09-01-2014
|
Nota: Este artículo comenzó
como una serie de intercambios de ideas que fueron tomando forma hasta llegar a
la versión actual. Una versión preliminar de este artículo ya ha circulado,
pero aunque esta versión es la definitiva, estamos lejos de creer que esto es
un trabajo acabado. Si bien el destinatario principal es la corriente
libertaria, las opiniones las escriben dos autores de "culturas
distintas" (libertaria y marxista). Lo que ponemos en debate, sin embargo,
es que la decisión de un sector de los libertarios de meterse a lo
electoral tiene efectos más allá de ellos y debe evaluarse en la
perspectiva de su impacto sobre toda la izquierda revolucionaria.
Las recientes elecciones presidenciales en Chile,
donde la no participación –superior al 50%- fue la ganadora absoluta, podrían
calificarse de totalmente “normales” a no ser por la aparición de un sector de
la izquierda libertaria, que sorpresivamente se subió al escenario
político-electoral. En efecto, la Red Libertaria (RL) se sumó decididamente y
de manera entusiasta a la plataforma “Todos a la Moneda”, cuyo candidato fue
Marcel Claude[1]. Esta plataforma aglutinaba a la Unión
Nacional Estudiantil (UNE), a sectores sindicales como el SITECO y los
bancarios, con propuestas políticas como el Partido Humanista, Izquierda Unida,
el Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez y la mencionada RL.
Como era de esperar, esta decisión produjo una
sensación de malestar y desorientación en sectores que se reclaman del
movimiento libertario, amén de la sorpresa que se llevó la izquierda
revolucionaria no libertaria que había llamado a la abstención activa. En el
campo libertario se produjeron, quiebres, recriminaciones y desánimo. No sólo
la decisión en sí de participar en elecciones produjo esta
reacción telúrica en el movimiento libertario chileno, sino la manera en
que aquella se tomó (con acusaciones de secretismo, imposición de consignas,
falta de transparencia y debate, etc.), según se desprende de una serie de
comunicados producidos por sectores escindidos de la OCL-Chile (organización
que ha sido impulsora de RL), por el Frente Anarquista Organizado (FAO), el CAL
y la Red Libertaria Estudiantil (RLE)[2].Las réplicas de este sismo político se
sentirán, con seguridad, por un buen tiempo.
Nuestro propósito no es cuestionar las formas
mediante las cuales tal decisión fue tomada (o impuesta, según quien opine) y
sus implicancias para el movimiento libertario en Chile. Creemos que eso
compete a quienes se encuentran vinculados por lazos orgánicos a las
expresiones políticas que crearon RL o que se escindieron de ella. Tampoco nos
ocupa, primordialmente, el impacto que tal decisión tuvo para el campo que se
reclama de la tradición anarquista. Aparte de las declaraciones mencionadas, ya
han sido producidos argumentos robustos, entre otros, por Arturo López y Pablo
Abufom.[3] Mucho menos nos proponemos hacer
un análisis del programa de “Todos a La Moneda” o de las fuerzas políticas que
sustentaron esta plataforma. Nos interesa, en cambio, evaluar el impacto que
esta decisión ha tenido para un sector mucho más amplio del pueblo que el
representado por esta plataforma electoral y mucho más amplio que aquellos
sectores provenientes de la tradición libertaria. Compartimos nuestras
reflexiones para contribuir al debate de carácter táctico y estratégico en este
proceso de recomposición del movimiento social en Chile.
Los libertarios y la cuestión de la participación
electoral
Los libertarios, tradicionalmente, han estado en
contra de la participación electoral de los revolucionarios. En gran medida
esto es lo que los distinguió, en el seno de la Primera Internacional, de las
diferentes corrientes socialdemócratas[4]. Sin embargo, ha habido ocasionesexcepcionales en
las cuales los anarquistas han promovido candidaturas o participado en
elecciones. Se cita frecuentemente el caso de las elecciones en España en 1936,
pero hay más casos, como algunas candidaturas de “protesta” levantadas en
Italia o Francia a fines de la década de 1870 y comienzos de 1880 (táctica
defendida por Carlo Cafiero en su famoso artículo “La Acción” donde se
define también la “propaganda por el hecho”). En el contexto represivo que
envolvió a Europa después de la represión de la Comuna de París, Bakunin
recomendaba a algunos de sus seguidores en Italia participar en plataformas
electorales junto a los socialistas reformistas. También la FCL francesa
participó, en medio de la paralizante represión en la Francia de mediados de
los ’50 en guerra contra los secesionistas argelinos, en elecciones locales
(hecho que el mismo Georges Fontenis, principal dirigente de esa agrupación,
reconocería más tarde como un error)[5].
Sin embargo, el hecho es que en la inmensa mayoría
de los casos los anarquistas -tradición política que origina el vocablo
“libertario”- han sido hostiles a la participación electoral y por buenas
razones. Uno de nosotros ha escrito en el pasado que:
"Los anarquistas no estamos de suyo, por
definición, en contra de las ‘elecciones’ como mecanismo; si en las elecciones
llamamos a anular el voto o a no votar, es por el contexto dentro del cual este
voto se ejerce: dentro del aparato de Estado, que de esta forma valida su
dominación sobre quienes nos vemos excluidos de la toma de decisiones (…).
Nuestra oposición no es al voto en cuestión, sino que al aparato estatal en
toda su dimensión."[6]
Por ello no es sorprendente que la decisión de
sumarse al trabajo electoral haya causado revuelo y debate, más aún cuando se
deja entrever que no es algo coyuntural, sino que es una nueva táctica en el
arsenal de métodos de RL que se aplicará, ritualmente, en todos los procesos
electorales por venir[7].
Por su parte, aunque mucho menos excepcional, la
participación electoral y su rol en la táctica de la izquierda no libertaria,
ha producido ríos de tinta, y si bien sus vicisitudes históricas y políticas
son importantes, no son un punto central para el presente análisis.
El ritual electoral y la recomposición de un bloque
revolucionario en el Chile de hoy.
No puede tomarse la excepción como regla. Es por
ello que la participación electoral de este sector que se reclama de la
tradición libertaria, no debe buscarse en la ideología sino en la lectura que
se hace del período histórico, entendiendo que la situación de Chile en el 2013
no es comparable a la represión post-Comuna de París (que limitó seriamente las
posibilidades de acción e intervención de un naciente movimiento obrero), ni al
contexto del Plebiscito de 1988 en el Chile de la dictadura, ni a las
condiciones de terror impuestas en el Kurdistán por la guerra sucia, ni mucho
menos parecidas a las elecciones de 1994 en la Sudáfrica post-apartheid,
ni se viene saliendo de una estrategia fracasada de lucha armada.
El período abierto desde el 2006, está
caracterizado por un ascenso de las movilizaciones populares y una trizadura
del consenso en torno al modelo neoliberal impuesto en las últimas cuatro
décadas. En este contexto, el discurso libertario, ha empezado a ganar
influencia en franjas cada vez más importantes, fundamentalmente estudiantiles
(el reciente triunfo electoral de Melissa Sepúlveda en las elecciones de la
FECH es prueba de ello), pero también sindicales, y en menor medida, en franjas
poblacionales/territoriales. La izquierda clásica, sea reformista o
revolucionaria, así como diversos sectores organizados del pueblo, tampoco han
podido quedar indiferentes a este discurso y lo reconozcan o no, se sienten emplazados
por aquél.
En la franja de organizaciones libertarias, un
sector ha planteado que las movilizaciones sociales han alcanzado un techo -
tesis, en nuestra opinión incorrecta- y que debemos pasar de una estrategia de
construcción a una de disputa por la hegemonía al bloque en el poder, tesis en
correcta en general, aunque apresurada y poco matizada.
Ambas tesis las han articulado en una confusa y
elástica consigna: la “ruptura democrática”, con se argumenta que “es
posible conquistar y tensar mediante el voto programático lo que la lucha
popular en los sindicatos, en los territorios, en las comunidades y en el
movimiento estudiantil no ha podido conseguir”[8].
Creemos necesario debatir las premisas que subyacen
a la citada consigna, pues ésta, creemos, deriva de una lectura incorrecta y
apresurada de la realidad usando elementos conceptuales tomados mecánicamente
de otros contextos y otras experiencias, hecho que revela la falta de
maduración política en que todavía estamos.
Respecto al primer punto, a nuestro juicio, la
movilización social no ha alcanzado ni en términos objetivos ni subjetivos, un
techo. Las posibilidades de movilización son aún amplias, la necesidad de
movilizar sectores sociales más allá de estudiantes o ciertos enclaves obreros
(minoritarios, por “estratégicos” que puedan ser) sigue estando a la orden del
día. Esta movilización, que debe ser extendida, unificada desde abajo, cualificada
en términos de su combatividad, es el punto central para la reconstrucción de
un movimiento popular con independencia de clase y capacidad de disputar la
hegemonía al bloque en el poder, tarea aún en ciernes. En las actuales
condiciones de debilidad del movimiento obrero y popular, la participación (y
derrota) electoral, en vez de contribuir a la unidad sobre la base de aumentar
la capacidad de lucha del pueblo, como era la intención de sus promotores, ha
terminado, por el contrario, debilitando las bases de una acumulación de
fuerzas de ruptura. Tal táctica, de haber tenido algún sentido, sólo era
justificable si hubiera existido un estado tal de acumulación de fuerzas
propias que, independientemente del resultado, permitiera elevar la moral de lucha,
fortalecer la organización popular y de los trabajadores, y que no implicara
ceder ni la conducción ni la iniciativa de movilización a los sectores
reformistas, vacilantes o claramente reaccionarios.
En las condiciones actuales, esta “aventura electoral”,
en el mejor de los casos, se tradujo en una ralentización durante meses de los
procesos de construcción y de movilización político-social, y en el peor,
sometió a las franjas independientes a fricciones y fraccionamientos que, como
sabemos, tendrán costos enormes sobre los procesos de construcción y de
convergencia de los revolucionarios. Como lo planteó un artículo de debate
sobre la línea asumida por RL escrito por Arturo López: “en el marco de
la formación social del Estado capitalista en Chile, (…) toda reforma que
posibilite la transformación parcial aunque sustancial del actual patrón de
acumulación y de su blindaje institucional demanda la organización
ininterrumpida y permanente de las fuerzas sociales de cambio. Por
tanto las elecciones en este caso no ayudan a crear conciencia, confunden, no
promueven la lucha, todo lo contrario la paralizan tras un espejismo. No apunta
directamente al logro de conquistas, sino que la deriva sustituyendo la
movilización popular por un oscuro juego parlamentario.”[9]
Respecto a la necesidad de pasar de la construcción
a la disputa por la hegemonía, es sin duda, una tesis correcta en general. Si
bien el proceso construcción/disputa debe verse como una unidad dialéctica,
existen énfasis dependiendo del momento que se vive, y sabemos que el Chile
actual aún lleva profundas marcas de las derrotas estratégicas vividas en el
período de 1973-1990. No podemos pecar de ser excesivamente optimistas del
estado de construcción o de la combatividad del movimiento popular; la
presencia en algunos enclaves sindicales o estudiantiles o en cargos de
representación no es una vara para medir la situación del conjunto del pueblo. En
los sectores populares la influencia de las ideas de ruptura con el
orden del capital sigue siendo extraordinariamente baja, y no podemos
reemplazar una lectura objetiva de la realidad con el deseo aún cuando un
sector del movimiento libertario, sobredimensione su propia importancia e
implantación.
Debemos reconocer los límites objetivos para el
desarrollo de una estrategia revolucionaria en el Chile de hoy: entre la
consigna “construir poder popular” y su construcción práctica hay un trecho
demasiado grande. Es necesario identificar las limitaciones, los puntos de
quiebre, las fortalezas desde las cuales construir. Pensar las posibilidades
estratégicas en este período requiere no sólo de realismo, sino de una buena
dosis de creatividad política para no reproducir un esquema político (ie., el
ritual electoral) que, aunque se venda como “novedoso”, está más que trillado y
es incapaz de convocar la imaginación de una población que se mantiene
indiferente, a la vez que, contrariamente, no se hace más que enviar una señal
contradictoria a los que ya están en lucha. La participación electoral, parece
más bien la demostración de que lo que realmente tocó techo es la imaginación
de la izquierda revolucionaria y libertaria.
Boicot electoral y construcción de poder popular
desde abajo
La abstención, como hemos dicho, fue la gran
ganadora de las pasadas elecciones. De por sí, esto no significa nada desde el
punto de vista de acumulación política las fuerzas rupturistas. Nadie, mucho
menos la izquierda revolucionaria o los anarquistas, pueden reclamar la
abstención como una señal de respaldo político. De hecho, en la primera vuelta
la capacidad de agitar la abstención activa por parte de organizaciones
populares y revolucionarias, fue muy escasa, en parte, debido a cierta
confusión y desánimo generado por el lanzamiento de la candidatura de Claude. Fue y ha sido
difícil reponerse de este impacto pues, en un país como Chile, se entiende que
se hace política sólo cuando se vota o se levantan candidatos; si no es así, se
asume que se está fuera de la coyuntura... Mirada estrecha de la política de
unos, y escasa capacidad de organización nuestra para haber lanzado un boicot
activo en las elecciones.
La decisión de RL de participar en las elecciones
se hizo aún más difícil de entender pues, por una parte, el discurso libertario
acrecentaba su influencia en franjas cada vez más amplias del pueblo, y por
otra, cuando la deslegitimación del bloque dominante y sus instituciones
alcanzaban su punto más alto. En vez de contribuir con herramientas útiles para
forjar una alternativa política por fuera del escenario político hábilmente
trazado por el bloque en el poder (con el fin de adormecer y confundir el
terreno real en el que se libra la lucha de clases), se contribuyó a legitimar
la institucionalidad en el reducido pero significativo círculo de influencia
propio, fortaleciendo así la disociación entre lo “político”[10] y lo “social” pese a las
intenciones originalmente contrarias[11]. El mismo nombre de la plataforma
electoral, “Todos a la Moneda”, en cierta medida expresaba ese fetichismo del
“poder político”, esa “estadolatría” que Poulantzas describe como endémica de
las capas medias, que ven al Estado como árbitro, neutro, justiciero, fruto de
un contrato social por encima de la lucha de clases, fuente de todo poder[12], cuando en realidad la disputa de
poder, de hegemonía, se da con la burguesía en todas las esferas sociales, en
ámbitos mucho más cotidianos.
Esta decisión echó por tierra uno de los contenidos
más potentes de la crítica anarquista del Estado “democrático-representativo”,
la crítica a la pretensión de crear, mediante el juego electoral, de:
“un espacio artificial, ad-hoc y ficticio,
dentro del cual se maneja, supuestamente, el ámbito de lo político, dentro de
lo cual se mueve la administración del poder (…) es en este punto en el cual
debe estar la crítica medular de los anarquistas a esta forma de ejercer la
política: porque en nuestra concepción, el poder debe ser ejercido por los
propios afectados, en los espacios cotidianos, en todos los ámbitos de nuestra
existencia (…) Es por eso que el poder popular le debe hacer frente de la misma
manera, enseñoriándose de nuestras propias vidas a cabalidad. (...) La no
participación en elecciones burguesas, no puede ser considerada uno de los
fundamentos políticos de la militancia anarquista revolucionaria, sino que se
debe desprender naturalmente de nuestra estrategia de construcción en el seno
de la clase obrera. "[13]
Por ello sostuvimos que, desde la perspectiva de la
recomposición de un bloque revolucionario orientado hacia el fin estratégico de
construcción de poder popular, la táctica más acertada, aunque para nada fácil,
en el momento actual era el boicot electoral ¿Qué significaba una política de
abstención activa en la coyuntura?
· Denunciar tanto los cantos de sirena de la
“Nueva Mayoría” que nos instaba a participar como "ciudadanos",
sujetos responsables, como también, el ilusionismo de los sectores de izquierda
radical y libertaria que pretendían convencernos que el camino de la
participación electoral en las actuales condiciones es válido para el período;
· llamar a impulsar y desarrollar la
organización a todo nivel: escuelas, liceos, universidades, lugares de trabajo,
barrios y comunas, en torno a las demandas locales, de los trabajadores y
populares, anteponiendo a los ritmos de la política burguesa nuestra
alternativa de construcción propia y desde abajo;
· llamar a acelerar los procesos de
convergencia político-social por medio de referentes federativos que,
respetando la vitalidad y la especificidad de las organizaciones de base,
contribuyeran a unificar y amplificar la voz y opinión política de aquellos que
optamos por la construcción de poder popular, coordinando horizontalmente las
diferentes iniciativas populares de base.
Tarea titánica para la coyuntura y también para el
período; pero que hay que asumirla sin maximalismos y sabiendo que la tarea de
recomposición del movimiento popular y revolucionario será lenta, prolongada,
para la cual no hay atajos posibles, que requiere sentar bases para desarrollar
niveles de confrontación y organización extendidos que puedan erosionar la
actual hegemonía neoliberal.
Proyecciones políticas para el período
post-electoral
RL planteaba que “Todos a La Moneda” no sería un
espacio meramente electoralista, sino un polo de construcción (ie., desde
arriba) para la lucha de los de abajo. El hecho es que después de las
elecciones el panorama político para la izquierda revolucionaria, a pesar de
las promesas grandilocuentes, en el mejor de los casos, no varía
sustancialmente: siguen trabajando los mismos sectores en los mismos espacios
que antes. Incluso peor pues el sector libertario y su círculo de influencia, así
como la izquierda radical a la que se apeló, se encuentra hoy más fragmentada;
cruzada por desconfianzas y nuevos recelos. En la misma plataforma electoral
las querellas y disputas intestinas han agotado las ilusas proyecciones
tácticas del espacio, hecho indudablemente exacerbado por el amargo sabor de la
derrota.
La misma RL reconoce inequívocamente que el
pobrísimo desempeño electoral de la plataforma es un fracaso: “La votación
del 2,8% está muy por debajo de las expectativas, inclusive las más pesimistas”[14]. La derrota, sin embargo, no es
solamente electoral como lo pareciera entender RL, sino también táctica,
profunda, expresión de la incapacidad de crear un proyecto ajustado a las
actuales condiciones de Chile y en oposición a los rituales de
auto-legitimación de la democracia representativa y de las instituciones del
Estado burgués. A la vez que no podemos sobredimensionar la población crítica al
sistema en base a una extrapolación de las movilizaciones sociales recientes,
tampoco suponer la emergencia de una alternativa política con la pura
intervención en las instituciones electivas del Estado (neoliberal). No en vano
una parte significativa del movimiento de trabajadores y popular busca surecomposición
ensayando alternativas de acción directa y de auto-organización de base y
horizontal. ¿Y qué mejor momento para las corrientes libertarias cuyo
discurso, después de décadas, encuentra eco en la propia práctica de las masas?
El período político abierto en Chile anuncia
grandes complejidades para las clases dominantes y para el movimiento popular.
El bloque en el poder debe reorganizar un sistema político cada vez más
desgastado y operará apelando a la zanahoria y el garrote. Y esto el pueblo lo
sabe. Intentarán cooptar al movimiento popular y de trabajadores para legitimar
los ajustes que tal reorganización requerirá, contando ahora explícitamente con
la anuencia de la obsecuente dirección política del Partido Comunista. También
sabemos que quienes no se sometan a las reglas de la "república"
quedarán afectos a toda la fuerza estatal represiva reservada para quienes se
niegan a seguir aguantando y reproduciendo la explotación, la discriminación,
la desigualdad, la injusticia, la corrupción y la destrucción de las bases
socio-ambientales de la vida colectiva. Las franjas de la izquierda independiente,
sean comunitaristas, marxistas, libertarias o socialistas, ya no pueden seguir
ensimismadas y deben multiplicar sus nexos con el movimiento de trabajadores y
popular, multiplicar sus esfuerzos para acelerar los proceso de convergencia
político-social y generar las condiciones políticas para retomar la iniciativa
y abrir camino entre las fisuras que afectan la dominación política que impuso
el Capital a partir de la contrarrevolución neoliberal de 1973.
La unidad en la que los libertarios han sido tan
insistentes, se convierte hoy no solamente en algo necesario, estratégico, sino
que urgente. El debate, desde siempre no ha sido sobre la unidad sino cómo se
comprende ésta, cómo se desarrolla, cómo se construye. Es ahí donde el
anarco-comunismo criollo hizo una gran contribución cuando el Congreso de
Unificación Anarco-Comunista levantó en el 2002, la consigna: “Unidad desde
Abajo y en la Lucha”. Ésta unidad es entendida como la “construcción
programática desde las experiencias organizativas y de lucha realmente
existentes”, que contribuya al “fortalecimiento de las organizaciones
populares, verdaderos sujetos de la lucha revolucionaria(…) enfatizando el
protagonismo político del mismo pueblo organizado en la tarea de madurar su posición
y mejorar su capacidad de combate”[15], como ha
señalado Pablo Abufom.
Estos debates competen al conjunto del pueblo,
especialmente a su franja organizada y en lucha. Cómo proyectar las demandas
del movimiento popular hacia una alternativa de claro quiebre con el actual
sistema es una tarea urgente que no puede ser asumida sino mediante un debate
profundo y público, colectivo, democrático e informado; en el cual se respeten
las diferencias en la búsqueda de puntos de confluencia y acuerdo, forjando
consensos y no imponiéndolos. Hay muchos temas que quedan por resolver en el
actual periodo para los revolucionarios: cómo luchar por las reformas más allá
del reformismo; cómo articular estas luchas con un proyecto
socialista integral y liberador; cómo construir procesos de unidad sin
renunciar a la independencia de clase; cómo avanzar en la construcción de poder
popular evitando la burocratización; cómo cualificar estas luchas con más
discusión y formación política; cómo forjar un movimiento de masas sin temer
que nuestras posiciones no sean desde el comienzo mayoritarias. Todo esto,
desde luego, desborda el objeto de estos comentarios. En este debate colectivo,
que sin duda lo debe dar el conjunto de la izquierda revolucionaria, estamos
convencidos que los anarco-comunistas tienen un rol fundamental que jugar y un
aporte muy específico, único, que proporcionar al archipiélago de fuerzas que
pugnan por avanzar en la construcción de una alternativa al modo de vida
impuesto por el capital.
[2] http://anarkismo.net/article/26441 http://anarkismo.net/article/26283http://anarkismo.net/article/26394 http://www.elciudadano.cl/2013/11/04/97420/declaracion-nacional-de-ocl-ex-ocl-chile/
[3] http://www.perspectivadiagonal.org/una-izquierda-libertaria-de-intencion-revolucionaria/ y http://www.perspectivadiagonal.org/los-horizontes-del-movimiento-libertario/
[4] Obviamente,
esto no era lo único que distinguía a “bakuninistas” de “marxistas”, ni tampoco
la diferencia táctica debe considerarse al margen de otros factores de disenso.
El debate que llevó al quiebre de la Primera Asociación Internacional de
Trabajadores fue bastante más complejo que “a favor o contra las elecciones”.
Hubo, también, cuestiones de método, de la autonomía de las secciones para
elaborar táctica, involucradas y por ello es que no todo el sector que luego
integraría al sector “anti-autoritario” (en oposición al sector liderado por
Marx) derivó al anarquismo.
[5] Dejamos de lado
la discusión de las tesis del municipalismo libertario desarrolladas por el
ecologista social y anarquista estadounidense Murray Bookchin en la década de
los ’80, las cuales han sido particularmente influyentes en el movimiento de
liberación kurdo, porque su desarrollo responde a elementos totalmente
diferentes a los esgrimidos por RL. En un artículo bastante mesurado y bien
ponderado, alejado de todo dogmatismo, Ulises Castillo toca el tema del
municipalismo libertario: “creo que negarse a una realidad futura en la que
instancias intermedias como una, hasta aquí ficcional, institucionalidad
municipal que permitiera dispersar el poder estatal, al tiempo que un
fortalecimiento de las comunidades políticas organizadas, dentro de un marco de
transición en proceso hacia un modo de vida y organización socialista, no
podría ser negado a priori. Pero es justamente el cierre
institucional actual, además del carácter del Estado en Chile, los que niegan
la posibilidad de ver con buenos ojos, el reforzamiento de esta
institucionalidad a través de la legitimidad otorgada a la ficción
representacional”. http://www.perspectivadiagonal.org/los-libertarios-y-las-elecciones-la-tarea-de-sumar-y-no-ser-sumados/
[7] http://www.sicnoticias.cl/movimiento-social/2013/12/10/analisis-preliminar-de-la-red-libertaria-sobre-la-experiencia-y-proyecciones-del-movimeinto-tods-a-la-moneda/
[8] http://www.perspectivadiagonal.org/una-izquierda-libertaria-de-intencion-revolucionaria/ El
artículo en el que la tesis de la ruptura democrática ha sido trabajada con
mayor claridad conceptual ha sido escrito por Felipe Ramírezhttp://www.perspectivadiagonal.org/una-apuesta-revolucionaria-de-la-izquierda-libertaria/
[9] http://www.perspectivadiagonal.org/una-izquierda-libertaria-de-intencion-revolucionaria/ (énfasis
en el original)
[14] http://www.sicnoticias.cl/movimiento-social/2013/12/10/analisis-preliminar-de-la-red-libertaria-sobre-la-experiencia-y-proyecciones-del-movimeinto-tods-a-la-moneda/
No hay comentarios:
Publicar un comentario