03/08/2020
A lo largo de la historia
de las sociedades se le ha otorgado un papel relevante, fundamental al
liderazgo, o para ser más preciso al líder. Pero durante mucho tiempo y por
supuesto todavía ahora, la importancia estaba centrada en el líder
personalizado, visto como un salvador, un mesías, el caudillo. Por ello para
muchos cuando se habla de líder siempre se asocia al caudillo político, el que
se supone sabe qué es lo que conviene y cómo lograrlo. Es decir, durante mucho
tiempo la idea de líder se identifica con el caudillo, dirigente casi siempre
indiscutible y a quién difícilmente se le debe o puede controvertir.
Pero esto no sólo se ha expresado en el mundo de la política,
también en el de los negocios, en el religioso, en el académico, en el de las
luchas sociales y aún la vida cotidiana… por eso la discusión sobre aspectos
como el llamado carisma –esos atributos de determinadas personas por medio de
las cuales lograban sobresalir en un grupo determinado-, han sido objeto de
reflexión en las ciencias sociales, o mejor tema de controversia y debate –el
líder nace o el líder se hace era (¿es?) un tema de controversia-. También
desarrolla en otros envidia o sentimientos similares. Progresivamente toma
fuerza la idea de ‘liderazgos sociales’ o ‘liderazgos colectivos’, para señalar
que, considerando el tema de liderazgo, como esa capacidad de sugerir,
orientar, conducir determinados quehaceres en los múltiples espacios de la vida
social, esto no era ni podían ser atribuidos exclusivamente a personas
individuales, sino más bien resultado de procesos colectivos –lo cual sonaba
sugerente, pero para algunos poco realista-.
Lo cierto es que el líder, ya sea un producto individual o
expresión de un proceso social, ha jugado y sigue jugando un rol estratégico.
Algunos lo consideran un componente fundamental del capital social y un
elemento determinante para expresar y estimular reivindicaciones por derechos o
carencias de grupos sociales de diverso tipo. Sin embargo, en un país como el
nuestro es una actividad crecientemente peligrosa, cuando estamos hablando de
lideresas o líderes que reclaman derechos de sectores populares, como la
tierra, la defensa del territorio, la vigencia de derechos humanos
fundamentales. A esos líderes y lideresas los han venido asesinando de manera
creciente y lamentablemente con mucha indolencia e impunidad.
Lo cierto es que el liderazgo sigue siendo y seguramente cada
vez más, un factor determinante del desarrollo de las sociedades en los
distintos campos y en un proceso que podríamos denominar de creciente
democratización del liderazgo social, donde emergen cada vez más liderazgos en
los territorios y en las distintas actividades sociales –la política, la
economía, la reivindicación de derechos, la actividad académica, etc.-. Claro,
siguen teniendo relevancia, para otros sectores los líderes personalistas, casi
siempre encarnación de caudillismos de viejo o de nuevo tipo.
Por ello adquiere la mayor relevancia el lanzamiento por la
Universidad Nacional, con su Rectora al frente, del Instituto de Liderazgo Público,
como un espacio de promover, estimular y contribuir a la formación de la
multiplicidad de liderazgos de diverso tipo. A través de las distintas Sedes,
la Universidad Nacional puede contribuir a darle apoyo y voz a esos liderazgos
territoriales y de esta manera aportar también a la formación del proyecto de
nación, diversa, geográfica, territorial y étnicamente, pero toda aportando a
esa nueva idea de nación, como lo ha hecho a lo largo de su historia, colocando
su ‘grano de arena’ en la construcción de paz, pero igualmente orientada a
estimular la innovación, creatividad y diversidad para tener un país
productivo, sostenible, con mayor equidad y sin violencia.
- Alejo Vargas Velásquez es
profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia y coordinador del Grupo
de Investigación en Seguridad y Defensa.
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/208228
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