Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez
Jueves, 6 de noviembre de 2014
Pequeña digresión. Veo a IU desorientada. Se
comporta con debilidad. Corre el riesgo de diluirse y de perder la identidad.
No entiendo por qué sus dirigentes permiten que Podemos le
gane terreno en todos los ámbitos. Su núcleo dirigente, el PCE, está perdiendo
reflejos. No es que sus dirigentes estén aburguesados, sino que no tienen
conciencia de que también han de luchar por la izquierda y no solo por la
derecha. Hay que decirlo claro: Podemos le está restando
militancia y base social a IU. Históricamente los partidos comunistas no solo
han luchado contra el oportunismo de derecha sino también contra el oportunismo
de izquierda, no solo contra el socialismo burgués sino también contra el
socialismo pequeño burgués. IU tiene que librar una batalla ideológica contra Podemos porque
le está quitando su base electoral. Sus dirigentes deben ser más valientes. IU
corre el riesgo de transformarse en un símbolo. Sería un error mayúsculo que se
diluyeran en Ganemos.Deben evaluar también lo que puede significar
que Tania Sánchez se convierta en la líder de IU en Madrid. Hay un claro
conflicto de intereses entre su vida personal y el futuro de IU. En ocasiones
imita en exceso el lenguaje de Podemos. Resulta indignante que
llame “gente” a los ciudadanos. Ella no tiene derecho a llamarme “gente”,
puesto que es un nombre indeterminado, debe llamarme ciudadano, puesto que yo
soy sujeto de derecho. Me enfada ese coqueteo con la sociología vulgar. Los
comerciantes no llaman “gentes” a los compradores de sus productos sino “clientes”.
Al igual que hay economía vulgar, también hay sociología vulgar. La
participación regular en los programas de La Sexta, y ahora en Telecinco, de
miembros de Podemos, de IU y del PSOE vulgariza la ideología de izquierda. Los
conductores de esos programas buscan el espectáculo y ganar en audiencia. Es
más: La Sexta y Cuatro se comportan como si Podemos fueran
una marca suya. Personajes como Miguel Ángel Revilla y Sor Lucía hacen que el
populismo y el pensamiento reaccionario ganen fuerza. Es muy fácil criticar a
los políticos. Parece un derecho. Resulta de una cobardía infinita que esos
mismos voceros sean incapaces de criticar con regularidad los ingresos de
Cristiano Ronaldo, Messi y Nadal, por poner los ejemplos más visibles. Eso tal
vez restaría votos o restaría imagen. Por eso afirmo que forma parte del
pensamiento reaccionario situar la contradicción principal entre el gobierno y
el pueblo y no entre el capital y el trabajo.
Vayamos ahora al tema que nos ocupa. Hay un
esfuerzo teórico por parte de algunos profesores universitarios de hacer
compatible el pseudoconcepto de casta con los conceptos de clase propios de la
tradición marxista. Pero son poco rigurosos. De hecho han creado unos nombres
compuestos cuyos significados son en parte indescifrables y en parte amañados y
forzados. Los verdaderos conceptos, a diferencia de los significados generales
o conceptos generales que podemos encontrar en los diccionarios, forman parte
de constructos teóricos. Y el pseudoconcepto de casta no forma parte de ningún
constructo teórico. Les enumero las diversas expresiones nominales de las que
hacen uso dichos profesores con la pretensión de categorizar las clases
sociales y sectores de ellas: “élites dominantes”, “élites dirigentes”, “élites
gobernantes y financieras”, y “minoría oligárquica”. Todas las
supuestas clases y capas sociales denominadas con esas expresiones son sobre
nombradas como casta. Estas expresiones nominales pretenden hacerlas
compatibles con las categorías propias de la tradición marxista: clase
dominante, clase dominada y oligarquía. También se habla de las clases
populares como las clases opuestas a las clases dominantes. Y a su vez por
superposición se habla de “casta política” y “casta económica financiera”. Como
puede observarse aquí hay puro desorden. Se quiere mantener a la fuerza el
papel del pseudoconcepto casta, pero para ello se incurre en la arbitrariedad
conceptual y se crean nombres de conceptos cuyo contenido no saben precisar.
Son sobrenombres, son nombres de otros nombres, son pura chapuza teórica. Todo
esto no tiene más que un nombre: sociología vulgar y ordinaria. Tendrá su
rentabilidad política. Se atraerá fácilmente a ciertos votantes. Pero es
oportunismo. Y el oportunismo es corrupción ideológica.
Las élites. Son grupos minoritarios de personas que
tienen un status superior al resto de las personas con las que comparten una
actividad o posición. Hay élites entre los futbolistas, tenistas, nadadores y
deportistas en general. También hay élites entre los profesores, científicos,
cantantes, pintores y artistas en general. E igualmente hay élites entre los
periodistas y los políticos. En la actualidad Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y
Juan Carlos Monederos forman parte de la élite política. Participan de una
posición, de un status y de unas posibilidades de actuación de las que no
participa la mayoría de las personas que se dedica a la política. Élite no es
un concepto de clase. No se emplea para caracterizar a un grupo social en
función de su propiedad sobre los medios para la producción de la riqueza.
Tampoco es un concepto que debe emplearse para indicar la posición de los
grupos sociales en los procesos de transformación. Así que no tiene sentido
hablar de “élites dirigentes”. Tampoco tiene sentido hablar de “élites políticas”
en el sentido de “casta”, justamente por lo que dije antes, porque los propios
dirigentes de Podemos pertenecen en la actualidad a la élite política. Solo su
participación en los programas de La Sexta así lo confirman, pero también lo
confirman su participación en el parlamento de la UE. Cuando hablamos de
dirigentes hablamos de las personas que están al frente de una empresa, de un
partido político, de una asociación de vecinos, de una asociación deportiva y
muchas más agrupaciones. Y algunos de esos dirigente pueden constituir una
élite o no. Lo cierto es que los conceptos de élite y de dirigente abarcan
actividades y sectores sociales tan diversos que carecen de la unidad que
pretenden darle al agruparlas bajo el sobrenombre de casta. Por eso insisto que
hablar de élites dirigentes, élites políticas y élites financieras no solo son
nombres compuestos a los que les falta contenido conceptual sino que además al
sobre nombrarlos como casta solo se desarrolla una sociología vulgar. La
sociología vulgar solo se mueve en el campo de las sensaciones y de las
apariencias, sirviendo como respiradero de los sentimientos de sufrimiento y
opresión, pero permanece muy alejada del campo de las esencias y de los
conceptos. Se apoya en lo pasajero y abandona lo permanente.
Clases dominantes. En las sociedades capitalistas
se llaman clases dominantes a todas las clases capitalistas, independientemente
de la actividad a la que se dedican y del peso económico que tengan en la
sociedad. Así los banqueros, industriales y comerciantes son las clases
dominantes en las sociedades capitalistas. Del mismo modo los grandes
capitalistas, los medianos capitalistas y los pequeños capitalistas forman
parte de las clases dominantes. E igualmente pertenecen a la clase dominante
muchos profesionales que perciben ingresos a partir de cuarenta o cincuenta
veces más que el salario mínimo. Las contradicciones interclasistas, como las
que se producen entre los pequeños capitalistas y los grandes o entre los
banqueros y los industriales, no reducen para nada el carácter dominante de
esas clases y la unidad de dominio de las mismas frente al resto de las clases
sociales. Otra cosa es que miembros aislados de las clases dominantes adopten
en algunas ocasiones la posición de las clases dominadas. Es un error oponer la
clase dominante a las clases populares. Dentro de las clases populares, al
menos en la tradición marxista, se suele incluir clases dominantes, como por
ejemplo los pequeños capitalistas, o capas dominantes como los intelectuales de
las clases dominantes. Lo que es evidente es que el término “casta” no aporta
nada en sentido teórico a la identificación y visualización de las clases
dominantes o de las capas dirigentes de esa clase dominante. Otra cosa es que
tenga utilidad electoral y el oportunismo de izquierda en el que incurre Podemos se
considere legítimo.
Oligarquía. En la ideología de Podemos se
opone el concepto de oligarquía al concepto de democracia. Esta es una forma de
pensar propio de Aristóteles y, por consiguiente, propio de la época de las
sociedades esclavistas. Según dice Aristóteles en su obra La Política,
al gobierno de la minoría se le llama aristocracia; y a la desviación de la
aristocracia se le llama oligarquía. Aplicar esos conceptos o los contenidos de
esos conceptos en las sociedades modernas es un profundo error teórico. En ese
tiempo los que gobernaban eran los más grandes esclavistas que existían. No
sucede así en la actualidad: quienes nos gobiernan, por ejemplo Mariano Rajoy,
no es un gran capitalista. Hay que diferenciar con rigor a la clase social en
su sentido práctico de sus representantes políticos e ideológicos. También
Aristóteles llama oligarquía a cuando el poder está en manos de los
ricos. Pero en ese entonces no había la diferencia que existe en la
actualidad entre el poder político y el poder económico. Las clases o las
fracciones de clase que controlan el poder económico no tienen por qué tener el
poder político en persona para que dicho poder político esté a su merced. Hace
siglos que en las sociedades capitalistas el poder político está a merced del
poder económico. La deuda pública es la expresión de esa absoluta dependencia.
Los marxistas le han dado al concepto de oligarquía
preferentemente un contenido económico. Dicho concepto se encuadra en la época
del capitalismo monopolista, o lo que es lo mismo, en la época del predominio
de las grandes empresas. La globalización ha fortalecido y desarrollado a la
oligarquía. Son minorías que tienen el poder sobre todas las cosas habidas y
por haber: industria, comercio, finanzas, alimentación, deporte y comunicación.
Resulta gracioso que perteneciendo los propietarios principales de La Sexta y
Cuatro a la oligarquía en el ámbito de los medios de comunicación, los
representantes teóricos de Podemos hablen del gobierno del PP
o del PSOE como una oligarquía. Se equivocan de blanco. El
oportunismo de izquierda les puede y no les importa hacer uso de la sociología
vulgar con tal de ganar votos. Para Podemos el fin justifica
toda clase de medios.
Clase dirigente. Pensemos en la revolución
soviética dirigida por el partido bolchevique y en la revolución de nueva
democracia dirigida por el Partido Comunista de China. En ambas revoluciones la
clase trabajadora era muy minoritaria, sin embargo, fue su clase dirigente.
Pero todo eso fue posible, que una clase minoritaria dirigiera dichos procesos
revolucionarios, por la existencia de poderosos, centralizados y disciplinados
partidos comunistas. En ambas revoluciones la clase mayoritaria fue la clase campesina
o clase pequeñoburguesa. No sé qué sentido tiene hablar de élite dirigente y
reconocerla como casta. En primer lugar, en la Unión Europea no se está
llevando a cabo ningún proceso revolucionario ni ningún proceso social que
permita hablar de una clase dirigente. No hay necesidad tampoco hablar de
élites dirigentes puesto que las élites no están dirigiendo nada. El sistema
capitalista instaurado en la UE permite que un sinfín de élites gane muchísimo
dinero en concepto de ingresos de capital sin necesidad de desempeñar a nivel
político ningún papel dirigente.
Creo haber demostrado que la sociología que
pretende darle al pseudoconcepto de casta un espacio en los conceptos de clase
de tradición marxista es una maniobra oportunista. El empeño en el uso de ese
pseudoconcepto solo se explica por su rentabilidad electoral; y dicha
rentabilidad electoral se pone por encima del interés científico. Es sociología
vulgar. Es falso, es una mentira, querer presentar la contradicción entre
gobernantes y pueblo como la contradicción principal en las sociedades de la
UE. La propia crisis puso de manifiesto que la contradicción fundamental
sigue siendo la existente entre capital y trabajo. Les pongo un sencillo
ejemplo. Conozco a unos cuantos matrimonios que tienen un restaurante en
propiedad y tienen contratada entre cinco y seis personas. Ellos, los dueños,
trabajan entre doce y catorce horas diarias y libran una vez al mes. Entre
ambos ganan de forma muy apurada 4.000 euros. Se explotan a sí mismo al igual
que a las personas que tienen contratadas. ¿Quiénes se quedan entonces
con el plusvalor generado? Dos parasitarios capitalistas: el dueño
del local y el dueño del dinero prestado. Así que por mucho que quieran los
teóricos de Podemos, por mucho que pretendan inaugurar una nueva
sociología política, la contradicción principal y básica de
las sociedades de la UE sigue siendo la existente entre capital y trabajo. Lo
que sucede es que los accidentes de la sociedad capitalista, y la corrupción
política es uno de ellos, crean la posibilidad de convertir en blancos de las
críticas a quienes participan de contradicciones secundarias. Sin duda que hay
personas que se enriquecen de forma corrupta, pero la mayoría de los miembros
de las clases capitalistas se enriquecen en el más estricto cumplimiento de la
ley. Los accidentes cubren la sustancia capitalista del sistema. Pero con
Cuatro y La Sexta importa más la crítica desenfrenada y vulgar contra los
accidentes, donde Sor Lucía está a la cabeza, que la conceptualización de la sustancia
capitalista. Algunos decían a tenor de la crisis desatada en 2008 que Marx
seguía vivo, pero la economía y sociología vulgares lo están enterrando de
nuevo.
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