Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez
domingo, 23 de septiembre de 2018
La
alienación, entendida como la pérdida de visión de la importancia fundamental
de las relaciones y diferencias esenciales a favor de las relaciones aparentes,
alcanza a todos los planos de la vida, a todas las formas de la práctica social
y a todas las clases sociales. Nada escapa al comportamiento alienado. La
globalización que ha hecho del mercado capitalista el mecanismo económico que
lo determina todo y ha convertido el dinero en la potencia absoluta que lo
media todo es la causa última de la alienación. Ha creado una ideología donde
los bienes públicos y colectivos se han convertido en un simple medio para el
acrecentamiento sin límites de los intereses individuales. Cuando la psicología
actual estudia al individuo y quiere liberarlo de su ansiedad, tristeza y
soledad, solo le proporciona remedios centrados en el individuo, no le propone
ninguna meta social, ninguna tarea donde el beneficiario sea la sociedad. La
concepción de que lo público no es de nadie es una idea que se ha ido
afianzando de manera perniciosa en la mente de las nuevas generaciones. De
manera que se genera la idea de que en los espacios públicos todo el mundo
puede hacer lo que quiera. No se genera la idea de que los espacios públicos
deben cuidarse del mismo modo que cuidamos los espacios privados. También se
hace necesario señalar que bajo el punto de vista global asistimos a una
degradación del ser humano como nunca había acontecido. Y la ideología,
entendida como una concepción profunda del mundo, ha dejado de tener un papel
destacado en la vida social.
Cuando un
hecho ocurre de forma minoritaria, su carácter alienador cobra poca importancia
y genera pocos perjuicios sociales, pero cuando alcanza a las mayorías sociales
su carácter alienador se torna peligroso. Internet y las llamadas redes
sociales han transformado todo en un fenómeno de masas. En todo se quiere ver
un negocio, en todo se quiere generar plusvalor, y en todo mete su baza la
engañosa publicidad. La publicidad nos está conformando ideológicamente y se
adueña de todos los valores nuevos que se han vuelto ideología de masas. Los
conceptos fundamentales de la ontología son la existencia, el ser y la esencia.
Mi tesis es que la alienación de las diferencias esenciales entre las personas
y los animales ha llevado a que la existencia animal sobrepuje y
aliene al ser y a la esencia humanas.
Hablemos de
las mascotas, en especial de los perros urbanos. En los últimos veinte años
este mundo ha cambiado de forma radical. Antes los perros vivían fuera de las
casas o en las azoteas, hoy día se han convertido en un miembro más de la
familia. Antes los perros comían las sobras de los alimentos, hoy día se
alimentan de productos especializados. El tiempo que dedican sus dueños a
pasearlos, a limpiarlos, a llevarlos al veterinario y a cortarles el pelo debe
sumarse a la inversión social empleada en el mundo de las mascotas. Los perros
han sido humanizados por sus dueños. Y como en todo lo que acece en la
actualidad, la forma de capital ha entrado de forma voraz en este mundo. El sector
de las mascotas en España factura más de dos mil millones de euros anuales. Las
grandes multinacionales ya se disputan este mercado en alza. De hecho en la
publicidad no específicamente canina, los perros ya aparecen como un
protagonista más al lado de las personas. Se han vuelto un atractivo, en algo
que llama el interés y despierta la sensibilidad, en algo que mejora las
ventas. El extremo de la enajenación ontológica se manifiesta en
muchos hechos. Yo pondré solo dos ejemplos. Primer hecho: Han surgido los
perros turistas. Hay hoteles especializados en mascotas que les proporcionan
camas de terciopelo, colchón de piel ergonómico, mantas, comederos y pelotitas.
Y en el ámbito de su alimentación le ofertan crema de pollo y verdura,
pescados, frutos rojos y carpacho de pavo. Segundo hecho: hay una psicología
social tan individualista que para las personas que viven solas, además de
aconsejarles puras metas individualistas, les aconsejan que se hagan con una
mascota, no que adopten o apadrinen un niño. Ya hay más hogares con
mascotas que con bebé, un 40 % frente a un 11 %. Se enajena las condiciones de
existencia humanas a favor de las condiciones de existencia animales.
Demos un
giro. Veamos otra realidad: la pobreza. Según informaciones acreditadas el
número de pobres en el mundo alcanza a más de 700 millones de “seres humanos”.
Según Unicef y el Grupo del Banco Mundial casi 385 millones de niños viven en
situación de pobreza extrema. Les transcribo a continuación algo que extraje de
internet: “El gran número de niños en situación de pobreza pone de manifiesto
la necesidad real de invertir específicamente en los primeros años: en
servicios como atención prenatal para madres embarazadas, programas para el
desarrollo en la primera infancia, escolarización de calidad, agua limpia,
saneamiento adecuado y atención médica universal”, sostenía Ana Revenga,
directora superior del Departamento de Prácticas Mundiales de Reducción de la
Pobreza y promoción de la equidad del Grupo Banco Mundial. “La única forma de romper
el ciclo de pobreza intergeneracional que está tan extendido en la actualidad
es mejorar esos servicios y garantizar que los niños de hoy puedan tener acceso
a oportunidades laborales de calidad cuando les llegue el momento”. Otro dato
extraído de internet: Según Consuelo Crespo, presidenta de Unicef España,
19.000 niños mueren al día por causas evitables, un tercio de ellos (6.400) por
hambre.
Paso ahora
a la reflexión filosófica. Las condiciones de existencia de las mascotas en los
países ricos de han humanizado hasta el punto de que parecen los hijos de sus
dueños. Pero por mucho que se humanicen las condiciones de existencia de las
mascotas, su esencia y su ser seguirán siendo animales. Mientras que las
condiciones de existencia de los pobres del mundo se han deshumanizado hasta
extremos que destruyen el corazón de cualquier persona que quiera percibir en
toda su crudeza esa realidad. Y aunque las condiciones de existencia de las
persona pobres se han deshumanizado hasta extremos inadmisibles, el ser y la
esencia de esas personas siguen siendo humanas. Llamo alienación ontológica a
aquella alienación donde las condiciones de existencia de las mascotas
sobrepujan y alienan las condiciones de existencia inhumanas de las grandes
masas pobres de la población. Llamo alienación ontológica a aquella alienación
donde las condiciones de existencia de las mascotas están por encima del ser y
de la esencia humanas. Ontológicamente los animales nunca deberían ponerse al
mismo nivel que las personas, aunque muchas familias propietarias de mascotas
lo hacen y pretenden que toda la sociedad lo secunde.
Si considerábamos las cosas aisladamente, por
ejemplo, una señora mayor que pasea a su pequeño perro, las cosas carecen de
importancia, pero si la considerábamos en su conjunto, un negocio que en España
alcanza los 2.000 millones de euros, el mundo de las mascotas debe preocuparnos
seriamente. Pues, como dije unas líneas más arriba, estamos construyendo un
mundo donde las condiciones de existencia animal sobrepujan a las condiciones
de existencia humana. Afirmé anteriormente que los dueños hacen de sus mascotas
un miembro más de la familia: humanizan sus condiciones de existencia. Pero lo
grave es que pretenden que esa humanización alcance también a la vida pública. Estamos
construyendo un mundo donde nada escapa al comportamiento alienado. El
comportamiento alienado se produce porque el interés social no está presente de
forma fundamental y decisiva en la conciencia de los ciudadanos. Y debemos
rebelarnos contra este estado de cosas.
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