jueves, 27 de agosto de 2020

INGRESO MÍNIMO VITAL VERSUS RENTA BÁSICA UNIVERSAL


Joserra González Parada

25 de agosto 2020

La sociedad mayoritariamente ha saludado la aprobación del Ingreso Mínimo Vital como un gran avance histórico en nuestro sistema de protección social. La izquierda, sin olvidar el insuficiente alcance del ingreso, tiene buenas razones para sentirse parte nuclear en la consecución del Ingreso Mínimo Vital. Pero también desde algunos sectores de la izquierda han salido voces discordantes, como los activistas de la Renta Básica Universal. Para algunos el Ingreso Mínimo Vital solo es un camino imperfecto e inmaduro hacia su futura extensión como Renta Básica Universal, para otros son, simplemente, palos en la rueda para no abordar nunca la buena solución. La Renta Básica Universal sigue acumulando defensores desde un amplio abanico ideológico, pero parecen ser los que se ubican en la izquierda los más contumaces, cuando el espectro ideológico de la derecha parece haber abandonado posiciones.  En cambio, proliferan en artículos, textos y comentarios desde la izquierda las referencias a la Renta Básica Universal como si se tratara de una cita obligada que no necesita aclaración. Una referencia más extensa, pero igualmente poco aclaratoria, la de Mario del Rosal en La gran revelación (Eco-book 2019), que comento más adelante.

 

Las diferencias conceptuales, estratégicas y prácticas entre el modelo de protección social que es el Ingreso Mínimo, y el modelo de sociedad que supone la Renta Básica Universal elimina cualquier gradualismo o complementariedad entre ambas propuestas, una real ya, la otra quimérica.

1. El capitalismo compasivo coquetea con la Renta Básica Universal


El fin del trabajo, la robotización y la sociedad satisfecha

 

“Un estudio de la Universidad de Oxford elaborado en enero de 2016, sostiene que  el 57% de la fuerza de trabajo humana en los países de la OCDE está en riesgo de desaparecer por la automatización y los avances tecnológicos.”
“Los gigantes tecnológicos de Silicon Valley ven con buenos ojos la renta básica ya que podrá hacer frente a las amenazas de paro masivo a causa de la automatización del trabajo, es decir, como tirita frente al mundo laboral que ellos ya están visualizando gracias al progreso en sus diseños de inteligencia artificial y robótica avanzada” (Enrique Zamorano, El confidencial, 8-2-2019)

 

La revolución neoliberal llega a la Renta Básica.  El gobierno conservador de Finlandia ha liderado las iniciativas a favor de la Renta Básica Universal, a partir de una idea muy simple: el desarrollo tecnológico creará una inmensa bolsa de parados que hoy conforman la gran masa de la llamada clase media.

La mejor alternativa para que el dinero fluya a los hogares y siga manteniendo la demanda interna es una renta de por vida.  La nueva sociedad rentista deberá buscar otras actividades y empleos de alto rendimiento que, a su vez, contribuirán al circuito de la acumulación de capital y a la expansión del consumo compulsivo (o al revés). El resultado será la desaparición de los servicios públicos, que pasarían a ser privados, habiendo dado a la población el nivel necesario de solvencia y el fin de la intervención estatal en la economía -aspiración cínica neoliberal, grandes beneficiarios de la acción estatal- y un nuevo ciclo de expansión ilimitado. La RBU muestra así su carácter de utopía conservadora, emparentado con el mito del crecimiento infinito.

Tras la prueba piloto puesta en marcha por el gobierno de Finlandia para estudiar los efectos de una renta básica sin contrapartidas en un grupo de desempleados, se abandonó la idea, pues a pesar de que los agraciados con esa lotería quedaron muy a gusto, no se demostró que tuvieran mejores oportunidades de empleo, que era lo que se quería demostrar.

La crítica a la Renta Básica no es una reacción ante la apropiación por parte del capitalismo de una reivindicación mantenida por sectores de la izquierda, sino que es anterior –desde el punto de vista cronológico- siendo estructural –por los propios contenidos de la Renta Básica, sea su defensor Agamenón o su porquero- y es ideológica, ante la debilidad intelectual de sus argumentos en sectores de una izquierda que se abandona a las utopías conservadoras.  En el fondo, responde a la idea de que no hay alternativa al modelo productivo y de consumo, y se parapetan en soluciones técnicas sobre el reparto y la distribución; llevados a este terreno, no es tan extraño que confluya una propuesta supuestamente izquierdista con experimentos sociales de la más ramplona derecha europea.

Un mito más, emparentado con la ciencia ficción, pero no aquella que adelanta el futuro con una visión crítica, sino con la ciencia ficción de las utopías conservadoras. Una sociedad robotizada que prescinde del trabajo, con sofisticados resultados para la plutocracia, suministrando pan y circo para una satisfecha clase media de los países ricos.

“Finalmente, el entusiasmo que genera el IBU (RBU) se basa en gran medida en una interpretación errada de las tendencias de empleo en las economías avanzadas. Contra lo que suele creerse, no hay pruebas de que el trabajo, tal como lo conocemos, vaya a desaparecer en poco tiempo. En realidad, la automatización y la globalización están reestructurando el empleo, eliminando ciertos tipos de trabajo y aumentando la desigualdad. Pero en vez de crear un sistema en el que una gran fracción de la población recibe una limosna, deberíamos adoptar medidas para alentar la creación de empleos ‘de clase media’ bien remunerados y fortalecer nuestra deficiente red de seguridad social. El IBU no hace nada de esto.”(Daron Acemoglu, 2020)

 

2. La Renta Básica Universal y la economía mundial.

 

No se debería llamar universal una idea pensada desde los países ricos y para los países ricos, por ello hay que insistir que la Renta Básica Universal NO ES UNIVERSAL. A diferencia de los derechos humanos, que son reclamables y defendibles en cualquier formación social actual, y de hecho así lo refleja el trabajo de las organizaciones de derechos humanos que crecen en todos los países del planeta, la llamada Renta Básica Universal nunca se pensó para todos los países del planeta, salvo que algunos de sus defensores opinen que “con el tiempo” también podrían llegar a los países pobres.  La Renta Básica Universal ni se pensó, ni tiene el menor viso de ser realidad en todo el planeta; es una propuesta para los países ricos, que pueden pagarla.  Se trata, por tanto, de una renta básica universal PARTICULAR. Es solo universal en la medida en que afecta a todos los habitantes de un determinado país, ¿a todos? Es otra cosa que está por ver. La Renta Básica Universal particularizada no es que no sea posible, es que resulta indeseable, pues la capacidad de pago de tal renta depende de las relaciones económicas globales, y éstas ya se sabe que son gravosas para los países dependientes, precisamente aquellos que quedan fuera del horizonte de la Renta Básica.

Una propuesta solo factible en las economías centrales, el enfoque centrado en la distribución de la renta evade la cuestión fundamental de la producción.  Se alimenta la creencia de que una sociedad organizada tan solidariamente en torno a la distribución se centraría en producir tan solo bienestar, una economía solidaria con las generaciones futuras y ecológicamente responsable, pero de ninguna manera explica cómo. Una economía centrada en dotar a sus ciudadanos de una Renta Básica, ¿dejará de fabricar armas, si ya nadie quiere trabajar en esas fábricas, o al contrario, tendrá todo su afán en fabricar armas y cosas semejantes para mantener los ingresos suficientes para pagar dicha Renta? Nada hace pensar que el resultado sea una economía sostenible, pues centrados en la distribución de la renta, no se explica cómo se mantendrá una producción que se realice en el mercado para generar dicha renta, si no es continuando con la lógica del crecimiento del capitalismo. Sostener, sospechar o deducir que una sociedad rentabasista daría lugar a tales cambios en las pautas de consumo que se traducirían automáticamente en una economía productiva justa, en una economía para la vida, solo es una creencia más, un mito occidental a sumar a los mitos del crecimiento infinito y del automatismo del mercado.

Toda clase de disfraces le vienen bien para representar su ideario. ¿Cómo responde a la pretensión de universalidad? ¿Universal, universal para todos los países del mundo? Se presupone que las necesidades básicas a cubrir con cada renta individual se adaptarán a la situación de cada país, de manera que un parisino cobraría pongamos 1200 euros mensuales, y un haitiano con 210 euros -7 euros al día, tres veces y media más que el umbral de pobreza del Banco Mundial -se arreglaría bastante bien. La brecha de desigualdad entre países seguiría existiendo, aunque los haitianos ya no tuvieran la perentoria necesidad de emigrar a República Dominicana para ser explotados, despreciados y marginados en las plantaciones de caña.  Pensemos ahora que el gobierno haitiano, ahogado por la deuda externa, por las corporaciones transnacionales que no pagan impuestos y por la baja productividad del país, no puede con la carga de la Renta Básica. ¿Quién obligará al cumplimiento efectivo de este derecho universal? O se privatiza Haití a favor de una Corporación que pueda exprimir concienzudamente el país, o se encarga el FMI de transferencias de capital suficiente para hacer frente a las obligaciones de la RBU, (algo cercano a la ciencia ficción). Las economías centrales deberían transferir a la periferia ingentes cantidades de capital sin recibir nada a cambio, o sí, con la esperanza de tener compradores para productos básicos, jabón, alimentos, ropa, utensilios domésticos, viviendas, escuelas y hospitales; solo que estos productos no son la base del emporio financiero tecnológico de las economías centrales.  Un rápido repaso a la ayuda al desarrollo y al nunca alcanzado 0,7% ilustra lo lejos que está de la realidad el carácter universal de la Renta Básica.

3. Crítica de la Renta Básica Universal

 

¿Es factible?

 

La Renta Básica Universal tiene respuestas para todas las preguntas que se le hacen o puedan hacérsele, pero ninguna es convincente. La objeción más común es que no es factible porque no puede pagarse. La misma objeción es errónea, porque la pregunta no es si es factible, sino si es pertinente. Aquí no se pone en tela de juicio su factibilidad, sino que se trata de mala factibilidad. La RBU puede pagarse, claro que el capital podría pagarla si ello garantiza su funcionalidad, pero habida cuenta de la resistencia de la plutocracia en España y otros países para pagar impuestos, se necesitaría una revolución ciudadana. Puestos a ello, ya sería innecesaria la Renta Básica, pues o bien se trata de una estrategia de revolución ciudadana que una vez realizada hace innecesaria la Renta Básica Universal, o bien se retrotrae a una revolución triunfante del nuevo capitalismo.

Y si no se paga a través de impuestos, el Estado lo podría pagar si tiene la soberanía monetaria para imprimir moneda en cantidad suficiente. No pocos problemas implica esta hipotética solución, ampliamente discutid en la llamada “teoría monetaria moderna”, pero uno de ellos es el papel del Estado como apaciguador de las clases subalternas.

¿Una sociedad ociosa?

 

El pensamiento conservador insiste en un argumento ya manido: recibir una renta a cambio de nada generaría una sociedad de ociosos a los que sería muy difícil llevarlos a trabajar. Sabemos que no es así. Percibir una renta básica no desanima la contratación en empleos bien remunerados, siendo pocos los que aprovecharían su ventajosa posición para dedicarse a actividades creativas, solidarias o comunitarias fuera del mercado. Siendo el salario la parte del valor que sirve para cubrir las necesidades básicas de la clase trabajadora (y de su reproducción), estando estas cubiertas por la RBU, se entiende entonces que los ingresos adicionales por trabajar para un empleador ya no es el salario, ¿qué es, por tanto, participación en la plusvalía?

El mundo que prefigura la RBU es el de una mayoría con necesidades satisfechas sin opciones de trabajo por estar sus funciones ocupadas por la inteligencia artificial y la robótica -una forma de alienación  asumida-, una minoría que incrementaría sus ingresos ocupando puestos laborales interesantes y bien remunerados,  una minoría porque si hubiera puestos de trabajo interesantes y bien remunerados para todos la RBU sería superflua, una redundancia, y una pequeña fracción que se dedicaría a la creación de riqueza fuera de la esfera mercantil.

Si se considerara que la Renta Básica responde a una línea de simple supervivencia –posibilidad muy probable, consecuencia de la inflación- que no permita la compra de un coche o de un dispositivo de última generación, ir de copas o pasar una semana de vacaciones, la sociedad así subsidiada seguirá compitiendo por trabajos que le permitan acceder al codiciado consumo, de modo que la supuesta capacidad negociadora individual se diluye, originando una caída de los salarios reales.

En cambio, dicen, al disminuir la presión por la supervivencia aumentan las energías para otras actividades. ¿Se liberan fuerzas para la transformación social? Está por ver, pero los antecedentes no son halagüeños. Si cada individuo dispone de plena capacidad negociadora, al no tener nada que perder si no encuentra un trabajo suficientemente bien pagado, se sustituye el proceso colectivo de cuestionamiento del capital por el punto de vista individual. Y sí, esto supondría un alza de los salarios o bien la sustitución de los trabajadores rentistas por mano de obra inmigrante, no rentista. Otros opinan lo contrario, que la Renta Básica presionaría a la baja los salarios, pues una parte del salario ya está soportado por dicha renta.

Otra cara del absurdo sería una sociedad únicamente de consumidores satisfechos –posibilidad que, por extrema que parezca, no hay que desechar como opción- servidos por un capitalismo sin trabajadores, sin plusvalía, sin acumulación, sin ganancia. Una sustancia amalgamada entre Zeus, Google y Amazón conchabados para nuestra felicidad.

Slavoj Zizek considera que la renta básica universal es “el sueño imposible de que el capitalismo se haga funcionar a sí mismo como un sistema socialistasolucionando al mismo tiempo el problema del desempleo y del consumo.

 

Al centrar sus esfuerzos en la distribución de la renta, sin entrar en el problema de la producción –qué se produce, para quién, es sostenible o insostenible el sistema de producción/consumo- ni en la organización del trabajo, la RBU acaba debilitando al ya débil sindicalismo. Sus resultados sociales más probables serían la reedición de la sociedad de consumo -o más claramente la sociedad de producción de consumidores- y el individualismo. Fin del sindicalismo, pero no de la dualización y polarización de la sociedad.

Posiciones sindicales ante la Renta Básica Universal.

 

CCOO y UGT mencionan en documentos y declaraciones la Renta Básica Universal, pero cuando se profundiza un poco más en sus propuestas en realidad están hablando del Ingreso Mínimo Vital, algo que en su día llevaron al Congreso con el apoyo de 700.000 firmas, una iniciativa hoy superada con el Ingreso Mínimo Vital.

Las referencias circunstanciales a la RBU habrá que entenderla como una concesión semántica a una idea extendida entre sus bases, pero el fundamento último social, político y económico de la misma entra en contradicción con su propia razón de ser como sindicatos.

La CGT, en cambio, se aferra a la reivindicación de la RBU, denominada aquí Renta Básica de las Iguales, o REBis, “una renta individual, universal e incondicional, es decir, que no dependa de los ingresos que alguien pueda tener o ganar ni tampoco de la posibilidad de haber pasado o pasar por el mercado de trabajo”. Una idealización basada en la necesaria movilización ciudadana para su implantación, y que una vez desarrollado liberará energías para oponerse al sistema y llegar a la sociedad sin clases. Un proceso polietápico –primero reforma, luego revolución- cuya referencia a la tradición libertaria de la que procede la CGT causa, cuando menos, perplejidad.

La Renta Básica Universal no es una propuesta pertinente para la izquierda.

 

El fundamento último de una RBU es una política distributiva para los países ricos que compatibilice el normal desarrollo del capital con la protección social,  que amortigüe la tendencia al empobrecimiento de las clases subalternas, mantenga la demanda de bienes de consumo  y garantice la estabilidad económica y la paz social. Su instrumento es una renta monetaria igual y generalizada para toda la población, sea cual sea su posición en el mercado de trabajo.  Es una propuesta de reformismo radical de índole monetaria, que en ningún momento se ocupa del modelo productivo ni de las relaciones sociales de producción.

Sustituye la resistencia por la renuncia; una moral que renuncia a oponerse al capitalismo, optando por la reforma, renunciando al cambio, proponiendo derechos, pero obteniendo privilegios; en el hipotético caso de llevarse a efecto supondría toda una derrota ideológica y política de las fuerzas sociales con vocación transformadora, pues sin su concurso difícilmente se lograría el consenso básico para su aprobación y consiguiente gestión. En efecto, la puesta en marcha de la RBU  sugiere la reafirmación de la hegemonía del capitalismo en algunos países “como poder conformador de la entera sociedad”. Por decirlo con palabras de Rafael Sánchez Ferlosio, librada ésta de la explotación capitalista, cuando todos sus miembros  -trabajadores o no- quedan liberados de la obligación de trabajar para cubrir sus necesidades y, por tanto, ya no puedan ser explotados por el capital.

 

Expurgando de aquí y de allá unas frases de Marx o de Kropotkin, algunos teorizadores de la RBU pretenden liberar a la humanidad de la esclavitud del trabajo. Sin embargo, “el trabajo útil es la condición de la existencia humana, condición independiente de todas las formas de sociedad, necesidad perenne y natural, sin la cual no se mediaría el intercambio material del hombre con la naturaleza” (Karl Marx, El Capital, cap.1).  De lo que habla la RBU es de liberar a la sociedad de la constricción del trabajo asalariado, posibilidad laboral que seguiría existiendo para aquellos rentabasistas que quisieran mejorar sus ingresos sin entrar a considerar si el bien pagado trabajo que aceptarían es útil o inútil, su producto socialmente necesario o destructor de la vida.


Magistral reforma del capitalismo capaz de perpetuarse al perder su esencia predatoria, pero solo en algunos países. Lo que aboca al final de la historia en aquellos países donde no existiría ya la explotación, con el inestimable apoyo de una extraña clase trabajadora voluntaria, unificación de las clases subalternas sometidas al poder benévolo de la plutocracia. Magistral reforma, aunque quimérica,  pues en la evolución actual de la dominación a escala mundial hay de todo menos benevolencia. La imposibilidad lógica de tal evolución del sistema capitalista es, probablemente, una de las lecciones permanentes del marxismo.

 

4. Renta Básica Universal. La posición del libro La gran revelación


Sostiene Mario del Rosal en su texto de sugestivo título (La gran revelación: de cómo la teoría monetaria moderna pretende salvarnos del capitalismo salvando el capitalismo, Ecobook, Madrid 2019) que la RBU propone un ingreso en concepto de derecho de ciudadanía, sin contraprestación exigible en trabajo. Proposición sobre la que el autor no se pronuncia, pero parece admitirla como justificación lógica.


Planteada como derecho, la renta básica universal tiene sus fundamentos en la secularización del mito del pecado original. Así como los recién nacidos no hicieron nada para merecer la culpa del pecado original (seguramente atribuible a sus antecesores, pero no a ellos), tampoco los felices nascituri de las sociedades opulentas deben haber hecho nada para merecer un salario fijo y suficiente de por vida (aunque sí sus antecesores, que se dejaron el pellejo en el tajo).  Se trata, por tanto, de una VIRTUD ORIGINAL que otorga la salvación económica a los naturales de las sociedades opulentas, por el mero hecho de serlo; aunque propiamente no se trata de un derecho de nacimiento, sino de adscripción –como el bautismo- pues de alguna forma habrá que registrar a los derechohabientes como partícipes de la comunidad de beneficiarios del derecho a la Renta Básica.


Y esto lleva a un debate siempre soslayado: si son los naturales, los nacionales, los nacionalizados, los migrantes arraigados o los recién llegados los que sean sujetos del derecho.  Y como parece que no cabrían todos los chinos en Europa si todos los países europeos tuvieran la Renta Básica, pero no China, hay que plantear quien sí y quien no, en un determinado país, es sujeto del derecho, y en consecuencia hay que hablar de su efecto en las migraciones, en el control de fronteras o en la libre circulación de las personas. Y habría que hablar de una nueva segmentación del mercado del trabajo, un mercado para los rentabasistas y otro mercado para los migrantes, en el supuesto de que siguiera existiendo la necesidad de fuerza de trabajo para mantener la producción.  Pues siendo lógico que nadie quiera aceptar un trabajo penoso por un sueldo miserable teniendo cubiertas sus necesidades básicas, si la producción demanda fuerza de trabajo para mantener la oferta de bienes y servicios requeridos, la industria deberá recurrir a trabajadores no rentabasistas -por tanto, migrantes- que acepten menores salarios. O elevar los salarios acelerando la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.  Otra alternativa sería una elevación generalizada de los precios para devaluar los salarios reales y en definitiva depreciar la renta que de básica pasaría a simbólica.

Del Rosal ve la renta básica como “una alternativa al trabajo asalariado para quienes no encuentren empleo o, simplemente, prefieran no trabajar, aunque les suponga una vida más austera”.  Ya no la caracteriza como universal, sino como una opción para parados o para gente contemplativa, un híbrido entre el subsidio de desempleo, el ingreso mínimo vital o una ayuda para situaciones especiales. Y continúa: “Como tal, es frontalmente contraria a la lógica del capitalismo y a los intereses del capital, que tiene una necesidad vital de impedir a toda costa que los trabajadores dejen de depender de la venta de su fuerza de trabajo para sobrevivir”. Siguiendo su propio discurso debería añadir que el capital no estará dispuesto, bajo ningún concepto, a correr con el gasto, y que entonces solo queda la posibilidad de que sea el Estado, tirando del dinero que él mismo fabrica, quien se haga cargo del supuesto derecho, algo que el propio Del Rosal critica (que el Estado cree el dinero de la nada).  Por lo que debería concluir, siguiendo su propia lógica, que la renta básica más que un derecho es una quimera.

5. Reforma improbable del capitalismo o transformación social.


La teoría –si se la puede llamar así- de la RBU elucubra en una realidad imaginaria, porque imagina un capitalismo domesticado, robotizado, la paz perpetua y la integración de la especie humana en una comunión satisfecha en sus necesidades básicas. Porque su marco teórico no incluye en su estrategia las guerras, las migraciones, los millones de desplazados, la desnutrición crónica, la pobreza extrema, exclusión y marginación de más de 2.000 millones de vecinos de este planeta, la crisis ecológica –que es más que el cambio climático- y la concentración del poder militar-industrial-financiero. O quizá no lo desconoce, y están pensando a 50 años vista, lo que sigue siendo un despropósito. Porque en última instancia, sería la tabla de salvación del capitalismo en su fase senil, al que se le da la oportunidad de sobrevivir con una cara amable; pero sin preguntar al anciano, que sigue detentando todo el poder. Porque sería un derecho universal arrancado al avaro capitalismo por un movimiento civil planetario que impondría su racionalidad económica al irracionalismo del mercado. Es bonito, pero sigue siendo un despropósito, una mala utopía.

La RBU puede ser pensada lógicamente, pero no tiene consistencia teórica, ni viabilidad estratégica, es impracticable. Las transformaciones sociales que superarán el capitalismo van por otros derroteros, ahora son múltiples, fragmentarias, dispersas, sin un sujeto claro que convoque al conjunto de clases subalternas frente a la plutocracia; la revolución ciudadana no se vislumbra, pero ya está sembrada. Propuestas como la Renta Básica Universal de nada le sirven, y mucho la distraen.  La RBU no pasa de ser “un delirio narcisista del pensamiento occidental” (préstamo de Gilbert Rist), incapaz de calibrar los límites de lo posible en un mundo turbulento y, por tanto, inútil para una praxis de la emancipación humana.

25/08/2020

Joserra González Parada es sociólogo y especialista en cooperación

 

Fuente: https://vientosur.info/ingreso-minimo-vital-versus-renta-basica-universal/


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