Economía, Mundo 26 marzo, 2020 Michael Roberts
Estoy seguro de que cuando este desastre termine,
la economía convencional y las autoridades insistirán que esta crisis fue
exógena y que no tiene nada que ver con el modo de producción capitalista y su
estructura social. Para todos ellos el virus es el causante de la crisis. Este
fue el argumento de los economistas neoclásicos después de la Gran Recesión de
2008-9 y que se repetirá en el 2020.
Mientras escribo, la pandemia de coronavirus aún no
ha alcanzado su pico. Aunque aparentemente comenzó en China ( hay pruebas
que puede haber comenzado en otros lugares), ahora se ha extendido por todo el
mundo. En estos momentos el número de infecciones es mayor fuera de China
que dentro de esa nación. Los casos en China se han detenido; en otros
lugares todavía aumentan exponencialmente.
Europa
y EE.UU. parecen estar siguiendo la trayectoria de Hubei.
Total de casos por cada millón de personas desde enero de 2020.
Esta crisis biológica ha creado pánico en los
mercados financieros. Los mercados bursátiles se han desplomado hasta un 30% en
el espacio de un par de semanas. El mundo de fantasía que vivían los
activos – financiados por préstamos de costo casi cero – ha terminado.
El COVID-19 parece ser un «desconocido», como el
«cisne negro» que produjo el colapso financiero mundial que desencadenó la Gran
Recesión hace más de diez años. Pero el COVID-19, al igual que ese
colapso financiero, no es un rayo emergido de la nada.
El llamado «shock» en una economía capitalista
crece lentamente. Antes que se produjera la pandemia la actividad económica se
ralentizaba hasta detenerse en la mayoría de las principales economías
capitalistas y en las economías «en desarrollo» del «Sur global». Muchas
economías se contraían y otras estaban al borde de este proceso.
Producción
de manufactura mundial PMI y producción real.
El COVID-19 fue el punto de inflexión. Quizás, una
analogía apropiada es imaginar la construcción de cúmulo de arena hasta
un pico; entonces la arena necesariamente comienzan a deslizarse … hasta
que con un solo grano arena más toda la construcción se desmorona.
Si usted es un post-keynesiano podría llamar a esto
un «momento Minsky», en honor a Hyman Minsky, quien argumentó que el
capitalismo parece ser estable hasta que deja de serlo, porque la estabilidad
del capital engendra inestabilidad. Un marxista diría, sí , hay
inestabilidad pero esa inestabilidad se convierte en una avalancha
periódicamente debido a las contradicciones subyacentes en el modo de producción
capitalista, que existe sólo para obtener beneficios.
Se
añaden granos de arena: la pendiente aumenta. Pendiente crítica. Ocurren
avalanchas: la pendiente disminuye
El COVID-19 no era un «desconocido». A
principios de 2018, durante una reunión en la Organización Mundial de la Salud
en Ginebra, un grupo de expertos acuñó el término «Enfermedad X». Estos
especialistas predijeron que la próxima pandemia sería causada por un patógeno
desconocido que aún no había entrado en contacto con la población humana. La
Enfermedad X probablemente sería el resultado de un virus originado en animales
y surgiría en algún lugar del planeta.
La Enfermedad X se confundiría probablemente con
otras enfermedades – en las primeras fases del brote – y se extendería
silenciosamente utilizando las redes de viajes y comercio de los seres humanos.
Con rapidez llegaría a múltiples países e impediría una contención eficaz. La
Enfermedad X tendría una tasa de mortalidad superior a la gripe estacional,
pero se propagaría tan fácilmente como la gripe. Sacudiría los mercados
financieros antes de alcanzar la condición de pandemia. En resumen, Covid-19 es
la Enfermedad X definida por los expertos de la OMS.
Como ha argumentado el biólogo Rob Wallace, las
plagas no sólo son parte de nuestra cultura, sino que también son causadas por
ella. La Peste Negra se extendió en Europa a mediados del siglo XIV con el crecimiento
del comercio a lo largo de la Ruta de la Seda. Las nuevas cepas de gripe han
surgido con la ganadería masiva ; el Ébola, el SARS, el MERS y ahora el
Covid-19 que estaría vinculado a la vida silvestre.
Las pandemias suelen comenzar como virus en animales
que saltan a la gente cuando hacemos contacto con ellos. Esto aumenta
exponencialmente porque nuestra huella ecológica nos acerca a la vida silvestre
en áreas remotas y el comercio de estos animales los lleva a los centros
urbanos. La construcción de carreteras, la deforestación, el desmonte y el
desarrollo agrícola, así como los viajes y el comercio globalizado, nos hacen
sumamente susceptibles a patógenos como el corona virus.
Hay un argumento tonto entre los principales
economistas sobre si el impacto económico de COVID-19 es un «shock de oferta» o
un «shock de demanda». La escuela neoclásica dice que es un shock de la
oferta porque detiene la producción; los keynesianos argumentan que es shock de
la demanda porque la gente y las empresas no gastarán en viajes, servicios,
etc.
Primero, como se ha argumentado anteriormente, en
absoluto es un «shock». Es el resultado inevitable del afán de lucro del
capital en la agricultura y en la naturaleza. Y en el presente caso en el débil
estado de la producción capitalista.
Y segundo, comienza con la oferta, no con la
demanda como sostienen los keynesianos. Como dijo Marx: » Hasta un niño
sabe que cuando una nación deja de trabajar, no diré que por un año, sino por
unas semanas, esa nación prácticamente perecerá.» (K Marx a Kugelmann, Londres,
11 de julio de 1868).
Es la producción, el comercio y la inversión lo que
primero se detiene cuando las tiendas, escuelas y negocios se cierran para
contener la pandemia. Por supuesto, entonces la gente no puede trabajar y
los negocios no pueden vender, los ingresos caen y el gasto se derrumba. Todo
esto produce un «shock de demanda». De hecho, así sucede con todas las
crisis capitalistas: empiezan con una contracción de la oferta y terminan con
una caída del consumo, y no al revés.
He aquí una visión general (y precisa) de la
anatomía de las crisis.
Algunos optimistas del mundo financiero argumentan
que la conmoción de COVID-19 en los mercados bursátiles terminará como la
crisis del 19 de octubre de 1987. En ese Lunes Negro el mercado de
valores se desplomó muy rápidamente, incluso más que ahora, pero en pocos meses
volvió a subir.
El actual Secretario del Tesoro de los EE.UU.
Steven Mnuchin está seguro de que el pánico financiero terminará como en 1987.
«Si miro a la gente que compró acciones después de la caída en 1987, pienso que
lo hicieron bien. Para los inversores a largo plazo, esta crisis será una gran
oportunidad. Este es un tema a corto plazo. Puede ser un par de meses, pero
vamos a superarlo, y la economía será más fuerte que nunca».
Los comentarios de Mnuchin fueron repetidos por
Larry Kudlow, asesor económico de la Casa Blanca, que instó a los
inversionistas a capitalizar en el tambaleante mercado de valores en medio de
los temores al coronavirus : “los inversionistas a largo plazo deberían pensar
seriamente en comprar durante la caída. La economía estadounidense es
sólido, dijo orondo .
Kudlow realmente repitió lo que dijo justo dos
semanas antes de la crisis financiera mundial de septiembre de 2008: «para
aquellos que preferimos mirar hacia adelante, la perspectiva que suban las
acciones es cada vez mayor.»
Se culpó al desplome de 1987 al aumento de las
hostilidades en el Golfo Pérsico, que provocó una subida de los precios del
petróleo, a un mercado alcista ( con cinco años sin una corrección) y a la
introducción del comercio informatizado. Como la economía estaba
fundamentalmente «sana», la crisis no duró.
En ese año la rentabilidad del capital en las
principales economías iba en aumento y llegó a punto máximo a finales de los
años noventa (aunque hubo una caída en 1991). Fue lo que Marx llamó un «crash
financiero puro”, debido a la inestabilidad inherente de los mercados del
capital especulativo.
Pero este no es el caso en el 2020. Esta vez
el colapso del mercado de valores será seguido por una recesión económica como
en 2008 porque (como he argumentado en posts anteriores) ahora la rentabilidad
del capital es baja y los beneficios globales, en el mejor de los casos, están
paralizados incluso antes que COVID-19 entrara en erupción. El comercio y
la inversión mundiales han estado cayendo, no aumentando. Los precios del
petróleo se han derrumbado, no han aumentado. Y el impacto económico de
COVID-19 se produjo primero en la cadena de suministros, no en mercados
financieros inestables.
¿Cuál será la magnitud de la caída que se avecina?
En un artículo de Pierre-Olivier Gourinchas
se explica gráficamente el comportamiento de la salud publica durante una
pandemia. Veamos. Si no se toma ninguna medida, la pandemia toma la forma de
una curva (línea roja) que lleva a un gran número de contaminados y de
muertes. Con acciones como los confinamientos y el aislamiento social, el
pico de la curva (línea azul) puede retrasarse y moderarse y la pandemia se
extiende durante más tiempo. Esto supuestamente reduce el ritmo de la
infección y el número de muertes.
Aplanar
la curva de la pandemia. En rojo, número de casos sin aplicar medidas
preventivas para la salud pública. En azul, número de casos aplicando medidas
preventivas para la salud pública. La línea intermitente indica la capacidad
del sistema sanitario.
La política de salud pública debe tener por objeto
«aplanar la curva» imponiendo medidas drásticas de distanciamiento social y
promoviendo prácticas sanitarias para reducir la tasa de transmisión.
Actualmente Italia está siguiendo el enfoque chino
de confinamiento total, aunque pueden estar cerrando las puertas del establo
después que el virus se haya escapado. El Reino Unido tiene un enfoque
muy arriesgado de auto-aislamiento para los vulnerables y permitiendo que los
jóvenes y los sanos se infecten para crear la llamada «inmunidad de rebaño» y
evitar que el sistema de salud se vea desbordado.
El enfoque inglés significa básicamente descartar a
los ancianos y a los vulnerables porque si se infectan van a morir de todos
modos. Con esto las autoridades conservadoras inglesas pretender evitar un
bloqueo total de la economía que dañaría los beneficios de las grandes
compañías. Por el momento el enfoque de los Estados Unidos es parecido.
No hacer nada: no hacer pruebas masivas, no auto-aislarse, no cerrar los
eventos públicos; esperar a que la gente se enferme y luego ocuparse de los
casos graves.
Podríamos llamar a este enfoque la respuesta
maltusiana. El más reaccionario de los economistas clásicos de principios del
siglo XIX fue el reverendo Thomas Malthus, que esencialmente sostuvo que había
demasiados pobres «improductivos» en el mundo, por tanto las plagas y las
enfermedades eran necesarias e inevitables para hacer las economías más
productivas.
El periodista conservador británico Jeremy Warner
acaba de argumentar que la pandemia del Covid-19 «como mata principalmente a
los ancianos desde una perspectiva económica totalmente desinteresada, el
COVID-19 podría incluso resultar ligeramente beneficiosa a largo plazo al
sacrificar a los ancianos dependientes». Respondiendo a las crítica por su
alocución dijo: «Obviamente, para los afectados es una tragedia humana, sea
cual sea la edad, pero la economía, no es la suma de las miserias humanas».
Por este tipo de opiniones a principios del siglo
19 Marx llamó a la economía “la filosofía de la miseria”.
La
tasa de mortalidad del Covid-19 aumenta con la edad, según los datos de China.
La razón por la que los gobiernos de los Estados
Unidos y el Reino Unido no imponen (todavía) medidas draconianas, como lo hizo
China y ahora Italia (tardíamente) es porque inevitablemente se empinará la
curva de una recesión macroeconómica.
En China o en Italia el aumento de las distancias
sociales ha requerido el cierre de escuelas, universidades, negocios no
esenciales, y el confinamiento de la mayoría de la población en sus domicilios.
Pero, aunque algunas personas pueden trabajar desde
casa, esto sigue siendo una pequeña fracción de la fuerza laboral total.
Incluso si trabajar desde el hogar es una opción, la interrupción a corto plazo
de las rutinas laborales y familiares con toda probabilidad afectará la
producción . En resumen, la mejor política de salud pública sumerge a la
economía en un repentino parón. Un shock de la oferta.
El daño económico sería considerable. Gourinchas
intenta modelar el impacto. A partir de una línea de base el escenario más
probable es que las medidas de contención reduzcan la actividad económica en un
50% el primer mes y en un 25% el segundo mes. «Este escenario, explica
Gourinchas, daría un brutal golpe al PIB mundial, provocaría una
disminución del crecimiento anual de la producción del orden del 6,5% . Y el
cierre en el segundo mes hará disminuir el crecimiento anual hasta casi
el 10%» en relación al año anterior.
Como punto de comparación, la disminución del
crecimiento en los EEUU durante la «Gran Recesión» de 2008-09 fue de alrededor
del 4,5%. Gourinchas concluye que «estamos a punto de ser testigos de un
descenso que podría empequeñecer la Gran Recesión».
En el punto álgido de la Gran Recesión, la economía
estadounidense estaba perdiendo puestos de trabajo a un ritmo de 800.000
trabajadores al mes, pero a pesar de estas cifras una gran mayoría de la gente
estaba empleada y trabajando. La tasa de desempleo llegó a un máximo de «sólo»
el 10%. Por el contrario, el coronavirus está creando una situación en la
que – por un breve período de tiempo – el 50% o más de las personas no pueden
trabajar. El impacto en la actividad económica es comparativamente mucho mayor.
El resultado es que la economía, al igual que el
sistema de salud, se enfrenta a un problema de «aplanamiento de la curva». La
curva roja muestra la producción perdida durante una fuerte e intensa caída,
amplificada por las decisiones económicas de millones de agentes económicos que
intentan protegerse recortando el gasto, dejando de lado la inversión,
reduciendo el crédito y, en general, achicándose .
¿Qué hacer para aplanar la curva?
Bueno, los bancos centrales pueden y están
proporcionando liquidez de emergencia al sector financiero. Los gobiernos
pueden desplegar medidas fiscales discrecionales y específicas o realizar
programas para apoyar la actividad económica.
Aplanar
la curva de la crisis. En rojo, severidad de la crisis sin aplicar medidas
Macro. En azul, severidad de la crisis aplicando medidas Macro.
Estas medidas podrían ayudar a «aplanar la curva
económica», es decir, limitar la pérdida económica, como en la curva azul,
manteniendo a los trabajadores pagados y empleados, de manera que puedan
cumplir con las facturas o que las facturas se retrasen o se cancelen durante
un período. Las pequeñas empresas podrían ser financiadas para soportar
la tormenta y los bancos rescatados, como en la Gran Recesión del 2008 .
Pero una crisis financiera sigue siendo un alto
riesgo. En los Estados Unidos, la deuda corporativa ha aumentado y se
concentra en bonos emitidos por las empresas más débiles (BBB o inferior).
Deuda
de bonos corporativos no financieros de EE.UU. por calificación, miles de
millones de dólares en circulación
Y el sector de la energía está siendo golpeado con
un doble porrazo, ya que los precios del petróleo se han desplomado. Las primas
de riesgo de los bonos (el costo de los préstamos) se han disparado en los sectores
de la energía y el transporte.
Alto
rendimiento vs. energía de alto rendimiento, ocio y aire, %
La flexibilización monetaria no será suficiente
para aplanar la curva. Los tipos de interés de los bancos centrales ya
están cerca o, por debajo de cero. Y las enormes inyecciones de crédito o
dinero en el sistema bancario serán como «empujar una cuerda, necesariamente se
doblará. Su efecto sobre la producción y la inversión será insuficiente. La
financiación barata no acelerará las cadenas de suministros ni hará que la
gente quiera viajar de nuevo. Tampoco ayudará a las ganancias corporativas si
los clientes no están gastando.
Como
respuesta a la agitación del mercado y al aumento de la demanda de liquidez, la
Reserva Federal ha aumentado masivamente el tamaño potencial de los repos
pendientes hasta 5,4 billones de dólares en las próximas semanas.
La principal mitigación económica tendrá que venir
de la política fiscal. Los organismos internacionales como el FMI y el Banco
Mundial han ofrecido 50.000 millones de dólares. Los gobiernos nacionales están
lanzando programas de estímulo fiscal. El Reino Unido anunció un gran
gasto en su último presupuesto y el Congreso de los Estados Unidos ha acordado
un gasto de emergencia.
Pero, ¿será suficiente para aplanar la curva si dos
meses de cierre hacen retroceder a la mayoría de las economías a un asombroso
10% ?
Ninguno de los paquetes fiscales actuales se acerca
al 10% del PIB. De hecho, en la Gran Recesión, sólo China facilitó esa
cantidad. Las propuestas del gobierno del Reino Unido ascienden a sólo el
1,5% del PIB, mientras que las de Italia son del 1,4% y las de EE.UU. a menos
del 1%.
Existe la posibilidad de que a finales de abril
hayamos visto el número total de casos llegar a su máximo y la epidemia
comience a disminuir. Eso es lo que los gobiernos están esperando.
Si ese escenario optimista ocurre, el coronavirus no desaparecerá. Se
convertirá en otro patógeno similar a la gripe (del que sabemos poco) que nos
golpeará cada año como sus predecesores.
Pero dos meses de encierro causarán un enorme daño
económico. Y los paquetes de estímulo monetario y fiscal previstos no van a
evitar una profunda caída, aunque se reduzca la «curva» hasta cierto
punto. Lo peor está por venir.
Publicado originalmente en el blog de Michael Roberts. Traducido
por Observatorio de la crisis.
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