La tercera
guerra mundial ha comenzado. Es la que el capitalismo le ha declarado al mundo.
Este conflicto que se expresa como la lucha contra el coronavirus está poniendo
en el tablero las reservas morales, éticas, económicas, políticas, culturales y
científicas que la humanidad tendrá que utilizar para enfrentar y vencer a un
enemigo implacable que usa armas como el lucro, la ganancia, la expoliación, la
destrucción del planeta y la desaparición del Estado en su guerra a muerte
contra la humanidad.
Tal vez esta
aseveración parezca tremendista, pero las evidencias están ahí para quien las
quiera ver. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha informado que el gasto
de salud per cápita en 2018 fue de 60 dólares en los países de ingreso medio y
bajo y de 270 en los de ingreso alto. Al mismo tiempo el Instituto
Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) dio a conocer que en
el mismo año el gasto per cápita en armamento en el mundo fue de 240 dólares,
lo cual, además, como todos sabemos encierra la trampa del uso de promedios
toda vez que en Estados Unidos fue de 1845, el de Francia 882, el de Reino
Unido 715. China gasta 169 y Rusia 414, muy por debajo de los miembros
del Consejo de Seguridad de la ONU que también lo son de la OTAN. En cualquier
caso, todos muy por encima del promedio mundial. Visto de otra manera, los
países encargados de garantizar la paz y la vida en el planeta, despilfarran
miles de millones de dólares en organizar la muerte.
En otras
palabras, la irracionalidad capitalista hace que se destine más dinero para la
muerte que para la vida. Un mundo que “funcione” de esa manera no podrá subsistir.
Los que hablan del éxito del capitalismo deberían explicar esta lógica. Como
dato, habría que agregar que desde el año 2009 el gasto mundial en salud se ha
venido desplomando progresivamente. En particular en Estados Unidos, el
presupuesto de 2018 reflejó una caída de 4,42% del presupuesto de salud. Otro
tanto ocurre en Europa, especialmente en Italia y España donde el
desmantelamiento de la salud pública ha hecho ineficaz la aplicación de las
primeras medidas contra la nueva peste como lo atestiguan innumerables
especialistas científicos y médicos de esos países.
El
capitalismo fue exitoso en su confrontación con el sistema feudal retrógrado al
que enfrentó y desplazó, pero su potencial productivo que posibilitó grandes
avances científicos y tecnológicos, algunos a favor de la humanidad han quedado
atrás. Hoy la especulación como método de reproducción del capital, el fin de
la competencia a favor de los monopolios (entre los cuales, los farmacéuticos
son uno de los más importantes) lo han hecho entrar en franco retroceso. La
pandemia del coronavirus es expresión de ello. No han podido evitarla y ahora
luchan por controlarla.
En este
contexto es que se debe analizar el enfrentamiento a la crisis global creada
por el surgimiento del coronavirus. En la situación creada, las cifras
expuestas explican las razones de la explosión global que el COVID-19 ha
causado. No lo puedo describir mejor que el extraordinario escritor colombiano
William Ospina en su reciente artículo “Coronavirus: del miedo a la esperanza”.
Solo quisiera decir que estamos ante una transformación paradigmática que
expone dos modelos: el del capitalismo que desató la guerra y el de los que
enarbolan la bandera del humanismo y del socialismo para hacerle frente.
El modelo
capitalista se expone a través de la defensa prioritaria de los intereses de
las grandes empresas transnacionales y la utilización de la pandemia como
instrumento político para enfrentar a aquellos países que se resisten a la
dominación imperial.
En fecha tan
temprana como el 31 de enero lo dejó claramente establecido el secretario de
Comercio de Estados Unidos,
Wilbur Ross cuando dijo que creía que el brote de coronavirus -que en
ese momento ya había dejado miles de víctimas en China y obligado al gobierno
de ese país a implantar la cuarentena en varias ciudades- “ayudará a crear
empleos en Estados Unidos”.
Se ha
manifestado también en el alborozo del secretario de Estado Mike Pompeo y el
propio presidente Trump por la expansión de la epidemia en Irán. Se ha hecho
patente en la mantención de sanciones a Venezuela, Irán, República Popular
Democrática de Corea, Zimbabue, Bielorrusia y muchos otros países
imposibilitando la compra de los insumos médicos necesarios para enfrentar el
virus.
En el súmmum
de la soberbia, Trump habría ofrecido mil millones de dólares por comprar en
exclusiva una vacuna contra el coronavirus a una empresa alemana lo que motivo
la extraña e inusitada respuesta de rechazo del gobierno de ese país en voz de
su ministro del Interior, Peter Altmaier quien declaró que "Alemania no
se vende".
Trump ha
manifestado su confianza en que pronto tendrán la vacuna necesaria para evitar
la enfermedad, si es así, venezolanos, cubanos, iraníes, coreanos y otras
naciones del mundo nos alegraremos por aquellos que tendrán acceso a la misma.
Pero, sabemos que el bloqueo que opera como una sentencia de muerte para todos
aquellos que Estados Unidos en su demencial conducta considera enemigos nos
negará la posibilidad de su adquisición. Así, el coronavirus operará como arma
bacteriológica del capitalismo y de Estados Unidos contra la humanidad. Por eso
tenemos esperanza en que China logre hacerse de la vacuna, cuando (al momento
de escribir esta nota) ya se ha autorizado que se le realicen los ensayos
clínicos.
Paradójicamente,
esta vacuna fue desarrollada en la Academia Militar de Ciencias Médicas del
Ejército Popular de Liberación de China. Es decir, mientras las fuerzas armadas
de Estados Unidos realizaba -en medio de la expansión del virus por el planeta-
ejercicios militares en la frontera con Colombia y se preparaba para la mayor
maniobra militar a efectuar en Europa desde fines de la segunda guerra mundial,
las fuerzas armadas chinas se volcaban a la investigación para proveer de salud
a la humanidad. Otra gran diferencia entre las fuerzas armadas imperiales que
sirven al capital y las del socialismo que sirven al pueblo.
En nuestra
región, podemos imaginar que Bolsonaro, la dictadura boliviana y el incapaz que
gobierna Ecuador -entre otros- estarán reflexionando respecto de su decisión de
haber expulsado de sus países a los médicos cubanos por razones de esta misma
guerra que condena a importantes sectores de la población humilde, al negarle
la necesaria atención de salud, sobre todo en estos momentos tan difíciles.
Son los
mismos argumentos que han llevado al presidente de Colombia a tratar de
coordinar acciones con un imaginario gobierno que solo existe en su perturbada
mente criminal evitando tomar medidas conjuntas con un país con el que tiene
2.300 km. de fronteras abiertas. El capitalismo prefiere sentenciar a
importantes sectores de su población antes que enfrentar con criterios
humanistas la expansión de la enfermedad.
Por su
parte, la primera medida anunciada en Chile para combatir la pandemia por parte
del gobierno represivo de ultraderecha de Sebastián Piñera fue informar que el
examen de detección del virus tendría un costo de 20 mil pesos, alrededor de 25
dólares. Así mismo permitió que las empresas farmacéuticas impusieran precios
abusivos sin control a las medicinas e insumos médicos. Es el capitalismo
neoliberal a ultranza que se sostiene mediante la represión y el terrorismo de
Estado.
Nos
encontramos ante estadistas que no lo son, limitados, ignorantes, fanáticos
fundamentalistas de la política, adoradores del odio, incapaces de hacer frente
a las adversidades porque sólo están pensando en las pérdidas económicas que
generará la pandemia, no en los seres humanos que solo esperan que se considere
en serio el derecho a la vida tal como está consagrado en el artículo 3 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos.
Durante la
segunda guerra mundial, verdaderos líderes, enemigos ideológicos acérrimos como
José Stalin de la Unión Soviética, Winston Churchill de Gran Bretaña y Franklin
D. Roosevelt de Estados Unidos fueron capaces de superar diferencias para
coordinar de conjunto el enfrentamiento a la bestia nazi-fascista que amenazaba
como ahora a toda la humanidad. Se reunieron dos veces cara a cara, en
diciembre de 1943 en Teherán y en enero de 1945 en Yalta y en medio de las
antagónicas contradicciones propias de las ideologías que profesaban lograron
su cometido, algo que pareciera imposible hoy cuando las reuniones que se
realizan, son sesgadas políticamente. Expresión propia de mentes mediocres y
pequeñas que gobiernan en estos tiempos.
Hoy, cuando
China ha logrado contener la pandemia se apresta a ayudar a otros a enfrentarla
y superarla con la misma eficacia. No están preguntando cuál es la orientación
política de sus gobiernos, el supremo interés de la humanidad está primero. Es
algo inherente al pueblo chino. De mi reciente libro “China en el siglo XXI. El
despertar de un gigante” extraigo lo siguiente: “Algunas de las ideas
fundamentales sembradas por Confucio en Analectas tienen relación con el placer
de poner en práctica lo que se ha aprendido, así como el deleite que significa
recibir a un amigo, la consecución de una superioridad moral cuando el hombre
no se siente ofendido si otros no lo aprecian, el rechazo a la zalamería y las
actitudes fingidas, la felicidad que se puede tener siendo pobre o la del
hombre rico que es educado”.
En otro
plano, para entender como China ha enfrentado esta pandemia hay que saber que
la noción de Xiao (piedad filial) en Confucio está vinculada con otra que se
relaciona con el Ren, es decir el “amor a la humanidad”, o dicho de otra manera
el amor universal, que a su vez comienza a ser efectivo con la aceptación y
puesta en práctica del Xiao. Esto es lo que hace que China entienda como un
deber ayudar a los otros, sin los cálculos económicos o de lucro que hacen las
empresas y los gobiernos capitalistas.
El concepto
confuciano de piedad filial (xiao) es interpretado como la relación más
importante entre los hombres, es decir el vínculo con los padres y con el lugar
donde se nace, toda vez que ellos son inamovibles, en la medida de lo cual solo
queda comprender y cultivar estas relaciones como valor supremo.
Confucio
consideraba que el que gobierna debe tratar a los gobernados como hijos y el
gobernado como padre a la autoridad. Ese sentido de respeto a la autoridad es
el que permitió al gobierno de la República Popular China imponer drásticas
medidas de control sin que se hayan producido desmanes, desobediencia o
alteraciones sociales, todo lo cual facilitó la lucha contra la pandemia.
Esta forma
de comportarse es también expresión de un paradigma superior de comportamiento
humano, el pensamiento confuciano en su conjunción con la ideología científica
marxista presente en el gobierno y el Partido Comunista de China han creado un
modelo de socialismo con peculiaridades propias que está venciendo al virus y
se apresta a ayudar al resto de la humanidad a derrotarlo en otras latitudes y
longitudes.
No hay
cálculo económico, no hay miradas de soslayo al crecimiento del PIB, no hay
resguardo de las ganancias de las empresas como elementos prioritarios. China
dijo “lo primero es la salud de nuestro pueblo” después nos preocuparemos de la
economía. Los ayuda su capacidad de pensar a largo plazo privilegiando el
factor humano como centro del quehacer del gobierno y del partido.
Se podría
resumir en las palabras de Aleksandar Vucic presidente de Serbia quien con gran
pesadumbre expresó que: “Los únicos que pueden ayudarnos en esta difícil
situación son los chinos. Ahora ya todos se dieron cuenta de que la gran
solidaridad internacional no existe, la solidaridad europea no existe, era un
cuento de hadas sobre el papel. Hoy envié una carta especial, porque tenemos
grandes expectativas y altas esperanzas en los únicos que pueden ayudarnos en
esta difícil situación y ellos son los dirigentes de China. Pedimos a China de
todo incluso que nos envíen personal médico…”
La
solidaridad no existe ni podrá existir en una sociedad basada en los valores
del individualismo, el consumismo, el egoísmo y la ganancia como formas de
realización humana, no existirá mientas lo material prime sobre lo espiritual,
el oscurantismo interesado en mantener a la gente ignorante por encima de la
ciencia y la mediocridad sobre el conocimiento y la cultura. El capitalismo
nunca ha sido y nunca será superior al socialismo. La lucha contra el
coronavirus lo está demostrando.
De
manera mucho más modesta, pero no menos importante, en nuestra región, Cuba
sigue dando ejemplos de superioridad moral y de su desarrollo científico a
pesar de seis décadas de inhumano bloqueo. La visión estratégica del Comandante
en Jefe Fidel Castro quien en medio de todas las adversidades entendió mucho
antes que cualquiera que la carencia de recursos naturales, debía llevar a Cuba
a desarrollar preferentemente su recurso humano, le permitió transformarse en
una potencia científica y médica que no sólo permite mantener estándares de
salud propias de los países del primer mundo sino que también es capaz de
“exportar” salud como nuevamente se está viendo en el enfrentamiento de esta
pandemia.
El fármaco
cubana Interferon alfa-2b ha mostrado su eficacia en China, pero una vez más la
guerra del capitalismo contra la humanidad impide que este medicamento,
producto de los laboratorios cubanos, pueda ampliar su espectro y servir a toda
la humanidad. Para Estados Unidos es preferible que mueran ciudadanos a aceptar
que Cuba tiene capacidad de enfrentar esta pandemia exitosamente en su
territorio y fuera de él.
La
superioridad del socialismo ha hecho posible que esta pequeña isla –por tamaño-
gigante por su dimensión humana asuma responsabilidades en apoyo a otros como
se ha verificado en la aceptación del desembarco de los pasajeros del crucero
británico Braemar, aun sabiendo que tiene 5 pasajeros contaminados con
coronavirus y otros 40 con sospecha de tenerlo.
No se sabe
cómo terminará esta guerra, pero el mundo está viviendo transformaciones
paradigmáticas que pondrán a prueba la condición humana, el mundo ya no será
igual, los hombres y mujeres de buena voluntad tendrán que sacar sus propias
conclusiones.
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