometiendo a millones de
trabajadoras a la doble carga de dedicarse a una actividad remunerada y, al mismo
tiempo, ocuparse de los quehaceres domésticos y de la familia. Debido a que los
trabajadores estaban experimentando cambios en las condiciones de trabajo,
debido al aumento de la intensidad y el ritmo de trabajo, a la nueva
tecnología, al ruido, a las sustancias peligrosas, etc., opinaron que era
necesario aumentar de forma general la protección en vez de debilitarla (OIT,
1987, pág. 139)4
Pero las corrientes feministas que parecen
ser ideológicamente hegemónicas tienden a autonomizar de la lucha de clases las
reivindicaciones de género y, en general, no cuestionan al sistema capitalista
como tal.
Las principales expositoras de esa
orientación, entre otras la estadounidense Nancy Fraser, se apoyan en las
teorías de Foucault, teórico de la rebeldía contra el poder en todas sus formas
pero que ignora las relaciones de poder entre explotadores y explotados que
caracterizan al sistema capitalista o de Habermas con su teoría de la acción
comunicativa según la cual “toda acción social está orientada al entendimiento”
y hace abstracción del antagonismo entre las clases sociales (5).
En oposición a estas corrientes, en los
movimientos feministas existen análisis de la relación entre las
reivindicaciones de género y la lucha de clases con una estrategia
anticapitalista. Entre ellos el de Tithi
Bhattacharya, historiadora marxista de origen hindú y profesora
en la Purdue University de Indiana, Estados Unidos en How Not To Skip Class: Social Reproduction of Labor and the
Global Working Class (Cómo no saltear la clase: Reproducción
social del trabajo y clase obrera mundial) (https://www.viewpointmag.com/2015/10/31/how-not-to-skip-class-social-reproduction-of-labor-and-the-global-working-class/).
La profesora Bhattacharya ha
contribuido a poner las cuestiones de género sobre sólidas bases
relacionándolas con el sistema capitalista dominante. Para ello ha tomado de
Marx el concepto de reproducción de la fuerza de trabajo, desarrollándolo desde
el ángulo de la mujer con la denominación de reproducción social de la fuerza
de trabajo.
Tithi
Bhattacharya encabeza su ensayo con una contundente frase de
Marx: «…La fuerza de trabajo es una mercancía que su poseedor, el asalariado,
vende al capitalista. ¿Por qué la vende? Para vivir ». (Marx, Trabajo
asalariado y capital, 1849).
E inicia su texto con una cuestión
crucial para los oprimidos y explotados de todo el mundo: cómo sobrepasar sus
divisiones para estar en plena forma combativa a fin de abolir al capitalismo.
Como las luchas de la clase obrera
–sigue diciendo la autora- han tenido lugar sin superar este problema
fundamental, la clase de los trabajadores/as ha sido objeto de ataques y
predicciones teóricas y prácticas sobre la desaparición de la misma o
pretendiendo simplemente que la misma ha dejado de ser el agente del cambio.
Lo que muchos de estos ataques y
predicciones tienen en común –continúa- es una incomprensión de lo que
realmente es la clase trabajadora. En lugar de la comprensión compleja de la
clase propuesta históricamente por la teoría marxista, que revela una visión
del poder de la clase trabajadora insurgente capaz de trascender categorías
sectoriales, los críticos de hoy confían en una visión estrecha de una
"clase trabajadora" en la que un trabajador es simplemente una
persona que tiene un tipo específico de trabajo.
En este ensayo, dice la autora,
refutaré esta concepción espuria de la clase reactivando las ideas marxistas
fundamentales sobre la formación de clases que han sido oscurecidas por cuatro
décadas de neoliberalismo y las numerosas derrotas de la clase obrera global.
Mi argumentación se basará en que la clave para desarrollar una comprensión
suficientemente dinámica de la clase trabajadora, es el marco de la
reproducción social. Al pensar en la clase trabajadora, es esencial reconocer
que los trabajadores tienen una existencia más allá del lugar de trabajo. Por lo
tanto, el desafío teórico consiste en comprender la relación entre esta
existencia y la de sus vidas productivas bajo el dominio directo del
capitalista. La relación entre estas esferas a su vez nos ayudará a considerar
las direcciones estratégicas para la lucha de clases.
Esta relación intrínseca entre el lugar
del trabajador/a en la producción, donde este/a obtiene lo mínimo indispensable
para reproducir su fuerza de trabajo mediante el salario y su existencia social
fuera del lugar de trabajo se explica en lo que la autora llama la reproducción
social del trabajo. Que consiste en todos los elementos que, más allá del
salario, hacen a la existencia del trabajador/a, como son la educación, la
salud, el cuidado de los hijos, de los enfermos y de los ancianos, el acceso a
los servicios públicos (transportes, agua, cloacas, electricidad) a los
entretenimientos, etc. Que también permiten que el trabajador pueda continuar
vendiendo su fuerza de trabajo al capitalista.
En El Capital y
en Precio, salario y ganancia Marx escribió que es necesario
intentar descubrir qué es con exactitud lo que el obrero vende a cambio del
salario que recibe. Cuando un obrero acepta un empleo, cuando "se
alquila" a un capitalista, en realidad pone a disposición de este, durante
un período específico de tiempo -una hora, un día o una semana-, su capacidad
de trabajo, es decir, la suma de aquellas capacidades mentales y físicas
existentes en un ser humano, que este pone en acción al producir un valor de
uso de cualquier clase. Esta distinción entre trabajo -el
gasto real de capacidades y energías humanas (de las que depende el valor de
las mercancías)- y fuerza de trabajo -la capacidad o poder de
trabajar (que el obrero vende a cambio de salarios)- es de gran importancia.
Los salarios son el precio de la fuerza
de trabajo. Puesto que el precio es la expresión del valor en dinero, debemos
averiguar cómo se determina el valor de la fuerza de trabajo.
"El valor de la fuerza de trabajo
está determinado, como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo necesario
para la producción y, por consiguiente, también para la producción de este
artículo específico. En la medida en que tiene valor, representa tan sólo una
determinada cantidad del trabajo social medio materializado en ella" (El Capital,
Libro I). El valor de la fuerza de trabajo depende, pues, de la cantidad de
tiempo de trabajo que debe insumirse a fin de que aquella pueda existir.
Para vivir, los seres humanos deben
contar con medios de subsistencia, alimentos, vestimentas, combustible,
vivienda, etc. Para que la fuerza de trabajo pueda continuar existiendo los
obreros/as deben reproducirse, tener hijos; por lo tanto, deben contar con
suficientes medios de subsistencia, no sólo para sí sino también para sus
hijos. "El valor de la fuerza de trabajo está determinado por el valor de
los artículos necesarios para producir, desarrollar, mantener y perpetuar la
fuerza de trabajo" (Marx, "Salario, precio y ganancia").
Las cantidades y la índole de los
alimentos, ropas, etc., que se requieren varían de acuerdo con la naturaleza
del trabajo efectuado. En consecuencia, variará el valor de las diferentes
especies de fuerza de trabajo. Variará también porque ciertos tipos de
capacidad o habilidad demandan una educación o adiestramiento especial que
exige determinado período durante el cual el obrero tiene que vivir y quizá
deba incurrir en otros gastos; todos estos gastos componen el valor de la
fuerza de trabajo. Nuevamente, las necesidades naturales del obrero, tales como
víveres, vestimentas, combustible y vivienda varían de acuerdo con las
condiciones climáticas y las demás condiciones físicas de su país. Por otra
parte, el número y extensión de sus así llamadas necesidades naturales, al
igual que los modos de satisfacerlas, son de suyo productos del desarrollo
histórico (...) y dependen por lo tanto en gran medida del grado de
civilización de un país, y más especialmente de las condiciones y, por
consiguiente, de los hábitos y grados de confort bajo los cuales se haya
formado la clase de los obreros libres. En consecuencia, en contraste con el
caso otras mercancías, entra en la determinación del valor de la fuerza de
trabajo un elemento histórico y moral. No obstante, en un país y período dados,
la cantidad media de los recursos de subsistencia necesarios para el obrero
constituye un factor fijo" (Marx, El Capital).
Partiendo de estos conceptos la
profesora Bhattacharya expone su tesis (6).
Cabe agregar que a esta intrínseca
relación entre el lugar del trabajador/a en la producción, donde éste/a obtiene
lo mínimo indispensable para reproducir su fuerza de trabajo mediante el
salario y su existencia social se explica en lo que la autora –como ya dijimos-
llama la reproducción social del trabajo, que consiste en todos los elementos
que, más allá del salario, participan de la existencia del trabajador/a y que
también contribuyen a que el trabajador pueda continuar vendiendo su fuerza de
trabajo al capitalista.
La clase capitalista, que obviamente
necesita que la fuerza de trabajo se reproduzca, trata sin embargo que lo haga
al menor costo, manteniendo bajos y aun achicando los salarios (que sólo tienen
la apariencia de un intercambio entre equivalentes: fuerza de trabajo por un
lado y salario por el otro) y también –como clase social dominante- reduciendo
los costos de su reproducción social.
El sindicalismo burocratizado se limita
a luchar (o simular que lucha) por mejorar las condiciones de la reproducción
de la fuerza de trabajo en el lugar de producción, reclamando mejores salarios,
argumentando que se ha roto la –aparente- equivalencia entre el precio de la
fuerza de trabajo vendida por el trabajador y el precio pagado por la misma
(salario) por el capitalista, sin cuestionar la relación salarial misma –que
genera la plusvalía, fuente de la ganancia capitalista- y sin cuestionar las
condiciones de la reproducción social del trabajo, que generaliza a todo el
ámbito social la explotación y opresión capitalistas.
Escribe Bhattacharya: concentrarse en
la economía de superficie como si se tratara de la única realidad lleva a
obscurecer dos hechos conexos: 1) la unidad de lo « político » y lo
« económico », en el sistema capitalista; y
2) el proceso de dominación/expropiación
que se produce también más allá de la esfera del intercambio supuestamente
igual de la relación salarial.
Marx, dice Bhattacharya, señala que hay
que ver lo económico como una relación social que implica dominación y
coacción, aunque las formas jurídicas y las instituciones políticas tiendan a
ocultar esta realidad.
En lo que se refiere a los derechos
específicamente femeninos, como el de usar los métodos contraceptivos o de
interrumpir un embarazo en las mejores condiciones terapéuticas, con los gastos
a cargo de la seguridad social o eventualmente con el beneficio de la gratuidad
y sin el riesgo de una sanción penal, está determinado por una cuestión de
clase, donde intervienen los recursos económicos de que dispone cada mujer y su
nivel de educación, este último condicionado por la clase social en una
sociedad donde el nivel y la calidad de la educación de cada uno es
directamente proporcional a su nivel de ingresos.
Dicho de otra manera, una mujer con
ingresos más o menos elevados y con un buen nivel de educación está mucho mejor
informada sobre los métodos contraceptivos y su utilización y tiene mayores
posibilidades de interrumpir su embarazo en buenas condiciones sanitarias
incluso si habita un país donde el aborto está prohibido, sin arriesgar una
sanción. Y si lo estima necesario puede viajar a un país donde el aborto es
legal. No es el caso de una trabajadora, una campesina pobre o de una mujer que
forma parte de una familia de escasos recursos. Sin olvidar la influencia
negativa de la Iglesia en esta esfera, que es generalmente mayor sobre las
clases más vulnerables.
Lo dicho hasta aquí no significa negar
la existencia en personas de todas las clases sociales, en instituciones
públicas y privadas e incluso en el lenguaje, de una subcultura patriarcal y
machista. Valgan como ejemplo el acoso sexual cotidiano que sufren las
empleadas y obreras, mucho menos publicitado que el denunciado por algunas
célebres actrices de Hollywood. O el hecho de que la gran mayoría de los
crímenes de violación quedan impunes. Como ocurre en Francia. (Véase Quand
le viol n’est plus un crime- https://www.monde-diplomatique.fr/2017/11/BOUTBOUL/58085).
IV. El análisis riguroso de los hechos
sociales que preconizó Marx, opuesto a las divagaciones idealistas que
predominan actualmente en las izquierdas y apto para desenmascarar la demagogia
populista de izquierda y de derecha, pueden ayudar a abrir el camino hacia una
sociedad nueva sin explotadores ni explotados, sin oprimidos ni opresores como
la prefiguró Marx en los Grundrisse.
Marx escribe: “Desarrollo libre de
las individualidades y por ende no reducción del tiempo de trabajo necesario
con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo
necesario de la sociedad a un mínimo,
al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los
individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para
todos” y agrega que la medida del valor en la sociedad comunista pasa a ser,
no ya la cantidad del tiempo de trabajo, sino la cantidad de tiempo libre: “Ya
no es entonces, en modo alguno, el tiempo de trabajo la medida de la riqueza,
sino el disposable time” (7).
Hay urgencia, pues ante la marea
fascistizante que cobra cada vez mayor fuerza a escala mundial se reactualiza
la frase que popularizó Rosa Luxemburgo: SOCIALISMO O BARBARIE8[8].
1 1 Lectura recomendada sobre este tema: Olmedo Beluche, La crisis
del “progresismo” y la necesidad de una izquierda revolucionaria. 17/09/2018
(https://www.alainet.org/es/articulo/195375).
2 Véase mi nota, publicada en
2010, La corrupción (https://caminosocialista.wordpress.com/2010/07/19/la-corrupcion/.
También en http://www.argenpress.info/2010/07/la-corrupcion.html)
que terminaba con esta frase: Pero es cierto que en cada país la
corrupción parecería responder a ciertas pautas propias. Por ejemplo ahora la
corrupción en Argentina se aproxima más que en algunos otros países a las
prácticas directamente mafiosas, tales como la extorsión, las presiones, las
amenazas, etc., con miras a obtener, por ejemplo, que amigos del poder tomen participaciones
en grandes empresas o se apoderen de obras públicas importantes. Puede
verse también, de mi autoría La corrupción: la punta del iceberg,
de agosto de 2018 (https://www.alainet.org/es/articulo/194971).
Por cierto que el monto de la corrupción puede ser insignificante con relación
a los montos de otras apropiaciones de los recursos –tramposas o
« legales » (fuga de capitales, deuda externa, transferencia de
dividendos al exterior, evasión fiscal)- por parte de la clase capitalista.
Pero la corrupción suele ser determinante en la gestión del Estado capitalista.
No es una farsa, ni una anécdota, ni un asunto secundario.
3 Puede verse sobre esta cuestión
en nuestro libro La armadura del capitalismo. Editorial Icaria,
España, 2010, el párrafo Rasgos específicos del capitalismo de
comienzos del siglo XXI. Y un resumen del mismo en El
capitalismo por dentro en http://www.argenpress.info/2012/03/el-capitalismo-por-dentro-parte-i.htm y en http://www.jussemper.org/Inicio/Recursos/Info.%20econ/Resources/ATeitelbaum_Capitalismo_por_dentro.pdf.
Sobre el mismo tema puede verse de nuestra autoría la nota Explotación
capitalista: tiempos modernos y tiempos actuales en Rebelión (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178326).
4 Véase, de Alejandro
Teitelbaum, La crisis actual del derecho al desarrollo, Cuaderno nº
11; Cuadernos Deusto de Derechos Humanos, Universidad de Deusto, Bilbao, año
2000, Párrafo: La eliminación de las medidas de protección para las
mujeres en el empleo, págs. 69 a 72, extraído de un trabajo de Mirta Sofia
Teitelbaum) http://www.deusto-publicaciones.es/deusto/pdfs/cuadernosdcho/cuadernosdcho11.pdf
5 Hemos analizado críticamente las
ideas de Foucault y de Habermas en un libro de nuestra autoría, publicado en
Buenos Aires en 2015 (Editorial Dunken) con el título El papel
desempeñado por las ideas y culturas dominantes en la preservación del orden
vigente y en Colombia en 2017 (Editorial La Carreta) con el
título El colapso del progresismo y el desvarío de las izquierdas.
En internet: https://fr.scribd.com/document/384769799/Libro-Teitelbaum-Varios-El-papel-desempenado-las-ideas-culturas-dominantes-El-Colapso-Progresismo-pdf).
Puede verse también, de nuestra
autoría, una nota titulada Los daños colaterales de la adicción a
Foucault de los intelectuales argentinos “progresistas” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=230401).
6 [6] Desarrollada también por
otros autores/as –entre ellos Susan Ferguson- en el libro Social Reproduction
Theory (Pluto Press, 2017), compilado por la profesora Bhattacharya.
7 Carlos Marx, Elementos
fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse), Siglo
XXI Editores, 12 edición, 1989, tomo 2, págs. 227 y ss. [Contradicción entre la
base de la producción burguesa (medida del valor) y su propio desarrollo.
Máquinas, etc.].
8 En enero de 1919, cuando los
socialdemócratas gobernaban Alemania con Friedrich Ebert como Presidente del
Consejo de Representantes del Pueblo y Gustav Noske como Ministro de Defensa,
tiene lugar la revuelta espartaquista que es reprimida de manera sangrienta por
los freikorps (grupos de militares desmovilizados por el fin de la guerra pero
que conservaban su armamento) reclutados por Noske. El 15 de enero Rosa
Luxemburgo y Karl Liebknecht son asesinados por miembros de los freikorps y sus
cuerpos arrojados al río. En 1962 el Gobierno Federal alemán (Unión Demócrata
Cristiana encabezado por Adenauer) declaró que los asesinatos de Rosa
Luxemburgo y Liebknecht habían sido una "ejecución acorde con la ley
marcial".
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