por Thierry
Meyssan
El
documento interno de la ONU que acabamos de publicar demuestra que
la administración de las Naciones Unidas actúa en contra de los
objetivos de la organización internacional. La situación es tan grave
que se impone una explicación del secretario general, Antonio Guterres,
explicación ya exigida en estos días por el ministro ruso de Exteriores,
Serguei Lavrov. A falta de esa explicación, los Estados miembros podrían
poner en tela de juicio la viabilidad de la ONU.
RED VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA) |
4 DE SEPTIEMBRE DE 2018
En octubre de 2017,
el subsecretario general de la ONU a cargo de los Asuntos Políticos,
el estadounidense Jeffrey Feltman, redactaba en secreto una serie de
instrucciones dirigidas a todos los órganos de la ONU sobre la actitud que
debían adoptar en relación con el conflicto en Siria.
Los Estados miembros de la ONU, ni siquiera los
miembros del Consejo de Seguridad, nunca fueron informados de la
existencia de esas instrucciones, hasta que el ministro ruso
de Exteriores, Serguei Lavrov, las reveló, el pasado 20 de
agosto [1].
La Red Voltaire acaba de obtener una copia de
esas instrucciones [2].
El contenido de ese documento está en contradicción flagrante
con los principios recogidos en la Carta de las Naciones Unidas [3],
cuyas prioridades invierte. Mientras que la Carta de las Naciones Unidas
estipula que el principal objetivo de la ONU es «mantener la paz y
la seguridad internacionales», las instrucciones de Feltman
anteponen a ese objetivo el «respeto de los derechos humanos».
En resumen, esos derechos se utilizan como instrumento contra la paz.
La expresión «derechos humanos» ya existía antes de que
se le hallara un sentido jurídico –o sea antes de que se pudiera
utilizar en un tribunal. El ministerio británico de Exteriores
la utilizó frecuentemente, en el siglo XIX, para justificar algunas
de sus guerras. Por ejemplo, asegurando que era por los derechos
humanos que el Reino Unido estaba dispuesto a luchar contra el imperio otomano.
En realidad, se trataba de un enfrentamiento entre dos imperios
con intereses opuestos. Los pueblos supuestamente «liberados» por
Londres no fueron nunca más felices bajo el imperio británico que bajo
el otro imperio. En el siglo XX, los «derechos humanos»
fueron inicialmente la marca de fábrica de las ONGs «sin fronteras»,
antes de convertirse en el eslogan de los trotskistas que habían acabado
poniéndose del lado de la CIA: los neoconservadores.
La Carta de las Naciones Unidas menciona 6 veces la
expresión «derechos humanos», pero no la convierte en un ideal
en sí. Sólo la paz puede garantizar el respeto de
los derechos humanos. La guerra –¿acaso hace falta recordarlo?–
es un periodo caótico que anula los derechos individuales. Es una
situación terrible en la que hay que aceptar el sacrificio de muchos
para salvar todo un pueblo.
Es precisamente por eso que existe una diferencia entre
la policía y el ejército. La policía protege los derechos
individuales mientras que el ejército protege los derechos colectivos.
La policía tiene que respetar los «derechos humanos» mientras que
el ejército puede verse obligado a ignorarlos. Parece que nuestros
contemporáneos, postrados en su propio confort, han olvidado el sentido de
esas diferencias elementales.
La evocación abusiva de los «derechos humanos» sirvió inicialmente
de disfraz a las conquistas territoriales. Pero, hoy en día,
su interpretación extremista se ha convertido en la ideología que
justifica la destrucción de las estructuras mismas del Estado-nación.
Tratan de convencernos de que, para que nuestros derechos sean
respetados, tenemos que ser «ciudadanos del mundo» y aceptar una «sociedad
abierta», «sin fronteras», bajo la administración de un «gobierno
mundial».
Eso es ignorar la historia y la cultura de cada uno de esos
«ciudadanos del mundo», imponerles lo que a nosotros
nos parece mejor… para ellos.
En este nuevo documento de Jeffrey Feltman, los «derechos
humanos» aparecen otra vez como pretexto. Este personaje fue miembro
de la «Autoridad Provisional de la Coalición» –la denominación abusiva
de una entidad que gobernó Irak siendo en realidad una empresa privada
concebida según el modelo de la Compañía de Indias [4]–,
mostrando así el poco respeto que sentía por los derechos de los iraquíes.
En el caso de Siria, Feltman expresó su verdadero objetivo en
una serie de documentos conocidos como el «Plan Feltman» [5].
En ese «Plan», Feltman se plantea abrogar la soberanía del
pueblo sirio e instaurar en Siria, como se hizo en Irak, una
administración extranjera.
Ahora, Feltman escribe con la mayor tranquilidad:
«El
Plan de Acción Humanitaria debe seguir siendo humanitario para garantizar que
la ONU pueda llevar a cabo las actividades humanitarias esenciales
para salvar vidas y garantizar las necesidades esenciales de los pobladores.
Las actividades de desarrollo o de reconstrucción fuera de ellas
deberán ser reflejadas en otros marcos que, por naturaleza, serán
negociaciones más largas con los gobiernos. Eso es esencial habida
cuenta de las cuestiones jurídicas y políticas complejas en juego.»
En otras palabras, “denle de comer a los refugiados pero
no luchen contra el hambre que los atenaza, para que el hambre
siga siendo para nosotros un argumento en las negociaciones con
el Estado sirio”.
Jordanos, libaneses, turcos y europeos se sorprendarán
al leer:
«La
ONU no favorecerá el regreso de los refugiados y personas desplazadas pero
apoyará a los repatriados para garantizar el carácter seguro, digno, informado,
voluntario y duradero del regreso y de la reintegración, así como el
derecho de los sirios a buscar asilo.»
O sea, retomando la teoría del profesor Kelly Greenhill [6],
Feltman no desea ayudar a los exilados a regresar a su Patria sino
que pretende utilizar el éxodo para debilitarla.
«La asistencia de las Naciones Unidas no debe beneficiar
a las partes acusadas de haber cometido crímenes de guerra o crímenes contra la
humanidad», agrega Feltman, con lo cual prohíbe y condiciona
toda ayuda a cualquier poder.
Y también plantea que «sólo cuando una transición política
verdadera e inclusiva haya sido negociada por las partes estará la ONU
dispuesta a facilitar la reconstrucción». Eso está muy lejos del ideal
expresado en la Carta de las Naciones Unidas.
Fuente: http://www.voltairenet.org/article202711.html
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