Ilya Prigogine
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El premio Nobel belga Ilya Prigogine nos ofrece
una sorprendente síntesis de las ideas de orden y caos, azar y necesidad, y de
cómo se relacionan con la causación.
El doctor Ilya Prigogine y sus colaboradores de la
Universidad Libre de Bruselas y de la Universidad de Texas, en Austin, han
asestado un duro golpe a las presunciones de la Segunda Ola al mostrar cómo
estructuras químicas y de otro tipo pasan a estadios más elevados de
diferenciación y complejidad mediante una combinación de azar y necesidad. Fue
por esto por lo que se le concedió a Prigogine el Premio Nobel
Nacido en Moscú, llevado de niño a Bélgica y
fascinado desde su juventud por los problemas del tiempo, Prigogine se sintió
desconcertado por una aparente contradicción. Estaba, por una parte, la
creencia del físico en la entropía, según la cual el Universo camina a la
destrucción y que todas las pautas organizadas deben acabar desapareciendo. Por
otra, estaba el reconocimiento del biólogo de que la vida misma es organización
y de que continuamente estamos creando organizaciones cada vez más elevadas y
complejas. La entropía apuntaba en una dirección; la evolución en otra.
Esto llevó a Prigogine a preguntar cómo surgen
formas superiores de organización, y a largos años de búsqueda en el campo de
la química y en el de la física para encontrar la respuesta.
Hoy, Prigogine señala que en cualquier sistema
complejo, desde las moléculas de un líquido hasta las neuronas de un cerebro o
el tráfico de una ciudad, las partes del sistema están siempre experimentando
cambios en pequeña escala, están en constante flujo. El interior de cualquier
sistema se halla estremecido de fluctuaciones.
A veces, cuando entra en juego la realimentación
negativa, estas fluctuaciones quedan amortiguadas o suprimidas, y mantenido el
equilibrio del sistema. Pero cuando funciona la realimentación amplificadora o
positiva, algunas de estas fluctuaciones pueden resultar tremendamente
magnificadas..., hasta el punto de verse amenazado el equilibrio de todo el
sistema. Las fluctuaciones que surgen en el entorno exterior pueden actuar en
este momento y ampliar más la creciente vibración..., hasta que el equilibrio
de todo queda destruido y resulta destrozada la estructura existente.
Ya sea a consecuencia de desbocadas fluctuaciones
internas o de fuerzas externas, o de ambas, esta quiebra del viejo equilibrio
no termina muchas veces en caos o destrucción, sino en la creación de una
estructura totalmente nueva en un nivel superior. Esta nueva estructura puede
ser más diferenciada, internamente interactiva y compleja que la antigua, y
necesita más energía y materia (y, quizás, información y otros recursos) para
sostenerse. Refiriéndose principalmente a reacciones físicas y químicas, pero
llamando ocasionalmente la atención sobre fenómenos sociales análogos,
Prigogine denomina a estos sistemas nuevos y más complejos, ¿estructuras disipadoras?
Sugiere que se puede considerar la evolución misma
como un proceso que conduce hacia organismos biológicos y sociales
crecientemente complejos y diversificados a través del nacimiento de nuevas
estructuras disipadoras de orden superior. Así, Prigogine, cuyas ideas tienen
resonancias políticas y filosóficas, además de un significado puramente
científico, desarrollamos ¿orden a partir de la fluctuación? o, como expresa el
título de una de sus conferencias, ¿orden a partir del caos?
Pero esta evolución no puede planearse o
predeterminarse de un modo mecanicista. Hasta la formulación de la teoría de
los cuantos, muchos destacados pensadores de la Segunda Ola creían que el azar
desempeñaba un escaso o nulo papel en el cambio. Las condiciones iniciales de
un proceso predeterminaban su resultado. Hoy, en la física subatómica, por
ejemplo, está generalizada la opinión de que el azar es lo que domina en el
cambio. En los últimos años, muchos científicos, como Jacques Monod en
Biología, Walter Buckley en Sociología, o Maruyama en Epistemología y
Cibernética, han empezado a fusionar estos opuestos.
La obra de Prigogine no sólo combina el azar y la
necesidad, sino que especifica realmente sus mutuas relaciones. En resumen,
sugiere que en el preciso momento en que una estructura ¿salta? a un nuevo
estado de complejidad, es imposible, en la práctica e incluso en el terreno de
los principios, predecir cuál de muchas formas va a adoptar (1). Pero, una vez
elegido un camino, una vez que ha nacido la nueva estructura, vuelve a dominar
el determinismo.
En un sugestivo ejemplo, Prigogine describe cómo
crean las termitas sus altamente estructuradas madrigueras a partir de una
actividad aparentemente desprovista de toda estructuración. Empiezan moviéndose
en una superficie de forma casual, desorganizada, deteniéndose acá y allá para
depositar sus secreciones. Estos depósitos quedan distribuidos al azar, pero la
sustancia contiene un atrayente químico que impele a otras termitas a acudir.
De esta manera, las secreciones comienzan a
acumularse en unos cuantos lugares y van formando gradualmente una columna o
una pared, Si estas construcciones están aisladas, el trabajo se detiene. Pero
si están próximas una de otra, resulta un arco, que se convierte luego en la
base de una compleja arquitectura de la madriguera. Lo que empieza con una
actividad casual acaba por convertirse en estructuras sumamente refinadas y
organizadas. Vemos ¿como dice Prigogine? ¿la espontanea formación de
estructuras coherentes?. El orden surgido del caos.
Todo esto ataca a la vieja causalidad. Prigogine
lo resume del modo siguiente: ¿Las leyes de la estricta causalidad se nos
aparecen hoy como situaciones limitativas, aplicables a cosas altamente
idealizados, casi como caricaturas de la descripción del cambio... La ciencia
de la complejidad... conduce a una concepción completamente diferente?
En lugar de permanecer apresados en un universo
cerrado que funciona como un reloj mecánico, nos encontramos en un sistema
mucho más flexible en el que ¿como dice Prigogine? ?siempre existe la
posibilidad de que alguna inestabilidad conduzca a algún nuevo mecanismo.
Tenemos realmente un ¿universo abierto?
(1) Presumiblemente, esto es válido para el paso
de la civilización de la Segunda Ola a la de la Tercera Ola, así como para las
reaccionen químicas.
La superideología de la civilización de la Segunda
Ola que ahora se está desmoronando quedó reflejada en la forma en que el
industrialismo organizó al mundo. La imagen de una Naturaleza basada en
partículas discontinuas plasmó en la idea de naciones-Estado soberanas y
discontinuas. Hoy, al compás que cambia nuestra imagen de la Naturaleza y la
materia se está transformando también la nación-Estado, lo cual constituye un
nuevo paso en el camino hacia una civilización de la Tercera Ola.
(Editado del libro de Alvin y Heidi Toffler, La
Tercera Ola)
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