La verdad
histórica, que forma cuadros y pueblos para la emancipación, pone en vigencia
la más alta y limpia fraternidad revolucionaria y popular peruana con la actual
revolución bolivariana de Venezuela.
Juan
Bautista fue cuadro y combatiente de la rebelión del Amaru Katari en 1780, en
la que estuvo a cargo de convertir en ayllus los obrajes de Pomacanchi, especie
de primeras fábricas de tejidos, metales, cerámicas, y maderas, centros de
sobre explotación de esclavos, indígenas y artesanos, liberados por la
revolución. También estuvo a cargo de la artillería en Paucartambo. Fue
apresado y sobrevivió a la denominada "caravana de la muerte", vía
crucis inhumano por el que trasladaron los españoles a los insurrectos
sobrevivientes de Cusco a Lima, muy pocos sobrevivieron a la marcha. Juan
Bautista fue encarcelado en España y luego en el enclave español en África.
Los
sucesos revolucionarios en la propia España, que llevaron a la guerra de
resistencia a la invasión francesa de Napoleón y la constitución de las Cortez
democráticas y liberales de Cádiz, terminaron liberando a presos políticos
patriotas independentistas latinoamericanos, entre ellos Juan Bautista. Quien
se traslada a Argentina, bastión revolucionario independentista, se discute si
en 1813 o 1823. El gobierno revolucionario argentino reconoce su lucha de
liberación y le otorga una pensión del estado. Allí escribe y publica su libro
"El dilatado cautiverio bajo el gobierno español de Juan Bautista Túpac
Amaru, 5º nieto del último emperador del Perú", que San Martín, durante la
guerra de independencia, abogaba por reimprimir masivamente.
En el
congreso revolucionario de Tucumán, en 1816, el primero en declarar formal y
explícitamente la independencia, la corriente revolucionaria montonera de
Miguel Güemes y Juana Azurduy, junto a la corriente revolucionaria
continentalista de Belgrano y San Martín, proponen la creación del
"Incanato Constitucional Unido de Sudamerica", con un congreso continental
suramericano y un inca, que la mayoría de historiadores piensa que sería Juan
Bautista. La propuesta fue aprobada por el congreso pero saboteada por la
oligarquía racista bonaerense.
Actualmente,
en la Municipalidad del Cusco en Perú, se encuentra un monolito recordatorio de
este último cuadro y combatiente tupacamarista de 1780, que conserva tierra del
cementerio de La Recoleta de Buenos Aires, Argentina, donde están enterrados
sus restos.
En 1825,
desde Argentina, el veterano combatiente, escribe a Simón Bolívar, una carta
que constituye un documento político de excepción respecto de la identidad de
ambas luchas y proyectos, el Amaru y Bolívar, dos de los arquitectos de la
unidad continental, de los enemigos declarados de las dominaciones coloniales y
oligárquicas, de los precursores profetas antiesclavistas, cuando las
"civilizadas" Europa y Estados Unidos se rebajaban todavía por
décadas al crimen del comercio de seres humanos.
Pero
además, es un sólido testimonio de la mejor verdad y memoria histórica que
vence cualquier pretensión de separar la auténtica lucha emancipatoria peruana
de la venezolana. Dejamos aquí fragmentos de esa carta.
“Si ha
sido un deber de los amigos de la Patria de los Incas, cuya memoria me es la
más tierna y respetuosa, felicitar al Héroe de Colombia y Libertador de los
vastos países de la América del Sur, a mi me obliga un doble motivo a
manifestar mi corazón lleno del más alto júbilo, cuando he sido conservado
hasta la edad de ochenta y seis años, en medio de los mayores trabajos y
peligros de perder mi existencia, para ver consumada la obra grande y siempre
justa que nos pondría en el goce de nuestros derechos y nuestra libertad;
a ella
propendió don José Gabriel Tupamaro, mi tierno y venerado hermano, mártir del
Imperio peruano, cuya sangre fue el riego que había preparado aquella tierra
para fructificar los mejores frutos que el Gran Bolívar había de recoger con su
mano valerosa y llena de la mayor generosidad;
a ella
propendí yo también y aunque no tuve la gloria de derramar la sangre que de mis
Incas padres corre por mis venas, cuarenta años de prisiones y destierros han
sido el fruto de los justos deseos y esfuerzos que hice por volver a la
libertad y posesión de los derechos que los tiranos usurparon con tanta
crueldad;
yo por mí
y a nombre de sus Manes sagrados, felicito al Genio del Siglo de América, y no
teniendo otras ofrendas que presentar en las aras del conocimiento, lleno de
bendiciones al hijo que ha sabido ser la gloria de sus padres. Dios es
justísimo, Dios propicio sea con todas las empresas del inmortal Don Simón
Bolívar, y corone sus fatigas con laureles de inmortal gloria…
Yo,
señor, al considerar la serie de mis trabajos, y que aún conservo. Aliento en
mi pecho la esperanza lisonjera de respirar el aire de mi patria…, no obstante
de estar favorecido de este gobierno de Buenos Aires desde que pisé sus playas,
y de cuantos han considerado mis desgracias y trabajos incalculables, que
tendría en nada, si antes de cerrar mis ojos viera a mi Libertador, y con este consuelo
bajara al sepulcro…”
(Tomado
de Valcárcel, Carlos: La rebelión de Tupac Amaru, Peisa, Lima, 1973)
Ricardo
Jimenez A.
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