jueves, 16 de enero de 2020

LOS ENTRETELONES DE LAS RELACIONES ENTRE ‎ESTADOS UNIDOS E IRÁN



Al referirse a la crisis de los rehenes, que enfrentó al presidente James Carter a Irán en 1979, el presidente Donald Trump despertó el orgullo de Estados Unidos. Pero esa afirmación es sólo una presentación tendenciosa del periodista Walter Cronkite. Al mencionar aquella crisis, Trump enviaba un mensaje al Irán que supo negociar un happy end con el presidente Reagan.

por Thierry Meyssan 

Al ordenar el asesinato del general iraní Qassem Suleimani en Irak, el presidente estadounidense Donald Trump estuvo a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial. Al menos esa es la versión de la oposición estadounidense y de la prensa internacional. Thierry Meyssan estima que lo que sucede entre bastidores es muy diferente del show mediático internacional. El autor estima que lo que se prepara en este momento es una retirada coordinada de Estados Unidos y de Irán en el Medio Oriente.
Red Voltaire | Damasco (Siria) | 14 de enero de 2020



Dos países divididos

Entender las relaciones entre Estados Unidos e Irán se hace especialmente difícil, sobre todo por tratarse de dos países profundamente divididos:

 Aunque Donald Trump es el presidente de Estados Unidos, todos los expertos son capaces de ver que está tratando de gobernar a pesar de la oposición de casi toda la administración federal, la cual no aplica sus instrucciones y participa activamente en el proceso parlamentario iniciado para sacarlo de la Casa Blanca. 

No se trata de una división política entre republicanos y demócratas ya que el presidente Trump no es un republicano propiamente dicho, aunque obtuvo la investidura del Partido Republicano. Se trata más bien de una diferencia heredada de las 3 guerras civiles anglosajonas –la guerra civil británica, la guerra de independencia estadounidense y la Guerra de Secesión. Se enfrentan así la cultura de los rednecks, herederos de la conquista del Far West (el Lejano Oeste) y la cultura de los puritanos, herederos de los «Padres peregrinos» que llegaron a América a bordo del buque ‎‎Mayflower [1].

 En Irán existen dos poderes que compiten entre sí: el gobierno del jeque-presidente Hassan Rohani y la estructura de poder que depende del Guía de la Revolución, el ayatola Alí Khamenei. Digan lo que digan los medios occidentales, en Irán no hay un grupo que esté paralizando el pais. La causa de la parálisis es la lucha a muerte entre esos dos grupos. 

El presidente Rohani representa los intereses de la burguesía de Teherán y de Ispahán –comerciantes interesados en el intercambio internacional y duramente golpeados por las sanciones estadounidenses. El jeque Rohani es un viejo amigo del Estado Profundo estadounidense: fue el primer contacto iraní de la administración Reagan y de Israel en el momento del caso Irán-Contras, en 1985. Fue a través de Rohani que el ayatola Hashemi Rafsanyani se puso en contacto con los hombres del coronel estadounidense Oliver North, lo cual permitió Rafsanyani dedicarse a la compra de armas, hacerse con el mando de los ejércitos iraníes y convertirse de paso en el hombre más rico de Irán, para llegar después a ser presidente de la República Islámica. Más tarde, durante las negociaciones secretas irano-estadounidenses en Omán, en 2013, el jeque Rohani fue seleccionado por la administración Obama y por Alí Akbar Velayati para acabar con el nacionalismo laico del entonces presidente Mahmud Ahmadineyad y restablecer las relaciones entre Estados Unidos e Irán. 

Por el contrario, la función del Guía de la Revolución fue creada por el imam Ruholla Khomeini según el modelo del sabio de la República de Platón –modelo que nada tiene que ver con la religión musulmana. El ayatola Khamenei supuestamente debe velar por que las decisiones políticas no violen los preceptos del islam ni los principios de la Revolución antimperialista iraní de 1978. De él dependen los Guardianes de la Revolución, el cuerpo armado al que pertenecía el general Qassem Suleimani. El Guía de la Revolución dispone de un presupuesto extremadamente variable, determinado por las fluctuaciones imprevistas de los ingresos provenientes del petróleo. Por consiguiente, la estructura de poder más afectada por las sanciones estadounidenses no es la administración del presidente Rohani sino la que depende del Guía de la Revolución. Durante los últimos años, el ayatola Alí Khamenei ha tratado de imponerse como referencia en el seno del islam en general, invitando a todos los jefes políticos y religiosos del mundo musulmán a viajar a Teherán, incluso a sus más feroces adversarios.

Tanto en Estados Unidos como en Irán, la mayoría de las decisiones adoptadas por uno de los poderes anteriormente descritos encuentra de inmediato la oposición de su adversario interno.

Otro elemento que dificulta la comprensión de lo que sucede tiene que ver con las mentiras que se han acumulado entre ambas potencias durante todos estos años, mentiras que a menudo siguen muy presentes. Sólo citaremos aquí las que se han mencionado en los últimos días:

 Aunque se sigue hablando de la famosa «crisis de los rehenes» de 1979, lo cierto es que el personal diplomático estadounidense detenido entonces en Irán fue sorprendido en flagrante delito de espionaje. La ambajada de Estados Unidos en Irán era el cuartel general de la CIA para todo el Medio Oriente. No fueron los iraníes sino Estados Unidos quien violó las normas y obligaciones del estatuto diplomático. Dos marines miembros del personal a cargo de la custodia de la embajada denunciaron las actividades que realizaba la CIA en aquella sede diplomática, el equipamiento de espionaje que allí existía todavía está expuesto al público hoy en día en los locales que ocupaba la embajada de Estados Unidos en Teherán y los documentos ultrasecretos descubiertos allí fueron publicados en más de 80 volúmenes. 

 La República Islámica nunca ha reconocido el Estado de Israel, pero tampoco se ha planteado nunca la liquidación de la populación judía sino que se pronuncia por el principio de «un hombre, un voto», señalando que ese principio también se aplica a todos los palestinos que hayan emigrado y adquirido otra nacionalidad. En 2019, la República Islámica presentó al Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto de referéndum de autodeterminación aplicable en la Palestina geográfica, que abarca todo Israel y la Palestina política. 

 Aunque los medios tratan de hacernos creer lo contrario, Irán e Israel no son enemigos irreconciliables ya que están explotando juntos el oleoducto Eilat-Ascalón, cuya propiedad comparten ‎‎ [2]

 Las potencias occidentales siguen fingiendo creer lo contrario, pero saben perfectamente que Irán renunció a toda investigación sobre las armas nucleares en 1988, cuando el imam Khomeini declaró las armas de destrucción masiva incompatibles con el islam. Los documentos robados por Israel y revelados con bombo y platillo por el primer israelí Benyamin Netanyahu en 2018 demuestran que las investigaciones posteriores a la decisión del imam Khomeini sólo tenían que ver con un generador de onda de choque, elemento que puede formar parte de la fabricación de un detonador para bombas atómicas [3]. O sea, no era una pieza nuclear sino un componente mecánico que puede tener múltiples usos.



Para las potencias occidentales, al ordenar el asesinato del general Qassem Suleimani, el presidente Trump, agregó otro nombre a la lista de terroristas eliminados. Pero, desde la perspectiva del Medio Oriente, Trump cambió de bando: después de haber luchado contra el Emirato Islámico (Daesh) y de haber abatido al califa al-Baghdadi, el presidente estadounidense asesinó al principal enemigo de Daesh, que era el general Suleimani.

El asesinato del héroe

Habiendo establecido lo anterior, pasemos ahora al asesinato del general iraní Qassem Suleimani y a la crisis provocada por ese hecho.

El general Suleimani era un soldado excepcional. Luchó en la guerra iniciada por Irak contra Irán, guerra que duró 8 largos años (de 1980 a 1988). Bajo su mando, la fuerza Al-Quds (el nombre árabe y persa de Jerusalén) de los Guardianes de la Revolución aportaron su ayuda a todas las poblaciones víctimas del imperialismo en el Medio Oriente. Durante la agresión israelí de 2006 contra el Líbano, el general Suleimani estuvo en Beirut, dirigiendo la resistencia junto al general sirio Hassan Turkmani y el jefe del Hezbollah, Hassan Nasrallah. Qassem Suleimani entendía la diferencia entre ‎‎Estados Unidos y el imperialismo y a menudo negoció con Washington, proponiéndole incluso alianzas temporales por ejemplo, en 2001, se alió con la administración de George W. Bush en la lucha contra los talibanes afganos. Sin embargo, desde mayo de 2018, el general Suleimani recibió orden de limitarse a la lucha junto a las comunidades chiitas. Violando el alto al fuego en vigor desde la guerra israelo-siria de 1973, el general iraní lanzó algunos ataques contra Israel desde suelo sirio, poniendo al gobierno de Siria en una situación embarazosa.

El presidente estadounidense Donald Trump había comprendido ciertamente el papel militar que desempeñaba el general Suleimani bajo las órdenes del ayatola Khamenei, pero no entendía que Suleimani se había convertido en un héroe del mundo musulmán, en un verdadero icono, admirado por demás en las academias militares del mundo entero. Al dar luz verde al asesinato del general Suleimani, el presidente Trump actuó en contra de su propia reputación en el Medio Oriente. Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump había luchado constantemente contra el apoyo estadounidense a al-Qaeda y al Emirato Islámico (Daesh), pero al autorizar el asesinato de Suleimani se convirtió en responsable de la muerte del hombre que encarnó esa lucha con su presencia física en numerosos teatros de operaciones. Ni siquiera vale la pena recalcar aquí la naturaleza absolutamente ilegal del asesinato, que además confirmó nuevamente el modus operandi habitual de Estados Unidos desde su surgimiento como país.

El asesinato de Qassem Suleimani tiene lugar después de la decisión de Washington de clasificar a los Guardianes de la Revolución iraní como «organización terrorista». Los iraníes comparten la fuerte convicción de que constituyen un pueblo, una civilización. La muerte del general Suleimani en realidad unificó temporalmente a los dos poderes políticos iraníes alrededor de un mismo sentimiento. Millones de iraníes salieron a las calles durante los funerales de Suleimani.

Sólo cuando se hizo evidente que la muerte de Suleimani no iba a desencadenar la Tercera Guerra Mundial, Israel se dio el lujo de aclarar a través de la CBS que había confirmado al Pentágono la localización del general iraní y admitió a través del New York Times que fue informado previamente de que Suleimani iba a ser asesinado. Se trata de informaciones actualmente inverificables.


No habrá conflagración

Todos los medios de difusión occidentales hablaron de los planes iraníes de respuesta, establecidos desde hace años. Pero el Guía Khamenei y el presidente Rohani no reflexionaron en función de esos planes. Los iraníes no son niños que se pelean en un patio de escuela. Los iraníes son una Nación. Ambos responsables iraníes actuaron siguiendo el interés superior de la Nación, como ellos lo conciben. A pesar de las declaraciones estruendosas llamando a la venganza, no habrá una venganza iraní de tal magnitud, como no hubo una venganza del Hezbollah después del asesinato ilegal de Imad Moughniyah, perpetrado en 2008, en Damasco.

Para el presidente Rohani, independientemente de la muerte del general Suleimani, es indispensable reanudar el contacto con Washington. Rohani ha considerado hasta ahora que la administración Obama, la que lo puso en la presidencia, siguiendo su interlocutor y que Donald Trump sólo era una especie de accidente llamado a ser destituido rápidamente mediante el Rusiagate o con el flamante ‎‎Ucraniagate. Por esa razón, Rohani ha rechazado hasta ahora los numerosos llamados de Trump a la negociación. Pero Trump sigue en la Casa Blanca y es muy probable que se mantenga allí durante los próximos años. Mientras tanto, la economía iraní se derrumba, gravemente afectada por las sanciones ilegales de Estados Unidos. La reacción internacional de empatía ante el ilegal asesinato del general Suleimani permite actualmente a Rohani abrir la negociación con Washington desde una posición de superioridad moral.

Para el ayatola Khamenei, Estados Unidos es el país que ha saqueado Irán durante todo un siglo y Donald Trump no es un hombre de palabra. No porque Trump no haya respetado sus propias promesas sino porque rompió las de su predecesor. El acuerdo 5+1 (JCPOA) había sido aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU. Irán lo consideraba nviolable. Pero Trump decidió simplemente desecharlo, lo cual tenía derecho a hacer. Pero Irán y Estados Unidos habían firmado también un pacto secreto que establecía una nueva distribución de influencias en el Medio Oriente. Trump también anuló ese otro pacto. Ese es el que ahora pretende renegociar de formar bilateral.

A raíz del asesinato del general Suleimani, Irán anunció rápidamente que no seguiría respetando el acuerdo 5+1 y los diputados chiitas iraquíes exigieron la retirada de las tropas estadounidenses de su país. Los medios de prensa occidentales entendieron esos gestos como muestras de agravación del conflicto, pero en realidad eran ofertas de paz. El acuerdo 5+1 dejó de existir cuando Estados Unidos lo abandonó e Irán así lo reconoce ahora, después de haber tratado inútilmente de salvarlo. La retirada de las tropas estadounidenses, no sólo de Irak sino de todo el Medio Oriente, es un compromiso que Trump había contraído durante su campaña electoral, compromiso que no había logrado concretar debido a la oposición de su propia administración. En otras palabras Irán se pone del lado de Trump.
Las manifestaciones contra Irán que se registraban en Líbano y en Irak cesaron como por arte de magia.

El poderoso lobby petrolero estadounidense aportó su respaldo al presidente Trump al cuestionar la ‎‎«doctrina Carter». En 1980, el entonces presidente James Carter había planteado que el petróleo del Golfo era indispensable para la economía de Estados Unidos. Su sucesor creó el CentCom y el Pentágono garantizó el acceso de las compañías estadounidenses al petróleo del Golfo Pérsico. Pero, Estados Unidos ha alcanzado la independencia en el sector energético. Ya no necesita ese petróleo. Por consiguiente, tampoco necesita seguir desplegando sus tropas en esa región. Para Estados Unidos, el objetivo del juego ya no es el de antes. Ya no se trata de apoderarse del petróleo arabo-persa sino de controlar los intercambios petroleros a nivel mundial.

Los dirigentes políticos no han sabido adaptarse al desarrollo de los medios de comunicación. Hablan demasiado y demasiado pronto. Adoptan posturas y luego no saben cómo echarse atrás. Después de haber lanzado increíbles llamados de venganza, los Guardianes de la Revolución tenían que hacer algo. Y optaron por bombardear dos bases militares estadounidenses en Irak, sin causar víctimas. Exactamente de la misma manera que Estados Unidos, el Reino Unido y Francia cuando dijeron haber castigado a Siria, supuestamente por haber utilizado armas químicas. Esas tres potencias occidentales acabaron bombardeando una base militar vacía aunque el bombardeo provocó en los alrededores de la base un incendio que dejó algunas víctimas.

El Estado Profundo estadounidense, después de haber aconsejado mal a Trump, se las arregló para que, en la televisión iraní, una voz desconocida exhortara a asesinar al presidente estadounidense, prometiendo además una recompensa de 80 millones de dólares. En lo adelante, si Trump muere asesinado no habrá que investigar, automáticamente Irán será declarado culpable. Pero vale la pena recordar que cuando el imam Khomeini emitió su fatwa contra la vida de Salman Rushdie, no prometió ninguna recompensa. La promesa de recompensa en dinero corresponde más bien a las costumbres del ‎‎Far West.

En plena crisis, la defensa antiaérea iraní derribó por error un avión de pasajeros ucraniano que despegaba de Teherán. Así que el embajador del Reino Unido organizó en Teherán una pequeña manifestación donde se exigió la renuncia del ayatola Khamenei. Estos hechos trastocan el juego, privando a Irán de la ventajosa posición de víctima que mantenía desde el asesinato del general Suleimani.

Es evidente que Estados Unidos no cederá nada sin obtener algo a cambio. La retirada de sus tropas se concretará sólo en coordinación con una retirada militar iraní. El general Qassem Suleimani era precisamente el símbolo del despliegue militar iraní. Lo que hoy se negocia es la retirada de ambas partes. Ya estamos asistiendo a una retirada estadounidense de Siria e Irak hacia Kuwait. La historia de la carta enviada y luego anulada donde el general William Sheely III anunciaba la retirada estadounidense de Irak demuestra que esas negociaciones están en marcha.

Los principios de la paz no serán fijados desde ahora, y la llegada de esa paz no será inmediata. 

 Durante el periodo de duelo por la muerte del general Suleimani, Irán no podrá admitir públicamente haber llegado a un acuerdo con Estados Unidos. 

 Un acuerdo sólo será válido si cuenta con la aprobación de Irak, Líbano, Siria, Turquía y, por supuesto, de Rusia. A pesar de sus maniobras, el Reino Unido no podrá hacerlo fracasar y tendrá que aceptar que salga a la luz en una conferencia regional.

Qassem Suleimani estaría seguramente orgulloso de su vida si su muerte permitiera el regreso de la paz en la región.

[1] «Estados Unidos, ¿se reforma o se desgarra?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 26 de octubre de 2016.
[2] «Israel e Irán explotan juntos el oleoducto Eilat-Ascalón», Red Voltaire, ‎‎2 de enero de 2018.
[3] "Shock Wave Generator for Iran’sNuclear Weapons Program:More than a Feasibility Study", por David Albright y Olli Heinonen, FDD, 7 de mayo de 2019. (PDF - 4.3 Mo).


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