30/05/2017
La izquierda peruana (usaremos el plural por
comodidad) no logra posicionarse completamente en el siglo XXI. Intuye que debe
renovarse, pero le resulta extraña la sociedad de emprendedores que desplazó a
los movimientos campesinos y sindical- populares que caracterizaron el Perú de
los setenta y ochenta. La izquierda aprendió y creció navegando entre las
luchas por la tierra, el sindicalismo urbano y la movilización barrial. El
actual predominio del individualismo popular y la despolitización la tiene como
un pez fuera del agua. Respira un poco en los conflictos ambientales, pero es
insuficiente para su reconstitución política.
¿Cuál es el escenario en el que se mueve hoy la
izquierda? ¿Es posible la reconstitución de la izquierda sin una narrativa
política sobre el Perú posfujimorista? Estas son preguntas ineludibles, si la
izquierda desea construir una hegemonía político-cultural. En estas breves
líneas vamos a plantear algunos puntos del debate, particularmente resaltando
los cambios socio-políticos, sobre los cuales tendremos oportunidad de volver
en las próximas colaboraciones para desarrollar y profundizar nuestras
reflexiones.
Un baile sin Marx
En primer lugar, debemos señalar que en la década
de 1990 la izquierda internacional empieza a abandonar el aparato conceptual
marxista: las nociones de lucha de clases, la dictadura del proletariado, el
control de los modos de producción, entre otros. De una parte, debido al
desarrollo de los enfoques teóricos y metodológicos de las ciencias sociales
que enriquecieron nuestro conocimiento del desarrollo histórico-social, de las
acciones humanas y de los procesos políticos. Esto se constata fácilmente en
las publicaciones de los intelectuales de izquierda.
Por ejemplo, en los escritos de Aníbal Quijano, uno
de los pocos pensadores peruanos con proyección internacional, puede
verificarse la continuidad de ciertos temas: la desigualdad, el poder y la
dominación, la política y los movimientos sociales. Sin embargo, es evidente el
desplazamiento del lenguaje marxista y la recepción de perspectivas fuera de la
tradición socialista. Aunque el abandono de las categorías marxistas es
prácticamente generalizado, no se reemplazaron con nuevos conceptos, salvo
excepciones como la del propio Quijano y su teoría o enfoque de la
“colonialidad del poder”.
De otra parte, el abandono del aparto conceptual
marxista responde a que el curso de la historia tomó una dirección no prevista
por Marx ni por sus principales herederos teóricos. La caída del socialismo
soviético y el giro “capitalista” de China mellaron seriamente el pensamiento
marxista, pues su prestigio radicaba en el “efecto de realidad” del socialismo
soviético y chino. Los marxistas ya no podían exhibir que su interpretación del
desarrollo histórico-social era la “correcta”. Los problemas que la izquierda
marxista se propuso resolver seguían existiendo, pero había que imaginar otros
caminos.
Un baile sin El “Che”
En segundo lugar, asistimos al abandono del
discurso de la violencia revolucionaria como vía para la conquista del poder.
Con la excepción de las FARC, en pleno proceso de un acuerdo de paz, la
práctica de la izquierda actual se mueve exclusivamente en el terreno de la
democracia electoral. No se observa a ningún émulo del “Che” y las pequeñas
organizaciones de izquierda están más preocupadas en reunir las firmas
necesarias para su inscripción en el JNE, que en explorar las posibilidades de
una revolución.
Sin embargo, este giro en la “práctica” de la
izquierda no viene acompañado de una narrativa sobre la experiencia de la
democracia peruana y, mucho menos, sobre un balance crítico de la experiencia
armada de los grupos que en los sesenta y ochenta tomaron las armas. La
renovación de la izquierda se ha producido de facto, casi por recambio
generacional físico. Algunos grupos vienen renovando el repertorio ideológico
zurdo (ambientalistas, feministas, grupos de diversidad sexual, defensores de
los derechos indígenas, etc.), pero todavía sin construir un movimiento que
marque una tendencia general en la sociedad peruana.
Un baile sin obreros
En tercer lugar, el escenario en el que se mueve la
izquierda se caracteriza por la desaparición de los actores colectivos que se
movilizaron en la segunda mitad del siglo XX: federaciones campesinas,
sindicatos obreros, organizaciones barriales, gremios magisteriales, movimiento
universitario, etc. En la base de esta situación está el colapso de la
industria y la producción fordista, es decir, de la existencia de “ejércitos”
de obreros y sindicatos asociados a ellos, así como el avance de la
informalidad que engloba a casi dos tercios de la Población Económica Activa.
En una sociedad desmovilizada como la actual, lo
que adquirió importancia es la “opinión pública” como el espacio en el cual los
actores políticos compiten para movilizar el voto. Esto supone, de un lado, la
necesidad de imaginar formas de intervenir e influenciar en la opinión pública;
y de otro lado, el desafío de construir organizaciones acordes con los nuevos
sujetos sociales que contrarresten las desventajas que la izquierda tuvo y
tiene en los medios de comunicación.
Resumiendo, estamos ante una izquierda que no tiene
como referente único o principal la ideología marxista, pero que tiene la tarea
de construir una narrativa hegemónica del Perú neoliberal. Es una izquierda que
en la “práctica” se mueve en el terreno democrático-electoral, aunque sin un
balance de la izquierda insurreccional de los sesenta y ochenta. Y es una
izquierda que actúa en una sociedad desmovilizada, pero que si quiere
reconstituirse está irremediablemente condenada a imaginar y edificar nuevas
formas de institucionalidad social. En una palabra, es una izquierda en proceso
transición. Volveremos sobre este tema.
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