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09-01-2020
Estados Unidos ha asesinado a una de las
principales personalidades de Irán que estaba visitando oficialmente en misión
diplomática un país amigo. El mensaje del asesinato de Gasem Soleimani es la
persistencia de Washington en el empeño de mantener revuelta la primera región
energética del mundo e impedir cualquier distensión entre Irán y Arabia Saudí.
El general
Gasem Soleimani, uno de los principales hombres de Estado de Irán, fue
asesinado por Estados Unidos el viernes 3 de enero. Su cortejo fue atacado por
drones al salir del aeropuerto de Bagdad en una acción en la que también
murieron otras seis personas, entre ellas uno de los jefes de la mayor milicia
chiíta iraquí, Abu Majdí al-Mujandis. Ya sabíamos que en este mundo las grandes
potencias, y en primer lugar Estados Unidos, practican la sistemática violación
de la legalidad internacional, pero las características y circunstancias de
este asesinato lo convierten en un extraordinario atropello, particularmente
grave y provocador.
Soleimani
había llegado a Bagdad como invitado del gobierno de Irak en lo que su primer
ministro, Adil Abdul Majdí, describió como una “misión diplomática”. El
gobierno de Irak estaba mediando para rebajar la tensión entre Irán y Arabia
Saudí, asunto oficialmente bendecido por la administración de Estados Unidos.
El general portaba una respuesta de Teherán a mensajes previos de los saudíes,
explicó Abdul Majdí ante el parlamento en Bagdad. “Tenía que encontrarme con
Soleimani la mañana que lo mataron, vino para traerme un mensaje de Irán de
respuesta al mensaje que les enviamos de parte de los saudís”.
Estados
Unidos relacionó a Soleimani con un “inminente peligro” de acciones iraníes
contra ciudadanos americanos, pero no hay prueba alguna de que estemos ante un
nuevo caso de “asesinato preventivo”. Fuentes del Pentágono han reconocido la
ausencia de informes sobre ataques inminentes. El general iraní llegó a Bagdad
en un vuelo regular provisto de su pasaporte diplomático. No era un “viaje
conspirativo”. Estados Unidos ha asesinado a una de las principales
personalidades de Irán que estaba visitando oficialmente en misión diplomática
un país amigo. Es como si Irán hubiese asesinado al Secretario de Estado
americano y a uno de los principales generales del Pentágono al salir de un
aeropuerto europeo cuando se dirigían a sostener conversaciones con la
canciller Merkel o el Presidente Macron sobre seguridad europea. Algo inaudito
e inimaginable: una pública y abierta declaración de guerra. Cuando el ministro
de exteriores iraní Javad Zarif ha dicho precisamente eso, Washington le ha
denegado el visado para asistir a la prevista sesión del Consejo de Seguridad
de la ONU donde el ministro iba a denunciar el crimen. La denegación de visado
es otra violación del derecho internacional relativo al estatuto de la ONU.
Soleimani
era un gran estratega que alcanzó tres señaladas victorias en los últimos
diecisiete años: fue uno de los organizadores de la resistencia armada al
ocupante americano en Irak tras la invasión de 2003, jugó un gran papel en la
expulsión del Estado Islámico de Irak y derrotó luego al conglomerado yihadista
en Siria (Estado Islámico, Al Qaeda, Al Nusra, etc.) financiado y sostenido por
la CIA y las monarquías petroleras del Golfo. Fue Soleimani quien en 2015
convenció a Vladimir Putin de la conveniencia de ayudar militarmente al
gobierno de Siria, que ha acabado restableciendo su control del país frustrando
una nueva operación de cambio de régimen que se ha saldado con otra enorme
matanza.
El mensaje
que contiene este asesinato es el de la persistencia de Washington en el empeño
de mantener revuelta la primera región energética del mundo, un pilar del
dólar, e impedir cualquier arreglo pacífico entre Irán y Arabia Saudí.
¿Peligro de
guerra?
Desde el
viernes 3 de enero, todos los comentaristas anunciaban una respuesta iraní a
esta “declaración de guerra” de Trump, o de sus generales, poco importa. Se
olvida que esa guerra es un hecho desde hace muchos años. Históricamente
comenzó con el golpe de estado contra Mossadeq, el primer ministro iraní que
nacionalizó el petróleo, y prosiguió con la reacción a la Revolución Jomeinista
de 1979, que indujo a Occidente a azuzar la sangrienta guerra entre Irak e Irán
de los años ochenta con centenares de miles de muertos. El propio Trump lo ha
recordado al amenazar con destruir 52 objetivos iraníes si Teherán se
atrevía a responder al asesinato de Soleimani, un objetivo por cada uno de los
rehenes que la revolución iraní tomó en la embajada de Estados Unidos en
Teherán en aquella época. El Imperio no olvida. Detalle significativo: en su
respuesta Trump mencionó la posibilidad de destruir entre esos objetivos algunos
“importantes para la cultura iraní”, es decir, algo expresamente prohibido por
las convenciones internacionales de 1954 y 1977 y que colocaría a Washington a
la par con los talibán que destruyeron los Buda de Bamyan y con el Estado
Islámico destruyendo museos en Irak o las ruinas de Palmira en Siria.
La retirada
unilateral de Estados Unidos, en mayo de 2018, del acuerdo nuclear alcanzado
con Irán, así como las sanciones que sufre ese país, los asesinatos de
científicos iraníes y los atentados, sanciones y el bloqueo financiero y
petrolero que asfixia la economía iraní, forman parte de esa guerra. Desde hace
19 meses, la exportación petrolera iraní que en 2017 era de 2,5 millones de
barriles diarios ha caído a unos cuantos centenares de miles como consecuencia
de las sanciones de Trump. Todo eso son motivos sobrados de guerra a los que
Irán ha respondido en la medida de sus reducidas posibilidades. El asesinato
del General Soleimani representa una nueva fase de esa vieja guerra.
Millones de
iraníes han salido a la calle pidiendo venganza por el asesinato del General.
Una movilización popular sin precedentes desde el funeral del Imán Jomeini de
1989. La prometida respuesta no era fácil para Teherán. Por un lado es enorme
la desproporción de fuerzas en presencia. El Pentágono ha destacado bombarderos
estratégicos B-52, de largo alcance y capacidad nuclear, en la base de
Diego García desde donde se puede atacar Irán pero fuera del alcance de los
misiles iraníes. Por otro, hay que satisfacer de forma convincente la
indignación popular. Sea cual sea el desenlace, de momento la solución ha sido
comedida. Teherán tiene armas de precisión e información detallada sobre cómo y
donde hacer daño a las fuerzas americanas en la región, pero el ataque con
misiles de la noche del martes se ha dirigido contra bases militares en Irak
alejadas de Bagdad y de una forma aparentemente pensada para evitar muertes
americanas. La prensa iraní habla de 80 víctimas, lo que podría ser farol.
Y mientras
tanto en Europa…
El domingo 5
de enero, 48 horas después del asesinato en Bagdad, los mandatarios de las tres
principales potencias europeas, Angela Merkel, Emmanuel Macron y Boris Johson,
divulgaron su declaración conjunta. En ella el asesinato de Soleimani ni
siquiera es mencionado. “Hemos denunciado los recientes ataques a las tropas de
la coalición en Irak y estamos profundamente preocupados por el negativo papel
jugado por Irán en la región, especialmente a través de los guardias de la
revolución y de la unidad al-Quds bajo mando del General Soleimani”, señala la
declaración. “Llamamos especialmente a Irán a abstenerse de mas violencia”,
continua. En otras declaraciones personales Johnson le dijo a Trump que
Soleimani “representaba una amenaza a todos nuestros intereses” y que “no lamentamos
su muerte”. Macron expresó su preocupación por el papel desestabilizador de las
fuerzas dirigidas por el general asesinado y el ministro alemán de exteriores
Heiko Maas declaró que el General “había dejado un rastro de devastación y
sangre por Oriente Medio” y que “la Unión Europea tenía buenas razones para
tenerle en su lista de terroristas”. Esta declaración hizo que Teherán
convocara al embajador alemán y le censurara por su apoyo al “ataque terrorista
de Estados Unidos”. Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula
von der Leyen, ha responsabilizado en solitario a Irán de la escalada de
tensiones en Oriente Medio y ha justificado el asesinato como una reacción a
las provocaciones sufridas por los americanos en Irak. Una vez más la “política
exterior europea” queda retratada.
Es en
Alemania, en la base de Ramstein, donde se encuentra el punto de mando y
control de los ataques con drones de las fuerzas de Estados Unidos. Un anónimo
ciudadano alemán ha presentado una denuncia en la localidad de Zweibrücken para
que se elucide si el asesinato se pilotó desde Ramstein. Siendo tal acción una
violación del derecho internacional y del derecho alemán, ha formulado una
denuncia “contra todos los sospechosos de tal crimen en Alemania y Estados Unidos”.
Quienes a estas alturas aún crean en el “estado de derecho” europeo a efectos
internacionales, pueden agarrarse a ese simbólico gesto sin el menor futuro.
(Publicado
en Ctxt)
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