11/09/2018
En el debate
político nacional, dos conceptos aparecen hoy como excluyentes, cuando
debieran, en esencia, ser complementarios.
Hay, en
efecto, quienes dicen “no queremos referéndum, sino Constituyente”, como si la
propuesta formulada el pasado 28 de julio por el Presidente Vizcarra, fuera
apenas una maniobra distractiva para eludir una definición de fondo referida al
modelo económico y la Constitución vigente, que debieran ser cuestionados sólo
a través de una Constituyente. Es importante, en este contexto, formular
algunas reflexiones.
Uno de los
más altos vacíos en la vida nacional, es la ausencia de debate con relación a
los grandes temas que agobian al país. Por lo general, la gente piensa en Paolo
Guerrero y en Ricardo Gareca, más que en la carencia de puestos de trabajo; en
la migración venezolana, más que en los problemas que afectan a la universidad
peruana y a la educación pública; en los programas de “la t ele”, más que en la
profundidad de la crisis y su vinculo con la descomposición del sistema de
dominación vigente.
Y los
jóvenes, en buena medida, se sienten más involucrados en los vaivenes de “Esto
es Guerra” y “Combate”, que en la secuela que deja el “friaje” en las regiones
alto andinas de nuestro país.
En ese
contexto, es muy importante cualquier iniciativa que ayude a pensar en las
tareas nacionales, y en la necesidad de introducir cambios urgentes en la vida
de los peruanos. Y si la iniciativa para esos debates viene de las más altas
esferas del Poder, ayuda más, ciertamente, que si parte de la propuesta de los
ciudadanos de a pie. Porque, mal que bien, vivimos en el marco de una sociedad
Presidencialista en la que las propuestas del Jefe del Estado “suenan” más que
otras.
Un
referéndum -incluso en los términos en los que ya fuera planteado- no
resolverá, por cierto, los problemas del Perú. Sería iluso, y engañoso,
plantear las cosas en esos términos. Los asuntos nacionales son más graves, y
tienen una esencia mucho más compleja que una reelección parlamentaria. Y no se
habrán de resolver con el funcionamiento de un Senado. Pero el sólo hecho que
estos temas –y otros- sean motivo de debate público y de interés nacional, es
sin duda un paso significativo con relación a una situación anterior; en la que
la cabeza de la gente, estaba detenida en los programas de Magaly Medina, o los
exabruptos de Laura Bozzo.
El que se
plantee un referéndum, es decir una consulta nacional orientada a recabar la
opinión ciudadana sobre algunos temas, abre la posibilidad de un debate
nacional que no debe ser menospreciado. Sin hacerse ilusión alguna y sin creer
que esa jornada habrá de resolver problemas de fondo, hay que abordarla porque
–además- ayudará a que las distintas fuerzas que accionan en la vida peruana,
expongan propuestas y muestren ideas que hasta hoy sutilmente, esconden.
Por lo
pronto, el simple debate acerca de necesidad, y prontitud, del referéndum; ha
permitido desnudar más la actitud de la mafia apro-keikista, que se
aferra a las formas que le permiten perpetuar sus esquemas de dominación. Y ha
polarizado pronto a un país que es cada vez más consciente de la intolerable
maquinación urdida por bandas delictivas que se han apoderado de la
Administración de Justicia y del Ministerio Público.
El tema de
la Constituyente, es otro, pero no es contradictorio. Solo que, para
procesarlo, se requiere de modificaciones previas de significativa importancia.
¿Qué ocurriría si, de pronto, fuera posible, en efecto, convocar hoy mismo a
una Asamblea Constituyente? Eso ¿modificaría en algo la realidad nacional? ¿En
qué condiciones, y con la participación de quiénes se haría una elección para
dicha Asamblea? ¿Acaso no es verdad que con las exigencias actualmente vigentes
tendrían posibilidades reales de participación, y decisión, partidos como
Fuerza Popular, el APRA, el PPC, los movimientos de Luna Gálvez o Acuña;
poseedores de registro electoral y en posibilidad de cautivar -todos juntos-
una cantidad de votos procedentes –muchos de ellos- de las mismas canteras del
pueblo?.
¿Y no es
real, acaso que otras fuerzas más bien avanzadas, progresistas o, en todo caso,
más comprometidas con el país, simplemente carecen hoy de registro electoral y
no podrán alcanzarlo con los requerimientos vigentes?
Antes de
demandar una “Constituyente, ¡ya!”, hay que modificar sustantivamente las
reglas de juego electoral y crear condiciones para que se procesen consultas
más democráticas y se elijan autoridades más dignas de la representación
ciudadana. Con las vigentes, Becerril o Rosa Bartra, continuarán en sus escaños
sin perturbaciones significativas porque ni siquiera la reelección congresal
estará vetada. Por lo demás, es indispensable acumular fuerzas ganando la
adhesión de peruanos que hoy miran con desconfianza a la izquierda y no atinan
a ubicarse como corresponde en el escenario patrio.
Lo
importante, entonces, no es aferrarse, a una consigna o a una propuesta. Lo
importante es asumirlas todas para debatir, y ganar la conciencia de millones.
Sólo así será posible cambiar las reglas de juego, y abrir paso a un camino
diferente en el que la expresión ciudadana, se nutra de altos valores
nacionales.
Gustavo
Espinoza M.
Director de
“Resumen Latinoamericano y del Tercer Mundo”, Edición Peruana
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