Al referirse a la crisis de los rehenes, que enfrentó al presidente James Carter a Irán en 1979, el presidente Donald Trump despertó el orgullo de Estados Unidos. Pero esa afirmación es sólo una presentación tendenciosa del periodista Walter Cronkite. Al mencionar aquella crisis, Trump enviaba un mensaje al Irán que supo negociar un “happy end” con el presidente Reagan.
por Thierry Meyssan
Al ordenar
el asesinato del general iraní Qassem Suleimani en Irak,
el presidente estadounidense Donald Trump estuvo a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial. Al menos
esa es la versión de la oposición estadounidense y de la prensa internacional. Thierry
Meyssan estima que lo que sucede
entre bastidores
es muy diferente del show mediático internacional. El autor estima
que lo que se prepara en este momento es una retirada
coordinada de Estados Unidos y de Irán en el
Medio Oriente.
Red Voltaire | Damasco (Siria) |
14 de enero de 2020
Dos países divididos
Entender
las relaciones entre Estados Unidos e Irán se hace especialmente
difícil, sobre todo por tratarse de dos países
profundamente divididos:
Aunque Donald Trump es el presidente de Estados Unidos, todos los expertos son capaces de ver que está tratando de gobernar a pesar de la oposición de casi toda la administración federal, la cual no aplica sus instrucciones y participa activamente en el proceso parlamentario iniciado para sacarlo de la Casa Blanca.
• No se trata de una división política entre republicanos y demócratas ya que el presidente Trump no es un republicano propiamente dicho, aunque obtuvo la investidura del Partido Republicano. Se trata más bien de una diferencia heredada de las 3 guerras civiles anglosajonas –la guerra civil británica, la guerra de independencia estadounidense y la Guerra de Secesión. Se enfrentan así la cultura de los rednecks, herederos de la conquista del Far West (el Lejano Oeste) y la cultura de los puritanos, herederos de los «Padres peregrinos» que llegaron a América a bordo del buque Mayflower [1].
En Irán
existen dos poderes que compiten entre sí: el gobierno del
jeque-presidente Hassan Rohani y la estructura de
poder que depende del Guía de la Revolución,
el ayatola Alí Khamenei. Digan lo que digan los medios occidentales, en Irán
no hay un grupo que esté
paralizando el pais. La causa de la parálisis es la lucha a muerte
entre esos dos grupos.
• El presidente Rohani representa los intereses de la burguesía de Teherán y de Ispahán –comerciantes interesados en el intercambio internacional y duramente golpeados por las sanciones estadounidenses. El jeque Rohani es un viejo amigo del Estado Profundo estadounidense: fue el primer contacto iraní de la administración Reagan y de Israel en el momento del caso Irán-Contras, en 1985. Fue a través de Rohani que el ayatola Hashemi Rafsanyani se puso en contacto con los hombres del coronel estadounidense Oliver North, lo cual permitió Rafsanyani dedicarse a la compra de armas, hacerse con el mando de los ejércitos iraníes y convertirse de paso en el hombre más rico de Irán, para llegar después a ser presidente de la República Islámica. Más tarde, durante las negociaciones secretas irano-estadounidenses en Omán, en 2013, el jeque Rohani fue seleccionado por la administración Obama y por Alí Akbar Velayati para acabar con el nacionalismo laico del entonces presidente Mahmud Ahmadineyad y restablecer las relaciones entre Estados Unidos e Irán.
• Por el contrario, la función del Guía de la Revolución fue creada por el imam Ruholla Khomeini según el modelo del sabio de la República de Platón –modelo que nada tiene que ver con la religión musulmana. El ayatola Khamenei supuestamente debe velar por que las decisiones políticas no violen los preceptos del islam ni los principios de la Revolución antimperialista iraní de 1978. De él dependen los Guardianes de la Revolución, el cuerpo armado al que pertenecía el general Qassem Suleimani. El Guía de la Revolución dispone de un presupuesto extremadamente variable, determinado por las fluctuaciones imprevistas de los ingresos provenientes del petróleo. Por consiguiente, la estructura de poder más afectada por las sanciones estadounidenses no es la administración del presidente Rohani sino la que depende del Guía de la Revolución. Durante los últimos años, el ayatola Alí Khamenei ha tratado de imponerse como referencia en el seno del islam en general, invitando a todos los jefes políticos y religiosos del mundo musulmán a viajar a Teherán, incluso a sus más feroces adversarios.
Tanto
en Estados Unidos como en Irán, la mayoría de las decisiones
adoptadas por uno de los poderes anteriormente
descritos encuentra de inmediato la oposición
de su adversario interno.
Otro
elemento que dificulta la comprensión de lo que sucede tiene que ver con
las mentiras que se han
acumulado entre ambas potencias durante todos estos años,
mentiras que a menudo siguen muy presentes. Sólo citaremos aquí
las que se han mencionado en
los últimos días:
Aunque se
sigue hablando de la famosa «crisis de los rehenes» de 1979,
lo cierto es que el personal diplomático
estadounidense detenido entonces en Irán fue sorprendido en flagrante
delito de espionaje. La ambajada
de Estados Unidos en Irán
era el cuartel general de la CIA para todo el Medio Oriente. No fueron
los iraníes sino Estados Unidos
quien violó las normas y obligaciones del estatuto diplomático. Dos marines miembros
del personal a cargo de la custodia de la embajada denunciaron las actividades que realizaba la CIA
en aquella sede diplomática, el equipamiento de espionaje que allí existía
todavía está expuesto al público
hoy en día en los locales que ocupaba la embajada
de Estados Unidos en Teherán
y los documentos ultrasecretos descubiertos allí fueron publicados en más de 80 volúmenes.
La República Islámica nunca ha reconocido el Estado de Israel, pero tampoco se ha planteado nunca la liquidación de la populación judía sino que se pronuncia por el principio de «un hombre, un voto», señalando que ese principio también se aplica a todos los palestinos que hayan emigrado y adquirido otra nacionalidad. En 2019, la República Islámica presentó al Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto de referéndum de autodeterminación aplicable en la Palestina geográfica, que abarca todo Israel y la Palestina política.
Aunque los medios tratan de hacernos creer lo contrario, Irán e Israel no son enemigos irreconciliables ya que están explotando juntos el oleoducto Eilat-Ascalón, cuya propiedad comparten [2].
Las potencias occidentales siguen fingiendo creer lo contrario, pero saben perfectamente que Irán renunció a toda investigación sobre las armas nucleares en 1988, cuando el imam Khomeini declaró las armas de destrucción masiva incompatibles con el islam. Los documentos robados por Israel y revelados con bombo y platillo por el primer israelí Benyamin Netanyahu en 2018 demuestran que las investigaciones posteriores a la decisión del imam Khomeini sólo tenían que ver con un generador de onda de choque, elemento que puede formar parte de la fabricación de un detonador para bombas atómicas [3]. O sea, no era una pieza “nuclear” sino un componente mecánico que puede tener múltiples usos.
Para las potencias
occidentales, al ordenar el asesinato del general Qassem Suleimani,
el presidente
Trump, agregó otro nombre a
la lista de
terroristas eliminados. Pero, desde la perspectiva del Medio Oriente,
Trump cambió de bando: después de haber luchado contra el
Emirato Islámico
(Daesh) y de haber abatido al “califa”
al-Baghdadi, el presidente
estadounidense
asesinó al
principal enemigo de Daesh,
que era el general Suleimani.
El asesinato del héroe
Habiendo
establecido lo anterior, pasemos ahora al asesinato del general iraní Qassem
Suleimani y a la crisis provocada
por ese hecho.
El
general Suleimani era un soldado excepcional. Luchó en la guerra iniciada
por Irak contra Irán, guerra que duró
8 largos años (de 1980 a 1988).
Bajo su mando, la fuerza Al-Quds (el nombre árabe y persa de
Jerusalén) de los Guardianes de la Revolución
aportaron su ayuda a todas las poblaciones víctimas
del imperialismo en el Medio Oriente. Durante la
agresión israelí de 2006
contra el Líbano, el general
Suleimani estuvo en Beirut, dirigiendo la resistencia junto al
general sirio Hassan Turkmani y el jefe
del Hezbollah, Hassan Nasrallah. Qassem Suleimani entendía
la diferencia entre Estados Unidos y el imperialismo
y a menudo negoció con Washington, proponiéndole incluso alianzas temporales –por ejemplo,
en 2001, se alió
con la administración de George W. Bush en la lucha contra los talibanes afganos.
Sin embargo, desde mayo de 2018,
el general Suleimani recibió
orden de limitarse a la lucha junto a las
comunidades chiitas. Violando el alto al fuego en vigor desde la guerra israelo-siria de 1973, el general
iraní lanzó algunos ataques
contra Israel desde suelo sirio,
poniendo al gobierno de Siria
en una situación embarazosa.
El
presidente estadounidense Donald Trump había comprendido ciertamente el papel
militar que desempeñaba
el general Suleimani bajo las órdenes
del ayatola Khamenei, pero no entendía
que Suleimani se había
convertido en un héroe del mundo musulmán,
en un verdadero icono, admirado por demás
en las academias militares del mundo entero. Al dar luz verde
al asesinato del general Suleimani, el presidente
Trump actuó en contra de su propia
reputación en el Medio Oriente. Desde su llegada a la Casa Blanca,
Trump había luchado constantemente contra el apoyo estadounidense a al-Qaeda y al Emirato Islámico
(Daesh), pero al autorizar el asesinato de Suleimani se convirtió
en responsable de la muerte del hombre que
encarnó esa lucha con su presencia
física en numerosos teatros de operaciones. Ni siquiera
vale la pena recalcar aquí la naturaleza absolutamente ilegal del asesinato, que además confirmó
nuevamente el modus operandi habitual de Estados Unidos desde su surgimiento como país.
El
asesinato de Qassem Suleimani tiene lugar después de la decisión de
Washington de clasificar a los Guardianes de la
Revolución iraní como «organización
terrorista».
Los iraníes comparten la fuerte convicción
de que constituyen un pueblo, una civilización.
La muerte del general Suleimani en realidad unificó
temporalmente a los dos poderes políticos iraníes
alrededor de un mismo sentimiento.
Millones de iraníes salieron a las calles durante los
funerales de Suleimani.
Sólo
cuando se hizo evidente que la muerte de Suleimani no iba a
desencadenar la Tercera Guerra Mundial, Israel se dio
el lujo de aclarar –a través
de la CBS– que había
confirmado al Pentágono la localización del general iraní
y admitió –a través
del New York Times que fue informado previamente de que Suleimani iba a
ser asesinado. Se trata de informaciones actualmente inverificables.
No habrá conflagración
Todos
los medios de difusión occidentales hablaron de los planes iraníes de
respuesta, establecidos desde hace años.
Pero el Guía Khamenei y el presidente
Rohani no reflexionaron en función
de esos planes. Los iraníes
no son niños que se pelean
en un patio de escuela. Los iraníes
son una Nación. Ambos responsables
iraníes actuaron siguiendo el interés
superior de la Nación, como ellos lo conciben. A pesar
de las declaraciones estruendosas llamando a la
venganza, no habrá una venganza iraní de tal magnitud,
como no hubo una venganza del Hezbollah después del
asesinato ilegal de Imad Moughniyah,
perpetrado en 2008, en Damasco.
Para
el presidente Rohani, independientemente de la muerte del general Suleimani, es
indispensable reanudar el
contacto con Washington. Rohani ha considerado hasta ahora
que la administración Obama, la que
lo puso en la presidencia, siguiendo su
interlocutor y que Donald Trump sólo era una especie de accidente llamado a ser destituido rápidamente
mediante el Rusiagate o con el flamante Ucraniagate. Por esa razón,
Rohani ha rechazado hasta ahora los numerosos llamados de Trump a la negociación. Pero Trump sigue
en la Casa Blanca y es muy probable que se mantenga allí
durante los próximos
años. Mientras tanto, la economía
iraní se derrumba,
gravemente afectada por las sanciones ilegales de Estados Unidos.
La reacción internacional de empatía
ante el ilegal asesinato del general Suleimani permite
actualmente a Rohani abrir la negociación con Washington
desde una posición de superioridad moral.
Para
el ayatola Khamenei, Estados Unidos es el país que ha saqueado Irán
durante todo un siglo y Donald Trump no es
un hombre de palabra. No porque Trump no haya
respetado sus propias promesas sino
porque rompió las de su predecesor.
El acuerdo 5+1 (JCPOA) había
sido aprobado por el Consejo de Seguridad
de la ONU. Irán lo consideraba
nviolable. Pero Trump decidió simplemente desecharlo, lo cual tenía
derecho a hacer. Pero Irán
y Estados Unidos habían firmado también
un pacto secreto que establecía
una nueva distribución de influencias en el Medio Oriente.
Trump también anuló
ese otro pacto. Ese es el que ahora pretende
renegociar de formar bilateral.
A
raíz del asesinato del general Suleimani, Irán anunció rápidamente que
no seguiría respetando el acuerdo
5+1 y los diputados chiitas iraquíes exigieron
la retirada de las tropas estadounidenses de su país.
Los medios de prensa occidentales
entendieron esos gestos como muestras de agravación del conflicto,
pero en realidad eran
ofertas de paz. El acuerdo 5+1 dejó
de existir cuando Estados Unidos
lo abandonó e Irán
así lo reconoce ahora,
después de haber tratado inútilmente
de salvarlo. La retirada de las tropas estadounidenses, no sólo
de Irak sino de todo el Medio
Oriente, es un compromiso que Trump había
contraído durante su campaña electoral,
compromiso que no había logrado concretar debido a la oposición de su propia
administración. En otras palabras…
Irán se pone
del lado de Trump.
Las
manifestaciones contra Irán que se registraban en Líbano y
en Irak cesaron como por arte de magia.
El
poderoso lobby petrolero estadounidense aportó su respaldo al presidente Trump
al cuestionar la «doctrina
Carter».
En 1980, el entonces presidente James Carter había planteado que el
petróleo del Golfo era
indispensable para la economía de Estados Unidos. Su sucesor creó
el CentCom y el Pentágono
garantizó el acceso de las compañías
estadounidenses al petróleo del Golfo Pérsico.
Pero, Estados Unidos ha alcanzado
la independencia en el sector energético.
Ya no necesita ese petróleo.
Por consiguiente, tampoco necesita seguir
desplegando sus tropas en esa región.
Para Estados Unidos, el objetivo
del juego ya no es el de antes. Ya
no se trata de apoderarse
del petróleo arabo-persa sino de
controlar los intercambios petroleros a nivel mundial.
Los
dirigentes políticos no han sabido adaptarse al desarrollo de los medios
de comunicación. Hablan demasiado
y demasiado pronto. Adoptan posturas y luego no saben cómo
echarse atrás. Después
de haber lanzado increíbles llamados de venganza, los Guardianes de
la Revolución tenían que hacer algo. Y
optaron por bombardear dos bases militares
estadounidenses en Irak, sin causar víctimas. Exactamente de la misma manera que
Estados Unidos, el Reino Unido y Francia
cuando dijeron haber “castigado”
a Siria, supuestamente por haber utilizado
armas químicas. Esas tres potencias
occidentales acabaron bombardeando una base militar vacía
–aunque el bombardeo provocó en los alrededores
de la base un incendio que dejó
algunas víctimas.
El
Estado Profundo estadounidense, después de haber aconsejado mal
a Trump, se las arregló para que, en la televisión iraní, una voz desconocida
exhortara a asesinar al presidente estadounidense, prometiendo además
una recompensa de 80 millones de dólares.
En lo adelante, si Trump muere asesinado no habrá que investigar, automáticamente Irán
será declarado culpable. Pero vale la pena
recordar que cuando el imam
Khomeini emitió su fatwa contra la vida de
Salman Rushdie, no prometió ninguna recompensa. La promesa
de recompensa en dinero corresponde más bien
a las costumbres del Far West.
En
plena crisis, la defensa antiaérea iraní derribó por error un avión
de pasajeros ucraniano que despegaba de Teherán.
Así que el embajador del Reino
Unido organizó en Teherán una pequeña manifestación
donde se exigió la renuncia del
ayatola Khamenei. Estos hechos trastocan el juego, privando a Irán
de la ventajosa posición de víctima que mantenía
desde el asesinato del general Suleimani.
Es
evidente que Estados Unidos no cederá nada sin obtener algo
a cambio. La retirada de sus tropas
se concretará sólo
en coordinación con una retirada militar iraní.
El general Qassem Suleimani era precisamente el símbolo
del despliegue militar iraní. Lo que
hoy se negocia es la retirada de ambas partes.
Ya estamos asistiendo a una retirada estadounidense de Siria
e Irak hacia Kuwait. La historia de la
carta enviada y luego anulada donde el general William
Sheely III anunciaba la retirada estadounidense de Irak demuestra que esas
negociaciones están en marcha.
Los
principios de la paz no serán fijados desde ahora, y la llegada
de esa paz no será inmediata.
Durante el periodo de duelo por la muerte del general Suleimani, Irán no podrá admitir públicamente haber llegado a un acuerdo con Estados Unidos.
Un acuerdo sólo será válido si cuenta con la aprobación de Irak, Líbano, Siria, Turquía y, por supuesto, de Rusia. A pesar de sus maniobras, el Reino Unido no podrá hacerlo fracasar y tendrá que aceptar que salga a la luz en una conferencia regional.
Qassem
Suleimani estaría seguramente orgulloso de su vida si su muerte
permitiera el regreso de la paz
en la región.
[3] "Shock
Wave Generator for Iran’sNuclear Weapons Program:More than a Feasibility Study",
por David Albright y Olli Heinonen, FDD, 7 de mayo de 2019. (PDF -
4.3 Mo).
No hay comentarios:
Publicar un comentario