Europa, Movimientos
sociales 31 enero, 2019 Jesús
Rodríguez Barrio
El 31 de mayo de
1919 fue encontrado el cuerpo de una mujer flotando en el Landwehrkanalde
Berlín (1). Los guantes y los restos del vestido permitieron identificarla como
Rosa Luxemburg, asesinada el 15 de enero por la milicia paramilitar del
Freikorps (2) que actuaba a las órdenes del socialista Gustav Noske (3),
comandante en jefe de las fuerzas militares concentradas en Berlín por el
gobierno alemán, que presidía el socialdemócrata Friedrich Ebert.En el
Tiergarten, no muy lejos del lugar en el que Rosa Luxemburg fue arrojada a las
aguas del canal, el Freikorps también asesinó esa nochea Karl Liebknecht cuyo
cadáver fue depositado por un teniente en la Morgue, como “cadáver
desconocido”, con varios disparos efectuados a quemarropa (4).
También fueron
asesinados cientos de espartaquistas (5), que se habían rendido a las fuerzas
militares del gobierno. Entre el 11 y el 15 de enero, en los combates y
asesinatos de aquellos cinco días de 1919, fue exterminada la vanguardia
revolucionaria del proletariado de Berlín.
La idea que se ha
transmitido para la historia sobre el “enero rojo” de Berlín es la de un
levantamiento minoritario realizado exclusivamente por una vanguardia de
comunistas radicalizados. Nada más lejos de la realidad.
Durante el mes de
diciembre y los primeros días de enero se sucedieron una serie de provocaciones
(perfectamente orquestadas) realizadas por las autoridades gubernamentales, que
dieron lugar a diversos enfrentamientos con las fuerzas revolucionarias. Como
consecuencia de ello, el día 5 de enero se convocó en Berlín una masiva
manifestación de protesta contra el gobierno de Ebert y Scheidemann. El
detonante final había sido la destitución del jefe de policía de Berlín,Emil
Eichorn, del USPD (Partido Socialdemócrata Independiente) y un hombre cercano a
las ideas revolucionarias. La manifestación rápidamente desbordó sus objetivos
iniciales, adquiriendo un carácter revolucionario. El Comité Central del recién
creado Partido Comunista de Alemania (KPD)titubeaba y una parte de sus miembros
(entre ellos Rosa Luxemburg) eran contrarios a la idea de desatar la
insurrección en ese momento, pues consideraban que el partido(que estaba
ganando apoyos pero era aún un grupo muy pequeño) carecía de los cuadros, la
organización y los medios para conquistar y mantener el poder. Pero otra parte
de sus miembros (encabezada por Liebknecht) decidió por su propia cuenta apoyar
la insurrección junto conlos elementos más izquierdistas del USPD berlinés.
Según las palabras
de Víctor Serge (6): “Liebknecht desataba antes de tiempo, sin contar con un partido,
una insurrección que no tenía medios de dirigir……Doscientos mil proletarios
resueltos, magnífico ejército pronto a todos los sacrificios…..esperaron
impacientes horas y horas yendo y viniendo por las avenidas brumosas del
Tiergarten…..No hubo Comité Revolucionario que acertase a emplear su energía”.
La derrota del
“enero rojo” berlinés no fue, pues, una consecuencia de la insuficiente
movilización de las masas (al menos, en Berlín) sino que fue debida
principalmente a la carencia de una dirección revolucionaria con una
organización, estructura, objetivos, planes y medios adecuados para la
conquista del poder.
Rosa Luxemburg, en
su último escrito (El orden
reina en Berlín) decía que ese era el menor de los problemas “porque
la dirección puede y debe ser creada por las masas”. Pero, al menos en
este punto, Rosa se equivocó porque el “enero rojo” representó el exterminio de
una generación irreemplazable de dirigentes revolucionarios europeos (7).
Aquellas masas no
volvieron a tener la capacidad de crear una dirección revolucionaria como
fueron los espartaquistas de 1919. Después del desastre, el Partido Comunista
de Alemania fue reconstruido en 1920 pero fue, desde el principio,
esencialmente una sección de la Internacional Comunista (Komintern) y su
dependencia de la Unión Soviética se hizo cada vez mayor en los años del
estalinismo.
La magnífica
cultura del socialismo revolucionario alemán, heredera de las mejores
tradiciones del pensamiento marxista europeo, desapareció en 1919. Ningún
partido revolucionario recogió en su ideario la defensa de la autonomía de los
trabajadores y las libertades políticas fundamentales con la misma claridad con
la que Rosa Luxemburg había recogido esos principios en su pensamiento y sus
escritos.
En el análisis
histórico resulta muy arriesgado hacer hipótesis de historia-ficción pensando
en lo que hubiera podido suceder si un acontecimiento histórico hubiera
sucedido de otra manera, pero es evidente que el socialismo revolucionario que
proponían Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht habría resultado una referencia
mucho más atractiva para la clase trabajadora de Europa Occidental de lo que
representó el comunismo de la Unión Soviética. También es indiscutible el peso
que habrían podido tener dentro del debate ideológico del comunismo
internacional en aquellas décadas (8). Tal vez la historia del comunismo,
dentro y fuera de la Unión Soviética, habría podido ser diferente si los dos
principales dirigentes del socialismo revolucionario alemán no hubieran
desaparecido de forma prematura en aquel “enero rojo”de 1919.El exterminio de
los espartaquistas probablemente representó, en cuanto a sus efectos
históricos, la más grave derrota de la revolución socialista en la Europa del
siglo XX.
Aún habría nuevas
batallas revolucionarias en los años siguientes: el 9 de marzo de aquel mismo
año el gobierno socialista ordenó a los soldados y paramilitares atacar a los
manifestantes revolucionarios berlineses con ametralladoras, tanques e incluso
aviones, produciendo más de mil muertos entre la población, y en abril el
socialista Gustav Noskeenvió una vez más a losFreikorps(entre los que se
encontraba el futuro jefe de la milicia del Partido Nazi, ErnstRöhm) (9) para restaurar
el orden y aplastar a la República Soviética de Baviera que había sido
proclamada el día 2 de abril en Munich.Los Freikorps, precursores de las
Secciones de Asalto (SA) del Partido Nazi, se convirtieron en un elemento
fundamental de la violencia política de la extrema derecha en la Alemania de
Weimar (10).
También existió un
efímero estado soviético en Hungría. La República Soviética Húngara fue
proclamada el 22 de marzo de 1919 por Bela Kun, que permaneció 133 días en el
poder, al frente del Partido Comunista Húngaro y sucumbió en agosto de aquel
año ante el ataque de sus enemigos interiores del Ejército Nacional del
almirante MiklósHorthy (que terminó estableciendo en Hungría una dictadura
militar de tipo fascista) y la invasión exterior del Ejército rumano, alentada
por los Aliados de la Entente con el apoyo de las fuerzas reaccionarias
húngaras (11).
En 1920, el putsch
fascista de Kapp dio lugar a una huelga general masiva, con una enorme
movilización, que abortó el golpe y dio lugar a una oleada revolucionaria
durante el mes de marzo en el Ruhr, que fue reprimida por las fuerzas militares
del gobierno socialdemócrata de Friedrich Ebert causando más de mil muertos
entre las fuerzas insurgentes. El último intento revolucionario serio tuvo
lugar en Alemania en 1923cuando el desempleo masivo y la hiperinflación
desembocaron en los levantamientos revolucionarios en Turingia y Sajonia (que
establecieron efímeros gobiernos obreros) y en el levantamiento comunista de
Hamburgo del 23 al 25 de octubre de 1923,dirigido por ErnestThälmann (12),que
también fracasó. Y en noviembre de ese mismo año tuvo lugar también el
fracasado golpe fascista de Hitler y Ludendorff en Munich.
Pero, visto en la
perspectiva histórica, resulta evidente que la derrota dellevantamiento
espartaquista de Berlín en enero de 1919 marcó el punto de inflexión
fundamental para el movimiento revolucionario en Centroeuropa y consolidóel
militarismo reaccionario alemán (que había sido derrotado por sus enemigos
imperialistas exteriores en la Gran Guerra) como la fuerza política fundamental
que marcaría la evolución de la República de Weimar.
Romain Rolland, en
su magnífica crónica del “enero rojo” (Enero rojo en Berlín) fue
quien interpretó de la manera más clarividente el significado de aquella derrota
y el peligro que representaba para la paz mundial:
“No parece que la
prensa francesa se haya dado perfecta cuenta de la gravedad trágica de estas
jornadas de enero, no solo para la revolución alemana sino para la paz del
mundo. Los gobiernos de la Entente y su prensa burguesa dan pruebas de una
singular ceguera. Tan singular que uno se pregunta si no será voluntaria.
Llevados del miedo que los invade ante los progresos de la idea comunista en
Europa han saludado con alivio la derrota de los espartaquistas sin cuidarse de
los peligros políticos que su desaparición entrañaba para la Entente. Su
preocupación única por los intereses capitalistas los hace desentenderse de la
inquietud que estos buenos nacionalistas deberían sentir hacia su nación”.
Rolland no se
equivocaba: toda la palabrería sobre la nación y la patria desaparece cuando
están en juego los intereses del capital, la única y verdadera patria de los
burgueses (13).
Momento crítico
para la revolución bolchevique: después de su derrota en la Gran Guerra, el
imperialismo alemán retrocedía en el oeste de la Rusia Soviética pero el
imperialismo de la Entente (mucho más fuerte y peligroso) teníalas manos libres
para cercar y asfixiar a la revolución. Lenin lo había expresado con claridad
en el VI Congreso de los Soviets: “No hemos estado nunca tan cerca de la
revolución mundial y, sin embargo, no hemos estado jamás en un peligro tan
grande” (14). Yen ese momento la revolución alemana, gran esperanza de
la revolución mundial, sufría una dura derrota que obligaba a posponer las
expectativas revolucionarias en ese país. “La frontera del bolchevismo
retrocedía desde el Rin hasta mucho más allá del Vístula, en donde se
constituía rápidamente, bajo el gobierno socialista de Daczinski, la República
de Polonia, otra muralla de defensa de la vieja Europa” (15).
La revolución
bolchevique no podía esperar ninguna ayuda internacional a corto plazo y debía
enfrentarse a la contrarrevolución y a la intervención multinacional únicamente
con sus propias fuerzas. El Estado Soviético era una fortaleza asediada por
todos sus confines. Pero el partido se militarizó y el ejército rojo se
endureció y resistió. La Chekaaplicó el “terror rojo” para reprimir a
los enemigos de la revolución y la guerra adquirió aún mayor brutalidad. En
1921 la República de los Soviets había ganado la guerra, pero en muy pocos años
se apagaron los últimos rescoldos revolucionarios en Europa.
Desde 1923 era
evidente que la revolución mundial no vendría en auxilio de la República de los
Soviets y que sería necesario afrontar la reconstrucción y supervivencia del
paísal margen de cualquier expectativa revolucionaria internacional.Un partido
militarizado tendría que afrontar la construcción del socialismo en un
estado que seguía funcionando como una fortaleza sitiada (16).
La insurrección de
los trabajadores de Viena, en 1934, y la Guerra Civil Española, en 1936-39,
fueron dos enfrentamientos que tuvieron, sin duda, un componente revolucionario
pero fueron, principalmente, combates defensivos contra el fascismo. Las
democracias capitalistas seguían pensando que el fascismo era un útil aliado
frente al comunismo y la política internacional de la URSS y el Komintern daba
prioridad, en ese momento, a la defensa del Estado Soviético frente a cualquier
proyecto revolucionario. El tiempo de las revoluciones había pasado y se
aproximaba, otra vez, el tiempo de la guerra.
Más allá de
cualquier circunstancia personal, individual o subjetiva,fue el aislamiento
internacional lo que creó las condiciones objetivas parala burocratización y
degeneración del partido y el estado y el triunfo del estalinismo. El fracaso
de la revolución en Alemania y Europa Central fue determinante en la historia
del socialismo soviético.
El recuerdo de los
crímenes del “enero rojo” y la política contrarrevolucionaria de la
socialdemocracia pesó también como una losa sobre la política de la Alemania de
Weimar, dificultando la alianza de los antifascistas para frenar el ascenso de
Hitler. En ningún otro país resultó tan creíble como en Alemania el término
“socialtraidor”, utilizado por el estalinismo ultraizquierdista de los años 30
(17).
Y se cumplieron
los deseos de Foch (“Antes Hindenburg que Liebknecht”).
Hindenburg fue elegido presidente en 1932 y nombró canciller a Adolf Hitler en
1933. Finalmente, como había anunciado Liebknecht en su testamento político,“el
río de lava de una erupción volcánica sepultó a la socialdemocraciade la
República de Weimar” (18). Pero esa “lava ardiente” no fue la
consecuencia de una erupción revolucionaria, como él había pronosticado, sino
de una erupción fascista cuyo fuego habían conservado, protegido y alimentado
aquellos socialdemócratas cuando movilizaron a las fuerzas más negras del
militarismo reaccionario alemán para aplastar la revolución. Y ese río de
fuego, que abrasó a los que Serge llamaba “los socialistas de la
contrarrevolución”, incendió también el mundo y loarrastró al mayor
holocausto de su historia (19).
“Espartaco
significa socialismo y revolución mundial”, escribió Liebknecht el 14 de enero
de 1919. Y, un siglo después, ese es el legado que ha permanecido en la
memoria. La derrota y el exterminio de los espartaquistas fue mucho más que la
derrota de una revolución: no es exagerado decir que fue una derrota para toda
la humanidad. La alternativa “socialismo o barbarie”, que Rosa Luxemburg dejó
para la historia, se cumplió en su totalidad: la barbarie triunfó porque el
socialismo no pudo ser en el rojo Berlín de 1919.
Jesús Rodríguez
Barrio es activista de La Comuna.
Referencias
Broué, P. (1973) Revolución
en Alemania /1. De la guerra a la revolución. Victoria y derrota del
“izquierdismo”. Barcelona: A. Redondo. https://marxistarkiv.se/espanol/clasicos/broue/revolucion_en_alemania.pdf
Brugos, T. (2018)
“La Revolución alemana de 1918. La esperada, la que no pudo ser”. En Viento
Sur, nº 161, pp. 113-118, diciembre.
Gerwarth, R.
(2017) Los vencidos. Barcelona: Galaxia Gutemberg.
Liebknecht, K.
(1919) “A pesar de todo”. Último escrito, publicado en Die
RotheFahne (la Bandera Roja) el 14/01/1919. Recogido en La Revolución
Alemana de 1918-19, pp. 55-59 (Fundación Federico Engels, Madrid, 2009).
Luxemburg, R.
(1919) “El orden reina en Berlín”. Último escrito, publicado en Die
RotheFahne (la Bandera Roja) el 14/01/1919. Recogido en: La Revolución
Alemana de 1918-19, pp. 47-53 (Fundación Federico Engels, Madrid, 2009).
Rolland, R. (1919)
“Enero rojo en Berlín”. Publicado en los días 16, 17 y 18 de febrero de 1919 en
el diario L’Humanité. Recogido en: La Revolución Alemana de 1918-19,
pp. 79-93 (Fundación Federico Engels, Madrid, 2009).
Serge, V. (2017) El
año I de la Revolución Rusa. Madrid: Traficantes de Sueños.
Stevenson, D.
(2013) 1914-1918. Historia de la Primera Guerra Mundial. Barcelona:
Penguin.
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