27-03-2018
El fin de
semana pasado y luego de la crisis política generada por la renuncia de Pedro
Pablo Kuczynski, asumió la jefatura del Estado el Primer Vicepresidente de la
República, Martín Vizcarra Ortiz, un ingeniero provinciano con relativa
experiencia política, que asomó como una suerte de “esperanza de paz” para
muchos peruanos.
El nuevo inquilino de Palacio de Gobierno registra
antecedentes diversos. Hombre modesto y sencillo, tuvo buen desempeño en la
gestión pública cuando fue Presidente del Gobierno Regional de Moquegua. En ese
lapso, y poco antes, jugó un papel encomiable en la defensa de los intereses de
la región en lo que fuera el llamado “Moqueguazo”, una vigorosa y
unitaria jornada de lucha, en la que todo el pueblo de esa zona del país se
alzó contra la Souther Cooper Corporation en defensa de sus recursos naturales
y su bio diversidad.
Cualquier persona en Moquegua sabe que “los
Vizcarra”, son apristas. El padre del nuevo Presidente, en efecto, fue un
antiguo dirigente del Partido de Haya de la Torre y hasta llegó a ser ungido
como Constituyente en el 78. Perteneció a “la vieja guardia provinciana” que
anidara sentimiento de adhesión hacia el llamado “Partido del Pueblo”,
convertido hoy en una Mafia purulenta en proceso de descomposición. El hombre,
conservó, sin embargo, un perfil de modestia y sencillez que dejó huella.
Martin Vizcarra siguió esa ruta en sus años mozos.
Algunos lo sitúan incluso en el ARE –la organización estudiantil aprista de la
época- cuando estudiara en la UNI. Ya profesional, postuló en su región
promovido por el APRA y perdió su primera experiencia electoral. La derrota lo
indujo a formar un Movimiento Regional con el que tuvo más suerte. A partir de
allí, se consagró como un “Independiente” en la política nacional y
ascendió en sus posibilidades de acción hasta que el 2016 fue tentado para
integrar la fórmula presidencial de PPK, que se alzó con la victoria en los
disputados comicios de ese año. La renuncia de Kuczynski lo catapultó como
Presidente de la República.
En los últimos días, le han llovido –como aguacero
serrano- consejos, sugerencias y admonisiones. Desde todos los ángulos, unos y
otros le han dicho lo que debe -y lo que no debe- hacer. Para estos efectos, la
clase dominante tiene una experiencia de siglos. Lo primero que hace para
preservar sus intereses, es rodear al Mandatario cubriéndolo de elogios.
Descubre, así, sus rasgos de personalidad, y los exalta. De ese modo pone, como
se dice, una Pica en Flandes, y avanza en sus propósitos. Luego mueve sus
resortes desde la “Prensa Grande” y alienta los afanes de los
politiqueros de turno a los que va alineando en su provecho.
Diseña por supuesto el “clima” que debe imperar.
Recomienda “calma”, “prudencia” y “moderación”. Busca poner “paños fríos”, y
atenuar los enfrentamientos sociales. Eludir “el radicalismo”, es decir, tomar
distancia de los trabajadores y de sus luchas. En el fondo, aconseja dar la
espalda a la expectativa de los pueblos, subrayando que “el extremismo” no
conduce a nada.
Como lo que debe hacer Vizcarra pronto, es
constituir su Consejo de Ministros, promueve luego a sus figuras favoritas.
Como no se atreve a proponerlas de manera directa, las “sugiere” arguyendo que
“son cartas que se barajan”. Así, “suelta” sus primeros nombres: Jorge del
Castillo, Antero Flores Araoz, Elmer Cuba, Puede ocurrir que realmente, no las
“baraje” nadie, pero ellos “las sueltan” y así las ponen en boca de muchos.
Después, hablarán de muchos más. De ese modo, no sólo llenaran la alforja de
“propuestos”, sino que también aspiran a influir en MVO en provecho de sus “recomendados”
A esa práctica se suma el accionar de los que “quieren ser”, aquellos que se
“promueven” por iniciativa propia y hasta “ofrecen sus servicios” indicando qué
es lo que debe hacer el mandatario para “tener éxito”. A veces, les liga.
Pero además, y por si más adelante les fuera
necesario, desde ahora comienzan a denigrar la figura del recién ascendido.
Usan, para ese efecto, las redes sociales. Así, aparecieron ya en el facebook
“declaraciones” que nunca hizo Vizcarra, contra Venezuela y en particular
contra Nicolás Maduro. Ponen no lo que dijo, sino lo que ellos quisieran que
hubiese dicho. Y como tienen la posibilidad de hacerlo, lo repiten hasta el
cansancio con la idea que -al ser repetida por enésima vez- la expresión se
convertirá en realidad.
El movimiento popular peruano vive un acelerado
proceso de maduración política. La gente sabe ya, que no puede hacerse
ilusiones con el cambio operado. Sabe además, que las cosas no dependen de una
persona. Los peruanos conocen -o intuyen- la naturaleza de las contradicciones
sociales, y son conscientes que los problemas que agobian a la ciudadanía,
reclaman mucho más que un “nuevo Presidente”.
Saben, adicionalmente, que mientras éste Congreso
este en funciones, el escenario seguirá siendo perverso. Está vivita, y
coleando, la Mafia Apro-Fujimorista que tiene en sus manos los resortes de
buena parte del Poder. La CONFIEP -La entidad empresarial más importante, que
dirige Roque Benavides- también está en acción. Ni una, ni otra, están
dispuestas a dar un paso atrás. El problema, entonces, no consiste en
“confiar”, o “no confiar”, en Martín Vizcarra, sino en mirar la realidad tal
cual es: Un hombre, por sí solo, no garantiza nada. Un pueblo en lucha, unido y
organizado –como en Moquegua a comienzos de siglo- será capaz de arrancar
victorias.
La Izquierda Política entonces, tiene en sus
manos hoy una oportunidad de oro. Podrá cumplir con ella a condición que sea en
efecto, Izquierda, y Política. Es decir, que enarbole legítimas
bandera, y que opere como corriente política de las grandes mayorías
nacionales, sin dejarse arrastrar por el electorerismo barato, que a veces la
seduce.
Si actúa como corresponde, podrá poner los
cimientos de una administración que bien podría estar liderada por un hombre
como Vizcarra, es decir, un gobierno eficiente y honrado, un paso
indispensable en el Perú de nuestro tiempo. Y la antesala, sin duda, de cambios
mayores en los que el pueblo sea realmente el protagonista de la historia.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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