Alumnos esperando para ir a la
escuelita. (María Verza)
- 1.700 personas llegaron a Chiapas para participar en el curso “La
libertad según l@s zapatistas” y convivir con las bases del movimiento, el
mayor ejercicio de divulgación y apertura del EZLN desde su alzamiento hace 20
años y la demostración de que la frase ‘otro mundo es posible’ puede hacerse
realidad si hay organización, trabajo, dignidad, constancia y una verdadera
democracia.
María Verza · (San Cristóbal de las
Casas) - 26.08.2013
LECCIONES ZAPATISTAS
“Cuidado aquí compañero”. El votán (guardián) de
Víctor Cabrera le va avisando por donde pisar. “No me deja ni para ir al baño
en mitad de la noche”, comenta Víctor, un hombre entrado en la cincuentena y
defensor de derechos humanos de la Comarca Lagunera, una de las zonas más
violentas del norte de México. Son las 5 de la mañana en las montañas y la
selva de Chiapas y los integrantes de la primera Escuelita zapatista “La
libertad según l@s zapatistas” (desarrollada del 11 al 18 de agosto) empiezan a
trabajar. Son 1.700 alumnos (jóvenes, niños, adultos, mexicanos, extranjeros,
indígenas, académicos, hombres, mujeres -incluso algún transgénero- todos
integrantes de organizaciones sociales) que participan en el mayor ejercicio de
divulgación y apertura del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) desde su
alzamiento, hace casi 20 años.
Los alumnos están repartidos por los cinco caracoles que
existen (un caracol agrupa varios municipios y cada municipio
varias comunidades), las entidades de gestión y autogobierno zapatista que
acaban de cumplir este agosto una década de funcionamiento al margen del Estado
Mexicano. A Víctor le ha tocado el de Morelia, igual que a Juan
Luis, un madrileño de la Plataforma de Solidaridad con Chiapas. Machete en mano
y con poca destreza, reconoce el español, se dirige a un cafetal en una finca
recuperada. “Antes del alzamiento, los finqueros no permitían el paso a los
indígenas pero las bases zapatistas se organizaron para poblar la zona”. Juan
Luis repite lo que le ha contado su votán, su sombra durante las 24
horas del día y uno de los muchos jóvenes que apenas habían nacido cuando el
EZLN saltó a las portadas del mundo entero aquel 1 de enero de 1994. Pero eso
poco importa. “Son la segunda generación de zapatistas y ya tienen una
identidad propia basada en unos valores de colectivismo, solidaridad e igualdad
impresionantes”, añade Juan Luis. Los votanes, además, son traductores de español,
la lengua franca del EZLN para que mames, tzeltales, tzotziles, tojolabales,
choles… puedan entenderse entre sí y, ahora, con los forasteros.
La disciplina y la organización es lo primero que sorprende a los
alumnos. “Cuando pregunté a nuestra votán, de 16 años, porqué no descansaba un
poco, no me dijo ‘no puedo’ o ‘no quiero’ dijo ‘no debo’”, cuenta Ninett
Torres, que llegó a la Escuelita procedente del DF junto a su
hijo Paul, de 10 años.
Todo está pensado al detalle. Nada más levantarse unos hacen tortillas,
otros preparan el fuego, luego todos se van al campo para recoger maíz o
frijol, cortar hierba, atender al ganado o trabajar en las plantaciones de
café, la principal fuente de ingresos de los zapatistas a través de las
exportaciones que hacen a través de ONG o las ventas a los coyotes (los
que cruzan ilegalmente a los migrantes), las únicas vías para no entrar en el
sistema oficial.
Tras compartir un pozol (caldo típico a base de maíz) queda tiempo para
ver de primera mano como funcionan las escuelas (que en algunos caracoles llegan
hasta secundaria); las clínicas; un proyecto de la panadería; los invernaderos;
o una zapatería que te hace unas botas en dos días.
“Me ha llamado la atención la agroecología”,
dice Manuel Valdivia, instalado en el caracol de Oventic.
“Todos los productos son orgánicos, hacen abonos, pesticidas e incluso cultivan
microorganismos. Y en salud es impresionante se combina la medicina
tradicional, con la moderna y sobre todo la preventiva”. Pese a la falta de
dinero y a que siempre necesitan más medicinas, tienen 40 microclínicas y un
hospital donde ya hay gente capacitada hasta para hacer cirugías de primer
nivel aunque sigan llegando médicos de apoyo de zonas no zapatistas.
DEMOCRACIA REAL
Por la tarde es la hora del estudio. Sentados junto a los votanes y
los maestros, los alumnos leen y comentan los libros (cuidadosamente editados)
que se les distribuyeron el primer día junto a unos DVDs . Mientras, en la
Universidad de la Tierra, en San Cristóbal de las Casas, otros compañeros
explican al mundo lo mismo, mediante videoconferencias retransmitidas por
internet. “La vida nos fue enseñando a construir nuestra autonomía, nadie nos
dijo cómo organizarnos pero creamos una democracia real, desde abajo que no se
ejerce cada 4 o 6 años sino a diario, en la que el pueblo elige a un gobierno
que manda obedeciendo y si lo hace mal, lo saca”.
Organizados de forma asamblearia y rotativa
(todo el mundo pasa por todos los puestos alguna vez) los integrantes de las
Juntas del Buen Gobierno (JBG), la instancia máxima de cada caracol,
aprovecharon los días previos a la Escuelita para rendir sus
cuentas semestrales, unos informes que para alguien que llegue de fuera pueden
resultar tediosos por lo detallados pero que demuestran el minucioso control
que tienen las JBG de toda su administración. Así, llueva, truene o aplaste el
sol, la comunidad escucha los resultados de su sistema de créditos y cuándo
debe o ha pagado cada persona; se entera de en qué ocasiones ha tenido que
actuar la comisión de justicia y porqué; de los beneficios de la última cosecha
de café; sabe cuánto se ha gastado en compra de medicinas, en un ordenador para
la escuela o en arreglar uno de los camiones. Porque aunque cada familia puede
tener sus pequeños cultivos personales, lo que prima son los proyectos
colectivos, cuyos beneficios se reparten equitativamente entre todos.
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