El principio de
especificación histórica tiene, además de su importancia teórica para la
investigación económica y social, otra muy importante. El principio refuerza la
posición del atacante en la discusión política entre una tendencia apologética, esto es,
defensora de las circunstancias existentes, y una tendencia crítico-social, revolucionaria. Vamos a mostrar
ese uso polémico del nuevo principio teórico de Marx con la ayuda de una serie
de ejemplos tomados esta vez principalmente no de la economía, sino de otros
terrenos de la vida social, utilizando las respuestas que da el Manifiesto Comunista
de 1848 a las «objeciones
de la burguesía contra el comunismo».[1]
La forma básica
de esas respuestas consiste en contestar a las acusaciones de que los
comunistas quieren abolir la propiedad, la personalidad, la libertad, la
educación, el
derecho, la
familia, la patria, etc. diciendo que en esta lucha no se trata en ninguno de los
dos bandos de
los fundamentos generales de toda vida social, sino sólo de su particular forma
histórica en la actual sociedad burguesa. Así se enuncian todas las
determinaciones económicas, clasistas y de otra naturaleza que son específicas
y en las cuales estriba ese particular carácter histórico de las relaciones y
circunstancias burguesas. Todas esas formas de especificación histórica se
utilizan en la discusión, siempre con el
resultado de que los sedicentes defensores de unos fundamentos universales y naturales
de todo orden social entran en su papel de defensores interesados de las
particulares circunstancias de la existente sociedad burguesa, cortadas a
medida de sus deseos.
La primera objeción de la burguesía contra el comunismo dice
que los comunistas quieren abolir la propiedad.
El Manifiesto comunista contesta a eso:
La
abolición de relaciones de propiedad existentes no es nada que caracterice
peculiarmente al comunismo.
Todas
las relaciones de propiedad han estado sometidas a un constante cambio
histórico, a una constante alteración histórica.
La
revolución francesa, por ejemplo, abolió la propiedad feudal en beneficio de la
burguesa. Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en
general, sino la abolición de la propiedad burguesa.
Pero la
moderna propiedad privada burguesa es la expresión última y más perfecta de la producción y apropiación de productos basadas en
las contraposiciones de clase, en la explotación de los unos por los otros.
En este
sentido los comunistas pueden resumir su teoría en la frase «abolición de la propiedad privada».
Luego el Manifiesto expone que esa «propiedad personalmente ganada, labrada por
uno mismo» que, según las representaciones ideológicas de los portavoces teóricos
de la burguesía, constituye «el fundamento de toda libertad, actividad e
independencia personales», fue en realidad la propiedad «pequeño-burguesa y de
los pequeños campesinos» anterior a la moderna propiedad burguesa. Los
comunistas no tienen necesidad de abolirla. «El desarrollo de la industria la
ha abolido y la está aboliendo cotidianamente.» En su configuración presente, la propiedad «se
mueve en la contraposición de capital
y trabajo asalariado». Tiene sentidos específicamente diversos para las
dos clases que se enfrentan en la moderna sociedad burguesa, la burguesía y el
proletariado. «Ser capitalista significa ocupar en la producción una posición no
sólo personal, sino también social.» El trabajo asalariado, el trabajo del
proletario, no le procura ninguna propiedad personal. Crea el capital, esto es,
la fuerza social que explota el trabajo asalariado. Con la « abolición de la
propiedad» no se trata, pues, de transformar «propiedad personal en propiedad
social». «Sólo se trasforma el carácter social de la propiedad. Pierde su
carácter de clase.»
La segunda
objeción de la burguesía dice que los comunistas quieren abolir la personalidad y la libertad. El comunismo
contesta que se trata de abolir «la personalidad, la independencia y la
libertad del burgués» tal como son en la presente sociedad burguesa:
Se entiende por libertad en el marco
de las actuales relaciones de producción burguesas la libertad de comercio, la
libre compraventa. Pero cuando deja de haber usurero, deja de haber también usurero
libre. Los discursos sobre el usurero libre y todas las demás bravatas de nuestra
burguesía sobre la libertad tienen sólo sentido frente al usurero no libre de
la Edad Media, frente al ciudadano oprimido de la Edad Media, pero no a
propósito de la abolición comunista de la usura, de las relaciones de
producción burguesas y
de la burguesía
misma.
Del mismo modo que el
burgués llama «abolición de la propiedad» la abolición de la propiedad privada
que en la sociedad burguesa existe para su clase precisamente porque no existe
para la enorme mayoría de los individuos de la sociedad, así también declara
que «la persona ha sido abolida» en cuanto que el trabajo no se puede trasformar
en capital, dinero, renta de la tierra, o, dicho brevemente,
en un poder social monopolizable. Con eso confiesa que «por persona entiende
sólo el burgués, el propietario burgués. Y efectivamente
se trata de abolir esa persona».
Análogamente confunde la burguesía el trabajo y la actividad en general con la particular forma burguesa del trabajo
asalariado, del trabajo forzado de los trabajadores asalariados sin propiedad
que han de trabajar para los propietarios, no trabajadores, del capital. Al
temor de la burguesía de que «con la abolición de la propiedad privada se
terminará toda actividad y se
difundirá una pereza universal» el Manifiesto
contesta:
Según
eso hace mucho tiempo que la sociedad debería haber sucumbido por causa de la
pereza; pues los que en ella trabajan no ganan nada y los que en ella ganan no
trabajan. Toda esta objeción se reduce a la tautología
de que deja de haber trabajo asalariado cuando deja de haber capital.
Luego, se lamenta la burguesía de que el comunismo amenaza
con una pérdida de la «cultura» o educación. También a este lamento contesta específicamente Marx:
Igual
que para él el final de la propiedad de clase significa el final de la
producción misma, para el burgués el final de la cultura de clase es el final
de toda cultura.
La
educación cuya pérdida lamenta es para la enorme mayoría la educación para ser
máquina.
Como ocurre en los casos de la persona, la libertad y la educación, tampoco en el de 1a amenaza comunista al estado
y al
derecho se trata de suprimir las funciones de
coordinación unitaria de la sociedad realizadas coactivamente en la presente
época por el estado y el derecho y cada vez
más defectuosamente a medida que avanza el proceso. Se trata de la específica forma burguesa del presente poder
estatal, que es sólo «una comisión que administra los negocios comunes de toda
la clase burguesa ». Y
se trata también del moderno orden jurídico burgués, que es
«sólo la voluntad… de la clase [
burguesa ] elevada a la categoría de ley, y cuyo contenido está dado en las
condiciones materiales de vida [ de esa] clase».
« ¡Abolición de la familia!
Hasta los más radicales se escandalizan de esta vergonzosa
intención de los comunistas.» El Manifiesto
replica también específicamente a esta objeción:
¿En qué
se basa la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en la ganancia privada.
En su desarrollo completo no existe más que para la burguesía; pero tiene su
complemento en la impuesta falta de familia del proletario y en la prostitución pública.
Los comunistas reconocen que «quieren abolir la explotación
de los niños por sus padres».
Contestan a la inmortal necedad de que quieren introducir la
comunidad de las mujeres diciendo que el actual
matrimonio burgués es «en realidad la comunidad de las mujeres casadas».[2]
Se entiende sin más que «con la abolición de las actuales relaciones de
producción desaparece también la comunidad de mujeres que nace de ella, esto
es, la prostitución oficial y la no oficial».
Al reproche de los nacionalistas de que los comunistas quieren
«abolir… la patria» contesta el Manifiesto
que en la presente sociedad burguesa «los trabajadores no tienen
patria. No se les puede quitar lo que no tienen»[3].
En cambio, la
arcaica propiedad colectiva de la tierra
por todos los hombres libres era «realmente una 'tierra patria', una posesión
común heredada y
libre».[4]
La posición del
proletariado de cada país respecto de los llamados intereses nacionales depende
del estadio específico de desarrollo de su movimiento revolucionario, que
empieza a escala nacional pero ha de concluirse a escala internacional:
En la medida en que es abolida la
explotación de un individuo por otro, queda abolida la explotación de una
nación por otra.
Con la contraposición de las clases
en el interior de las naciones desaparece también la actitud hostil de las
naciones las unas contra las otras.
Análogamente
responde el comunismo a «las acusaciones… enunciadas desde puntos de vista
religiosos, filosóficos e ideológicos» con la remisión sumaría al carácter específicamente
histórico de todas las ideas
humanas:
¿Qué prueba la historia de las ideas
sino que la producción intelectual se trasforma junto con la material? Las
ideas dominantes de una época fueron siempre simplemente las ideas de la clase
dominante.
…
Cuando el mundo antiguo estaba en trance de muerte,
las religiones antiguas fueron derrotadas por la religión
cristiana. Cuando en el siglo XVIII las ideas cristianas
retrocedieron ante las de la Ilustración, la sociedad feudal estaba librando su
lucha a muerte con la burguesía entonces revolucionaria. Las ideas de libertad de
consciencia y libertad de religión expresaban simplemente el dominio de la
libre concurrencia en el terreno de la consciencia.
Una parte de la
burguesía reconoce que en el curso de la historia se han modificado las ideas
religiosas, morales, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., pero reprocha al
comunismo el querer abolir las verdades eternas comunes a todos
los estadios sociales, que quiere suprimir la religión y la moral
en vez de darles nueva forma. El comunismo contesta que, incluso en esa forma
general, las ideas tradicionales siguen teniendo un rasgo específico histórico.
No están ya relacionadas con la forma determinada que las contraposiciones de
clase han tomado en una determinada época del desarrollo social. Pero sí lo están
con el hecho de las contraposiciones de clase, presente bajo formas diversas en
todas esas épocas:
Cualquiera
que sea la forma que haya adoptado, la explotación de una parte de la sociedad
por otra es un hecho común a todos los siglos pasados. No puede sorprender,
pues, que la consciencia social de todos los siglos, pese a toda su
multiplicidad y variedad, se mueva dentro de ciertas formas comunes, formas,
formas de consciencia que sólo se disipan completamente con la total desaparición
de la contraposición de clases.
La
revolución comunista es la ruptura más radical con las relaciones de propiedad
heredadas; no puede sorprender el que en su desarrollo se rompa del modo más
radical con las ideas heredadas.
Fuente: Fragmento del libro: Karl
Marx de Karl Korsch, Traducción castellana de Manuel Sacristán de la
edición preparada por GOTZ LANGKAU para el Instituto
Internacional de Historia Social. EDITORIAL ARIEL, Esplugues de Llobregat, BARCELONA
[2]
Cf. la frase, comunicada
por Hume, de un embajador turco a Voltaire, diciéndole que dos cristianos»
mantienen su harén a
costa ajena y
en las casas de
sus amigos. (Essays . . . , ed. Green y Grose, Londres, 1875,
vol. 1,
p. 234)
y la
parecida caracterización del sistema matrimonial de su época por los hermanos Goncourt.
[3]
La doctrina de que la gran masa
del pueblo «no tiene patria, pues «sin propiedad no puede tener
patria, sin patria todos están contra ella y ella misma tiene que estar armada
contra todos» fue enunciada ya por el revolucionario burgués Brissot en sus Observations
d'un republicain sur les différents systemes d'administratian provinciales, 1787
(cf. los extractos de Marx, MEGA, 1, 6,
pp. 616-617). Brissot pronunció también por vez primera
la tesis luego repetida por Proudhon: «La proprieté
c'est le vol», como consigna revolucionaria burguesa.
[4]
Engels, <Die Entwicklung des Zazialismus van der U tapie tur W
issenschaft, 1882, p. 50
(MEW, vol. 19, p. 317.).
[2]
Cf. la frase, comunicada
por Hume, de un embajador turco a Voltaire, diciéndole que dos cristianos»
mantienen su harén a
costa ajena y
en las casas de
sus amigos. (Essays . . . , ed. Green y Grose, Londres, 1875,
vol. 1,
p. 234)
y la
parecida caracterización del sistema matrimonial de su época por los hermanos Goncourt.
[3]
La doctrina de que la gran masa
del pueblo «no tiene patria, pues «sin propiedad no puede tener
patria, sin patria todos están contra ella y ella misma tiene que estar armada
contra todos» fue enunciada ya por el revolucionario burgués Brissot en sus Observations
d'un republicain sur les différents systemes d'administratian provinciales, 1787
(cf. los extractos de Marx, MEGA, 1, 6,
pp. 616-617). Brissot pronunció también por vez primera
la tesis luego repetida por Proudhon: «La proprieté
c'est le vol», como consigna revolucionaria burguesa.
[4]
Engels, <Die Entwicklung des Zazialismus van der U tapie tur W
issenschaft, 1882, p. 50
(MEW, vol. 19, p. 317.).
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