Análisis
09/12/2019
Artículo publicado en la Revista América Latina
en Movimiento No. 546: Tiempos de estallidos sociales 03/12/2019
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Parafraseando
el título de la reciente novela de Mario Vargas Llosa referida a la golpeada
Guatemala de 1953-54, mientras que América del Sur, en particular Bolivia se
encuentra en “Tiempos Recios”1,
el Perú está en tiempo retardado en medio de demasiadas plagas2.
El golpe cívico, policial y militar contra el gobierno constitucional del
Presidente Evo Morales, quien acababa de ganar las elecciones del 20 de
octubre, con 45% de los votos, nos remite a escenas que creíamos pasadas.
Vargas Llosa relata al final de su novela que visitó en Washington a la
protagonista principal del golpe de la CIA contra Arbenz y escribe: “Los
tres coincidimos3
en que fue una gran torpeza de Estados Unidos preparar ese golpe militar contra
Arbenz poniendo de testaferro al coronel Castillo Armas a la cabeza de la
conspiración. El triunfo que obtuvieron fue pasajero, inútil y
contraproducente. Hizo recrudecer el antinorteamericanismo en toda América
Latina y fortaleció a los partidos marxistas, trotskistas y fidelistas”4.
Al parecer,
todavía no es la hora de los incendios y saqueos en el Perú, como “efecto
dominó” de lo que sucede en los países vecinos, pero sobre todo a consecuencia
de las plagas de corrupción, discriminación, desinstitucionalización,
autoritarismo, violencias de todo tipo y adicción al fracaso que arrastra el
Perú desde hace al menos tres décadas. Mi reflexión es que, nos guste o no, el
presidente Vizcarra ha encontrado la forma de gobernar la crisis de régimen
político, retardando una crisis de estado, es decir de colapso total
con movilizaciones ciudadanas multitudinarias que deberían llevar desde el proceso
destituyente actual hacia uno constituyente.
Su fórmula
ha sido hablar y actuar contra la corrupción que corroe prácticamente toda la
institucionalidad política, económica y social del país en todo el territorio
nacional. Y lo hace sin tocar el “modelo” económico en piloto automático y
cuando la reforma política que prometió al asumir la presidencia por la
renuncia del corrupto PPK en marzo del 2018, cuyo eje era la lucha contra la
corrupción de los representantes fujimoristas y apristas en el Congreso que
tuvo que disolver. Esta reforma política está pasmada desde hace meses.
¿Y en el
vecindario?
El Ecuador
está en movilización social e indígena, temporalmente detenida por promesas que
el gobierno no ha cumplido hasta ahora. En Chile continúa la insurgencia
social e indígena, con paros nacionales y marchas que apuntan a abrir las
alamedas de un proceso constituyente contra el “modelo neoliberal Piñera” de un
“oasis” que resultó inexistente, básicamente por la codicia de sus minoritarias
clases dominantes. La Argentina también está en movilización de las
masas, pero estas han sido cooptadas por el triunfo electoral de los Fernández
peronistas y la esperanza en ellos luego del desgobierno y bancarrota del
neoliberal Macri.
En Bolivia
los partidarios de Evo Morales continúan en movilización contra el golpe y los
asesinatos provocados por los bolsonaros policial-militares financiados y
alentados por la embajada yanqui, pero el proceso con enormes logros se
suicidó, al menos momentáneamente – si esto fuera posible - por errores del
Movimiento Al Socialismo MAS, centrados básicamente en el desconocimiento del
referéndum de febrero del 2016 y en el deseo de la reelección indefinida por
parte de la dupla Evo Morales-Álvaro García Linera.
Sin embargo,
al escribir esta crónica, el MAS en la Asamblea Nacional - en la que tiene
absoluta mayoría -, ha facilitado la convocatoria a nuevas elecciones en el
plazo de 120 días, reconociendo en la práctica a la autoproclamada “presidenta
interina” Jeanine Añez. Como se sabe, ésta se instaló con el apoyo del gobierno
de los EEUU, los fusiles y los paramilitares, luego de la renuncia del
presidente Morales, provocando una treintena de muertos, más de 600 heridos,
decenas de detenidos y otros tantos perseguidos. En estos momentos ha retornado
a Bolivia una tensa calma, pero han continuado las agresiones contra los
partidarios y dirigentes del MAS ya que en la Asamblea no se ha podido lograr
aún una ley de garantías para que no continúe la violencia.
La población
de Colombia ha sido la última en ingresar a los incendios con
movilizaciones urbanas, campesinas e indígenas que continúan a ritmo de
vallenatos, cacerolazos y tomas de calles y carreteras, combinadas con
asesinatos de dirigentes por parte del Duque aquel, que ha llamado a una Mesa
de Diálogo que no augura resultados.
El Brasil
está nuevamente en movimiento alzándose contra el incendiario Bolsonaro y el
neoliberalismo religioso, acicateado por la libertad del paradigmático Lula.
Finalmente el Uruguay fue al ballotage el domingo 23 de noviembre, en el
que Daniel Martínez del Frente Amplio perdió las elecciones por estrechísimo
margen –menos de 30 mil votos- ante Luis La Calle Pou del derechista Partido
Nacional, lo que significará para el pueblo uruguayo el retorno a las calles y
campos.
Crisis
peruana en el contexto latinoamericano
El Perú,
país de 32 millones de habitantes, heredero de tradiciones milenarias, heroicas
luchas sociales por derechos, diversidad de razas y pueblos indígenas
originarios, agro-biodiverso y multicultural, con inmensos recursos naturales,
tiene todo para ser un país próspero.
Sin embargo,
se encuentra desde el 2016 y quizá desde mucho antes, en crisis de su régimen
político, económicamente estancado, socialmente postrado, ambientalmente
agredido, acosado por la corrupción a todo nivel y gobernado desde hace décadas
por un régimen neoliberal extractivista que excluye a las grandes mayorías de
sus derechos fundamentales para poder Vivir Bien o mejor dicho impulsar
desde abajo y adentro los Vivires Bien en nuestro país diverso y
abigarrado.
Este
panorama nacional se desarrolla en un contexto latinoamericano caracterizado
por los siguientes rasgos generales:
1.
La resurrección de la crisis económico-financiera
internacional en pleno proceso de “restauración conservadora" en el
continente con guerras económicas, políticas, mediáticas y el rotundo fracaso
del modelo extractivista-exportador;
2.
Al menos desde el 2014, las continuadas agresiones
políticas, ideológicas, mediáticas y militar-policiales contra los gobiernos
progresistas y de izquierda en la región, especialmente sobre Venezuela, Cuba,
Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Chile, Bolivia y Brasil;
3.
La concentración de medios de comunicación en manos
de una derecha confesional, conservadora y fascista, con agresiones mediáticas
permanentes bajo pretextos agresivos como la llamada «guerra contra las
drogas», el «crimen organizado» y las «actividades ilícitas»;
4.
La criminalización de las movilizaciones, luchas
justas e insurgencias socio-ambientales, indígenas y ciudadanas contra sus
territorios, derechos y culturas, así como contra el enorme espacio de la
región Andino-Amazónica, pulmón, riñón y fuente de agua dulce para el planeta,
contra sus bosques, sus pueblos con saberes indígenas ancestrales y sus
territorios; y,
5.
La criminalización y persecución de la migración
pobre que huye de sus países en busca de seguridad y mejores condiciones de
vida, junto con el apoyo y financiamiento por parte del gobierno de los Estados
Unidos y sus agencias a las iglesias conservadoras evangélicas, que cada día
tienen mayor protagonismo en los procesos conservadores de América Latina.
Lo anterior
está orientado por las clases dominantes de cada país a facilitar y desarrollar
injerencias de los gobiernos de los Estados Unidos, Canadá, Europa, las
transnacionales y la “oficina de colonias” llamada OEA, en nuestros asuntos
internos a fin de apropiarse de nuestros recursos naturales, particularmente
minerales, petróleo, agua, biodiversidad, bosques y los saberes ancestrales de
las comunidades originarias. En suma, controlar la región Andino-Amazónica.
Sobre la
coyuntura destituyente actual
El primer
eje de coyuntura que desató la crisis en el Perú fue la corrupción pública,
privada y de los políticos en general de derecha, centro e izquierda. Pero el
otro eje es el piloto automático del “modelo” neoliberal con “silla giratoria”,
impuesto por el fujimorismo en los 90 y continuada sin dudas ni murmuraciones
por los cinco gobiernos del periodo “democrático” que se abrió a fines del
2000, lo que ha significado y significa:
1.
La captura corrupta del Estado, la concentración de
la riqueza y de la tierra, así como la ofensiva sobre las políticas sociales
con impacto en la distribución del ingreso, profundizando la pobreza y la
desigualdad social.
2.
La ofensiva sobre nuestros bienes naturales como
petróleo, minerales, agua, tierra, biodiversidad y aire que proporcionan
ganancias extraordinarias a las grandes empresas y los corruptos privados y
públicos, mediante la apropiación de la plusvalía social recaudada por el
Estado.
3.
La ofensiva contra los derechos conquistados
históricamente por los trabajadores, los pueblos indígenas, las mujeres, los
trabajadores, otros sectores, nuestro mar y nuestra Amazonía.
4.
La dominación por parte de la ideología neoliberal
de los corazones y mentes de las personas al buscar la colonización y homogenización
de nuestros saberes y sentidos.
Actualmente
vivimos en el Perú un Proceso Destituyente con protestas en las calles,
valles y regiones, con una agenda social, ambiental, cultural y económica
frente a la que el gobierno actual y muchos políticos hacen oídos sordos.
Consideramos que lo que debemos comenzar cuanto antes es un Proceso
Constituyente, por fuera de la actual constitución mafiosa de 19935.
En este proceso, el último acto ha sido la disolución por decreto presidencial,
el 30 de setiembre del 2019 del Congreso de la República y la convocatoria a
elecciones parlamentarias para el 26 de febrero del 2020.
No obstante,
tal como he señalado en un artículo reciente para ALAI, lo que tenemos que
disolver son al menos 10 mitos que son propios de la propuesta ideológica del
neoliberalismo extractivista salvaje6:
1.
que somos un país minero-petrolero-gasífero
extractivista;
2.
que para superar la pobreza y la exclusión debe
haber crecimiento continuado del PBI;
3.
que cemento, arena, fierro y equipos, es lo que
debe primar en las inversiones públicas y privadas;
4.
que el neoliberalismo es económico-productivo y no
ideológico-cultural;
5.
que con exportación superaremos la exclusión y la
competitividad-productividad;
6.
que el agua, bosques, biodiversidad y Amazonía son
bienes transables e infinitos;
7.
que los pueblos indígenas y los indignados no
pueden gobernar;
8.
que el territorio no se debe ordenar porque ello
inhibe las inversiones;
9.
que la diversificación productiva es una propuesta
de los comunistas-ecologistas; y,
10.
que los corruptos son más y por lo tanto es poco lo
que podemos hacer frente a ello.
El Perú en
crisis de régimen político
Estamos en
medio de una profunda crisis institucional destituyente, que puede abrir un
proceso constituyente. Se trata de una crisis multifacética, determinada en
parte por la crisis económica agravada por los desastres causados por desastres
ambientales de origen antrópico, la caída de los precios de los principales
minerales que exportamos, la corrupción que devela los mecanismos del poder
establecido, la crisis del Estado neoliberal puesto al servicio de los poderes
fácticos, incapaz de responder a la situación y cada vez más deslegitimado, la
emergencia de formas de sociabilidad y organización popular regresivas con un
sentido común conservador, con salidas cada vez más represivas.
En este
contexto, la resistencia popular en el Perú es explosiva pero desarticulada,
que va generando un escenario destituyente, pero sin un sujeto político, social
y cultural popular, democrático, que difícilmente se abrirá en el corto plazo a
un proceso constituyente que transforme el Estado, la economía y la sociedad.
Estamos en
un tiempo político-institucional marcado por los procesos electorales y la disputa
del gobierno que se abrió por las elecciones generales de 2016, las regionales
y locales del 2018 y las presidenciales del 2021 que coinciden con el
bicentenario de nuestra independencia. Pero, a mitad de camino, este cronograma
se alteró por la disolución del Congreso apro-fujimorista y la convocatoria a
elecciones adelantas en enero del 2020.
El tiempo
político está marcado por la configuración de tres mitades electorales -
ultraderecha autoritaria, derecha democrática e izquierda progresista - en
medio de un reflujo producido por la traición del gobierno de Ollanta Humala a
la apuesta de cambio de importantes sectores del país.
El
renacimiento de la izquierda que obtuvo una importante votación en el 2016 y
generó expectativas que debían ser canalizadas con la incorporación de amplios
sectores ciudadanos y populares a la política. Tenemos la conformación de un
gobierno débil políticamente - primero el estadounidense Pedro Pablo Kuczynski
que renunció por corrupto y ahora Martín Vizcarra - consagrado a gerenciar los
negocios de grupos de poder empresariales nacionales y transnacionales.
El resultado
de lo anterior es la consolidación de una derecha conservadora y vinculada a
poderes económicos legales e ilegales que tiene una mayoría parlamentaria
aplastante y que debe moverse apostando entre consolidarse el 2019 para ser
opción real de gobierno el 2021 y/o precipitar la caída del gobierno actual.
La izquierda
y la conflictividad social
Las izquierdas
y el movimiento popular aún se encuentran en crisis, con una caída de lo viejo
y lenta emergencia de algo nuevo, en un proceso inicial de reagrupamiento de
fuerzas que requiere de una mayor acumulación para acometer tareas
estratégicas, así como la recomposición de sus proyectos/organizaciones que
atraviesa al conjunto de las izquierdas y el movimiento social. Aún existe un
débil enraizamiento de los espacios político-sociales en los territorios y en
las dinámicas cotidianas de vastos sectores sociales y persiste una cultura
política que se centra en la representación más que en la participación, en la
pugna organicista y de aparatos más que en la multiplicación de la acción
política. Los actores políticos y sociales actualmente existentes en el país
son los siguientes:
1.
El fujimorismo, populismo de derechas,
ultraconservador, sostenido sobre redes corruptas, criminales y clientelares,
que, desde la mayoría parlamentaria en el Congreso disuelto y en alianza con
otras fuerzas políticas, venía generando condiciones para la concentración
política y el desplazamiento del poder de las élites tecnocráticas y/o su
asimilación en un posible gobierno.
2.
Los empresarios de la CONFIEP y la Sociedad
Nacional de Minería y Petróleo (SNMP), que han capturado desde diversos flancos
al Estado a través de sus técnicos de lujo o “pilotos de bombardero” - que
arrojan sus bombas sin importarles que sucede abajo -, que impulsan la “silla
giratoria”, quienes, en alianza con el fujimorismo, ganaron la presidencia del
Congreso de la República disuelto a través de uno de sus representantes.
3.
El centro liberal como Alianza para el Progreso
(APP), Acción Popular (AP), el partido Morado y otros que pueden ser capaces de
aglutinar a las clases medias o sectores emergentes asustados con la crisis.
4.
Las izquierdas divididas y enfrentadas por apetitos
de poder, siempre justificados en razones doctrinarias, incapaces de entender
que deben actuar más allá de la lógica de frente en una apuesta de construcción
ciudadana y popular más amplia.
5.
Los gremios de izquierdas y los activismos de
diverso tipo en crisis o marginales debido a que atienden las demandas de los
reducidos sectores asalariados en la gran y mediana industria y sin capacidad
de renovarse política, organizativa y tácticamente, como es el caso de la
Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y otros.
6.
Los activismos atrapados en lógicas testimoniales
sectoriales y vanguardistas como ecologistas, indigenistas, LGTBI, con
dificultades para entablar un diálogo con la sociedad como ocurre con el
feminismo y su dificultad de empatar con las demandas de la mayoría de mujeres.
7.
Por último y no por ello menos importante, el
senderismo y radicalismo étnico aún marginal a nivel nacional, pero con mucha
voluntad política que avanza en sectores sociales organizados de algunas
regiones y ciudades.
En suma, en
este tiempo de plagas, se trata de DISOLVER los 10 mitos del neoliberalismo
mencionados y de no darle la espalda a los problemas centrales del país como
son la corrupción estructural y cotidiana, la democracia sustantiva y
participativa, la persistencia del neoliberalismo extractivista, la porfiada
búsqueda de mayoría electoral pero sin hegemonía político-ideológica a lo Antonio
Gramsci, etc.7
Lima, 25 de
noviembre de 2019
- Hugo
Cabieses es economista, ex asesor parlamentario (2015-2017 y 2019) y ex
Viceministro de Desarrollo Estratégico de los Recursos Naturales del MINAM
(2011). Militante socialista y actual consultor sobre gestión sostenible de
bosques, cambio climático, humedales Ramsar y derechos de los pueblos indígenas
andino-amazónicos. Mail: hugocabieses@gmail.com
1 Ver: Mario Vargas Llosa; Tiempos recios; Penguin Rondom
House-Grupo Editorial Alfaguara; Barcelona, 2019.
3 La novela culmina con la visita que Vargas Llosa hiciera a la
salvadoreña Martha Borrero Parra (a) “Miss Guatemala”, amante del coronel
Castillo Armas, ya muy anciana, en Virginia, Washington DC para entrevistarla
sobre los sucesos de Guatemala y República Dominicana. La entrevista la hizo
junto con sus amigos dominicanos Soledad Álvarez y Tony Rafal.
4 Ver este párrafo en la página 221. Como en otras novelas, Vargas Llosa,
siendo un liberal conservador y anticomunista, rescata muchas veces tesis que
son defendidas por socialistas y demócratas.
5 Ver mi artículo con Oscar Ugarteche en el Semanario Brecha de
Montevideo, republicado en Sin Permiso de Barcelona: http://www.sinpermiso.info/textos/la-crisis-peruana-del-caos-destituyente-al-ciclo-constituyente.
https://www.alainet.org/es/articulo/203733
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