Barómetro Internacional
04-12-2019
El pasado 10 de noviembre en Caracas y 14 de noviembre
en Buenos Aires fue bautizado mi libro “China en el siglo XXI. El despertar de
un gigante”. Con prólogo del profesor Xu Shicheng, investigador titular del
Instituto de América Latina y miembro honorario de la Academia de Ciencias
Sociales de China, la obra fue presentada por el Canciller de Venezuela Jorge
Arreaza en Caracas. En Buenos Aires las palabras introductorias al texto
estuvieron a cargo del catedrático y dirigente del Sindicato Argentino de
Docentes Privados (SADOP) Mario Morant director del Instituto Pedagógico
Latinoamericano y del Caribe (IPLAC), quien además escribió el prólogo a la
edición argentina, así como del Miguel Ángel Barrios doctor en Ciencia Política
por la Universidad del Salvador de Buenos Aires.
El libro es
el producto final de la tesis para aspirar al título de Doctor en Estudios
Políticos por la Universidad de los Andes, Venezuela, en una investigación que
fue tutorada por el Dr. Vladimir Aguilar Castro, recogiendo los resultados de
tres años y medio de trabajo que incluyen 7 viajes a China en los que tuve la
oportunidad de conocer 32 grandes, medianas y pequeñas ciudades de 9
provincias, 2 regiones autónomas y 3 municipios directamente subordinados al
poder central, es decir 14 entidades administrativas de las 34 que conforman el
país, viajando a lo largo de alrededor de 6360 Km. por vía terrestre, además de
los traslados aéreos a ciudades tan apartadas como Kashgar, ubicada en la
región autónoma uygur de Xinjiang aproximadamente 4 horas de vuelo de Shanghái.
Tan
impresionante recorrido en el que pude intercambiar con dirigentes políticos,
académicos, estudiantes, trabajadores, ciudadanos de las minorías étnicas,
niños, funcionarios públicos, pequeños empresarios, campesinos, comerciantes e
intelectuales entre otros, me permitió comenzar a tener una idea germinal de
este extraordinario y enigmático país para los que nacimos y vivimos en la otra
parte del mundo.
El estudio
permitió darme cuenta que desde Occidente se comete el error de intentar
conocer y juzgar a China desde una perspectiva endógena, que siendo ajena a
ellos, nos lleva a cometer funestas equivocaciones en el análisis, conllevando
a conclusiones falsas y puntos de vista desacertados al usar categorías,
valores y principios extraños para la cultura, la tradición y la historia de
China.
Los colegas
chinos me señalaron que nuestra filosofía y nuestra ciencia política tuvieron
su origen en los siglos IV y III a.c. y que a partir de ello se erigió todo el
entramado de las sociedades de Occidente, pero me hicieron ver que un poco
antes en los siglos VI y V a.c. ellos vieron surgir su propia filosofía
política a partir de Confucio, Lao Tse, Mozi, Mencio y otros que configuraron
la armazón del Estado y la sociedad modernas de China. No aprenden porque
Occidente se esfuerza en juzgarlos a partir de un pensamiento foráneo que
resulta improcedente para ellos.
Esto me
condujo a entender que no se está hablando tan sólo de un país distinto, el
análisis debe comprender que estamos ante una civilización diferente, mucho más
antigua que la nuestra con toda la carga política, cultural y social que tal
aseveración conlleva. A través de cinco milenios ha construido una
ininterrumpida obra que se manifiesta en todos los terrenos de la vida,
configurando una forma de ser, una forma de pensar y una forma de actuar
distinta de la nuestra.
En todo el
aprendizaje que significó escribir este libro, hay un elemento que, -al
concluir el mismo- considero esencial para el estudio, el conocimiento y la
comprensión de esta civilización. Es el problema del tiempo entendido en
términos filosóficos. Desde mi punto de vista, en él radican las profundas
diferencias que tenemos con China. En Occidente, el tiempo es finito, finaliza
con la vida. Las obras que emprendemos les concedemos validez si las vemos
terminadas. En China el tiempo es infinito porque continúa con los
descendientes, eso les permite ver todo desde una dimensión temporal distinta y
les da la posibilidad de diseñar los planes y proyectos (el cambio de sociedad
entre ellos) a muy largo plazo.
Al comenzar
a adentrarme en este intríngulis, me di cuenta que mi objetivo inicial que era
estudiar la política exterior china, obligaba a conocer la política en general,
y conocer la política de este país exponía al imperativo de echar una mirada a
su historia y su filosofía milenaria. Sólo de esta forma era posible conocer
pautas que aportaran elementos de análisis de la realidad actual.
Así, encaré
la tarea de aherrojar 5.000 años de historia en una pequeña cantidad de
páginas, sabiendo que no estaba escribiendo un libro de historia de China, sino
solo extrayendo hechos ocurridos hasta 1978 que tuvieran influencia y presencia
en la China de hoy. Lo mismo ocurrió con el segundo capítulo dedicado a reunir
la mayor cantidad posible de elementos filosóficos que a través del tiempo
configuraron la síntesis de su pensamiento y que confluyen en la actualidad en
la construcción de lo que se podría llamar la doctrina china del siglo XXI.
Solo
entonces fue posible hacer frente a la política china, primero a partir de 1978
cuando se inició la reforma y apertura liderada por Deng Xiaoping y después,
desde 2012 cuando Xi Jinping fue elegido secretario general del Partido
Comunista de China en el XVIII Congreso de esa organización, lo que marcó un
punto de inflexión que permite proyectar el trazado que se ha hecho para que el
país cumpla el “sueño chino” que es su propuesta de desarrollo para el siglo
XXI.
Finalmente
se asumió el estudio de la política exterior de China en tres etapas: desde la
creación de la Nueva China en 1949 hasta 1978, desde este año hasta 2012 y a
partir de ese momento hasta ahora y su proyección en el siglo XXI.
Mucho más se
podría hablar de China y de este libro, pero si se intenta resumirlo en pocas
palabras, tal vez sea admisible recurrir a las líneas finales del mismo: ”Se
podrá estar de acuerdo o no con los principios políticos e ideológicos de
China, o con su modelo de sociedad y de economía, pero nadie puede poner en
duda que está estableciendo un nuevo patrón de conducta para una potencia en el
escenario internacional. Ese comportamiento proviene de su historia y de su
filosofía milenaria, señala una nueva ruta en su fusión con el
marxismo-leninismo que permitió diseñar un modelo de sociedad socialista con
características propias. Los pueblos del planeta deben estudiar y conocer este
experimento grandioso realizado en el país más poblado y uno de los más
extensos del mundo, para implementar políticas propias para su relacionamiento
con China, sobre todo, cuando estamos ante el país que sin ninguna duda, será
la próxima mayor potencia mundial”.
Fuente: https://barometrolatinoamericano.blogspot.com/2019/11/china-en-el-siglo-xxi-el-despertar-de.html
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