Durante muchos años, los investigadores y lectores
se preguntaron por qué Lukács nunca contestó al fuego intenso de la crítica
dirigida contra Historia y Conciencia de Clase (HCC) poco después
de su publicación, particularmente desde las filas comunistas. El reciente
descubrimiento de Chvostismus und Dialektik, en los viejos archivos del
Instituto Lenin, muestra que el “eslabón perdido” existía. Efectivamente Lukács
respondió en forma muy explícita y vigorosa a estos ataques y defendió las
principales ideas de su obra maestra hegeliano-marxista de 1923. Se podría
considerar esta respuesta como el último escrito marxista revolucionario del
filósofo húngaro, poco antes de que se produjera un giro importante en su
orientación teórica y política.
Laszlo Illés, el editor húngaro de Seguidismo y
dialéctica (SyD) en 1996, cree que fue escrito en 1925 o 1926 “al mismo
tiempo que las importantes revisiones de la Edición Lassalle y los escritos de
Moses Hess”. Creo que 1925 es la fecha más exacta, porque no hay razones para
que Lukács esperara dos años para responder a críticas publicadas en 1924. El
estilo del documento sugiere mas bien una respuesta inmediata. Pero sobre todo,
no creo que sea contemporáneo al artículo sobre Moses Hess (1926) por un buen
motivo: y es que este texto está estrictamente opuesto, como trataré de
demostrar más adelante, en su orientación filosófica básica, al ensayo
recientemente descubierto.
Ahora que sabemos que Lukács consideró necesario
defender Historia y Conciencia de Clase contra los críticos comunistas
“ortodoxos” -nunca se molestó en contestar a los socialdemócratas- la pregunta
obvia, que curiosamente no plantean los editores (ni los ingleses, ni los
húngaros) es ¿por qué no lo publicó? Se me ocurren tres respuestas posibles a
esta pregunta:
1) Lukács temía que su respuesta pudiese provocar
una reacción de los organismos soviéticos o del Comintern, agravando así su
aislamiento político. No creo que esa sea una explicación plausible, no sólo
porque en 1925- contrariamente a 1935- todavía había lugar para la discusión en
el movimiento comunista, pero sobre todo considerando que en 1925 había publicado una dura crítica a la “sociología marxista”
de Bujarin, que tiene muchos puntos en común con Seguidismo y dialéctica.
[1] Por supuesto, Bujarin era una figura mucho más importante en el movimiento
comunista que Rudas o Deborin, y sin embargo Lukács no tuvo miedo de someterlo
a un intenso ataque crítico.
2) Lukács trató infructuosamente de publicarlo.
Otra hipótesis posible es de que la envió a una publicación soviética -por ej. Pod
Znamenem Marxisma (Bajo la bandera del marxismo), donde Deborin había
publicado un ataque contra él en 1924- pero el ensayo fue rechazado dado que
los editores estaban más del lado de Deborin. Esto explicaría por qué el
manuscrito se encontró en Moscú y también -tal vez- por qué Lukács uso la
palabra rusa Chvostismus, que sólo conocían los lectores rusos. También
podría ser que el ensayo fuese demasiado largo para ser publicado en una
revista y demasiado corto y polémico para aparecer como libro.
3) Algún tiempo después de escrito este ensayo
-unos pocos meses o tal vez un año- Lukács comenzó a tener dudas y finalmente
cambió de parecer y ya no estuvo de acuerdo con esa orientación
político-filosófica. Entre paréntesis, esta hipótesis no se contradice
necesariamente con la anterior.
En cuanto al silencio de Lukács sobre este
documento en los años siguientes , se puede explicar fácilmente por su rechazo
-particularmente después de la década de 1930 – de HCC como un libro
“idealista” e incluso “peligroso”.
Seguidismo y dialéctica es, como su título lo sugiere,
un ensayo en defensa de la dialéctica revolucionaria y en contra de gente como
Lazlo Rudas (un joven intelectual comunista húngaro) y Abram Deborin (un
ex-menchevique y seguidor de Plejanov) que representaban, dentro del movimiento
comunista, un punto de vista influyente y poderoso, semi-positivista y
pre-dialéctico.[2] A pesar de su excelente valor en este aspecto, el documento
tiene, según mi opinión, algunos defectos graves.
El más obvio es que se trata de una polémica en
contra de autores de segunda línea. En sí, esto no es una cuestión relevante.
¿Acaso Marx no debatió en detalle los escritos de Bruno y Edgard Bauer? Sin
embargo, Lukács adoptó, hasta cierto punto, los temas de sus críticos y limitó
sus respuestas a los problemas que ellos planteaban: la conciencia de clase y
la dialéctica de la naturaleza. Aunque el primero es un tema ciertamente
esencial en la dialéctica revolucionaria, apenas puede decirse lo mismo del
segundo. Es difícil percibir el significado filosófico/político de muchas
paginas de SyD dedicadas a la epistemología de las ciencias naturales, o
a la cuestión de que la experimentación y la industria son en sí mismas -como
creía Engels aparentemente- una respuesta filosófica al desafío de la
cosa-en-sí kantiana. Otra consecuencia de esta temática limitada es que la
teoría de la reificación, que es uno de los argumentos centrales de HCC
y la contribución mas importante de Lukács a una crítica radical de la
civilización capitalista, que ejercería una influencia poderosa en el marxismo
occidental de todo el siglo XX (desde la Escuela de Frankfurt y Walter Benjamin
a Lucien Goldmann, Henri Lefebvre y Guy Debord) estuviese totalmente ausente de
Seguidismo y dialéctica, como también estaba ausente en las laboriosas
polémicas de Rudas y Deborin.
En relación a la conciencia de clase y la teoría
leninista del partido -verdaderamente la parte más interesante de este ensayo-
hay un problema otro tipo. Si se compara la discusión de estos tema en HCC
con los de SyD, no se puede dejar de tener la impresión que su
interpretación del leninismo en el segundo texto, adquiere un tono
definitivamente autoritario. Mientras que en la obra de 1923 hay un intento
original de integrar algunos de los puntos de vista de Rosa Luxemburgo en una
especie de síntesis entre ella y el leninismo[3], en este ensayo polémico
Luxemburgo solo aparece en forma bastante simplista, como una referencia
negativa y como la encarnación del espontaneísmo puro. Mientras que en HCC
la relación entre “conciencia atribuida” y la empírica se percibe como un
proceso dialéctico en el cual la clase, asistida por su vanguardia, se eleva a
una conciencia inclusiva (zugerechnetes Bewustsein) por medio de su
propia experiencia de lucha, en SyD la tesis estrictamente no-dialéctica
kautskyana de que el socialismo “es introducido desde afuera” en la clase por
los intelectuales (una visión tomada por Lenin en ¿Qué hacer? (1902),
pero descartada después de 1905) , se presenta como la quintaesencia del
“leninismo”. Mientras que en HCC Lukács insistía en que “los consejos
obreros son la superación político-económica de la reificación”[4], en SyD
se ignora a los soviets y se refiere sólo al partido, identificando incluso la
dictadura del proletariado con la “dictadura de un verdadero Partido
Comunista”.
A pesar de estos problemas, Chvostismus und
Dialektik tiene poco en común con el estalinismo y puede ser considerado
como un ejercicio poderoso de dialéctica revolucionaria, en contra de la rama
cripto-positivista del “marxismo” que muy pronto se convirtió en la ideología
oficial de la burocracia soviética. El elemento clave en esta batalla polémica
es el énfasis que Lukács pone en la importancia revolucionaria decisiva del
momento subjetivo en la dialéctica histórica del sujeto/objeto. Este tema
corre como un hilo rojo a través de todo el texto, especialmente en su primera
parte, pero hasta cierto punto también en la segunda. Tratemos de poner en
evidencia los principales momentos de este argumento.
Se podría empezar con el misterioso término de Chvostismus
en el título del libro. Lukács nunca se molestó en explicarlo, suponiendo que
sus lectores (¿alemanes? o ¿rusos?) lo conocerían. La palabra fue usada por
Lenin en sus polémicas (por ejemplo, en ¿Qué hacer?) contra los
“marxistas economicistas” que “van a la cola” del movimiento obrero espontáneo.
Sin embargo, Lukács lo usa en un sentido “historiosófico” mucho más amplio. Chvostismus
significa seguir pasivamente -“a la cola”- el curso “objetivo” de los
acontecimientos, ignorando los momentos subjetivo-revolucionarios del proceso
histórico.
Lukács denuncia el intento de Rudas y Deborin de
transformar al marxismo en una “ciencia”, en el sentido burgués y positivista.
Deborin -un ex-menchevique- intenta, en una maniobra regresiva, llevar
nuevamente al materialismo histórico “al redil de Comte o Herbert Spencer” (auf
Comte oder Herbert Spencer zurückrevidiert), una especie de sociología
burguesa que estudia leyes trans-históricas que excluyen toda actividad humana.
Y Rudas se ubica como un observador “científico” del curso objetivo, regido por
leyes, de la historia, con lo cual puede “anticipar” los acontecimientos
revolucionarios. Ambos consideran digno de investigación científica sólo
aquello que esté libre de toda participación por parte del sujeto histórico. A
su vez, ambos rechazan, en nombre de esta ciencia “marxista” (en realidad,
positivista) cualquier intento de acordar “un papel activo y positivo a
un momento subjetivo de la historia”.[5]
La guerra contra el subjetivismo, dice Lukács, es
la bandera bajo la cual el oportunismo justifica su rechazo a la dialéctica
revolucionaria: fue utilizado por Bernstein contra Marx y por Kautsky contra
Lenin. En nombre del anti-subjetivismo, Rudas desarrolla una concepción
fatalista de la historia que sólo incluye “las condiciones objetivas”, pero no
deja lugar para la decisión de los agentes históricos. En un artículo de Inprekor
contra Trotsky -criticado por Lukács en SyD– Rudas sostiene que la
derrota de la revolución húngara en 1919, se debió solamente a las “condiciones
objetivas” y no a los errores de la dirigencia comunista. Menciona tanto a
Trotsky como a Lukács, como ejemplos de una concepción política unilateral que
enfatiza demasiado la importancia de la conciencia de clase proletaria.[6]
En tanto que rechaza la acusación de “idealismo
subjetivo”. Lukács no se retracta de su punto de vista subjetivo y
voluntarista: en los momentos decisivos de la lucha “todo depende de la
conciencia de clase, de la voluntad conciente del proletariado”, es decir, del
componente subjetivo. Naturalmente existe una interacción dialéctica entre
sujeto y objeto en el proceso histórico, pero en el momento (Augenblick)
de la crisis, le da una dirección a los hechos, en forma de conciencia y
práctica revolucionaria. Con su actitud fatalista, Rudas ignora la praxis y
desarrolla una teoría del “seguidismo” pasivo que considera que la historia es
un proceso “que tiene lugar independientemente de la conciencia humana”.
¿Qué es el leninismo -se pregunta Lukács- sino la
insistencia permanente sobre “el rol activo y conciente del momento
subjetivo”? ¿Cómo podría uno imaginarse “sin esta función del momento
subjetivo” el concepto de Lenin de la insurrección como un arte? La
insurrección es precisamente el Augenblick, la instancia del proceso
revolucionario donde “el momento subjetivo tiene una predominancia decisiva
(ein entscheidendes Übergewicht)“. En esa instancia, el destino de la
revolución, y por lo tanto el de la humanidad “depende del momento subjetivo”.
Esto no significa que los revolucionarios debieran “esperar” la llegada de este
Augenblick: no hay ningún momento en el proceso histórico, donde la
posibilidad de un rol activo de los momentos subjetivos esté
completamente ausente.[7]
En este contexto, Lukács enfoca sus herramientas
críticas contra una de las principales expresiones de esta concepción
positivista, “sociológica”, contemplativa, fatalista y objetivista de la
historia (chvostistich en la terminología de SyD): la ideología
del progreso. Rudas y Deborin creen que el proceso histórico es una
evolución mecanicista que fatalmente lleva a la próxima etapa. Se concibe la
historia de acuerdo con los dogmas del evolucionismo, como un avance
permanente, un progreso sin fin: la etapa siguiente en el tiempo, es
necesariamente superior en todos los aspectos. Sin embargo, desde un punto de
vista dialéctico, el proceso histórico “no es ni evolucionista ni orgánico”,
sino que es contradictorio; se desarrolla espasmódicamente en avances y
retrocesos.[8] Desafortunadamente Lukács no desarrolla
estos conceptos que apuntan hacia un corte radical con la ideología del
progreso inevitable, tan común en el marxismo de la Segunda y -después de 1924-
de la Tercera Internacional.
Otro aspecto importante relacionado a la batalla
contra la degradación positivista del marxismo es la crítica que Lukács hace en
la segunda parte del ensayo, contra las opiniones expresadas por Rudas sobre la
tecnología y la industria como un sistema “objetivo” y neutral de “intercambio
entre los seres humanos y la naturaleza”. Esto significaría, objeta Lukács,
¡que existe una identidad esencial entre la sociedad capitalista y la
socialista! Desde su punto de vista, la revolución debe cambiar no sólo las
relaciones de producción sino que también debe revolucionar en gran medida las
formas concretas de la tecnología y la industria que existen en el capitalismo,
dado que están íntimamente ligadas a la división capitalista del trabajo. En
ese aspecto, Lukács también estaba muy adelantado a su época, pero no
desarrolla su sugerencia en su ensayo.[9]
Casualmente, existe una analogía llamativa entre
algunas de las formulaciones de Lukács en SyD (la importancia del Augenblick
revolucionario, la crítica a la ideología del progreso, el llamado a una
transformación radical de la infraestructura técnica) y las últimas reflexiones
de Walter Benjamin.
Unos pocos meses después de escribir Seguidismo
y dialéctica -en todo caso, menos de un año- Lukács escribió el ensayo
“Moses Hess y los problemas de la Dialéctica Idealista”
(1926) que exhibe una perspectiva
político-filosófica radicalmente diferente. En este texto brillante, Lukács
celebra la “reconciliación con la realidad” de Hegel, como prueba de su
“grandioso realismo” y su “rechazo de todas las utopías”. En tanto que este
realismo le permite comprender “la dialéctica objetiva del proceso histórico”,
el utopismo moralista y el subjetivismo de Moses Hess y los hegelianos de
izquierda no llevaba a ninguna parte. Como traté de demostrar en otro lado,
este ensayo proporciona la justificación filosófica de Lukács mismo en su
“reconciliación con la realidad”, es decir con la Unión Soviética estalinista,
que implícitamente representaba “la dialéctica objetiva del proceso histórico.”[10] Poco después, en 1927, cuando Lukács, quien todavía
había citado favorablemente a Trotsky en un ensayo que apareció en junio de
1926, publica su primer texto “anti-trotskista” en Die Internationale,
el órgano teórico del Partido Comunista Alemán.[11]
¿Cómo explicar este giro repentino entre 1925 y
1926, que llevó a Lukács del subjetivismo revolucionario hacia la “reconciliación
con la realidad”? Probablemente la sensación de que la ola revolucionaria de
1917 a 1923 había sido derrotada en Europa y que todo lo que quedaba era el
“socialismo en un solo país” soviético. Lukács no estaba solo en sus
conclusiones: muchos otros intelectuales comunistas siguieron el mismo
razonamiento “realista”. Solo una minoría -entre ellos por supuesto, León
Trotsky y sus seguidores- siguieron siendo fieles a la esperanza
internacionalista y revolucionaria de Octubre. Pero esa es otra historia.
En conclusión: a pesar de sus defectos, Seguidismo
y dialéctica es un documento fascinante, no sólo desde el punto de vista de
la biografía intelectual de Lukács, sino también en su actualidad teórica y
política presente, como antídoto poderoso a los intentos de reducir al
marxismo o a la teoría crítica a una mera observación “científica” del curso de
los eventos, a una descripción “positiva” de los altibajos de la coyuntura
económica. Más aún, dado su énfasis en la conciencia y la subjetividad, por su
crítica a la ideología del progreso lineal y por su comprensión de la necesidad
de revolucionar el aparato técnico-productivo imperante, parece llamativamente
adecuado a las cuestiones que hoy en día se discuten en el movimiento
internacional radical contra la globalización capitalista.
Notas:
[1]La revisión crítica de Lukács
a la Teoría del Materialismo histórico de Bujarin se publicó en el Archiv
für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegun de Grünberg en
1925.
[2] En mi ensayo sobre Lukács (de
1979) yo escribía: “Podemos notar que las dos críticas mejor conocidas, es
decir las de Rudas y Deborin, se ubicaban firmemente sobre la base del
materialismo pre-dialéctico. Deborin usa numerosas citas de Plejanov para
demostrar de que el materialismo se origina justamente en el ‘materialismo
naturalista’ tan criticado por Lukács. En tanto Rudas compara las leyes
marxistas sobre la sociedad con la ley de la evolución de Darwin y llega a una
conclusión sorprendente: la de que el marxismo es una ‘pura ciencia de la
naturaleza'” (M.Lowy, Georg Lukács – From Romanticism to Bolshevism,
London, New Left Books, 1979, pág. 169).
[3] Por ejemplo: “Rosa Luxemburg
percibía muy correctamente que ‘la organización es un producto de la lucha’.
Solamente sobreestimó el carácter orgánico de este proceso:
{…}”. (G. Lukács, Geschichte
un Klassenbewusstsein, Berlin, Luchterhand, 1968, pág.
494). Yo traté de analizar esta
síntesis en Georg Lukács, pág. 185
[5] G. Lukács, Tailism and the
dialectics, London, Verso, 2000, pág. 50, 135, 137. Cf. el original en
alemán Chvostismus und Dialektik, Budapest, Aron Verlag, 1996, pág. 9.
[6] En un comentario muy atinado,
John Ree dice que Rudas y Deborin se encuentran en continuidad directa con el
marxismo de la Segunda Internacional , positivista y determinista: “En la mente
de Rudas, Trotsky y Lukács están ligados, porque ambos resaltan la importancia
del factor subjetivo en la revolución. Rudas se perfila como el defensor de las
‘condiciones objetivas’ que garantizaban que la revolución estaba destinada a
fracasar. Es llamativa la similitud con la reseña de Karl Kautsky de Marxismo
y Filosofía de Korsch, donde atribuye el fracaso de la revolución alemana,
justamente a estas condiciones objetivas, lo cual es un notable testimonio
sobre la persistencia del marxismo vulgar en la emergente burocracia
estalinista”. (“Introducción” a SyD, pag. 24-25).
[7] G. Lukács, SyD, pág.
48, 54-58, 62. Cf. Chvostismus und Dialektik, pág. 16. El subrayado está
en el original. Por supuesto que este argumento está principalmente
desarrollado en el primer capítulo de la primera parte de este ensayo, que
lleva como título explícito “Subjetivismo”; pero se lo puede encontrar también
en otras partes del documento.
[10] M. Lowy, Georg Lukács
págs. 194-198. La traducción al inglés del ensayo de Lukács sobre Hess se la
puede hallar en sus Political Writings 1919-1929, London, New Left
Books, 1972, págs. 181-223.
[11] El artículo de 1926 es
“L’art pour l’art und proletarische Dichtung”, Die Tat 18.3, junio 1926
que cita favorablemente la crítica de Trotsky al Proletkult. El texto de
1927 es “Eine Marxkritik im Dienste des Trotzkismus, Rez. Von Max Eastman:
Marx, Lenin and the Science of Revolution”, Die Internationale, X.6,
1927.
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