Joserra González Parada
25 de agosto 2020
La sociedad mayoritariamente ha saludado la aprobación del
Ingreso Mínimo Vital como un gran avance histórico en nuestro sistema de
protección social. La izquierda, sin olvidar el insuficiente alcance del
ingreso, tiene buenas razones para sentirse parte nuclear en la consecución del
Ingreso Mínimo Vital. Pero también desde algunos sectores de la izquierda han
salido voces discordantes, como los activistas de la Renta Básica Universal.
Para algunos el Ingreso Mínimo Vital solo es un camino imperfecto e inmaduro
hacia su futura extensión como Renta Básica Universal, para otros son,
simplemente, palos en la rueda para no abordar nunca la buena solución. La
Renta Básica Universal sigue acumulando defensores desde un amplio abanico
ideológico, pero parecen ser los que se ubican en la izquierda los más
contumaces, cuando el espectro ideológico de la derecha parece haber abandonado
posiciones. En cambio, proliferan en artículos, textos y comentarios
desde la izquierda las referencias a la Renta Básica Universal como si se
tratara de una cita obligada que no necesita aclaración. Una referencia más
extensa, pero igualmente poco aclaratoria, la de Mario del Rosal en La gran revelación (Eco-book
2019), que comento más adelante.
Las diferencias conceptuales, estratégicas y prácticas entre el
modelo de protección social que es el Ingreso Mínimo, y el modelo de sociedad
que supone la Renta Básica Universal elimina cualquier gradualismo o
complementariedad entre ambas propuestas, una real ya, la otra quimérica.
1. El capitalismo compasivo coquetea con la Renta Básica Universal
El fin del trabajo, la robotización y la sociedad satisfecha
“Un estudio de la
Universidad de Oxford elaborado en enero de 2016,
sostiene que el 57% de la fuerza de trabajo humana en los países de la
OCDE está en riesgo de desaparecer por la automatización y los avances
tecnológicos.”
“Los gigantes
tecnológicos de Silicon Valley ven con buenos ojos la renta básica ya que
podrá hacer frente a las amenazas de paro masivo a causa de la
automatización del trabajo, es decir, como tirita frente al mundo laboral
que ellos ya están visualizando gracias al progreso en sus diseños de
inteligencia artificial y robótica avanzada” (Enrique Zamorano, El confidencial,
8-2-2019)
La
revolución neoliberal llega a la Renta Básica. El gobierno conservador de
Finlandia ha liderado las iniciativas a favor de la Renta Básica Universal, a
partir de una idea muy simple: el desarrollo tecnológico creará una inmensa
bolsa de parados que hoy conforman la gran masa de la llamada clase media.
La mejor alternativa para que el dinero fluya a los hogares y
siga manteniendo la demanda interna es una renta de por vida. La nueva
sociedad rentista deberá buscar otras actividades y empleos de alto rendimiento
que, a su vez, contribuirán al circuito de la acumulación de capital y a la
expansión del consumo compulsivo (o al revés). El resultado será la
desaparición de los servicios públicos, que pasarían a ser privados, habiendo
dado a la población el nivel necesario de solvencia y el fin de la intervención
estatal en la economía -aspiración cínica neoliberal, grandes beneficiarios de
la acción estatal- y un nuevo ciclo de expansión ilimitado. La RBU muestra así
su carácter de utopía conservadora, emparentado con el mito del crecimiento
infinito.
Tras la prueba piloto puesta en marcha por el gobierno de
Finlandia para estudiar los efectos de una renta básica sin contrapartidas en
un grupo de desempleados, se abandonó la idea, pues a pesar de que los
agraciados con esa lotería quedaron muy a gusto, no se demostró que tuvieran
mejores oportunidades de empleo, que era lo que se quería demostrar.
La crítica a la Renta Básica no es una reacción ante la
apropiación por parte del capitalismo de una reivindicación mantenida por
sectores de la izquierda, sino que es anterior –desde el punto de vista
cronológico- siendo estructural –por los propios contenidos de la Renta Básica,
sea su defensor Agamenón o su porquero- y es ideológica, ante la debilidad
intelectual de sus argumentos en sectores de una izquierda que se abandona a
las utopías conservadoras. En el fondo, responde a la idea de que no hay
alternativa al modelo productivo y de consumo, y se parapetan en soluciones
técnicas sobre el reparto y la distribución; llevados a este terreno, no es tan
extraño que confluya una propuesta supuestamente izquierdista con experimentos
sociales de la más ramplona derecha europea.
Un mito más, emparentado con la ciencia ficción, pero no aquella
que adelanta el futuro con una visión crítica, sino con la ciencia ficción de
las utopías conservadoras. Una sociedad robotizada que prescinde del trabajo,
con sofisticados resultados para la plutocracia, suministrando pan y circo para
una satisfecha clase media de los países ricos.
“Finalmente, el
entusiasmo que genera el IBU (RBU) se basa en gran medida en una interpretación
errada de las tendencias de empleo en las economías avanzadas. Contra lo que
suele creerse, no hay pruebas de que el trabajo, tal como lo conocemos, vaya a
desaparecer en poco tiempo. En realidad, la automatización y la globalización
están reestructurando el empleo, eliminando ciertos tipos de trabajo y
aumentando la desigualdad. Pero en vez de crear un sistema en el que una gran
fracción de la población recibe una limosna, deberíamos adoptar medidas para
alentar la creación de empleos ‘de clase media’ bien remunerados y fortalecer
nuestra deficiente red de seguridad social. El IBU no hace nada de esto.”(Daron
Acemoglu, 2020)
2. La Renta Básica Universal y la economía mundial.
No se debería llamar universal una idea pensada desde los países
ricos y para los países ricos, por ello hay que insistir que la Renta Básica
Universal NO ES UNIVERSAL. A diferencia de los derechos humanos, que son
reclamables y defendibles en cualquier formación social actual, y de hecho así
lo refleja el trabajo de las organizaciones de derechos humanos que crecen en
todos los países del planeta, la llamada Renta Básica Universal nunca se pensó
para todos los países del planeta, salvo que algunos de sus defensores opinen
que “con el tiempo” también podrían llegar a los países pobres. La Renta
Básica Universal ni se pensó, ni tiene el menor viso de ser realidad en todo el
planeta; es una propuesta para los países ricos, que pueden pagarla. Se
trata, por tanto, de una renta básica universal PARTICULAR. Es solo universal
en la medida en que afecta a todos los habitantes de un determinado país, ¿a
todos? Es otra cosa que está por ver. La Renta Básica Universal particularizada
no es que no sea posible, es que resulta indeseable, pues la capacidad de pago
de tal renta depende de las relaciones económicas globales, y éstas ya se sabe
que son gravosas para los países dependientes, precisamente aquellos que quedan
fuera del horizonte de la Renta Básica.
Una propuesta solo factible en las economías centrales, el
enfoque centrado en la distribución de la renta evade la cuestión fundamental
de la producción. Se alimenta la creencia de que una sociedad organizada
tan solidariamente en torno a la distribución se centraría en producir tan solo
bienestar, una economía solidaria con las generaciones futuras y ecológicamente
responsable, pero de ninguna manera explica cómo. Una economía centrada en
dotar a sus ciudadanos de una Renta Básica, ¿dejará de fabricar armas, si ya
nadie quiere trabajar en esas fábricas, o al contrario, tendrá todo su afán en
fabricar armas y cosas semejantes para mantener los ingresos suficientes para
pagar dicha Renta? Nada hace pensar que el resultado sea una economía
sostenible, pues centrados en la distribución de la renta, no se explica cómo
se mantendrá una producción que se realice en el mercado para generar dicha
renta, si no es continuando con la lógica del crecimiento del capitalismo.
Sostener, sospechar o deducir que una sociedad rentabasista daría lugar a tales
cambios en las pautas de consumo que se traducirían automáticamente en una
economía productiva justa, en una economía para la vida, solo es una creencia
más, un mito occidental a sumar a los mitos del crecimiento infinito y del
automatismo del mercado.
Toda clase de disfraces le vienen bien para representar su
ideario. ¿Cómo responde a la pretensión de universalidad? ¿Universal, universal
para todos los países del mundo? Se presupone que las necesidades básicas a
cubrir con cada renta individual se adaptarán a la situación de cada país, de
manera que un parisino cobraría pongamos 1200 euros mensuales, y un haitiano
con 210 euros -7 euros al día, tres veces y media más que el umbral de pobreza
del Banco Mundial -se arreglaría bastante bien. La brecha de desigualdad entre
países seguiría existiendo, aunque los haitianos ya no tuvieran la perentoria
necesidad de emigrar a República Dominicana para ser explotados, despreciados y
marginados en las plantaciones de caña. Pensemos ahora que el gobierno
haitiano, ahogado por la deuda externa, por las corporaciones transnacionales
que no pagan impuestos y por la baja productividad del país, no puede con la
carga de la Renta Básica. ¿Quién obligará al cumplimiento efectivo de este
derecho universal? O se privatiza Haití a favor de una Corporación que pueda
exprimir concienzudamente el país, o se encarga el FMI de transferencias de
capital suficiente para hacer frente a las obligaciones de la RBU, (algo
cercano a la ciencia ficción). Las economías centrales deberían transferir a la
periferia ingentes cantidades de capital sin recibir nada a cambio, o sí, con
la esperanza de tener compradores para productos básicos, jabón, alimentos,
ropa, utensilios domésticos, viviendas, escuelas y hospitales; solo que estos
productos no son la base del emporio financiero tecnológico de las economías
centrales. Un rápido repaso a la ayuda al desarrollo y al nunca alcanzado
0,7% ilustra lo lejos que está de la realidad el carácter universal de la Renta
Básica.
3. Crítica de la Renta Básica Universal
¿Es factible?
La Renta Básica Universal tiene respuestas para todas las
preguntas que se le hacen o puedan hacérsele, pero ninguna es convincente. La
objeción más común es que no es factible porque no puede pagarse. La misma
objeción es errónea, porque la pregunta no es si es factible, sino si es
pertinente. Aquí no se pone en tela de juicio su factibilidad, sino que se
trata de mala factibilidad. La RBU puede pagarse, claro que el capital podría
pagarla si ello garantiza su funcionalidad, pero habida cuenta de la
resistencia de la plutocracia en España y otros países para pagar impuestos, se
necesitaría una revolución ciudadana. Puestos a ello, ya sería innecesaria la
Renta Básica, pues o bien se trata de una estrategia de revolución ciudadana
que una vez realizada hace innecesaria la Renta Básica Universal, o bien se
retrotrae a una revolución triunfante del nuevo capitalismo.
Y si no se paga a través de impuestos, el Estado lo podría pagar
si tiene la soberanía monetaria para imprimir moneda en cantidad suficiente. No
pocos problemas implica esta hipotética solución, ampliamente discutid en la
llamada “teoría monetaria moderna”, pero uno de ellos es el papel del Estado
como apaciguador de las clases subalternas.
¿Una sociedad ociosa?
El pensamiento conservador insiste en un argumento ya manido:
recibir una renta a cambio de nada generaría una sociedad de ociosos a los que
sería muy difícil llevarlos a trabajar. Sabemos que no es así. Percibir una
renta básica no desanima la contratación en empleos bien remunerados, siendo
pocos los que aprovecharían su ventajosa posición para dedicarse a actividades
creativas, solidarias o comunitarias fuera del mercado. Siendo el salario la
parte del valor que sirve para cubrir las necesidades básicas de la clase
trabajadora (y de su reproducción), estando estas cubiertas por la RBU, se
entiende entonces que los ingresos adicionales por trabajar para un empleador
ya no es el salario, ¿qué es, por tanto, participación en la plusvalía?
El mundo que prefigura la RBU es el de una mayoría con
necesidades satisfechas sin opciones de trabajo por estar sus funciones
ocupadas por la inteligencia artificial y la robótica -una forma de
alienación asumida-, una minoría que incrementaría sus ingresos ocupando
puestos laborales interesantes y bien remunerados, una minoría porque si
hubiera puestos de trabajo interesantes y bien remunerados para todos la RBU
sería superflua, una redundancia, y una pequeña fracción que se dedicaría a la
creación de riqueza fuera de la esfera mercantil.
Si se considerara que la Renta Básica responde a una línea de
simple supervivencia –posibilidad muy probable, consecuencia de la inflación-
que no permita la compra de un coche o de un dispositivo de última generación,
ir de copas o pasar una semana de vacaciones, la sociedad así subsidiada
seguirá compitiendo por trabajos que le permitan acceder al codiciado consumo,
de modo que la supuesta capacidad negociadora individual se diluye, originando
una caída de los salarios reales.
En cambio, dicen, al disminuir la presión por la supervivencia
aumentan las energías para otras actividades. ¿Se liberan fuerzas para la
transformación social? Está por ver, pero los antecedentes no son halagüeños.
Si cada individuo dispone de plena capacidad negociadora, al no tener nada que
perder si no encuentra un trabajo suficientemente bien pagado, se sustituye el
proceso colectivo de cuestionamiento del capital por el punto de vista
individual. Y sí, esto supondría un alza de los salarios o bien la sustitución de
los trabajadores rentistas por mano de obra inmigrante, no rentista. Otros
opinan lo contrario, que la Renta Básica presionaría a la baja los salarios,
pues una parte del salario ya está soportado por dicha renta.
Otra cara del absurdo sería una sociedad únicamente de
consumidores satisfechos –posibilidad que, por extrema que parezca, no hay que
desechar como opción- servidos por un capitalismo sin trabajadores, sin
plusvalía, sin acumulación, sin ganancia. Una sustancia amalgamada entre Zeus,
Google y Amazón conchabados para nuestra felicidad.
Slavoj Zizek considera
que la renta básica universal es “el sueño imposible de
que el capitalismo se haga funcionar a sí mismo como un
sistema socialista“, solucionando al mismo tiempo el problema del desempleo y
del consumo.
Al
centrar sus esfuerzos en la distribución de la renta, sin entrar en el problema
de la producción –qué se produce, para quién, es sostenible o insostenible el
sistema de producción/consumo- ni en la organización del trabajo, la RBU acaba
debilitando al ya débil sindicalismo. Sus resultados sociales más probables
serían la reedición de la sociedad de consumo -o más claramente la sociedad de
producción de consumidores- y el individualismo. Fin del sindicalismo, pero no
de la dualización y polarización de la sociedad.
Posiciones sindicales ante la Renta Básica Universal.
CCOO y UGT mencionan en documentos y declaraciones la Renta
Básica Universal, pero cuando se profundiza un poco más en sus propuestas en
realidad están hablando del Ingreso Mínimo Vital, algo que en su día llevaron
al Congreso con el apoyo de 700.000 firmas, una iniciativa hoy superada con el
Ingreso Mínimo Vital.
Las referencias circunstanciales a la RBU habrá que entenderla
como una concesión semántica a una idea extendida entre sus bases, pero el
fundamento último social, político y económico de la misma entra en contradicción
con su propia razón de ser como sindicatos.
La CGT, en cambio, se aferra a la reivindicación de la RBU,
denominada aquí Renta Básica de las Iguales, o REBis, “una renta individual,
universal e incondicional, es decir, que no dependa de los ingresos que alguien
pueda tener o ganar ni tampoco de la posibilidad de haber pasado o pasar por el
mercado de trabajo”. Una idealización basada en la necesaria movilización
ciudadana para su implantación, y que una vez desarrollado liberará energías
para oponerse al sistema y llegar a la sociedad sin clases. Un proceso
polietápico –primero reforma, luego revolución- cuya referencia a la tradición
libertaria de la que procede la CGT causa, cuando menos, perplejidad.
La Renta Básica Universal no es una propuesta pertinente para la
izquierda.
El fundamento último de una RBU es una política distributiva
para los países ricos que compatibilice el normal desarrollo del capital con la
protección social, que amortigüe la tendencia al empobrecimiento de las
clases subalternas, mantenga la demanda de bienes de consumo y garantice
la estabilidad económica y la paz social. Su instrumento es una renta monetaria
igual y generalizada para toda la población, sea cual sea su posición en el
mercado de trabajo. Es una propuesta de reformismo radical de índole
monetaria, que en ningún momento se ocupa del modelo productivo ni de las
relaciones sociales de producción.
Sustituye la resistencia por
la renuncia; una moral que renuncia a oponerse al capitalismo, optando por la
reforma, renunciando al cambio, proponiendo derechos, pero obteniendo privilegios;
en el hipotético caso de llevarse a efecto supondría toda una derrota
ideológica y política de las fuerzas sociales con vocación transformadora, pues
sin su concurso difícilmente se lograría el consenso básico para su aprobación
y consiguiente gestión. En efecto, la puesta en marcha de la RBU sugiere
la reafirmación de la hegemonía del capitalismo en algunos países “como
poder conformador de la entera sociedad”. Por decirlo con palabras de Rafael
Sánchez Ferlosio, librada ésta de la explotación capitalista, cuando todos sus
miembros -trabajadores o no- quedan liberados de la obligación de
trabajar para cubrir sus necesidades y, por tanto, ya no puedan ser explotados
por el capital.
Expurgando de aquí y de allá
unas frases de Marx o de Kropotkin, algunos teorizadores de la RBU pretenden
liberar a la humanidad de la esclavitud del trabajo. Sin embargo, “el trabajo
útil es la condición de la existencia humana, condición independiente de todas
las formas de sociedad, necesidad perenne y natural, sin la cual no se mediaría
el intercambio material del hombre con la naturaleza” (Karl Marx, El Capital,
cap.1). De lo que habla la RBU es de liberar a la sociedad de la
constricción del trabajo asalariado, posibilidad laboral que seguiría
existiendo para aquellos rentabasistas que quisieran mejorar sus ingresos sin
entrar a considerar si el bien pagado trabajo que aceptarían es útil o inútil,
su producto socialmente necesario o destructor de la vida.
Magistral reforma del
capitalismo capaz de perpetuarse al perder su esencia predatoria, pero solo en algunos países. Lo
que aboca al final de la historia en aquellos países donde no existiría ya la
explotación, con el inestimable apoyo de una extraña clase trabajadora
voluntaria, unificación de las clases subalternas sometidas al poder benévolo
de la plutocracia. Magistral reforma, aunque quimérica, pues en la
evolución actual de la dominación a escala mundial hay de todo menos
benevolencia. La imposibilidad lógica de tal evolución del sistema capitalista
es, probablemente, una de las lecciones permanentes del marxismo.
4. Renta Básica Universal. La posición del libro La gran revelación
Sostiene Mario del Rosal en
su texto de sugestivo título (La gran revelación: de cómo la teoría monetaria moderna pretende
salvarnos del capitalismo salvando el capitalismo, Ecobook, Madrid 2019) que
la RBU propone un ingreso en concepto de derecho de ciudadanía, sin
contraprestación exigible en trabajo. Proposición sobre la que el autor no se
pronuncia, pero parece admitirla como justificación lógica.
Planteada como derecho, la
renta básica universal tiene sus fundamentos en la secularización del mito del
pecado original. Así como los recién nacidos no hicieron nada para merecer la
culpa del pecado original (seguramente atribuible a sus antecesores, pero no a
ellos), tampoco los felices nascituri de las sociedades opulentas deben
haber hecho nada para merecer un salario fijo y suficiente de por vida (aunque
sí sus antecesores, que se dejaron el pellejo en el tajo). Se trata, por tanto,
de una VIRTUD ORIGINAL que otorga la salvación económica a los naturales de las
sociedades opulentas, por el mero hecho de serlo; aunque propiamente no se
trata de un derecho de nacimiento, sino de adscripción –como el bautismo- pues
de alguna forma habrá que registrar a los derechohabientes como partícipes de la
comunidad de beneficiarios del derecho a la Renta Básica.
Y esto lleva a un debate siempre soslayado: si son los
naturales, los nacionales, los nacionalizados, los migrantes arraigados o los
recién llegados los que sean sujetos del derecho. Y como parece que no
cabrían todos los chinos en Europa si todos los países europeos tuvieran la
Renta Básica, pero no China, hay que plantear quien sí y quien no, en un
determinado país, es sujeto del derecho, y en consecuencia hay que hablar de su
efecto en las migraciones, en el control de fronteras o en la libre circulación
de las personas. Y habría que hablar de una nueva segmentación del mercado del trabajo,
un mercado para los rentabasistas y otro mercado para los migrantes, en el
supuesto de que siguiera existiendo la necesidad de fuerza de trabajo para
mantener la producción. Pues siendo lógico que nadie quiera aceptar un
trabajo penoso por un sueldo miserable teniendo cubiertas sus necesidades
básicas, si la producción demanda fuerza de trabajo para mantener la oferta de
bienes y servicios requeridos, la industria deberá recurrir a trabajadores no
rentabasistas -por tanto, migrantes- que acepten menores salarios. O elevar los
salarios acelerando la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Otra
alternativa sería una elevación generalizada de los precios para devaluar los
salarios reales y en definitiva depreciar la renta que de básica pasaría a
simbólica.
Del Rosal ve la renta básica como “una alternativa al trabajo
asalariado para quienes no encuentren empleo o, simplemente, prefieran no trabajar,
aunque les suponga una vida más austera”. Ya no la caracteriza como
universal, sino como una opción para parados o para gente contemplativa, un
híbrido entre el subsidio de desempleo, el ingreso mínimo vital o una ayuda para
situaciones especiales. Y continúa: “Como tal, es frontalmente contraria a la
lógica del capitalismo y a los intereses del capital, que tiene una necesidad
vital de impedir a toda costa que los trabajadores dejen de depender de la
venta de su fuerza de trabajo para sobrevivir”. Siguiendo su propio discurso
debería añadir que el capital no estará dispuesto, bajo ningún concepto, a
correr con el gasto, y que entonces solo queda la posibilidad de que sea el
Estado, tirando del dinero que él mismo fabrica, quien se haga cargo del
supuesto derecho, algo que el propio Del Rosal critica (que el Estado cree el
dinero de la nada). Por lo que debería concluir, siguiendo su propia
lógica, que la renta básica más que un derecho es una quimera.
5. Reforma improbable del capitalismo o transformación social.
La teoría –si se la puede llamar así- de la RBU elucubra en una
realidad imaginaria, porque imagina un capitalismo domesticado, robotizado, la
paz perpetua y la integración de la especie humana en una comunión satisfecha
en sus necesidades básicas. Porque su marco teórico no incluye en su estrategia
las guerras, las migraciones, los millones de desplazados, la desnutrición
crónica, la pobreza extrema, exclusión y marginación de más de 2.000 millones
de vecinos de este planeta, la crisis ecológica –que es más que el cambio
climático- y la concentración del poder militar-industrial-financiero. O quizá
no lo desconoce, y están pensando a 50 años vista, lo que sigue siendo un
despropósito. Porque en última instancia, sería la tabla de salvación del
capitalismo en su fase senil, al que se le da la oportunidad de sobrevivir con
una cara amable; pero sin preguntar al anciano, que sigue detentando todo el
poder. Porque sería un derecho universal arrancado al avaro capitalismo por un
movimiento civil planetario que impondría su racionalidad económica al
irracionalismo del mercado. Es bonito, pero sigue siendo un despropósito, una
mala utopía.
La RBU puede ser pensada lógicamente, pero no tiene consistencia
teórica, ni viabilidad estratégica, es impracticable. Las transformaciones
sociales que superarán el capitalismo van por otros derroteros, ahora son
múltiples, fragmentarias, dispersas, sin un sujeto claro que convoque al
conjunto de clases subalternas frente a la plutocracia; la revolución ciudadana
no se vislumbra, pero ya está sembrada. Propuestas como la Renta Básica
Universal de nada le sirven, y mucho la distraen. La RBU no pasa de ser
“un delirio narcisista del pensamiento occidental” (préstamo de Gilbert Rist),
incapaz de calibrar los límites de lo posible en un mundo turbulento y, por
tanto, inútil para una praxis de la emancipación humana.
25/08/2020
Joserra González Parada es sociólogo y especialista en cooperación
Fuente: https://vientosur.info/ingreso-minimo-vital-versus-renta-basica-universal/
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