Con esta pregunta, el columnista del diario La República Antonio Zapata empieza un análisis de la derrota de Tierra y Dignidad en las reciente elecciones municipales en Lima. Su artículo esboza las causas y termina proponiendo una política de acción para revertir ese resultado. La línea es hacer un “llamamiento a una coalición amplia, de la izquierda al centro”.
Para que no quede dudas sobre lo que llama “centro” en su artículo insiste reiteradamente en colocar al Partido Humanista de Jehude Simons en tal definición. No se trata de mirar el pasado argumenta Zapata, sino de mirar hacia adelante.
El mensaje es claro. La izquierda, agrupada en el Frente Amplio se entiende, debe ir a la búsqueda del centro. Se habla del Partido Humanista, pero también de Acción Popular, Solidaridad Nacional y hasta de Perú Posible.
Encumbrados dirigentes del FA como Salomón Lerner, han declarado en el mismo sentido: hay que ir al centro. No es casual que al mismo tiempo que se abren a nuevos entendimientos con sectores de la derecha neoliberal seudo democrática, marcan distancian de Gregorio Santos y el MAS. La explicación es simple. Para ser aceptados por el club de neoliberales definidos como “centro” hay que apartar a los “radicales anti mineros”. Por eso no extraño que al acto de desagravio a Goyo convocado por el MAS para responder a los ataques del gobierno no haya asistido uno solo de los partidos o dirigentes del Frente Amplio.
¿De que “unidad” hablan entonces? Por supuesto no es la unidad del pueblo y sus organizaciones lo que les interesa a la cúpula del FA sino la unidad con quienes les puedan prestar algunos votos para asegurar sus puestos en el próximo Congreso. Porque de eso se trata, de ganar algunas curules, nada más, ya que hace tiempo esa izquierda abandonó la lucha por el poder. Por eso elaboraron la “hoja de ruta” con la que Ollanta Humala se entregó a la derecha.
Ese giro que sugiere Zapata no es nuevo como se ve, ya ha sido aplicado antes de la segunda vuelta por el propio Ollanta con el auspicio de “Ciudadanos por el cambio” la corriente de Salomón Lerner, ex premier de Ollanta Humala y ahora hombre fuerte del Frente Amplio.
Es más, no ha sido necesario esperar a Fabre, ya en julio, cuando la protesta social contra la repartija puso al gobierno contra las cuerdas, el Frente Amplio se prestó al diálogo auspiciado por el premier Jiménez y cuyo único efecto práctico fue sacar al gobierno del fuego. Ahora no solo siguen en el dialogo versión II con el nuevo premier que tiene tanto peso como el de una mosca, sino que se han sumado a la Unidad Nacional que propicia el gobierno en torno al reclamo de delimitación marítima con Chile que se ventila en La Haya.
No importa que el gobierno en este tema haya seguido la misma política de “cuerdas separadas” del ex presidente García para justificar la apertura sin fronteras de nuestra economía a los capitales chilenos mientras se ventila la controversia de límites. Pronto se olvidó Ollanta de la propuesta nacionalista de defender nuestra soberanía económica del expansionismo chileno y de revisar el TLC con Chile que suscribió el gobierno del APRA sin que se haya discutido en el Congreso como corresponde por ser un tratado entre estados.
El gobierno de Humala es incapaz de asumir una postura digna y soberana ante el estado chileno. Con su prédica optimista ha dejado de tomar medidas de cautela y ha seguido animando una actitud de “aquí no pasa nada”. De ahí que los empresarios de la CONFIEP reunidos en Santiago con sus pares, no tuvieron rubor alguno en declarar que el gas del sur peruano debía ser vendido a Chile.
Así estamos, y en ese escenario el rol del Frente Amplio no puede ser más pérfido pues en nombre de la izquierda y de la gran transformación consuman una nueva capitulación de dimensiones históricas. Hablar de su postura de apoyo al proyecto de Ley universitaria impulsada por el congresista Mora de Perú posible, solo es agregar más de lo mismo. El Frente Amplio está jugado a sostener y apoyar al gobierno aún contra los intereses del país del país y de las grandes mayorías.
La última jugada es asustar con el golpe que estaría tramando el aprismo cuando el escándalo de López Meneses pone en evidencia que el único interesado en una salida de esa naturaleza es el propio gobierno.
Así pues tenemos que esa izquierda por la que llora Zapata, hace tiempo que abandonó su lugar junto al pueblo para pasar a convertirse en la izquierda que necesita la derecha.
Tito Prado
FRENTE PATRIOTICO
(Perú Para los Peruanos - Movimiento por la Gran Transformación)
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