Opinión
04/12/2019
En días pasados
visitó nuestro país Gerardo Hernández Nordelo, una de las más emblemáticas
figuras de a Cuba de hoy. Arribó en compañía de Elier Ramírez compañero de
funciones en el Parlamento Cubano.
Gerardo,
actual Vice Director de la Academia Diplomática “Raúl Roa García” y miembro de
la Asamblea Nacional electo el pasado 18 de abril en representación de La
Habana, estuvo entre nosotros. Nadie podría descubrir que, al mismo tiempo, es
un Héroe Nacional de su país condecorado con las más altas órdenes del Estado, por
los altos servicios prestados a la Patria en los más duros años vividos por su
pueblo.
Cuando se
desplomó la Unión Soviética y el socialismo desapareció de los países de Europa
del Este, hubo quienes pensaron que Cuba caería como una fruta madura. Se
frotaron las manos y cantaron victoria sobre todo dos segmentos que confluían
en el vecino del norte: los funcionarios de la Casa Blanca y sus adláteres de
diversas entidades norteamericanas, y los núcleos más activos de la contra
revolución radicados en Miami y que virtualmente desde inicios de 1959
trabajaban febrilmente por derribar al gobierno instaurado en la Patria de
Martí luego de la gesta guerrillera de la Sierra Maestra. Como el hecho no se
produjo, unos y otros se empeñaron en provocar hechos que, a su juicio,
“acelerarían” las cosas.
Una ola de
atentados terroristas fue ejecutada en Cuba por acción de individuos que
arribaron a La Habana procedentes de diversos países. Ellos fueron “armados”
con cargas explosivas que dejaron en hoteles y otros lugares, para provocar
muerte y destrucción. Aunque los daños consumados fueron altos y generaron
incluso la muerte de un joven italiano que se hallaba en el lobby de un hotel;
la situación fue controlada. Muchos planes fueron detectados y detenidas personas
que fueron capturadas. La escalada, sin embargo, no se detuvo porque los
enemigos de Cuba querían alcanzar la victoria a cualquier precio.
Con
documentos en mano y evidencias notables, las autoridades cubanas entregaron al
gobierno de los Estados Unidos información precisa referida a estos actos
terroristas conviniendo una acción común para evitar daños mayores. La
administración Clinton no sólo no tomó en cuenta las denuncias sino que, por el
contrario, encargó a sus servicios secretos -el FBI- que detectara cómo habían
sido obtenidas estas evidencias. El corolario ocurrió en septiembre de 1998. El
12 de dicho mes, fueron detenidos los integrantes de una denominada “Red
Avispa” que actuaba en territorio norteamericano infiltrada en los grupos
terroristas que operaban en Miami y cuya tarea era detectar acciones de este
corte contra su país para neutralizarlos o informarlos a las autoridades de la
isla. Gracias al trabajo silencioso de estos agentes, fue posible salvar vidas
y evitar inmensos daños materiales en diversos lugares de Cuba.
Los
detenidos -Gerardo Hernández Nordelo, Fernando Gonzales Llort, Ramón Labañino
Salazar, Antonio Guerrero Rodriguez y René Gonzales Sehwerert- operaban en los
Estados Unidos con otra identidad, y sin conocimiento de las autoridades. Desde
su captura, fueron conminados por las autoridades norteamericanas para que
reconocieran ser “espías” y haber sido enviados por el gobierno de Cuba para
ejecutar actos hostiles contra los Estados Unidos.
Espías no
eran, por cuanto no se habían infiltrado en las estructuras del gobierno del
gobierno de los Estados Unidos. No actuaban en la NASA, ni el Congreso, ni en
el FBI, ni en la CIA. Actuaban como si fueran “disidentes” cubanos en los
grupos terroristas que operaban en Miami y que preparaban y ejecutaban acciones
contra Cuba. Por lo demás, no cometieron crimen alguno, y más bien salvaron
vidas de ciudadanos cubanos, norteamericanos y de otros países, susceptibles de
ataques por parte de bandas terroristas dirigidas por gentes como Luis Posada
Carriles, Orlando Bosh y otros reconocidos asesinos.
La idea
urdida por la CIA era presentarlos, en efecto, como “terroristas y espías”
cubanos enviados por Fidel Castro para “atentar” con los Estados Unidos y sus
autoridades-. Y justificar así nuevas acciones punitivas contra Cuba. Los 5
-como los llamaría la historia- resistieron estoicamente las presiones más
salvajes. Sometidos a confinamiento bárbaro en celdas de castigo -“el hueco” lo
llaman- estuvieron aislados en los primeros 17 meses de su caída y finalmente,
en diciembre del 2001 fueron condenados a penas inicuas. Gerardo Hernández
-considerado el “Jefe” del Grupo- recibió 2 cadenas perpetuas, más 15 años de
cárcel.
Al dar
cuenta a su pueblo, en Cuba, Fidel Castro admitió que se había creado una
situación muy difícil para ellos y sus familiares; y que la pelea por su
retorno a la Patria demoraría años y resultaría compleja. Aun así, con
enigmática clarividencia, aseguró a todos: “¡Volverán!. Y así habría de
ocurrir, sólo que 16 años más tarde. El 17 de diciembre del 2014, en efecto,
Gerardo, Ramón y Antonio -los 3 que quedaban dado que Fernando y René habían
sido liberados poco antes- arribaron a Cuba para júbilo del mundo.
¿Qué hizo
posible ese milagro? En primer lugar el inmenso peso moral de Cuba en el mundo,
la fuerza política de su gobierno y la habilidad de su trabajo en el plano
exterior. En segundo, la enorme ola solidaria que se levantó en todos los
países en los que la causa de los 5 fue conocida. El alud que brotó de todos
los confines del planeta expresó la identificación de los pueblos y su gratitud
hacia Cuba por su transparente conducta.
En el Perú,
un Comité Nacional surgido en agosto del 2002 desarrolló numerosas acciones:
Jornadas, marchas, mítines, plantones, eventos culturales, festivales,
exposiciones pictóricas, recitales poéticos, presentaciones artísticas,
desfiles, concentraciones sociales, piquetes ante la embajada de los Estados
Unidos, recopilación y envío de firmas, conexión con organismos internacionales,
participación en eventos de muy diverso índice.
Las calles
de las ciudades, grandes avenidas, puentes, cerros en zonas urbanas y rurales
asomaron con constantes expresiones de solidaridad. Hasta a Plaza de Armas de
Lima y la Plaza San Martín conocieron la demanda. También los desiertos de la
costa, los ríos de la selva, los contrafuertes andinos, los valles ribereños;
todo, fue lugar para que asomara siempre el apoyo nacional a esta causa. Machu
Picchu y Ticlio vieron ondear la bandera de los 5 que en nuestra patria llegó
hasta los 5 mil metros de altura en manos solidarias.
Aportaron a
esa demanda hermosa, poetas, pintores, escritores, artistas, personalidades,
dirigentes sociales, sindicales, políticos, instituciones del más variado
signo. Actuaron todos con un solo propósito: aportar un granito de arena a la
inmensa y universal playa de la solidaridad levantada. Y es que esta lucha, se
libró en todos los confines del planeta.
Por eso la
presencia de Gerardo Hernández -antes vino ya, el 2016, Fernando Gonzales- fue
gratamente acogida. La Bienvenida en la sede del Sindicato Telefónico, el acto
en la Casa del Maestro, la visita a la Casa Museo José Carlos Mariátegui, el
encuentro con los estudiantes en la Universidad de San Marcos, las entrevistas
en la televisión, los programas radiales, y hasta las actividades de orden
cultural como la visita al Centro Histórico de Lima, el encuentro con las
autoridades oficiales de la Cancillería o su presencia en el restaurant típico
“Brisas del Titicaca”; resultaron acontecimientos de primera importancia.
En todos
ellos, Gerardo lució su sonrisa de vida. No hubo recelo en su mirada, ni un
reflejo de sombra, o de distancia. Al contrario, fue notable en todo instante
su luz de esperanza, su fe en la victoria de los pueblos, su identificación con
la paz, la amistad y la solidaridad, principios verdaderos de los pobres.
En la medida
que pasen los días más gente tomará conciencia de los hechos y comprenderá su
esencia: un héroe anduvo entre nosotros y eso también fue un estímulo, un
aliento para nuevas batallas.
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