Katherine Castrillo
ALAI AMLATINA, 02/05/2017.-
El 5 de
agosto de 1999, Hugo Chávez lideró la primera sesión de la Asamblea Nacional
Constituyente, en una Venezuela que, dijo, “se levantaba sobre sus cenizas”. El
llamado a una Asamblea Nacional Constituyente entonces se dio bajo la premisa
de “una verdadera emergencia nacional”, y se activó para evaluar y reimpulsar
todos los poderes constituidos y las instituciones “dispersas, maniatadas, sin
vida propia”, como la Fiscalía y el Ministerio Público, crear una República
democrática y libre, soberana y contra toda injerencia de poderes extranjeros,
económicos y políticos.
Chávez dio el salto, aquella evaluación, las
propuestas, la invención de modelos económicos propios, la instalación del
bolivarianismo y la idea robinsoniana como hegemonía contra el dogma
neoliberal, se daría por primera vez de mano del pueblo: “La vuelta al pueblo
es el único combustible de la máquina de la historia”, dijo.
¿Qué significó? La activación de todos los
mecanismos democráticos fundamentales: dar la discusión en asambleas populares,
en los barrios, en el campo, en las fábricas. El pueblo ante la posibilidad de
iniciativas de leyes, consultas populares, “un instrumento de construcción, de
protagonismo y de democracia verdadera, de participación efectiva, vital para
construir un país, un rumbo, un proyecto”.
Casi dieciocho años después, el presidente Nicolás
Maduro vuelve a hacer el mismo llamado, después de dieciséis semanas en las que
insistió en llamar a la oposición a un espacio de diálogo. Dieciséis semanas en
las que los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se negaron o
dejaron el debate a la mitad, y desde finales del mes de abril convocaron a protestas
que dejaron como resultado el ataque a un hospital materno infantil, incendios
de unidades de transporte público, ataques a urbanismos de la Gran Misión
Vivienda Venezuela, y casi una treintena de personas asesinadas por grupos
desconocidos mientras culpaban a organizaciones chavistas, creando una matriz
mediática de que el Gobierno está masacrando a opositores pacíficos.
El 1 de mayo del 2017 la historia de Venezuela da
un nuevo giro: la convocatoria a la conformación de la Asamblea Nacional Constituyente
(contemplada en el artículo 347 de la Constitución) de parte del propio
presidente Nicolás Maduro. La Constituyente como figura que da poder al pueblo
para “transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar
una nueva Constitución”.
“¡Hoy, 1 de mayo, anuncio que en mis atribuciones
presidenciales como Jefe de Estado convoco al poder constituyente originario
para que la clase obrera y el pueblo en un proceso nacional constituyente
convoque a una Asamblea Nacional Constituyente (…) ¿Quieren diálogo? Poder
Constituyente, ¿quieren paz? Poder Constituyente, ¿quieren elecciones? Poder
Constituyente”. Un poder profundamente obrero, comunal, misionero, campesino,
feminista, de la juventud, de los estudiantes, indígena, y sin partidos
políticos, sin élites. Así lo caracterizó el Presidente.
Maduro recoge la esencia del proceso Constituyente
de 1999: crear, como la llamó Chávez, una “Asamblea originaria” que permita
“recoger la expresión del momento nacional”, uno de los momentos de coyuntura
más difíciles que ha atravesado el país desde que se inició la construcción de
un modelo emancipatorio y de protagonismo popular.
Entre las primeras propuestas que ya fueron
anunciadas por el presidente Maduro, está dar carácter constitucional a las
misiones y grandes misiones sociales que han garantizado, por ejemplo, acceso a
la vivienda (Gran Misión Vivienda Venezuela), la transformación y dignificación
integral del hábitat en los barrios (Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor),
atención médica pública y primaria en las zonas populares (Misión Barrio
Adentro Salud), acceso a productos alimenticios a bajos costos, especialmente
para la población de escasos recursos económicos (Misión Alimentación), para
evitar las tentativas de su eliminación a través de la actual Asamblea
Nacional, constituida por mayoría opositora. También está la propuesta de crear
un capítulo que resguarde a la juventud contra la privatización de su derecho
al trabajo, la vivienda, la educación, la cultura, la tecnología.
Una Asamblea originaria, sí, para conducir un nuevo
proceso de transición, para llevar adelante la inmensa tarea de profundizar el
protagonismo de las bases en la construcción del Estado Comunal, para dar la
batuta a la fuerza obrera para el empoderamiento de las fábricas, para asumir
este como el instante significativo para dar más y mejores alternativas ante el
modelo rentista petrolero y lograr la estabilidad política y económica. “Para
ganar la paz, para vencer el Golpe de Estado”.
Se elegirán quinientos constituyentes: 250 vendrán
propuestos por la base obrera, misiones y movimientos sociales, y los otros 250
serán electos a través de voto directo y secreto.
Mientras la oposición sigue acusando que Venezuela
vive una dictadura, y más llamados opositores que terminan en movilizaciones
vandálicas y violentas, de este lado se siguen activando espacios de
demostración del protagonismo del poder popular.
Como dijo Chávez en el 1999, parafraseando a
Shakespeare, tras ser acusado de tirano mientras convocaba a la Asamblea
Constituyente Nacional: “Sopla viento fuerte, sopla tempestad, que tengo
Asamblea para maniobrarte”.
- Katherine Castrillo / Contacto: @ktikok
URL de este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/185186
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