Publicado el 10 de enero de 2024 / Por Otros medios
Por Marc Vandepitte
El genocidio
que el ejército israelí está perpetrando hoy en Gaza no es un desliz, sino el
fruto lógico de un proyecto imperialista y colonial establecido a finales del
siglo XIX: el sionismo. Para comprender adecuadamente lo que está ocurriendo
hoy en día es necesario examinar los orígenes y las apuestas de esta ideología
y movimiento judío.
1. La cuestión judía
Los judíos
han vivido dispersos por todo el mundo desde tiempos inmemoriales. Siglos antes
de la caída de Jerusalén (70 d.C.), unos 3,5 millones de judíos vivían en la
diáspora y solo medio millón residía en Palestina (1).
La situación
de las distintas comunidades judías de la diáspora era muy diversa. Algunas
eran prósperas y libres. En algunas regiones los notables judíos ocupaban
incluso puestos de autoridad, en otras los judíos vivían en lo más bajo de la
escala social, estaban oprimidos y eran blanco fácil del antisemitismo,
especialmente en las regiones cristianas.
A finales
del siglo XIX el capitalismo atravesaba una grave crisis. Gran parte de la
población empobrecía. La clase dirigente necesitaba un chivo expiatorio para
fomentar la unidad nacional y desviar la atención de la crisis, y en aquel
momento ese chivo expiatorio fueron los judíos. Hubo brotes de antisemitismo
tanto en Europa Oriental como Occidental. La Rusia zarista se vio sacudida por
brutales pogromos en 1881 y en Francia se produjo el caso Dreyfus a finales del
siglo XIX (2).
Durante ese
periodo se formularon dos respuestas respecto a esta oleada antisemita. Para
judíos progresistas como Karl Marx y Moses Mendelsohn la batalla se debía
librar sobre el terreno contra todo aquello que fuera reaccionario.
Otros, como Theodor Herzl, fundador del sionismo, optaron por la
huida y, según ellos, los problemas de los judíos solo se podrían resolver
en un Estado judío propio (3). De hecho, eso fue el punto central del sionismo.
2. Escaso apoyo dentro del judaísmo
En un
principio se consideraron varios lugares para ese Estado judío propio, entre
ellos Uganda, Kenia, Argentina y Palestina. Al final eligieron Palestina,
un país que tenía la ventaja de que los mitos (4) del Tanaj (5) se podían
utilizar para movilizar a los judíos en todo el mundo. Además, como veremos más
adelante, este plan contaba con el pleno apoyo del imperialismo británico.
El sionismo
fue creado por un puñado de intelectuales judíos. Contó con muy poco apoyo en
sus primeras etapas. Varios círculos judíos se opusieron ferozmente a esta
nueva ideología. Tanto el
movimiento reformista como los
judíos ortodoxos y el movimiento socialista (6) se opusieron a la idea
de un Estado judío.
En el siglo
XIX la burguesía judía estaba en su mayor parte bien integrada en la sociedad burguesa y la
economía capitalista, de modo que sus miembros se centraron más en la
asimilación que en la segregación. La idea de un Estado judío propio les
parecía disparatada, totalmente incoherente con sus intereses. Tampoco los
obreros judíos, que estaban influenciados por la Internacional Comunista,
sentían demasiado entusiasmo por el sionismo (7).
Fue sobre
todo entre la pequeña burguesía y, más concretamente, entre intelectuales,
donde surgió el sionismo y encontró seguidores. La crisis del capitalismo
golpeó duramente a la clase media y había pocas perspectivas de futuro para
ella dentro de este sistema.
En resumen,
en sus primeros años el sionismo fue apoyado principalmente por intelectuales
pequeñoburgueses y era solo un movimiento minoritario dentro del judaísmo.
Antes de la Primera Guerra Mundial el movimiento sionista no logró convertirse
en un actor importante dentro del judaísmo.
La
emigración a Palestina propugnada por los sionistas tampoco tuvo demasiado
éxito. Entre 1881 y 1925 casi cuatro millones de judíos emigraron de Europa, pero
sólo un 1% de ellos buscó refugio en Palestina en ese
momento.
3. Apoyo imperialista y nazi
Los sionistas
tenían poco apoyo de los sectores judíos, pero sí contaban con Gran Bretaña. A
finales del siglo XIX el imperialismo está en pleno apogeo (8) y un Estado
judío en Palestina conviene a los imperialistas británicos, por varias
razones.
Los
británicos querían controlar Oriente Próximo, de modo que un Estado judío en
esa región y bajo influencia británica podría ser muy útil en este sentido.
Palestina tenía una gran importancia estratégica debido a su proximidad al
Canal de Suez (abierto desde 1869), que da acceso a la ruta más corta hacia
Asia. A partir de 1935 el petróleo desempeñó un papel igualmente importante: el
suministro de petróleo de Irak hacia el Mediterráneo también pasaba por este
país (9).
A finales
del siglo XIX el Imperio otomano estaba en pleno declive y había la posibilidad
real de que se formara un Estado árabe grande y fuerte en el vacío que dejara
el Imperio otomano. A principios del siglo XIX Mohammed
Ali ya había tratado de crear un imperio árabe fuerte que incluyera
Siria y parte de Sudán, además de Egipto. Los británicos querían impedirlo con
la creación de un Estado judío.
Por último,
al crear un Estado judío los británicos querían impedir que Francia, gran rival
imperialista, se apoderara de esta región estratégica. Anteriormente Francia,
bajo Napoleón, había intentado anexionarse Egipto y Siria.
En 1838 los
británicos abrieron su primer consulado en Jerusalén. La misión incluía animar
informalmente a los judíos a ir a Palestina con la promesa de protegerlos (10).
Casi sesenta años antes de que los sionistas judíos celebraran sus congresos, a
los británicos no solo les agradaba la idea de asentar judíos allí, sino que ya
habían empezado a hacerlo.
En 1917 el
Ministro de Asuntos Exteriores británico, Arthur James Balfour, escribió a
Lionel Walter Rothschild, miembro de la destacada familia de banqueros judíos
Rothschild de Gran Bretaña, una
carta al movimiento sionista, que iba a pasar a la historia como la
Declaración Balfour. En ella afirma que el gobierno británico estaba a favor
del establecimiento de un «hogar nacional para el pueblo judío en Palestina» y
que iba a hacer todo lo posible para facilitar este proyecto.
Las
aspiraciones de los sionistas pequeñoburgueses coincidían con los intereses
geopolíticos del imperialismo británico. El sionismo es en gran medida fruto
del gran capital británico. Sea como fuere, sin Gran Bretaña el proyecto
sionista nunca se habría podido desarrollar ni alcanzar sus objetivos en
Palestina.
Pero los
sionistas no solo buscaron apoyo en el imperialismo británico. Los sionistas
alemanes, por ejemplo, cerraron varios acuerdos de cooperación con los nazis.
Judíos alemanes ricos pudieron emigrar a Palestina junto con su capital. Ese
capital judío-alemán permitió a los sionistas construir en Palestina la
infraestructura económica necesaria para recibir a los judíos de Alemania. A
cambio, los sionistas alemanes rompieron el boicot que la mayoría de las
organizaciones judías de Europa y Estados Unidos habían declarado contra el
comercio de productos alemanes.
En Palestina
la Agencia Judía creó un comité para investigar los problemas de los judíos en
Alemania. David Ben Gurion, primer Primer Ministro de Israel, escribió en su
momento: «No es la tarea de la comisión abogar por los derechos de los judíos
en Alemania. La comisión solo debería interesarse por el problema de los judíos
alemanes en la medida en que puedan emigrar a Palestina».
Gracias a esos
acuerdos los judíos alemanes «formaron la clase superior de Israel» de la época
(11).
Después de
la Segunda Guerra Mundial el papel de mecenas y facilitador fue asumido sobre
todo por Estados Unidos, con Europa como socio menor.
4. Proyecto colonial
Puede que
los judíos fueran (12) un pueblo sin tierra, pero Palestina seguramente no era
una tierra sin pueblo. Algo menos de medio millón de palestinos vivían entre
el río Jordán y el mar Mediterráneo a finales del siglo XIX. Para convertir la
zona en un Estado «judío» era necesario eliminar a esa población autóctona.
En otras
palabras, el proyecto propugnaba un colonialismo de asentamiento similar a lo
que los europeos habían hecho anteriormente en América del Sur y del Norte,
Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda.
Todos los
proyectos de colonialismo de asentamiento se rigen por la llamada «lógica
de la eliminación«, que es la lógica de eliminar a la población indígena en
la mayor medida posible. La historia de los países mencionados demuestra que
esta lógica lleva inevitablemente a la deshumanización, la privación de
derechos, la limpieza étnica y el genocidio (13).
Los
objetivos de los sionistas estuvieron muy claros desde el principio, aunque en
un primer momento no los declararon abiertamente. En 1895 Theodor Herzl
escribió en su diario: «Intentaremos que los indigentes crucen la
frontera ofreciéndoles trabajo en los países de tránsito, mientras les negamos
trabajo en nuestro país. […] Tanto el proceso de expropiación como el de
eliminación de los pobres se deben llevar a cabo con discreción y cautela».
Y no fueron
solamente palabras. Los sionistas compraron todas las tierras posibles,
construyeron su propia estructura estatal paralela y establecieron milicias
(14).
Poco a poco,
los dirigentes sionistas se mostraron menos tímidos y se declararon
abiertamente a favor de un Estado exclusivamente judío. En 1940 Josef Weitz, jefe del Departamento de Colonización de la
Organización Sionista Mundial, no se anda con rodeos: «Debe quedar claro que en
el país no hay sitio para ambos pueblos [árabe y judío]. […] Si los árabes
[palestinos] la abandonan, la tierra será vasta y espaciosa para nosotros. […]
Aquí no caben los compromisos. No hay otro camino que trasladar a los árabes
[palestinos] desde aquí a los países vecinos, trasladarlos a todos, excepto
quizá [a los árabes palestinos de] Belén, Nazaret y la vieja Jerusalén. No debe
quedar ni un pueblo, ni una tribu [beduina]».
Los
estatutos del Likud, el partido de Netanyahu, tampoco dejan mucho a la
imaginación. Dice: “El derecho del pueblo judío a la tierra de
Israel es eterno e incuestionable» y «entre el Mar y el Jordán solo habrá
soberanía israelí».
Lo que
tenemos aquí es puro colonialismo de asentamiento que, por cierto, encajaba
perfectamente en el espíritu de la época, caracterizado por los impulsos colonizadores
de los países europeos. A finales del siglo XIX se ocuparon y colonizaron casi
todos los territorios no colonizados de Asia y África. Por ejemplo, en 1870
solo el 10% de África pertenecía a potencias europeas, porcentaje que aumentó
hasta el 90% en el periodo anterior a la Primera Guerra
Mundial. En la Conferencia
de Berlín (1885) África se repartió simplemente entre los
colonizadores europeos.
El sionismo
forma parte de esos acontecimientos y, en otras palabras, se puede considerar
el último proyecto colonial europeo.
5. ¿Solución de dos Estados?
El
colonialismo agresivo se puso inmediatamente de manifiesto con la declaración y
formación del Estado judío en 1948. Su nacimiento fue acompañado de la Nakba (“catástrofe”
en árabe): una matanza masiva de la población palestina, la destrucción de 500
pueblos y la deportación de aproximadamente la mitad de la población palestina.
Una resolución de la ONU preveía el retorno de todos los palestinos expulsados,
pero nunca se cumplió.
A partir de
entonces todo se redujo a aspirar a la menor cantidad posible de palestinos en
el mayor territorio anexionado posible. Con la Guerra de los Seis Días de 1967
Israel cuadruplicó su territorio. Ocupó Gaza, la península
del Sinaí (devuelta a Egipto en el 79), Cisjordania (incluida Jerusalén
oriental) y los Altos del Golán (arrebatados a Siria).
Los Acuerdos
de Oslo de 1993 y 1995 consolidaron aún más el proyecto colonial. Se
suponía que estos acuerdos iban a resolver el conflicto palestino-israelí.
Contemplaban el llamado autogobierno palestino, que prepararía el camino para
la creación de un Estado palestino. Pero ese autogobierno era una farsa. En los
hechos, esta “solución de dos Estados” no fue más que una táctica de
distracción que permitió a Israel seguir desposeyendo a los palestinos. La paz
no era más que un pretexto para que Israel ganara tiempo y siguiera
construyendo colonias judías.
Y así lo
hizo. Mientras tanto, medio millón de colonos viven ahora en la Cisjordania
ocupada y la cifra va en aumento. Allí la vida de los palestinos se hace lo más
difícil posible: son humillados, acosados y robados. Miles de ellos, incluidos
niños, han sido secuestrados y pasan años en las cárceles de Israel.
Pero esto no
es nada comparado con lo que ocurre en Gaza, donde sus residentes están
sometidos a un bloqueo total desde 2007 y la franja ha quedado reducida a ser
un campo de concentración.
Hoy en día
solo queda una pequeña parte de la Palestina original.
¿»Acabar el trabajo» o fin del proyecto sionista/imperialista?
El ataque
por sorpresa desde Gaza y el posterior asedio de Gaza son un punto de inflexión
en el proyecto sionista. No es posible volver a la situación anterior.
El ejército
israelí se permite una violencia primitiva y brutal basada en tecnología punta,
incluida la inteligencia artificial. El objetivo oficial es eliminar
a Hamás, pero la ferocidad y la crueldad de la operación delatan que se trata
de una excusa para hacer inhabitable la zona y deportar completamente a la
población.
Según el
filósofo judío Moshé Machover, ese plan existe desde hace mucho tiempo. En
2014 afirmó : «Lo que en realidad se está esperando es el momento en que puedan
ser expulsados a los países vecinos de una vez por todas. Eso sólo será posible
durante una guerra a gran escala y me temo que Israel está dispuesto a
provocarla».
Desde
entonces se han filtrado varios planes para deportar a toda la población
de Gaza al extranjero. El ministro de Agricultura, Avi Dichter, habla
abiertamente de «una nueva ‘Nakba’».
Sin lugar a
dudas, la guerra actual responde plenamente al viejo sueño sionista de gobernar
la región desde «el mar hasta el río Jordán».
El respaldo
imperialista a ese sueño también quedó muy claro cuando poco después del 7 de
octubre los altos mandos estadounidenses y europeos se apresuraron a acudir a
Tel Aviv para apoyar al gobierno israelí. Estados Unidos también envió
inmediatamente dos buques de guerra, gran cantidad de municiones y 14.500
millones de dólares en ayuda.
Robert F.
Kennedy Jr., sobrino del Presidente John F. Kennedy, explicó claramente por
qué Israel es tan importante para Estados Unidos: «Israel es esencial para
Estados Unidos. La razón es que actúa como bastión de Estados Unidos en Oriente
Próximo. Es casi como tener un portaaviones en Oriente Medio. Es nuestro aliado
más antiguo, desde hace 75 años».
Pero los
sionistas están pagando un precio por toda esta barbarie. En palabras de la
antropóloga libanesa Leila Ghanem, Israel se está convirtiendo silenciosamente
en «el país más odiado del mundo».
Desde el
comienzo de la guerra millones
de personas de todo el mundo salieron a la calle contra el genocidio
de Gaza, los sindicatos detuvieron entregas de armas, y funcionarios y soldados
israelíes están siendo demandados ante tribunales internacionales y nacionales.
Corre peligro la mejora de las relaciones que Tel Aviv estaba logrando con los
países de la región.
Para el Sur
Global el proyecto sionista es un anacronismo y no tiene futuro. Debe acabar
“excepción israelí”. Los oprimidos y aterrorizados palestinos y su resistencia
a este “último proyecto colonial” tienen un enorme valor simbólico.
Obama advierte
acerca de una nueva ola de antisemitismo a consecuencia de lo que está
ocurriendo en Gaza. Ironías de la historia: el sionismo, que pretendía ser una
solución al antisemitismo, es ahora causa de antisemitismo.
También el
imperialismo está en mala posición. El apoyo de facto al horror en Gaza
desenmascara la retórica sobre los derechos humanos y la democracia. No podría
ser mayor el contraste entre la manera en que Occidente trató a Rusia tras la
invasión de Ucrania y al apoyo que hoy presta a Israel.
La guerra
contra Gaza está acelerando las conflictivas relaciones Norte-Sur. Occidente
está cada vez más aislado y ha perdido definitivamente credibilidad ante los
países del Sur global.
Me gustaría
terminar con las palabras de Leila Ghanem: «La batalla de Gaza es la batalla de todos
nosotros. (…) Todavía resuenan en mis oídos las palabras del periodista
portugués Miguel Urbano (1925-2017) : “Ahí donde el imperialismo concentra sus
fuerzas militares, políticas, económicas y mediáticas, quienes resisten lo
hacen en nombre de toda la humanidad. La caída de Gaza será la caída de todos
nosotros ante a la barbarie capitalista. El mérito de la solidaridad mundial de
hoy con Gaza es haber desenmascarado a nuestro común enemigo de clase».
Artículo
original: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2023/12/31/5-zaken-die-je-moet-weten-over-het-zionisme-en-de-oorlog-tegen-gaza/
Notas:
(1) Catherine L., ‘De Palestijnse kwestie: een koloniaal probleem?’, in
Catherine L., Wim De Neuter en Chomsky N., De Palestijnen: een volk
teveel?, Berchem 1988, 5-23, p. 7.
(2) A finales del siglo XIX el oficial judío-francés Alfred
Dreyfus fue acusado falsamente de ser espía de Alemania. Su condena se
basó en declaraciones y documentos falsos formulados por el verdadero espía,
Ferdinand Walsin-Esterhazy. Dreyfus fue condenado a cadena perpetua. Más tarde
fue vuelto a juzgar al reabrirse el caso y Dreyfus fue puesto en libertad y más
tarde aún fue finalmente absuelto.
(3) Catherine L., Palestijnen. Geschiedenis van een kolonisatie,
Berchem 2017, p. 45-6.
(4) Es especialmente importante en este sentido el mito de la
escatología. Ese mito se refiere al fin de los tiempos, también llamado
Juicio Final. Según la Torá y el pensamiento judío, esos tiempos finales se
caracterizan por el regreso de la diáspora judía exiliada, la venida de un
Mesías judío, una vida después de la muerte y la resurrección de los muertos.
Otro mito es que Israel es la tierra que Dios prometió a Abraham.
(5) El Tanaj es la parte de la Biblia considerada sagrada por los
judíos. Los cristianos lo describen como el «Antiguo Testamento». El Nuevo
Testamento, la otra parte de la Biblia, se centra en la llegada de Jesús.
(6) Pappe I., Ten myths about Israel, Londen 2017, p. 15.
(7) Rodinson M., De joodse natie in droom en daad, Berchem 1988, p.
83.
(8) La primera oleada de colonización comenzó con Colón en 1492. En aquella
época afectaba principalmente a las Américas y a las regiones costeras de
África y Asia. A partir de la segunda mitad del siglo XIX llegó una nueva
oleada de colonización. Se ocuparon y colonizaron casi todas las zonas aún no
colonizadas en busca de oportunidades de inversión favorables y rutas
comerciales lucrativas, por un lado, y de materias primas y mano de obra
baratas, por otro. Las superpotencias de la época, con Gran Bretaña a la
cabeza, se repartieron literalmente el mundo e intentaron ampliar su esfera de
influencia todo lo posible. Esa rivalidad es lo que llevó a la Primera Guerra
Mundial.
(9) Catherine L., Palestijnen. Geschiedenis van een
kolonisatie, p. 50.
(10) Pappe I., op. cit., p. 16.
(11) Catherine L., ‘Nazi’s en Palestijnen’, in Catherine L., Wim De
Neuter en Chomsky N., op. cit. 133-155, p. 148-150.
(12) Dada su diversidad particularmente amplia, es muy cuestionable que
los colonos judíos puedan considerarse un «pueblo». Shlomo Sand ha analizado en
profundidad esta cuestión en su libro La invención del pueblo judío.
(13) Pappe I., op. cit., p. 42.
(14) Pappe I., op. cit., p. 42.
Traducido del neerlandés para Rebelión por Sven Magnus
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar
su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de
la traducción.
Fuentes y enlace: Rebelión [Foto: Theodor Herzl, padre del sionismo]
https://kaosenlared.net/cinco-cosas-que-debes-saber-sobre-el-sionismo-y-la-guerra-contra-gaza/
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