26-04-2016
Perú es
uno de los países con elecciones que contemplan dos rondas de votación. A menos
que el candidato obtenga más de 50 por ciento de los votos en la primera ronda,
hay una segunda oportunidad con sólo los candidatos que obtuvieron la mayoría
de los votos en la primera ronda. Y, como es el caso en cada vez más países por
todo el mundo, cuando hay tres candidatos con respaldo significativo, hay una
feroz batalla por el segundo lugar de la primera ronda de las elecciones.
El 10 de abril de 2016 en Perú, la candidata a la
cabeza de la votación fue Keiko Fujimori, la hija del notorio ex presidente
Alberto Fujimori, actualmente preso por abusos de derechos humanos. Las cifras
definitivas todavía no se publican, pero parece que obtuvo cerca de 40 por
ciento de la votación. El segundo lugar lo ganó Pedro Pablo Kuczynski con tal
vez 21 por ciento. El tercer lugar quedó para Verónica Mendoza con 19 por
ciento.
¿Qué significa esto? Un reportaje de Reuters sobre
las elecciones tiene un encabezado que sintetiza los puntos de vista de casi
todos los comentaristas: Dos candidatos pro negocios siguen en la competencia
en Perú. Los descriptivos adjetivos que los medios han estado utilizando en
torno a los tres son conservadora y populista para Fujimori, centroderecha para
Kuczynski (antes economista para el Banco Mundial) e izquierdista para Mendoza.
Parece que virtualmente no existe diferencia entre
los candidatos que continúan en cuanto a la prioridad que ponen en el llamado
libre comercio, y la bolsa de valores recompensó sus compromisos con un alza
inmediata tras la primera ronda. La diferencia reside, en gran medida, en que
Kuczynski mantiene puntos de vista más centristas en las cuestiones sociales,
además de los miedos que levanta Fujimori debido al recuerdo que convoca el
régimen autoritario de su padre.
Regresemos el reloj cinco años a la elección previa
y los adjetivos que describían a los candidatos eran bastante diferentes. Los
dos candidatos para la segunda ronda eran de nuevo Fujimori (sus credenciales
eran las mismas) y Ollanta Humala, del que se decía que se inclinaba a la
izquierda. Esta etiqueta para él se deriva del hecho de que, en tiempos
anteriores, obtuvo respaldo de Hugo Chávez y para muchos parecía un chavista.
Humala mismo fue sensible a esta acusación y
ostentosamente se decía más próximo a Lula y al PT de Brasil que a Chávez. El
candidato verdaderamente conservador, Mario Vargas Llosa, decía que escoger
entre Fujimori y Humala era escoger entre Sida y cáncer terminal. Sin embargo,
con renuencia respaldó a Humala en la segunda ronda, lo que dejó a Fujimori
como la peor opción para la presidencia.
Humala ganó la elección con muy estrecho margen y
pronto comenzó a moverse hacia la derecha, abriendo a Perú más y más hacia el
libre comercio. Traicionó casi todas sus promesas, aunque sí realizó mejoras en
la situación de las poblaciones indígenas de Perú. En las elecciones actuales,
Humala no respaldó a nadie, pero sin duda no apoyó a Mendoza.
Una retrospectiva a 2006 y de nuevo las descripciones
son diferentes. Era una carrera de tres vías entre Lourdes Flores Nano, que se
decía que era conservadora; Humala, de quien se decía que era un populista
firme, y Alan García, que ya había sido presidente previamente (1985-1990) y
que era candidato del APRA (partido con profundas raíces de izquierda), que en
2006 se le describió como de centroizquierda. A diferencia de 2016, cuando se
dice que la segunda ronda es una lucha entre el populismo de derecha y de
centroizquierda, la elección de 2006 se veía como una lucha entre el populismo
de izquierda y de centroizquierda. García volvió a ganar y ya en el cargo se
corrió firmemente a la derecha.
Vayamos una vez más a una elección previa, esta vez
a 2002. Ésta fue atestiguada por observadores externos, incluido Jimmy Carter.
Se dijo que fue justa. La ganó Alejandro Toledo, un conservador, pero no un
populista. Los votantes del tercer lugar, simpatizantes de Lourdes Flores,
emitieron sus votos para Toledo en vez de García.
Aquella elección se celebró tras un largo periodo
de desasosiego en Perú. En los 80, había habido levantamientos bastante severos
de dos guerrillas. Una de las guerrillas era Sendero Luminoso, un movimiento
autoproclamado maoísta que había logrado controlar varias áreas rurales. Fue
encabezada por Abimael Guzmán, previamente profesor universitario de filosofía.
Sendero utilizó la violencia extrema contra quien fuera que ellos definieran
como parte de las élites políticas de Perú. El segundo grupo armado era el
Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), bastante menos violento, y que se
identificaba más con el régimen cubano.
La lucha del gobierno peruano contra estos
movimientos consumió sus energías en los 80. En 1985, Alan García, del APRA,
fue electo presidente. Era entonces una joven estrella, y siendo del APRA ganó
la elección fácilmente contra el candidato de izquierda, recibiendo un respaldo
generalizado en todo el mundo. Inicialmente la economía levantó de manera
positiva. Pero luego comenzó a meterse en dificultades debido a los límites de
las políticas económicas y al clímax de la fuerza de la guerrilla. Su
popularidad bajó de 90 a 10-15 por ciento.
Éste fue el contexto para las elecciones de 1990
entre Vargas Llosa, que competía en una plataforma de economía neoliberal, y el
entonces oscuro candidato de una coalición populista moderada Alberto Fujimori,
que se suponía que era inelegible. Para gran sorpresa, ganó y la mayor sorpresa
fue que disolvió el parlamento en 1992 y emprendió una vigorosa escalada que
logró aplastar a los movimientos guerrilleros y capturar a la cabeza de
Sendero.
Para 2001, era ya tan impopular que se le amenazó
con enjuiciarlo. Se escapó a Japón y recuperó su ciudadanía allá. Se le juzgó y
condenó en ausencia. En 1995 fue a Chile, asumiendo que ahí estaría a salvo.
Pero Chile lo extraditó a Perú donde lo metieron a la cárcel, donde se
encuentra todavía.
Todo esto ocurrió en el contexto de uno de los
regímenes más radicales de la historia reciente de América Latina. El 3 de
octubre de 1968, el general Juan Velasco Alvarado, entonces comandante de las
Fuerzas Armadas, encabezó un golpe de Estado contra el entonces presidente
Fernando Belaunde. El régimen de Belaunde estaba acosado por un escándalo que
implicaba las licencias de los campos petroleros del norte de Perú. Al tomar el
poder, el presidente del gobierno revolucionario de las fuerzas armadas,
Velasco Alvarado, pronto nacionalizó los campos petroleros en cuestión,
logrando grandes aplausos al interior del país.
Velasco emprendió un programa conocido como peruanismo,
y fue considerado como de inclinación a la izquierda. En política exterior,
Velasco se retiró de sus vínculos con Estados Unidos y se acercó a Cuba. Las
relaciones con el Chile de Pinochet fueron muy tensas. Emprendió la reforma
agraria y nacionalizó un buen número de industrias. Sin embargo, en realidad
estos esfuerzos económicos no tuvieron mucho éxito. Los sectores agrario y
pesquero entraron en dificultades y el gobierno asumió una gran deuda. La
inflación se tornó hiperinflación y en 1975 hubo un ulterior golpe militar que
derrocó a Velasco.
Yendo más atrás en la historia de Perú, José Carlos
Mariátegui fundó en los años 20 el APRA como un movimiento marxista
comprometido con los derechos de las comunidades indígenas. Este programa
radical estaba a kilómetros de distancia del programa que en los 80 emprendiera
su sucesor como líder del APRA, Alan García.
Lo que vemos en la continuación del drama de la
política peruana es que cada vez que ha llegado al poder un movimiento que se
piensa inclinado a la izquierda el régimen siguiente se mueve a la derecha.
Dado el tamaño, la localización y la importancia económica de Perú, éste se ha
vuelto un campo de batalla primordial en la política de América Latina. La
historia de cada país tiene sus particularidades. Pero la historia de Perú
parece encarnar las dificultades de la izquierda latinoamericana. Hace un buen
tiempo que ha sido materia de debate en América Latina y por todo el mundo el
por qué los regímenes de izquierda se mueven a la derecha. Pero esto no ha
resultado en una reunificación y un compromiso entre las fuerzas de izquierda.
En las décadas venideras, los ojos continuarán enfocando la evolución de la
izquierda peruana en la lucha mundial de la izquierda global durante la crisis
estructural del moderno sistema-mundo.
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