Es el fin de la
teoría de “una china, dos sistemas” diseñada por Deng Jiaoping cuando recibió
la ex colonia británica. En la isla taiwanesa temen una invasión del ejército
rojo aprovechando la crisis creada por la pandemia.
Por Gustavo Sierra
13 de Junio de 2020
Especial para Infobae America
Aprovechando el supuesto éxito del combate al coronavirus, el
gobierno chino de Xi Jingping aprobó una nueva legislación para controlar Hong
Kong y minar profundamente su autonomía.
El Victoria Park de Hong Kong, símbolo de la expresión de libertad de este
enclave democrático en el corazón autoritario de China, está vacío. Desde hace
30 años, para esta época, el parque siempre estuvo repleto de
manifestantes en actos que conmemoraban la masacre de la Plaza Tiananmen de
1989. Las protestas contra el régimen de Beijing y la nueva legislación
que prácticamente anula la autonomía de la ex colonia
británica continúan en otras partes de la ciudad. Pero los activistas
pro-democracia saben que, si presionan al régimen comunista poniendo de
manifiesto su acto más atroz de la Era posterior a la muerte
de Mao Zedong, pueden sufrir la tan temida “invasión” del Ejército Rojo que
terminaría con todo vestigio democrático. Un proceso que está siendo seguido
muy de cerca desde Taiwán. Allí en la isla china pro occidental, creen que
ellos serán los próximos. El régimen de Xi Jingping está aprovechando lo que
cree es su “momento de gloria” tras controlar la pandemia de coronavirus en su
territorio y se lanza a “reconquistar” lo que considera todo
su territorio.
Hong Kong y Macao, las dos regiones semiautónomas de China, son los
únicos lugares en el país a los que se les permitió hasta ahora marcar un
evento como el de Tiananmen que el Partido Comunista ha tratado de
borrar de la memoria nacional. El asesinato de miles de estudiantes
pro-democracia por parte de soldados del ejército chino, a principios de junio
de 1989, sigue siendo un tabú para el PCCH. Y este año, por primera vez, las
autoridades de Hong Kong rechazaron el permiso para los eventos en el
Victoria Park. Dijeron que era por el coronavirus. Sin embargo, para los
activistas en favor de la democracia, la cancelación es un presagio del
oscuro futuro de Hong Kong, en el que Beijing extiende el control
ideológico sobre la antigua colonia británica a pesar de las protestas masivas
y la condena internacional.
Hace dos semanas, la Asamblea Popular China (el congreso que responde a
la línea marcada por el PCCH) aprobó un proyecto de ley de seguridad nacional
que criminaliza efectivamente la disidencia contra Beijing en el
territorio hongkonés y que se podría extender también a la otra
pequeña región autonómica de Macao y a la isla de Taiwán. La nueva ley
controla “la posible secesión, la subversión, el terrorismo y la
interferencia extranjera” en la ciudad. Y fue aprobada para detener
los disturbios antigubernamentales y la agitación prodemocrática que sacuden a
Hong Kong desde hace un año. Los opositores aseguran que esto marca el
final del concepto de “un país, dos sistemas” creado por Deng Jiaoping en
el marco de la entrega del territorio por parte de Gran Bretaña para dar a Hong
Kong más libertad política que en el resto del continente. La Declaración
Conjunta Sino-Británica de 1997 que gobernó la entrega de la colonia, dice que
la forma de vida y el sistema capitalista de Hong Kong permanecerían sin
cambios hasta 2047. Pero la nueva ley de seguridad nacional ahora
reduce en gran medida su alcance y su tiempo de vigencia.
Manifestantes pro-democracia buscan refugio después
de que la policía disparara gas lacrimógeno durante una marcha por las calles
de Hong Kong en contra del plan de Beijing de imponer una ley de seguridad
nacional. REUTERS/Tyrone Siu
El joven líder del Movimiento de los Paraguas de 2014, Nathan Law, cree
que la ley de seguridad nacional “básicamente destruirá el concepto de los dos
sistemas que hasta ahora habían convivido y va a aplastar cualquier
disidencia. Ya no será diferente la libertad que un chino puede tener
en Hong Kong que en Beijing”. “La libertad de expresión, la libertad de
reunión y la libertad de pensamiento ya no están protegidas”, agregó en una
entrevista con la revista Newsweek. El Consejo Legislativo de Hong
Kong, conocido como LegCo, ya había intentado terminar con la autonomía en
2003, pero las protestas masivas obligaron a los legisladores a archivar el
plan. El entonces presidente ejecutivo de la ciudad-territorio, Tung Chee-hwa,
tuvo que renunciar por no poder imponer el deseo del PCCH y el
supuesto mal manejo de la pandemia del SARS que azotaba a China en ese momento.
Ahora, bajo la cobertura de otra epidemia, la del Covid-19, la ley se hizo
realidad sin depender de los legisladores locales. Lo anunció a través de una
carta a los ciudadanos la actual directora ejecutiva, Carrie Lam, aduciendo que
“el territorio se ha convertido en un agujero enorme en la seguridad
nacional, y la prosperidad y estabilidad de nuestra ciudad están en riesgo”.
A pesar de la nueva legislación, en las últimas horas se registraron
nuevas protestas en Hong Kong, con sus calles céntricas cubiertas de nubes de
humo y gases lacrimógenos en medio de batallas entre la policía antidisturbios
y los manifestantes. También se vio cómo un grueso del movimiento prodemocracia
cambió de táctica y adoptó la llamada filosofía “Be Water” de Bruce Lee,
acuñada por su personaje de enseñanza de artes marciales en la serie de
televisión “Longstreet” de la década de 1970. “Tienes que ser líquido,
sin forma, como el agua”, le decía el instructor a su alumno. “Pones
agua en una taza, se convierte en la taza. La viertes en una tetera, se
convierte en la tetera. El agua puede fluir, arrastrarse, gotear o estrellarse.
Sé agua, mi amigo”. Ahora, para evitar las infiltraciones y los arrestos
masivos, los grupos de manifestantes no tienen líderes en las calles,
son móviles y adaptables, responden de manera rápida e impredecible a la
acción policial con decisiones de “crowdsourcing” tomadas espontáneamente en
aplicaciones de mensajería segura como Telegram. Esto impide a la policía china
identificar y detener a los líderes del movimiento.
Los prodemocracia, creen que la situación también va a afectar a
China continental. Más de 27.000 niños cruzan diariamente la frontera para
ir a la escuela en Hong Kong, donde estudian en un sistema educativo más
similar al británico que al chino. Cuatro de cada cinco turistas que visitan la
ciudad provienen del continente. Los compradores chinos van por artículos
internacionales de lujo como relojes caros y vestidos de alta costura, además
de productos cotidianos como la fórmula para bebés, que se considera más segura
que las leches que se venden en el resto del país. Hay tour de compras
organizados por todo China que llegan a Hong Kong sólo a abastecerse de
la fórmula para bebés. Es tal el consumo que las autoridades de la zona
autónoma tuvieron que introducir un límite de compras. Los inversores
continentales apuestan casi 40.000 millones de dólares en el
mercado de valores de Hong Kong cada año. Aunque la ciudad es una parte mucho
menos significativa de la economía de China que cuando los británicos
entregaron el control en 1997, por lo que Beijing puede absorber más fácilmente
la pérdida. Entonces, la economía de la ciudad autonómica era equivalente
al 18% de la continental. Ahora, la cifra está más cerca del 3 por
ciento. Aun así, sigue siendo uno de los principales centros financieros
del planeta, algo que Tim Summers, un analista del centro de estudios Chatham
House, dijo que “no es fácilmente replicable”. “Hong Kong,
definitivamente, es algo realmente valioso para China, y creo que el
liderazgo chino se da cuenta de eso. Y quiere controlarlo a toda costa.
Aunque sea una contradicción”, agregó.
Protesta contra el régimen continental chino en la
Liberty Square de Taipei, la capital taiwanesa. Allí hay una enorme
preocupación por una posible invasión militar. REUTERS/Ann Wang
La preocupación del movimiento pro democracia y la comunidad
internacional se extiende también a Taiwán. La isla se encuentra a
120 kilómetros de la costa china a través del estrecho de Taiwán. Permanece
fuera del control de Beijing desde hace más de 70 años, cuando se convirtió
en el último bastión de las fuerzas nacionalistas derrotadas
por el PCCh en la Guerra Civil China. Beijing considera a Taiwán como una
provincia renegada y siempre prometió establecer el régimen del partido
comunista sobre la isla como parte de su política de “una China”. Y
aquí no habla de “dos sistemas”. Hasta ahora, Taiwán resistió todos los embates
para la reunificación. Cuenta con un importante apoyo militar de Estados
Unidos, aunque sin un reconocimiento oficial de su independencia. Pero
ahora, Xi Jingping pareciera estar convencido de que es el momento de
avanzar mucho más allá y de que la Administración de Trump no va a
intervenir si el Ejército Rojo toma el control de Taiwán.
El jefe del Estado Mayor Conjunto chino, el general Li Zuocheng, dijo la
semana pasada que los militares “tomarán todas las medidas necesarias para
aplastar decididamente cualquier complot o acción separatista” en Taiwán
“si se pierde la posibilidad de una reunificación pacífica”.
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