09 de febrero de 2015
Estimado José Rejas:
Coincido contigo, el tema planteado es "una
reflexión muy importante".
Coincido en que el nombre, siendo importante,
en estos momentos es lo de menos.
Lo más importante es el programa, la
unidad del pueblo en torno a un programa reivindicativo, un programa táctico; y
la unidad de la vanguardia en torno a un programa estratégico.
En nuestro caso, por un lado deberíamos
reafirmarnos en la propuesta de programa estratégico que nos planteara
José Carlos Mariátegui; y por otro lado precisar los aspectos centrales
del programa táctico, del programa reivindicativo acorde con las
actuales condiciones del desarrollo de la lucha de clases en el país.
Este último, el programa reivindicativo, hay
que definirlo lo más antes posible, mientras que para la reafirmación del
programa estratégico, tenemos más tiempo por delante.
Recomiendo revisar el artículo de José Carlos
Mariátegui titulado "La reorganización de los grupos políticos" publicado
el 6 de julio de 1918 en la revista Nuestra Epoca N° 2.
En ese artículo Mariátegui expone la siguiente
tesis, que yo la considero fundamental:
"Los partidos no son eternos. Responden
a una necesidad o una aspiración transitorias como todas las necesidades y
aspiraciones. Una vez que desaparece el motivo de su existencia desaparece su
fuerza.(...)
Si esta ley rige para todos los partidos del mundo
tiene que regir con mayor motivo para los partidos peruanos. Los partidos
peruanos han tenido su origen en necesidades o aspiraciones muy fugaces. Su
nacimiento ha sido incidental. Un hombre popular ha bastado para construir un
partido. (...) Más que traza de partidos han tenido generalmente traza de clubs
electorales con bandera transitoria y versatil"
Saludos
Miguel Ángel Aragón
Importante reflexión que hay
urgentemente que hacer para definir lo antes.
PP
El Domingo 8 de febrero de 2015 13:12,
Foro-Red Paulo Freire Latinoamericano-Perú <peruforopaulofreire@yahoo.es> escribió:
TEMA: LOS PARTIDOS POLÍTICOS.
¿Qué son los partidos o que han llegado
a ser? ¿Son necesarios o no? ¿Milito o no milito? ¿Partidos abiertos o partidos
cerrados? ¿Cuáles son sus fines, organización vertical o democrática, práxis y
programas. ¿Los tienen? ¿Por qué? Ventajas y desventajas. Necesidad y límites
de una militancia ciudadana sin partidos. El poder de los medios controlados
por poderes económicos absolutamente ideologizados y sectarios.
¿Hay mayor compromiso y responsabilidad
o mayor comodidad en la participación en partidos políticos? ¿Existe
neutralidad ideológica posible en cualquier forma de participación individual o
colectiva? ¿Qué piensas? ¿Cuál es tu caso personal?
Aportes de Alberto Adrianzen para el
análisis.
josé.
El nombre ¿es lo de menos?
Alberto Adrianzén M.
Parlamentario Andino
El lingüista español José Antonio
Millán escribió hace unos días en El País (03/02/15) un artículo titulado “El
nombre del partido”. Millán sostiene que “Da la impresión que las denominaciones sólidas de los partidos
políticos del pasado están perdiendo fuerza, junto con el desdibujamiento de
las ideologías que los sustentaban”. Para él “Están lejos los tiempos en que
podía existir un Partido Comunista Marxista-Leninista Pensamiento Mao Tse
Tung”.
Un buen ejemplo de ello es el partido u
organización española Podemos. En realidad la palabra podemos, por sí sola,
significa la voluntad de hacer posible algo. Y aunque la pregunta podría ser
qué puede hacer Podemos, queda claro que los partidos u organizaciones políticas —hoy incluso los llaman “el
instrumento”, como en Bolivia— rehúyen definirse a partir del nombre, como
señala Millán.
La gran mayoría de ellos ya no convocan
a sus potenciales o posibles militantes a compartir una ideología como se puede
desprender del ya nombrado y famoso partido Marxista-Leninista Pensamiento Mao Tse
Tung, sino a una acción o a un quehacer; o a la defensa de algo superior donde
caben diversas ideologías; o a formas de agrupación que poco tienen que ver con
ideologías y sí, más bien, con militancias ciudadanas o vecinales.
Y aunque en América Latina existen
partidos que convocan a compartir una ideología o a la identificación con una
clase —el Partido Socialista de Chile, el Partido de los Trabajadores de Brasil o el
Partido de la Revolución Democrática de México—, o que se sienten parte de una
vieja tradición política —el Partido Liberal y el Conservador en Colombia o el
Blanco y el Colorado en Uruguay—; hay otros partidos que no están, como se
dice, en esa onda o camino.
Un buen ejemplo es el movimiento de
Rafael Correa llamado Alianza País y que lleva como una especie de subtítulo
Patria Altiva y Soberana. También se puede citar el Frente por la Victoria en
Argentina o el Polo Democrático en Colombia.
Sin embargo, tengo la impresión que es
en el Perú donde hay mayor proliferación de estos partidos o movimientos que
rehúyen identificarse con una ideología o con una clase social. Con la
excepción de los viejos partidos como la Alianza Popular Revolucionaria Americana
(APRA), Acción Popular (AP), el Partido Popular Cristiano (PPC) o los viejos
partidos de la izquierda como los comunistas o socialistas, es claro que las
nuevas organizaciones políticas no siguen este canon, especialmente después del
año 1990.
El fujimorismo es el mejor ejemplo. Se
inició con Cambio 90 y luego lo ha variado en ocho oportunidades: Cambio 95,
Nueva Mayoría, Vamos Vecino, Sí Cumple, Perú 2000, Alianza para el Futuro,
Fuerza 2011 y, el último, Fuerza Popular. También podemos citar a otros como
Obras, Unión por el Perú (UPP), Somos Perú, a Alianza para el Progreso de César
Acuña, al Partido Orden del expepecista Antero Flores Araoz. Y en las regiones
encontramos Tumbes Bello, Arequipa Tradición y Futuro, Sentimiento Amazonense,
Junín Sostenible por su Gente, etc.
Se puede argumentar que Somos Perú o
Alianza para el Progreso intentan representar a todos los peruanos más allá de
ideologías o de clases sociales, o también a la idea de un progreso que no hace
distinciones, pero estas definiciones son tan imprecisas como los nombres de
las anteriormente mencionadas.
Por otro lado, podemos decir que el
carácter gaseoso de estas organizaciones esconden que la mayoría de ellas o
pertenecen o están ligadas a familias (Fujimori, Andrade) o tienen “dueño”
(Acuña) y que, por lo tanto, es discutible su definición como el nombre del
partido. Y si bien ello es real, la pregunta inmediata es ¿por qué huyen de las
ideologías o de representar a clases o grupos sociales?
Las razones de esta situación, que ya
tiene tiempo en el país, son varias, como lo han demostrado diversos estudios.
Las crisis de las llamadas grandes
ideologías, el advenimiento de lo que muchos llaman la postpolítica, donde
interesan más la audiencias que los sectores sociales; las normas electorales
confusas que promueven la proliferación de listas y movimientos, acompañadas de
un escaso control o fiscalización de estos “partidos” o tendencias; la ausencia
de un sistema de partidos políticos y existencia de partidos débiles con escaso
enraizamiento nacional; la incapacidad del sistema democrático de canalizar los
conflictos; la alta informalidad política; todo ello configura la crisis de
representación y representatividad en el país que alienta y promueve esta
situación.
Sin embargo, hay tres hechos que nos
podrían ayudar a enriquecer estas reflexiones:
a) la ausencia de una mayoría política
que reordene el país y cree un nuevo escenario político;
b) la pérdida creciente y sostenida de
poder por parte de los políticos y de la política misma por el fortalecimiento
de los poderes fácticos en su control del Estado, y
c) un modelo económico que, más allá
del crecimiento de estos años, profundiza las desigualdades y no crea
certidumbre y menos aún fuentes estables de trabajo, lo que acentúa la
informalidad y la anomía social.
Lo que se tiene, en este marco, es que
al conjunto de agrupaciones no les interesa construir una mayoría política en
el país porque sus objetivos son otros, defender el control del Estado en manos
de intereses particulares o, simplemente, enriquecerse, como vemos en estos
días.
La corrupción es un signo evidente de
un Estado capturado por poderes fácticos que convive funcionalmente con un
sistema político débil e incapaz de controlar y fiscalizar a los actores de la
descomposición de las diferentes instancias de gobierno.
En este contexto, la multiplicación de
partidos y políticos es la demostración que son simples adornos con nombres
distintos, muchos de ellos arbitrarios y hasta folklóricos, de un sistema en el
cual el epicentro de la política y del poder real no está en el juego de estas
minorías políticas.
Por eso plantear la construcción de una
mayoría que sea expresión de una voluntad de cambio es hacer política en serio
y la mejor manera de fortalecer nuestra debilitada democracia.
FORO-RED PAULO FREIRE LATINOAMERICANO
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