El destino geopolítico del mundo pasa por Gaza
| 22/01/2024 |
Hace
dos años la Unión Europea vociferaba a favor de la defensa de Ucrania ante la
invasión rusa llegando al extremo de asumir, cual sirvientes, el coste material
de dicha guerra que los está llevando a una gran crisis económica y moral. El
doble rasero, la hipócrita fachada democrática de Europa, ha quedado al
desnudo.
Ante
la invasión y la masacre actual contra Palestina y su pueblo, no repiten las
zalamerías de “principios” que usaron contra Rusia sino que se alinean
directamente con la masacre sionista, a nombre del “derecho a la defensa” de
Israel. Esa furia racista de Occidente contra Rusia y el apoyo a la guerra
genocida de Israel contra el pueblo palestino, es una continuación de esa
genealogía colonialista heredada de la Europa de los siglos XIX y XX.
¿Por
qué Europa es cómplice del genocidio sionista? ¿Por qué en
Alemania está prohibido criticar a Israel? ¿Por qué Gran
Bretaña, Alemania y Francia persiguen a los manifestantes en favor de
Palestina?
Se
dice usualmente que es el sentimiento de culpa por el pasado
histórico, el que empuja a los europeos a defender a Israel, pero no es así. La
defensa acrítica o encubierta de Israel es parte de un proceso más profundo de
autodefensa de la decadente civilización occidental, que hace aguas por proa y
popa, por babor y estribor. Si Israel sucumbe en su propio fango, los
arrastrará con mayor vigor a la sin salida histórica que viven en un mundo que
los teme y repudia.
El
presidente de Israel, Isaac Herzog, declaró que la guerra “no es sólo entre
Israel y Hamas. Es una guerra que pretende, de verdad, salvar la civilización
occidental, salvar los valores de la civilización occidental”. El judío apela
al envés de la moneda para argumentar: ¡“si Occidente deja que se pierda
Israel, se perderá la civilización occidental”!
Lo
que más les perturba y asusta a Occidente es ser derrotados nuevamente por un
grupo minúsculo de milicianos, sin ejército ni armas pesadas, sin marina ni
fuerza aérea; que solo tienen valor y entrega para defender a su pueblo y
enfrentar al Goliat sionista que tiene las
mejores armas del mundo. Lo que está en juego entonces, es la gran
confrontación que está sufriendo Occidente desde todos los flancos contra el
colonialismo; y del cual Palestina es una rama de esa herencia europea.
La
caída de Kabul en manos del Talibán en 2021 fue un momento estelar del desalojo
occidental del continente asiático y una gran enseñanza para los pueblos parias del
mundo. No quieren que se repitan estos precedentes coloniales pues son
edificantes para “pueblos inferiores” que resisten a las conquistas
coloniales.
Y
la evocación de esos triunfos imposibles de admitir por la máxima potencia
imperialista como el valor vietnamita o el afgano, no es semejante -quizá
mayor- con la situación del pueblo palestino, pero si tiene el mismo
ingrediente definitivo en la lucha de los pueblos: la incapacidad de los
colonialistas de entender el conflicto que están librando y creer que el poder
militar les garantizará su posición de dominio y control contra el pueblo
oprimido, perennemente.
Pero
Israel tiene un problema adicional. Por ser producto del sistema de colonialismo conocido
como de asentamiento, ellos migraron para establecerse en la tierra
de otros, Palestina, y no tienen metrópoli de origen donde escapar o
esconderse, como lo hicieron británicos, franceses, belgas, etc. Por eso Israel
es un estado artificial que no tiene tradición ni sentido histórico, que se
juega su futuro en la artificialidad de su fuerza. Considera al mundo árabe
-sus vecinos- como enemigos, pero trata de controlarlos y sobornarlos con
presión militar y dinero. Asia Occidental ha cambiado y esa parte del mundo no
volverá a ser la misma de antes del 7 de octubre, se ha roto el Acuerdo de
Abraham y reconstruirlo no está en la agenda.
Aunque
el ejército israelí se precia de su moralidad y de sus proezas tecnológicas y
su destino triunfal en el terreno militar, lo que hace en realidad es esconder
la responsabilidad de sus actos detrás de una amoralidad instintiva
y de una incapacidad para comprender el conflicto sin arneses militares.
Veamos.
La culpa y la venganza en el “alma” occidental. ¿Hay
salida a ese entresijo?
Dentro
de la política alemana de la memoria, el Holocausto es considerado como una
excepción histórica y esta excepcionalidad tiene el efecto de ubicarlo por
completo fuera de la historia, lo que permite al gobierno alemán adoptar un
apoyo incondicional al Estado de Israel sin responsabilizarse políticamente de
lo que significa. Es decir, el gobierno alemán utiliza el recuerdo del
Holocausto como justificación para apoyar a Israel, independientemente de la
criminalidad que Israel perpetre contra el pueblo palestino.
Si
asumimos la política de Alemania o Europa y aceptamos la “relación especial”
con Israel desde la idea de la culpa por la masacre de judíos, gitanos,
homosexuales, izquierdistas, sindicalistas o discapacitados, -aunque nieguen
todas esas otras víctimas-, estaríamos
abandonando
la exigencia de la responsabilidad política con el pasado, el presente y con el
futuro. Tienen que responsabilizarse del presente y del futuro con el costo
político que eso implica.
Pero ¿y de los occidentales de hoy, qué?
Estamos
ante una banalización peor, estamos ante la banalización del Terror.
Estamos
viviendo el aplastamiento literal de un pueblo en nombre de un objetivo
mentiroso e imposible: la “defensa de Israel”. Ninguna paz de los cementerios
resolverá el conflicto en Oriente Medio, ni tampoco salvará a Netanyahu, que
quiere la guerra como forma de supervivencia ante su juicio por corrupción.
La
otra misión también es imposible: desaparecer a Hamás. Se puede matar a los
actuales líderes de alto nivel como lo hicieron en Beirut con Saleh al-Arouri,
con un misil disparado desde un dron sin tripulación. Pero no se puede matar la
idea de Hamás de la liberación, y esos líderes muertos siempre serán
reemplazados por miles de luchadores jóvenes que se han templado en la
resistencia.
Hoy, en 2024,
la responsabilidad actual nos impone mirar hacia el futuro mientras que la
lamentación, ese lenguaje de la inculpación tan proclive al ensimismamiento y
la actitud defensiva, nos paraliza o distrae. Esa postura nos impide pensar en
términos políticos sobre lo que debemos cambiar para que la historia no se
repita.
Pero
hay más, en el marco de la esclavitud moral que humedece a la cultura
occidental aparece la culpa, ese “valor” judeocristiano sobre el
que se construyó Occidente. Es un precepto religioso que amarga la infancia y
la vida de los occidentales y les impide alcanzar el placer. La culpa tiene ese
tufillo religioso: ya que dispara la catarsis para purificar el castigo, y así
provoca más rencor que el hacernos cargo directamente de la responsabilidad. Es
la evasión en las mentes confundidas. Es el logro del propósito del bombardeo,
esta vez mediático, con el que Israel y sus medios de difusión nos aturden para
“aceptar” que las muertes que vemos a diario, no son importantes frente al
designio moral e histórico de los hijos de la Torá.
La
actitud defensiva que opera en el publico occidental es un ensimismamiento
cobarde que nos aleja políticamente de lo que deberíamos pensar y es que
debemos actuar para que no siga la masacre y que los gobiernos occidentales
cuasi indiferentes, que apoyan el genocidio, sean enfrentados más radicalmente.
Por
eso Occidente ha “normalizado y asimilado” los crímenes de guerra,
asumiéndolos como común y corrientes, haciéndolos consumibles, lo que nos
refiere a la elaboración de la categoría de “banalidad del mal” de
Hannah Arendt.
Hemos
visto como se multiplican las masacres desde muchos estados contra poblaciones
o minorías, y logran algún apoyo público como sucedió con los criminales
asesinatos de Estado en Colombia, conocidos como “falsos positivos” y que la
Justicia Especial para la Paz ha documentado con la cifra de 6.402 asesinatos
de jóvenes desempleados y marginales, que los hacían pasar como muertos
en combate por el ejército nacional, para “demostrar” que estaban
ganando la guerra contra la guerrilla de las FARC, en el gobierno de Álvaro
Uribe Vélez (2002-2008). Un total de 2,5 millones de colombianos fueron
víctimas del desplazamiento forzado desde 2002, cuando el presidente Álvaro
Uribe llegó al poder. Y hoy en día, totalmente decadente y con 300
demandas judiciales encima, sigue teniendo apoyo de un sector de la población
que lo considera un “mesías” salvador, por su política de “Seguridad
Democrática”.
La “banalización del mal” y del terror
El
mundo en 2024 sigue presenciando cómo se desarrolla un genocidio en tiempo
real. No nos trasmitieron en vivo los campos de concentración ni las
bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Tampoco Corea, Vietnam ni Afganistán.
Al Jazeera nos mostró por primera vez los bombardeos a Irak en directo por TV,
desde adentro, muriendo sus periodistas como en Gaza; y así demolió la farsa
del imperio informativo de CNN, que retransmitía desde un portaviones de USA,
lo que dictaban los militares norteamericanos.
Ese
espectáculo infame y demoledor de la condición humana humillada y destruida por
la barbarie judía, colma la TV mundial y la retina de cualquier humano retiene
lo que significa un judío de ahora en adelante. Un ser inhumano que no ha hecho
lo suficiente para impedir que sus gobernantes sembraran de terror a Gaza y el
mundo. Muy pocos lo han hecho dentro y fuera de Israel, pero existen judíos con
esa entereza. Tampoco escapan a esa mirada los gobernantes occidentales y sus
medios que amplifican y justificación el genocidio. El estado y la sociedad
judía están logrando el odio del mundo.
No
existía la TV ni la radio-transistor, tampoco había redes sociales y la prensa
solo entreveía o verificaba pocas cosas que estaban pasando en la II GM o en
los campos de concentración nazis en los años 40. Difundían partes militares y
de los gobiernos. Fueron dos o tres décadas más tarde en que el establecimiento
occidental fue “construyendo” una historia, que aún hoy, no es tan clara ni
veraz.
En
su momento, los jefes nazis de Alemania trataban de ocultar su decisión de
exterminar a los judíos-bolcheviques -así los llamaban porque el enemigo
principal para ellos era el comunismo y Rusia-; delegando la ejecución de las
órdenes en burócratas subalternos, como Adolf Eichmann. Analizando el juicio a
él, Hannah Arendt concibió su teoría de la “banalidad
del mal”, como la fórmula nazi para penetrar el discurso occidental y
justificar sus acciones.
Banalidad del Mal fue un concepto acuñado para describir cómo
el poder político puede trivializar el exterminio de seres humanos cuando se
explica como un procedimiento burocrático ejecutado por funcionarios incapaces
de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos. Pero la Banalización
del Terror es el momento histórico que se vive en Occidente para
encubrir el genocidio israelí.
Arendt en
otra obra, “Eichmann en Jerusalén” (1963), acusaba a “Ben-Gurion de organizar
un «juicio-espectáculo» para explotar el sufrimiento del pueblo judío, en lugar
de responsabilizar de sus crímenes al verdadero criminal, el jefe de logística
de Hitler, Adolf Eichmann”. Su antisemitismo no era su motivo principal,
arguyó, fue su arrogancia la que le hizo querer trepar en las filas del Tercer
Reich. Argumentó así la banalidad del mal, y la definió como
la incapacidad de imaginar el mundo desde la perspectiva del otro.
Es
decir, que los seres humanos tenemos que ser capaces de situarnos en la
perspectiva del otro para evitar que se produzca el mal y para hacer frente al
mal, cuando nos topemos con él.
Lo
que Arendt nos ayuda a entender de la banalización es cómo la
gente en Occidente hoy, ha cambiado radicalmente las líneas rojas de la moral
de un momento a otro y transformó el «No matarás» en «Matarás», sin
cuestionarlo. Y esta falta de juicio ha significado pérdida de vidas humanas,
muchísimas vidas humanas. La complejidad moral es necesaria frente al mal. No
olvidemos nunca a la judía Arendt, que nos lo advirtió.
Y
hoy la ley en Alemania prohíbe rebelarse contra la masacre de los judíos, pues
eso permite seguir tratando al pueblo o a la historia judía como una excepción
a la regla y así justificar el apoyo político a Israel.
Si
Alemania no revoca esa resolución seguirá censurando a la gente que quiere
manifestar contra el Estado de Israel, y así está obligando a la complicidad
moral con crímenes contra la humanidad. No es antisemitismo criticar
al Estado de Israel. Los árabes, además, son el mayor pueblo semita del mundo,
no los judíos. O, ¿qué es un semita?
Todas
las personas tienen derecho a existir libremente en todas partes -dicen los
“derechos”, no la realidad-, independientemente del lugar del mundo en el que
por casualidad se haya nacido. Negar a un pueblo el derecho a existir es un
crimen contra la humanidad. Y eso es lo que está encubriendo Occidente en el
exterminio contra los palestinos.
El coraje es
la virtud política por excelencia, enseñaba Arendt, porque exige que uno arriesgue
su reputación y su vida para expresar una opinión política en un momento
histórico. Occidente sigue agazapado y vociferante… ¿Dónde está hoy el coraje?
Solo en los palestinos.
No
aceptemos la normalización de los crímenes de guerra a nombre de ninguna
categoría falsa y manipulada, bien sea la defensa del derecho de Israel a
existir en paz masacrando, o de los castigos colectivos, o de matar por hambre;
o de la eliminación del enemigo. No aceptemos la Banalidad del Terror.
La
cruda realidad es que, aunque la ONU o el derecho internacional señale las
violaciones que está produciendo Israel, esas instituciones dominadas por
Occidente hacen caso omiso y no aplican las normas que han pactado, validando
sus acciones en la “guerra contra el terrorismo de Hamás”, que
es simplemente otra guerra moldeada e inventada para justificar el genocidio en
Gaza.
Pero Sudáfrica,
la patria del apartheid, está señalando el camino. No podía
Israel imaginar que su Estado esté siendo demandado por otro Estado, Suráfrica,
que sabe todo sobre los regímenes de apartheid, y cuyo líder fundador, Nelson
Mandela, fue un modelo moral para el mundo entero. No es fácil saberse acusado
de genocidio por un Estado fundado sobre las cenizas del mayor genocidio de la
historia. He ahí el parteaguas del Sur Global, un miembro de los BRICS,
denuncia al sionismo en un tribunal internacional de justicia.
La
suerte de las desprestigiadas instituciones occidentales está en juego ante la
denuncia de Suráfrica contra Israel en la Corte Internacional de Justicia. Acusa
a Israel de la comisión de actos de genocidio contra el pueblo palestino de
Gaza. Tradicionalmente la CIJ se ha negado a investigar a ningún
estado occidental o gobernante, solo ha proferido juicios contra
tercermundistas y emitió una orden de detención express -hace 9 meses, que
eficiencia- contra el presidente de Rusia, Vladímir Putin, por presuntos
crímenes de guerra relativos a la deportación y traslado ilegal de niños de la
Ucrania ocupada. Los niños ucranianos fueron aceptados en la CIJ y hubo un
fallo. Los 8.000 niños palestinos masacrados por los judíos sionistas, ¿serán
atendidos en justicia y castigados sus asesinos? ¿O seguirá salvaguardando
lealmente el “orden” occidental?
Si
la corte acaba ordenando el fin de la guerra en Gaza, una decisión que es
vinculante, habrá que ver cómo responde Israel, que nunca ha cumplido con
ninguna resolución de la ONU.
De Ucrania a Gaza, un salto mortal para Occidente
EEUU
y la Unión Europea hacen esfuerzos por reacomodarse en el tinglado mundial sin
querer reconocer la estridente derrota que han sufrido en Ucrania y el desastre
al que están contribuyendo con el apoyo a Israel para aniquilar a los
palestinos.
Biden,
-léase EEUU- que está grogui desde la derrota en Afganistán, ideó con sus
halcones que podrían forzar un cambio de régimen en Rusia manipulando con la
OTAN, quien dócilmente amenazó trasladar las fronteras de las armas nucleares a
las de entre Rusia y Ucrania. Hay que ser muy estúpido para pensar que Putin lo
iba a permitir pasivamente. Y la respuesta llegó, la invasión.
El
paso siguiente fue dictar sanciones implacables y más represalias económicas,
hasta congelar reservas y robar capitales de individuos rusos. Las sanciones
fueron esquivadas inteligentemente por Rusia, con el apoyo de China y el Sur
Global, quienes redireccionaron gran parte del comercio de petróleo y gas que
permitieron mantener los ingresos necesarios para reflotar la economía rusa.
En
vez del colapso de un 50% como predijo Biden, la economía de Rusia ha crecido
un 3% en 2023 después de retraerse solo un 2,1% en 2022. Putin tenía
un índice de aprobación del 80% en octubre de 2023, cosa que
envidiaría Biden pues por tan garrafal “error” está a la baja en popularidad y
tiene en riesgo su reelección. Wall Street Journal (WSJ) calificó en un editorial
al presidente ruso, Vladímir Putin, como el ganador geopolítico del 2023.
Biden
y sus halcones -entre ellos la siniestra Victoria Nuland- son responsables del
“error” más grave en la escabrosa historia de la política exterior
estadounidense en este siglo y ve comprometida la posición estratégica de EEUU
con el triunfo demoledor de Rusia contra Ucrania, que apuntala el surgimiento
del mundo multipolar.
Estados
Unidos y sus aliados se han dado cuenta de que Rusia no puede ser derrotada
militarmente y que el fin inaceptable para los derrotados
se reduce a un acuerdo para poner fin al conflicto en los términos de Rusia.
Esta
situación mundial tampoco es favorable a Israel porque el declive de Occidente
inyecta su dosis de crisis al proyecto sionista en el doble sentido. La
hipocresía al desnudo tanto de EEUU como de la Europa Otanista y las fuerzas
occidentales que desde adentro luchan contra el frente sionista. Nunca
Washington, Londres, Berlín, Copenhague, Yakarta, Paris, Kuala Lumpur, Madrid,
Viena, Saná, Atenas y centenares de ciudades en el mundo, habían visto tan
multitudinarias manifestaciones contra Israel, el frente sionista-occidental y
la solidaridad total con el pueblo palestino
Las
guerras de Rusia en Ucrania y la invasión a Gaza han recordado a los gobiernos
y analistas occidentales que existe un mundo fuera de las grandes potencias y
sus aliados. Ese mundo, compuesto predominantemente por países de África,
Asia y América Latina se han resistido a tomar bando en el conflicto con la
minoría occidental. La reciente resolución de la Asamblea General de la
ONU definió el mayor aislamiento de Israel. Esa indignación mundial es la que
sustenta el voto político en la ONU, en octubre fueron 121 quienes votaron por
un alto al fuego inmediato; esta vez fueron 153 países (13 de diciembre) a
favor del Alto al fuego. Estados Unidos es el único país de peso que votó con
Israel.
Los
acontecimientos avanzan en una dirección en la que las credenciales de Estados
Unidos como gran potencia se encuentran en un punto de inflexión en Asia y
África, y esa comprensión se ha esparcido a otras regiones geográficas del
mundo.
Asia
Occidental es clave en el mundo y está atravesada por todos los eventos
geopolíticos posibles. Su ubicación geográfica como puente entre Asia y Europa,
hace parte de las rutas del comercio mundial entre los dos continentes, son el
depósito de las mayores reservas mundiales de petróleo y gas, y congregan los
lugares de máxima importancia para las tres religiones monoteístas. Estos
elementos también hablan de la sensibilidad política y militar que representan
y dan mayor complejidad al conflicto.
El
resultado de las guerras de Estados Unidos en Ucrania y Asia occidental tendrá
un profundo impacto en el orden mundial en
2024. Washington y la OTAN han perdido Ucrania, y en el Sur Global están
decididos a asegurarse de que también pierdan la hegemonía en el resto de Asia
y África.
¿Y el papel de China? Activo, táctico e
internacional
Estados
Unidos sigue considerando a China como el único país con la voluntad y la capacidad
de desafiarlo, y por ello seguirá moldeando el entorno estratégico alrededor de
China, con el gatillo puesto en Taiwán. Los gobernantes y pensadores
norteamericanos no se cansan de decir que China no comparte los “valores
democráticos” de EEUU y esa justificación mentirosa, es la máxima política
exterior norteamericana.
Pero
China tiene una posición oficial pública ante cualquier conflicto, sea
Myanmar, Ucrania o Palestina. Siempre se presenta como una potencia
conciliadora que aboga por la negociación y el pragmatismo. El gigante asiático
busca la estabilidad en el mundo y no se inmiscuye en la política interna
de los países. Ese factor facilita las buenas relaciones con muchos países, en
un mundo dominado por la interferencia permanente de EEUU en el planeta que,
con sus 842 bases militares, lo acreditan.
En
el caso palestino, siempre ha apoyado la creación de dos Estados, pero sin
involucrarse en ese objetivo. En junio de 2023, estuvo en Beijing el presidente
de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, y acordaron intensificar las
relaciones para impulsar ese propósito.
El
gobierno chino ha declarado que los bombardeos y ataques de Israel fueron más
allá de lo aceptable según el derecho internacional humanitario.
Igualmente
percibe el disminuido papel de Estados Unidos en Oriente Medio por las derrotas
sufridas en Iraq, Afganistán y también en Siria y el conflicto en Gaza lo ve
como una oportunidad para expandir su influencia y subrayar su papel como
mediador.
También
promueve sus objetivos diplomáticos sin rodeos: refuerza su estatus como
defensor de los países en desarrollo, siendo los palestinos una
muestra; potencia su influencia en Oriente Medio y se posiciona como una
potencia capaz de rivalizar con Estados Unidos en un mundo multipolar, del cual
es el artífice principal. En ese sentido ha sido el constructor y apoyo básico
de varios proyectos multilaterales que están construyendo los instrumentos del
Sur Global.
Esas
propuestas multilaterales en cabeza de China y Rusia se concretan en órganos:
BRICS+10, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), la Unión Económica
Euroasiática (UEEA), la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China, el
INSTC, etc. Múltiples organismos que funcionan por consenso y no hay
imposiciones desde arriba. Así se construye el mundo multipolar desde el Sur
Global.
En
su conjunto, los BRICS representan el 41% de la población mundial, el 25.7% del
PIB mundial y el 29.5% de la superficie terrestre total. Por estas razones, no
sorprende que dichos gobiernos estén considerando una alternativa a la
hegemonía del dólar.
En
este nuevo desorden mundial que busca construirse a contrapelo
de la decadencia imperial, la importancia geopolítica de los países BRICS va
en ascenso. La influencia de estas grandes economías emergentes (Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica) es imparable en los asuntos internacionales. Es el
viejo “Mundo No Alineado” de Bandung Indonesia 1955, donde la liberación
nacional y el enfrentamiento al colonialismo inició su “larga marcha”, hoy al
orden del día.
En África también se calienta el anticolonialismo.
¿Françafrique, c’est fini?
En Mali,
Chad, Guinea, Sudán, Burkina Faso, Níger y Gabón regímenes
pro-franceses sometidos a dinastías familiares de poder han caído como fichas
de dominó, fruto de una sucesión de golpes militares. Un bloque antioccidental,
que se está articulando en iniciativas como la Alianza de Estados del
Sahel, y que ha herido de muerte la llamada Françafrique, la opaca
red de influencia política y económica gala en sus ex colonias tras las
independencias africanas, se desmorona.
Los
golpistas se unen para impulsar y sacar a estos países de su actual estatus
colonial y ultraperiférico al servicio de Francia y sus multinacionales
—pervivencia del franco CFA, acaparamiento de recursos como el uranio nigerino
por monopolios francesas, etc.—, y que abran procesos de democratización y
participación popular lo más amplios posible.
Todas
ellas son manifestaciones de un reposicionamiento global contra la Unión
Europea y el conjunto del bloque estadounidense, con el fin de enfrentarlos y
estimular su creciente decadencia en tanto que potencias centrales, en un
escenario de crisis concluyente de Occidente.
Yemen no es un “parto de los montes”
Con
un simple bloqueo marítimo, los hutíes de Yemen, una organización de rebeldes
harapientos e invisibilizados, ha logrado sacudir los pilares de todo el
sistema capitalista global al poner en jaque el comercio marítimo, dejando
percibir claramente la extrema fragilidad de la globalización actual. Pero lo
más “escandaloso” es que lo hayan hecho en solidaridad con los
palestinos.
El
gran polvorín mundial –Asia Occidental– está empezando a explotar y pone a
tambalear todo el andamiaje que lo rodea. Estados Unidos duda y se resbala en
cómo enfrentar el reto de los hutíes para que no se extienda el conflicto por
toda la región.
Es
claro que hay un Frente de resistencia iraní en la región y está compuesto
principalmente por Irán, Hashd al-Shaabi en Siria, el ejército de Hezbolá en el
Líbano, las milicias Fuerzas de Movilización Popular (PMP) en Irak, Afganistán
y Pakistán, Hamás y otros grupos militantes en territorios palestinos y por los
hutíes de Ansar Allah en Yemen. Son acentuadamente antiestadounidenses y
antiisraelíes.
El
gobierno “oficial” de Yemen es un Consejo de Liderazgo Presidencial,
al que el presidente Abd-Rabbu Mansur Hadi transfirió sus poderes en abril de
2022 y tiene su sede en Riad, Arabia Saudí, no en Yemen.
El
bombardeo de EEUU y Gran Bretaña contra Saná, la capital de Yemen y otras
ciudades -otra vez mas- es la violación fragante de las leyes internacionales
que prohíben cualquier ataque contra la población civil de otro país, pues son
crímenes de guerra unilaterales.
Los
hutíes son una guerrilla que controlan muchas zonas del país pero especialmente
la zona occidental frente al Mar Rojo y su mar. En Saná no vive la guerrilla de
Ansar Allah, sino varias etnias, lo que deja al descubierto otra masacre de
EEUU para intentar salvar a Israel de su debacle. Yemen no tiene “gobierno” en
Saná, por eso los aliados imperialistas occidentales copian la fórmula sionista
del genocidio contra civiles, a ver si caen algunos militantes guerrilleros.
Más de 2.000 barcos se han visto forzados a desviarse miles de kilómetros o a
rodear África para evitar el paso por el mar Rojo, lo que ha encarecido el
precio de los fletes un 170% por cierto.
Estados
Unidos y el Reino Unido bombardearon al país más pobre de Asia Occidental que
intenta detener el genocidio israelí. Los Hutíes amenazaron antes del ataque
con tomar represalias feroces contra Estados Unidos y sus aliados. Abdulmalik al-Houthi, líder
hutí, adelantó la respuesta ante cualquier ataque estadounidense: “Nosotros, el
pueblo yemení, no estamos entre los que temen a Estados Unidos”, dijo en un
discurso por TV. “Nos sentimos cómodos con una confrontación directa
con los estadounidenses”.
Los
occidentales con su prepotencia militar no aprenden, intentan apagar el
incendio creado con gasolina. La suerte de Israel está echada, y si el
conflicto se extiende al área y EEUU e Israel siguen matando dirigentes de
Hamás, Hezbolá e iraníes con drones y operaciones especiales, está garantizada.
Si quieren guerra de frente la tendrán y tiemblen, con ningún pueblo con
dignidad se juega, aunque los subestimen, como lo hicieron con vietnamitas y
afganos.
Esta no es una guerra contra Hamás, es contra los
palestinos y contra la dignidad humana
El
exterminio nazi o el exterminio en Gaza, indiscriminados contra la población
civil, son crímenes que no atentaban solo contra los judíos o palestinos, sino
contra la humanidad entera. Por eso Israel está perdido y Occidente se
galvaniza en tan criminal operación de genocidio.
La
generación de jóvenes que se está incorporando a la vida intelectual y política
en todo el mundo ha empezado a juzgar a Israel por sus acciones y no por su
“misión” histórica de redención judía. Israel, el judaísmo y la masacre
sionista es un anacronismo infecto que no tiene cabida en la mente de nadie
sensato. Por eso la juventud mundial, que no tiene referencias históricas del
coloniaje sionista condena esa amalgama de terror basada en la obsesión
religiosa y el poder militar.
El acontecimiento fundamental de esta etapa
histórica sigue siendo la derrota del colonialismo occidental, acompañada de una reafirmación política e
intelectual cada vez mayor de los pueblos explotados, marginados y silenciados
durante mucho tiempo por los regímenes imperialistas.
La
crisis del hegemón y sus derrotas en serie en Afganistán, Ucrania e Israel
están en la línea del declive tenso e inexorable que padece EEUU y de la
vergonzosa y arrodillada Unión Europea que asume con docilidad la guerra del
amo estadounidense.
Ojalá
taladre como un misil esta idea, pero Israel solo podrá enfrentar su derrota
con dignidad y coraje si se propone garantizar la paz y la seguridad a sus
propios ciudadanos. Tiene que asumir la decisión de la descolonización de
Palestina: debe desmantelar los últimos puestos avanzados del colonialismo
racista en Cisjordania y Gaza, y propiciar el desarrollo de un Estado palestino
laico en que desaparezca la dictadura de los ultraortodoxos, de seguir
expropiando y masacrando a los aborígenes.
Será
que EEUU resiste y sobrevivirá a la racha de humillaciones y derrotas que ha
vivido en serie -bajo Biden- en 2021 en Afganistán, en 2022 en Ucrania y el
2024 la más contundente y fatal, la derrota de su émulo judío entre el rio
Jordán y el Mediterráneo, que es su propia derrota.
La
alternativa puede sonar utópica y desoladora inicialmente, porque Israel
insiste en presentarse como víctima incluso mientras comete un genocidio, pero
es la hora histórica de que entiendan el mundo desde la perspectiva del
otro y abandonen el mesianismo religioso y su militarismo suicida. Hay
que apagar el fuego de la supremacía judía antes de que incendien el mundo y la
locura nuclear sea el último respiro de la agonía estadounidense y occidental.
¿Por qué los judíos son tan poderosos en el mundo?
Hoy
hay 14 millones de judíos en el mundo, o sea, el 0,2% de la población
mundial. La mayoría reside en EEUU -el 43,6%- e Israel -el 40,6%- y, aunque el
judaísmo está disperso por el planeta, esos dos países aglutinan el 84% de
ellos. Después de este rodeo por los vericuetos de la sociedad israelí y la
evidencia de que son el 0,2% de la humanidad, ¿qué nos podría hacer pensar que
el dios de esa secta mundial está en lo cierto?, cuando predestina a sus
seguidores a ser los notarios inmobiliarios de una tierra
milenaria en manos de su pueblo aborigen.
El
problema real no es la religión, ese es el envoltorio alienado con que se
encubre una realidad: el capital financiero en manos del cartel judío es el amo
del mundo pues define y controla los gobiernos, incluido el de EEUU; y las
finanzas, los recursos militares y hasta los mass media. No
hay invasión, golpe de Estado, o guerra en que no estén agazapados tras su
ejecución. Por eso los judíos son tan importantes en el escenario global.
Alastair
Crooke, analista y exdiplomático británico dice: “La verdad es que la Casa
Blanca no puede obligar a Israel a hacer su voluntad: el lobby
israelí tiene más influencia en el Congreso que cualquier equipo de la Casa
Blanca. Por lo tanto, es fácil ver que «no hay salida» a la crisis
israelí. Biden “hizo su cama” con el gabinete de Netanyahu y debe vivir con las
consecuencias”.
La
familia Rothschild, unos judíos asquenazis oriundos de
Alemania y que controlan y manipulan desde Londres los hilos del poder, pues
son el más poderoso cartel del globo. Lionel Walter Rothschild, II Barón de
Rothschild, es conocido por haber sido el destinatario de la Declaración
Balfour, una carta enviada por el ministro británico de Exteriores Arthur
Balfour en 1917, en la que se le informaba de la decisión del Gobierno
británico de apoyar la construcción de un «hogar nacional judío» en
el Mandato Británico de Palestina. Un imperio le informa a un banquero de
su política de estado.
Fue
este barón II de Rothschild, el banquero que empezó a comprar tierras en
Palestina bajo el Mandato Británico para estimular la migración sionista
después de la I GM.
La
definición más audaz y sarcástica del poder de los Rothschild se le atribuye a
uno de ellos, el nieto del barón. Nunca he podido verificar si es el
responsable real de ese abstract sobre su familia, pero no
podía ser más exacto y perfecto. A continuación:
“Hola,
mi nombre es Jacob Rothschild. Mi familia posee trescientos
billones de dólares [o sea, un tres seguido de 14 ceros; fin de la acotación].
Somos dueños de casi todos los bancos del mundo. Hemos financiado a ambos lados
de ambas guerras desde Napoleón Bonaparte. Somos dueños de tus noticieros, los
medios, tu gasolina y tu gobierno…” y, en letras más pequeñitas, “Probablemente
nunca has oído hablar de nosotros”. (USD 300’000.000’000.000, el
ejercicio numérico es mío).
“A
cada chancho le llega su San Martín” dicen en España, “a cada marrano le llega
su nochebuena” dicen en América Latina. Pero a todo reino en el mundo le llega
su desenlace. El fin de los imperios es una ley histórica y al reinado del
dólar o mejor, a su dictadura; también le está llegando su navidad. La
desdolarización impulsada por el Sur Global es la gran tarea que está
cumpliendo el mundo multipolar en su construcción. Arabia Saudita, Emiratos
Árabes Unidos e Irán son los principales países productores de petróleo y
miembros de los BRICS+10. Rusia ha sido bastante explícita en que, durante
su presidencia de los BRICS en 2024, impulsará la creación de una moneda para
enfrentar al petrodólar.
Se
ha reducido el uso del dólar a solo el 60 % de las operaciones económicas
internacionales y sigue en aumento. Muchas naciones empiezan a realizar su
intercambio internacional en sus propias monedas. La bancarrota imperialista no
será solo una batalla militar, son múltiples los procesos que vive el mundo
actualmente: OCS, BRICS+10, desdolarización, resistencias, anticolonialismo,
guerras locales, golpes anticoloniales en África, forcejeos electorales en
América Latina, etc.
El
poder judío en el mundo es fuerte porque el imperio financiero es el dominante
en el mundo de la globalización, pero también está en crisis, aunque sigue
siendo el cartel más poderoso del mundo. Y los judíos, con los Rothschild a la
cabeza de la FED (son los dueños mayoritarios de la Reserva Federal que es
privada e imprime el dólar, una moneda sin respaldo) y la banca mundial,
manipulan a su favor el control global. Por eso está tan cuestionado el dólar y
si decae como se registra, la pérdida de influencia mundial de los judíos tras
bastidores también se debilitará.
Y
queda claro que el único dios de los judíos es el oro, lo demás son ídolos
-incluida la psicopatía religiosa profesada- que manipulan para su dominación.
Es posible que varios ceros se escapen al lado izquierdo del saldo de los
Rothschild.
¿Cuántos Estados solucionan el conflicto
palestino-israelí? Solo UNO, palestino y laico.
La
quimérica “solución de dos Estados”, hoy más que nunca, no es factible. Es
imposible un hipotético estado palestino conviviendo con un estado judío
racista, genocida y teocrático que lo quiera destruir y que además considera a
todos los demás seres humanos como inferiores y con la patente para destruirlos
por considerarlos sus enemigos.
El
apoyo del mundo a Palestina se encuentra en niveles históricamente récord, es
tan abrumador que a los gobiernos projudíos de todo el mundo les resultará
imposible ignorar la situación sin calcular las consecuencias. De Tokio a
Ottawa, de Londres a Berlín, de Malasia e Indonesia a Santiago de Chile, será
políticamente insostenible en perspectiva para cualquier gobierno occidental,
impedir que se le vea como cómplice del crimen de guerra más atroz del siglo
XXI. Por eso Israel como proyecto colonizador tiene sus días contados. No
sobrevivirá.
La
única solución histórica válida y que dé respuesta satisfactoria al conflicto
palestino-israelí es la constitución de un Estado único palestino
laico, democrático y no racista, es decir, un Estado democrático secular en
la tierra histórica de Palestina que brinde igualdad a todos sus ciudadanos,
independientemente de su religión, etnia y género, incluidos los judíos que
acepten la convivencia. Solo un estado palestino y la comunidad musulmana
pueden garantizar esa condición para los judíos. Hay múltiples ejemplos de cómo
las sociedades musulmanas convivieron con cristianos y judíos y las toleraron
en su sociedad. El emirato Omeya de Córdoba y la historia de Al-Andaluz durante
7 siglos son el mejor ejemplo de la posibilidad histórica de este modelo
político de un solo estado en convivencia.
La
única solución posible y viable es un Estado único palestino, laico,
democrático y no racista desde el Río Jordán al mar Mediterráneo cuya capital
sea Jerusalén. Cualquiera que quiera integrarse en esa sociedad
debe renunciar al sionismo y será acogido y bienvenido.
Hay
que dejar atrás la promocionada política de los Dos Estados, promovida por EEUU
(Acuerdo de Oslo), por ser una propuesta racista que reduce el conflicto de la
colonización, el despojo de la tierra y el genocidio al supuesto judío-sionista
de que son dos razas distintas con dos religiones diferentes. Pero no es
posible un estado laico y democrático con uno sioni-fascista al lado, que
durante un siglo los ha perseguido y asesinado en nombre de su superioridad
racial y el mandato divino de un dios sicópata.
Una
vez hecho esto, debemos proceder a desmantelar la solución racista de dos
Estados y allanar el camino para la única alternativa democrática: un estado
palestino laico, democrático y no racista.
-Carlos García Tobón. Analista internacional con énfasis en China y
Asia Central. Estudia la vieja y Nueva Ruta de la Seda y el conflicto
palestino-israelí.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso
del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su
libertad para publicarlo en otras fuentes.
Fuente: https://rebelion.org/israel-y-occidente-fracasan-en-sus-guerras-entre-culpas-y-errores/
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