04/11/2016
| Luis Casinhas
El Salario Mínimo Nacional (SMN), definido por ley
como el montante mínimo de remuneración que un trabajador tiene que recibir y
que no puede ser reducido por convenio colectivo o por contrato individual, fue
creado en Portugal el 27 de febrero de 1974, con el propósito (compartido por
la Organización Internacional del Trabajo) de proteger a la clase trabajadora
de los salarios excesivamente bajos a los que estaba sometida, disminuir las
desigualdades, erradicar la pobreza existente, garantizar el progreso del país
y establecer la dignidad laboral – era la hora “de que muchas familias
dejaran de dormir en el suelo”, declaró el Ministro de Trabajo que lo
instituyó, Avelino Pacheco Gonçalves.
En un momento en el que ya está decidido el
Presupuesto del Estado para 2017, urge hablar de uno de los asuntos más
polémicos que divide la opinión tanto de economistas como de dirigentes de los
partidos: el aumento del SMI.
El debate actual intenta aclarar si el SMI se debe
aumentar para lo que hay que deconstruir mitos y mirar los hechos y así saber
qué se plantea.
Empecemos por reflexionar sobre el principio básico
de la creación del salario mínimo nacional: la reducción de la pobreza.
Portugal es el país entre los países de la OCDE con más pobreza, dato agravado
durante el Memorándum de Entendimiento de la Troika en el que se incluían
recortes en los salarios y las pensiones por muy reducidas que estas fueran,
aumento de los impuestos de quienes trabajaban y de los pensionistas y aumento
de la precariedad. Según el barómetro de las Crisis, promovido por el
Observatorio sobre Crisis y Alternativas (parte integrante del Centro de
Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra), “en 2013, aún se registraba
una tasa de pobreza del 10,7% entre las personas con empleo y la pobreza en
este universo alcanzaba el 28% (INE;ICOR,2014). Esta realidad era coincidente
con una elevada desigualdad en la distribución salarial”.
Nada mejor que comprobar empíricamente estos
argumentos y las comprobaciones hechas muestran de manera impresionante cómo el
aumento del salario mínimo nos ayudaría a combatir la pobreza y la desigualdad.
Más dinero tiene que implicar más holgura financiera para las familias que
pasan a tener otras condiciones de vida, pasando página a las necesidades
monetarias solo para sobrevivir. Doce estudios incluidos en la literatura
publicada sobre este asunto presentan 54 elasticidades (relaciones que miden el
impacto en una variable cuando otra es alterada) del tipo precio del
trabajo-pobreza y que fueron calculadas con diferentes supuestos (incluso
matemáticos): 48 muestran una relación negativa entre las dos variables.
Si consideramos el último aumento del SMN vemos
cómo también, por lo mismo, tiene mayor alcance en relación a las clases que,
habitualmente, están afectadas por necesidades y dificultades económicas y que
pasan por privaciones que se pueden evitar. La subida benefició, especialmente,
a las personas jóvenes. Cerca del 60% de individuos con edades inferiores o
igual a 25 años pasaron a sentir el efecto positivo de la medida. Y de forma
más significativa, alcanzó a las personas menos cualificadas: 58% de quienes
tienen menos que la enseñanza básica y 40% de quienes tienen enseñanza básica.
Aumentar el SMN no cuadra con el despedido de
trabajadores, con la excusa de que representan una gran parte de los costes de
las organizaciones. Es un dato falso porque los que tienen mayor peso en las
empresas son los servicios externos como por ejemplo, la energía. El Barómetro
de las Crisis, afirma que “el aumento del SMN tiene un impacto en los costes
salariales de todas las empresas tanto mayor cuanto menores sean las
remuneraciones de la empresa. Con un aumento del SMN hasta 532 €, la masa
salarial global aumentaría solo 0,65%. Con un aumento hasta 600 €, el aumento
sería de 2,9%. En Portugal, del año 2015 al 2016, el SMN se aumentó de 505 a
530 € y a lo que asistimos en nuestro país es a una tendencia a la bajada de la
tasa de desempleo que se prevé que sea del 11,9% ya en este año, después de
acercarse al 12,5% a finales del año pasado.
Los gastos relativos a las contribuciones a la
Seguridad Social también preocupan mucho a los críticos a pesar de que no hay
razón para la alarma. Con el pasado aumento de 25 € del SMN , esos gastos , que
representan el 20% de los costes de producción , tendrían una repercusión en
los costes totales de producción de un aumento de solo 0,13% -los excedentes de
las empresas afectarían positivamente a los trabajadores en el 1,1% en lo que
respecta a sus remuneraciones.
Podemos pensar en el vínculo existente entre el SMN
y la tasa de movilidad del personal que, en otras palabras, es la tasa que
refleja la proporción de personas trabajadoras que, del total de trabajadores,
dejan de estar empleadas en una determinada entidad pública o privada- cuanto
menor es la tasa. En 2012, Dube, Lester y Reich, economistas dedicados al
estudio de la economía del trabajo, publicaron un trabajo en la cual ponían en
evidencia que, en USA, un aumento del 10% del salario mínimo reduce en 2,1% la
movilidad del personal que trabaja en restaurantes y analizando la movilidad de
la clase trabajadora más joven, también verificaron una reducción del 2%. En
Canadá, Brochu y Green descubrieron que el despido de trabajadores jóvenes con
los niveles de escolarización más bajos disminuyeron después del aumento de la retribución
mínima como sucedió en nuestro país y está documentado en un estudio hecho por
Ane Rute Cardoso y Pedro Portugal. No existe tanta competencia entre empresas
con mejores salarios por lo que el trabajador no se siente atraído a cambiar de
trabajo corriendo el riesgo de quedarse desempleado con ese cambio.
Otro estudio, de los mejor valorados dentro de esta
materia y que comprueba lo que acabamos de defender, se hizo entre 1990 y 2006
por investigadores de la Universidad de California que compararon pares de
municipios que compartieran frontera entre estados diferentes y en los que los
Salarios Mínimos también fueran diferentes. En 2005, analizaron Spokane (WA)
que tenía un Salario Mínimo de 7,35 $ por hora con Kootenai (ID) en la que ese
valor era de 5,15 $ por hora. Prestaron atención a la industria de restauración
que tradicionalmente, emplea a gran número de trabajadores que reciben el
Salario Mínimo Nacional, y concluyeron que SMN más altos no implicaban un
aumento del desempleo y que ese comportamiento era homólogo en las pares
estudiados a lo largo de los Estados Unidos de América.
Hay quien defiende que un aumento del SMN provocará
inflación y que, por eso, no merece la pena aumentarlo: creen que esta subida
origina una subida de gastos de personal para las empresas que para
compensarlo, tienen que subir el precio de los productos y servicios haciendo
que el consumidor, al final, no pueda soportar este crecimiento. Semejante cosa
sería verdad si el porcentaje de aumento del sueldo fuera inferior o igual al
aumento del porcentaje de inflación generada porque lo que importa analizar es
el impacto del salario real del trabajador, es decir, el impacto en el salario
ajustado al nivel general de precios que se traduce en la alteración de su
poder adquisitivo. Y lo que se ha verificado en Portugal, principalmente
durante el periodo del gobierno socialista apoyado por una mayoría
parlamentaria de izquierdas, es que la recuperación del salario mínimo
alrededor de un 5% por año está muy por encima de la inflación que es
aproximadamente del 0,7% y que ha tenido, sin duda, un efecto positivo en la
economía, es decir, el poder adquisitivo de las familias ha mejorado.
Dada la coyuntura descrita y según el Banco de
Portugal, “el consumo privado deberá tener un fuerte crecimiento en 2016 (…)
, en línea con la evolución del rendimiento disponible real”, y crecerá
cerca del 2,1% ya en este año. De este modo, hay un aumento de la demanda
interna que “refleja esencialmente la dinámica del consumo privado. Esta
evolución ocurre en un contexto (…) de mantenimiento de la confianza de los
consumidores en niveles históricamente elevados”. Los trabajadores que
ganan el SMN pondrán más dinero en la economía probablemente en los
establecimientos donde trabajan frecuentemente personas que ganan el SMN
generándose un ciclo que origina comunidades más fuertes y una economía más
viva.
Hay más factores que no se pueden disociar del
aumento del SMN, como el aumento de la productividad de los trabajadores. Sobre
esto nos habla el economista George Akelof en una hipótesis que formula hacia
1982, después de realizadas muchas verificaciones experimentales. Según él,
estos responden a aumentos del SMN con más esfuerzo porque se sienten
recompensados por el aumento -la llamada “Efficiency-Wage Theory”.
Ehrenberg y Smith también nos dicen que una paga más alta crea un nivel más
alto de motivación en la relación trabajador-trabajo y Owens y Kagel confirman
la relación positiva que hay entre un salario mayor y el esfuerzo de sus
trabajadores. Se trata de valorarlos como deben ser valorados. De este modo,
las empresas podrán alcanzar sus objetivos contribuyendo positivamente en la
actividad económica mediante una colaboración justa con sus trabajadores.
Ya decía Charles Darwin que “si la miseria de
los pobres no es causada por las leyes de la naturaleza, sino por nuestras
instituciones, nuestro pecado es grande”. Y no estamos en tiempos de
continuar sacrificando a quien todo da al país, a quien se esfuerza por
mantener el trabajo, a quien sufre las consecuencias de no ser valorado por lo
que hace. Los mitos no ocurren, los hechos sí, por eso hay que abrir los ojos y
pensar que se puede realmente hacer algo diferente.
El Salario Mínimo Nacional tal como está y
continuará en Portugal responde positivamente a la necesidad de erradicación de
la pobreza, no aumenta el paro, crea una relación más fuerte entre el
trabajador y su empleo, genera inflación pero a un nivel soportable visto el
mayor poder adquisitivo que a su vez, aumenta el consumo y la demanda interna y
, finalmente, hace que se incremente la productividad del trabajador en una
simbiosis con los objetivos del empresario. Es una señal de cómo un país se
valora a sí mismo y las condiciones de quienes en él viven y de quien en él
trabaja. Es una medida eficaz y que protege a trabajadores con poder de
negociación muy bajo o prácticamente nulo y ayuda a las familias de clase
media-baja a que vivan como un día ansiaron vivir. Las cartas están encima de
la mesa y es un imperativo que los sueldos se recuperen, que la economía se
estimule y que las desigualdades disminuyan. ¿A qué estamos esperando?
Artículo publicado en Crítica Economica e Social
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Traducción VIENTO SUR
- See
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