Antonio Rengifo Balarezo
rengifoantonio@gmail.com
Únicamente los sectarios no tienen amigos; sino, solamente,
“Camaradas”. La amistad, para los sectarios, no existe. En cambio para Mariátegui la amistad
trascendía género, religión y clase social.
. Se podría aventurar que fue “amigero”
por la cantidad de amigos y amigas que tuvo y por ser un gran conversador.
Buena para de sus conocimientos los adquirió, por cuenta propia, conversando en
diálogo con las personas y con los libros.
¿Qué actitudes orlaban su personalidad para irradiar simpatía? Me limitaré solo a dos: sinceridad y valentía. Que se hallan formuladas, en términos
mariateguianos, en la Advertencia a sus 7
Ensayos:
Mi
pensamiento y mi vida constituyen una sola cosa, un único proceso. Y si algún mérito espero y reclamo que me sea
reconocido es el de –también un principio de Nietzsche- meter toda mi sangre en
mis ideas.
Al asumir el marxismo no fue óbice para que Mariátegui fuese amigo
de un culto aristócrata limeño, como don Pedro López Aliaga fue su amigo. Lo atestigua una foto y una sentida nota
periodística a la muerte de don Pedro:
Mi temperamento
excesivo, mi ideología revolucionaria, no asustaban a don Pedro. Discutíamos,
polemizábamos, sin conseguir casi nunca que nuestras ideas y nuestros gustos se
acordasen. Pero, por la pasión y la sinceridad que poníamos en nuestro diálogo,
nos sentíamos muy cerca el uno del otro hasta cuando nuestras tesis parecían
más irreductiblemente adversarias y opuestas. No he conocido, en la burguesía
peruana, a ningún hombre de tolerancia tan inteligente. Ahora que don Pedro López Aliaga ha muerto, sé que
he perdido a uno de mis mejores amigos. (Publicado en Mundial,
Lima, 3 de abril de 1925).
Patio de la casa de don Pedro López Aliaga en la calle
Belénl Jr. De La Unión.
De
izquierda a derecha: Ladislao Meza,
Mariátegui, Emilia Astete, don Pedro López Aliaga con chaqué y Ricardo Vegas García.
Patio de la casona de don Pedro López en la calle Belén, Jr. de La
Unión.
Lima,
5 de noviembre de 1923
Al enterarse que Mariátegui estaba enfermo, Don Pedro López Aliaga
le remite una carta en la cual le ofrece su colaboración y se disculpa por no
poder ir personalmente a verlo por encontrarse, también, como Mariátegui,
enfermo y recientemente operado. (Lima, 05 de mayo de 1924)
Para Mariátegui, cuyo lema, acuñado por el mismo: la
unanimidad es siempre estéril; no era una barrera infranqueable
relacionarse con personas de ideología conservadora. Prueba de ello es la manera como conceptúa al
intelectual argentino Leopoldo Lugones:
Estoy políticamente en el polo opuesto de Lugones...
Soy revolucionario. Pero creo que entre hombres de pensamiento neto y posición
definida es fácil entenderse y apreciarse, aun combatiéndose Sobre todo
combatiéndose. Con el sector político con el que no me entenderé nunca es el
otro: el del reformismo mediocre, el del
socialismo domesticado, el de la democracia farisea. (Carta de Mariátegui a Samuel Glusberg Lima, 30 de
abril de 1927).
Así como he expuesto un rasgo de la personalidad de Mariátegui quisiera tocar otro que
contravino las costumbres de la época; me refiero a la amistad con los obreros. Relación que data,
especialmente, el año 1919, poco
antes de su destierro encubierto decretado por el presidente Leguía. En ese mismo año el gobierno clausuró el
diario La Razón donde laboraba
Mariátegui y su íntimo amigo César Falcón.
Se quedaron sin trabajo por apoyar el movimiento obrero y la reforma
universitaria. Ambos ofrecían charlas a
los obreros en sus casas y en una de ellas, la del obrero gráfico Ferrer conocieron
a sus hijas; los dos convivieron con sus hijas, convivencia interrumpida por el
destierro de ambos, a Europa.
Al regresó de Europa el 17 de marzo de 1923; Mariátegui se reinsertó en el movimiento obrero; puesto que traía
la misión de fundar el partido de los trabajadores, el partido socialista del
Perú. Por iniciativa de Mariátegui, Haya
de la Torre lo incorporó al plantel de profesores de la Universidad Popular
González Prada. Al dar inicio, el 15 de
junio, al ciclo de 17 conferencias advirtió a los obreros sobre el carácter
formal de la exposición:
llamémosla conversación más bien que conferencia.
(…)
Yo no tengo la pretensión de venir a esta
tribuna libre, de una universidad libre a enseñar la historia de la crisis
mundial, (…) yo la estudio con vosotros.
Está actitud de Mariátegui es reafirmada el año 1928 al finalizar su Advertencia a los 7 Ensayos:
Estoy
lo más lejos posible de la técnica profesoral y del espíritu universitario.
A partir de de su ingreso a la Universidad Popular la relación con
los obreros fue fluida. Asistió en dos
ocasiones a la fiesta de La Planta en Vitarte.
La primera, antes de ser postrado en una silla de ruedas y la otra,
después, tal como lo ilustran las dos fotografías que acompañan el presente
artículo. Dicha fiesta fue instituida
por el sindicato de obreros textiles de Vitarte a iniciativa de Haya de la
Torre.
José Carlos Mariátegui en la fiesta de la Planta en Vitarte,
sentado detrás del retrato de Víctor Raúl Haya de la Torre.
En cuclillas: Pedro Barrios, Alberto Benites, y Fernando Rojas (con bastón) Sentados: Manuel Medina, Lorenzo Bartra, Enrique Reyes, Manuel Seoane, Óscar Herrera, José Carlos Mariátegui y Luis Bustamente.
Parados, en primera fila: Miguel Rodríguez (de saco blanco), No identificado, Enrique Cornejo Köster (cubriéndose con su Sarita), David Tejada, No identificado, Jacobo Hurwitz, No identificado, y Francisco Yarlequé.
Parados, detrás: Entre Cornejo Köster y David Tejada está Manuel Pedraza. (Haya de la Torre estaba en el destierro)
Al fondo, el estandarte del Sindicato Textil Vitarte y el de la Federación de Conductores y Motoristas. 30 de diciembre de 1923.
En cuclillas: Pedro Barrios, Alberto Benites, y Fernando Rojas (con bastón) Sentados: Manuel Medina, Lorenzo Bartra, Enrique Reyes, Manuel Seoane, Óscar Herrera, José Carlos Mariátegui y Luis Bustamente.
Parados, en primera fila: Miguel Rodríguez (de saco blanco), No identificado, Enrique Cornejo Köster (cubriéndose con su Sarita), David Tejada, No identificado, Jacobo Hurwitz, No identificado, y Francisco Yarlequé.
Parados, detrás: Entre Cornejo Köster y David Tejada está Manuel Pedraza. (Haya de la Torre estaba en el destierro)
Al fondo, el estandarte del Sindicato Textil Vitarte y el de la Federación de Conductores y Motoristas. 30 de diciembre de 1923.
(La foto
se publicó en la revista Variedades
del 5 de enero de 1924. Asimismo el número 4 de Claridad de 1924 da cuenta sobre el evento.
Tampoco fue óbice para relacionarse con los obreros que en su
corta existencia pasara los últimos seis años –los más fecundos- en silla de
ruedas por su invalidez permanente.
Compensó su inmovilidad física con una comunicación fluida a
través de reuniones en su casa, una nutrida correspondencia epistolar,
artículos en órganos de prensa escrita y un teléfono, artefacto difícil de
lograr en esa época. Además, usó el
automóvil de su amigo y camarada el médico Hugo Pesce.
José Carlos Mariátegui en la Fiesta de la Planta en Vitarte.
En el carro se encuentra José Carlos Mariátegui y a su derecha Blanca Arnaudt, Ángela Ramos y Carmen Saco.
En el carro se encuentra José Carlos Mariátegui y a su derecha Blanca Arnaudt, Ángela Ramos y Carmen Saco.
12 de febrero de 1928
Al finalizar el ciclo de conferencias en la Universidad Popular González Prada, Mariátegui fue
ampliamente conocido y apreciado entre los obreros. Tal así es que un mes después los obreros del
sindicato textil de la fábrica La Victoria acuerdan –en asamblea realizada el 19 de febrero de 1924-, lo siguiente:
que
vengan los compañeros de la universidad popular al local del sindicato -en especial- el compañero Mariátegui para
darnos unas conferencias (…) en la segunda semana después del mes de marzo
En abril de 1924 los
dirigentes de la Federación de Trabajadores Textiles le solicitan una
colaboración para su periódico “El Obrero Textil” con motivo de la próxima
celebración del Día internacional del proletariado. Es así como el proletariado peruano obtiene
una de las piezas más extraordinarias que se haya escrito: El
1ro. de Mayo y el Frente único; que bien pudiera adjudicársele el
calificativo de Evangelio de la clase
obrera.
En mayo de 1924, al hacer crisis la enfermedad de Mariátegui que determinó
la amputación de la pierna derecha, los obreros del sindicato textil La
Victoria realizaron una colecta para socorrer al infortunado compañero. Aún convaleciente, Mariátegui remite una nota
de agradecimiento al sindicato textil La Victoria por el apoyo recibido y les sugiere
que el dinero proporcionado se destine para algún compañero que lo necesite o
se encuentre enfermo. Esta nota es
puesta en conocimiento de los obreros en sesión de Junta General suscitándose
una animada discusión sobre el destino que se le daría al dinero. Se llega a determinar que el dinero vuelva al
compañero Mariátegui con el encargo de que compre libros para la biblioteca del
sindicato y se nombra una comisión integrada por Alejandro Cuevas y Leonardo
Luna para que le hagan entrega del dinero y un oficio.
Al permanecer Mariátegui en silla de ruedas, los obreros
frecuentan la casa de Mariátegui. En esa
época, era extraño que un escritor, como lo fue Mariátegui, invitara o llevara
a su casa a trabajadores, obreros o campesinos y alternaran en pie de igualdad.
Tal era la afluencia de amigos a la casa de José que Anna Chiappe,
su esposa, estableció un horario estricto de recepción y permanencia para los
obreros y para los artistas e intelectuales. Recuerda don Julio Portocarrero,
quien fuera en esa época uno de los dirigentes obrero más destacado y allegado
de Mariátegui, que los únicos intelectuales que algunas veces acompañaban a
Mariátegui en su reunión con los obreros fueron Ricardo Martínez de la Torre y
Antonio Navarro Madrid
Uno de los primeros obreros de la fábrica textil La Victoria que
conoció a Mariátegui fue Jesús Rivera; a través de Rivera fueron llegando a la
casa de Mariátegui sus compañeros que mostraban inquietud social. Entre esos obreros figura Eliseo García. otrora
secretario de actas del sindicato textil La Victoria. Cuenta don Eliseo que por aquella época él
estaba influido por la ideología anarquista; razón por la cual, no eran de su
simpatía los intelectuales. Tal era así,
que cuando llego el día de conocer a Mariátegui se alistó con el overol más
grasoso; y, ya en casa de Mariátegui, tomó asiento con brusquedad para hacer
ostensible su condición de obrero y su diferencia de los intelectuales. Pero la actitud comprensiva y de camaradería
de Mariátegui le reveló la existencia de un nuevo tipo de intelectual: el intelectual revolucionario, el intelectual
proletario.
Esther del Solar, obrera textil de la fábrica de Vitarte y esposa
de Julio Portocarrero, siempre tenía presente a Mariátegui porque cuando fue a
visitarlo en 1924 a Chosica a la clínica del padre de Hugo Pesce, ella lo
trataba de “señor Mariátegui” y él le respondió:
No
me trates de señor. Dime nada más que
José Carlos o Mariátegui. No me trates
de señor.
La relación de amistad con obreros y obreras se estrechaba porque
en casa de Mariátegui se preparaban los pliegos de reclamos. De los sindicatos. Un ejemplo.
Al suscitarse un conflicto laboral en la fábrica textil La Victoria,
acuden a la casa de Mariátegui el 2 de octubre de 1929 una comisión de obreros y obreras integrada por Teobaldo
Rojas, Eliseo García Laso, María Basurco, Cristina Araujo, Margarita Araníbar,
Angela Bustamante y Angela Reborg para plantearle una consulta. Lo que suscita
una evaluación de la situación y la elaboración de una propuesta obrera de
solución del conflicto.
Fuente: www.mariategui.org
El cortejo pasando por la esquina de la Plaza de Armas y la calle
Pescadería
Obsérvese el balcón del antiguo Palacio de Gobierno y el ataúd
cubierto con la bandera roja del partido socialista. En este tramo los obreros entonaron con mayor
vigor las canciones revolucionarias: La
Internacional, Vamos unidos, himno
compuesto por Ricardo Martínez de la Torre, Hijos
del pueblo, Venid todos compañeros, etc.
(Detrás del ataúd, de camisa blanca y cuello abierto, Miguel B.
Adler, estudiante judío de la universidad de San Marcos; y allegado a la
familia) Mariátegui.
Hace unos años, cuando visité un domingo a Anita Chiappe Vda. de
Mariátegui, me dijo: José Carlos no me dejó dinero, sino
amigos.
26/03/18
REFERENCIAS
PORTOCARRERO, Julio:
Sindicalismo peruano
Primera etapa 1911-1930
Editorial gráfica Labor
(Lima, agosto de 1987) pp.
286
RENGIFO, Antonio:
Mariátegui y el
sindicato textil La Victoria
Cuadernos Médico Sociales. Revista trimestral
del Círculo de
Investigaciones Médico sociales
Nos. 6 y 7 (doble) Lima
1979, pp. 30/34.-
ROUILLON, Guillermo:
La creación heroica de
José Carlos Mariátegui
Tomo I: La edad
d piedra. (1894-1919)
Editorial Arica S.A.
(Lima, 1975) pp. 341
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