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Introducción
Con el
gobierno de Trump no solo se manifiesta claramente la crisis agónica,
turbulenta y conflictiva del capitalismo, sino que se evidencia con la actual
Gran Depresión la imposibilidad de salir de la misma. Expresando un
nacionalismo industrialista, anti-oligarquía financiera, Trump está en una
confrontación total con las fuerzas del esquema de poder globalista
(representadas en EEUU por el establishment financiero-político globalista en
la cúpula del Partido Demócrata). En forma secundaria se enfrenta con el
esquema continentalista (el establishment financiero-político del Partido
Republicano, específicamente el Tea Party con el que no tiene su enfrentamiento
principal y pudo acordar una coalición de gobierno para garantizar un mínimo de
estabilidad).
Las empresas
estrellas del globalismo en inteligencia artificial, informática, internet,
robótica, supercomputadoras, telecomunicación, etc. (Facebook sino también a
Twitter, Netflix, Alphabet, Google, Apple, Instagram, Amazon y Microsoft), muy
a menudo con fuertes inversiones en China (Hong Kong, Shanghái, Taiwán), son
atacadas a su vez por Trump, quien ha comenzado una guerra económica no tanto
contra China como país, sino en primer lugar contra dichas empresas
trasnacionales angloamericanas con fuertes inversiones fuera de EE. UU., con la
finalidad de que se “relocalicen” nuevamente en territorio estadounidense.
La crisis
bursátil de 2008 afectó a los ‘valores estrella’ de la Bolsa esta manifestación
ha hecho bajar las esperanzas de un nuevo ciclo tecnológico productivo dirigido
por el capital financiero globalista. Con ello se manifestó en primer lugar que
el capitalismo actual no estaba en condiciones de generar un ciclo expansivo en
el ámbito de la producción. Lo que observamos desde entonces es la baja en las
tasas de interés de los grandes bancos centrales para que los grandes
consorcios obtengan crédito prácticamente gratuito para la recompra de sus
propias acciones que no dejaron de subir, generando grandes beneficios para el
1% de la población acentuando una profunda desigualdad en la sociedad.
Al estar lo
nacional subordinado al capital transnacional desprovisto de soberanía
efectiva, tiene pocas posibilidades de mejorar las condiciones de vida de las
poblaciones si no se entronca con una visión y política de soberanía popular.
La imposibilidad de salir de la crisis capitalista en esta Gran Depresión
obliga en última instancia una nueva racionalidad económica a escala global. En
la Gran Depresión el capital se verá obligado a prolongar el ciclo de
reproducción del capital para bajar el costo tecnológico a transferir al
producto final y podrá sacar en el corto plazo a las empresas menos
competitivas. Lo anterior es más factible al cerrar las fronteras, o sea con
más proteccionismo, hecho que a su vez lleva la espiral de acumulación hacia
abajo y agota la racionalidad económica capitalista.
En la Gran
Formación Social Emergente (con potencialidad de estar integrada por diversos
países con soberanía nacional recuperada) estas dinámicas ya han cobrado un
claro tinte de “desconexión”, con marcados rasgos antiimperialistas como es el
caso de China y Rusia. De cualquier forma, es muy probable que el mundo del
capital que hemos conocido hasta ahora, comandado por el Eje Anglosajón desde
1700, con sus sucesivas expansiones globalizadoras unipolares que han abortado
cualquier clase de soberanía popular nacional, esté llegando a su fin con esta
Gran Depresión. El colapso e implosión de esta última fase de globalización en
la actual Gran Depresión afectará también, ya lo está haciendo, la propia
existencia de bloques económicos y políticos, basados en el neoliberalismo como
la Unión Europea.
Frente a esa
decadencia, la Gran Formación Social Emergente (con China como epicentro y el
tándem chino-ruso como motor) propone reconectar el capital ficticio a la
economía productiva, redes de comercio, inversiones en infraestructuras y
aprovechamiento de la energía en curso, de cara a una transición energética.
Una Zona de Estabilidad, en definitiva, para posibilitar una alternativa post
crisis al mundo con miras a una posible transición posiblemente gradual al
postcapitalismo.
Por su
parte, el Eje Globalista Anglosajón se resiste a ceder el puesto como hegemón
mundial. Socava todos los intentos de construcción de la “autopista de la
seda”, y son casi seguramente los responsables de la actual guerra biológica
iniciada en China. Trump, por su lado, es consciente del inevitable repliegue
del petro-dólar frente al petro-yuan-oro. Su administración oficialmente no se
alinea con la Gran Formación Social Emergente, pero en medio de la Gran
Depresión quedará clara su posición al respecto alineándose con el proyecto
multipolar y pluriversal.
La crisis
del coronavirus como causa pantalla de la Gran Depresión
El
coronavirus está siendo usado como excusa para buscar la explicación de la
quiebra de los mercados planetarios, cuando esto es algo que empezó mucho
antes. La gran crisis económica se anunció mucho antes de la crisis del
coronavirus. Desde setiembre de 2019 la Reserva Federal (FED) invertía un
billón de dólares al día, creada de la nada o emitida sin respaldo, primero
para salvar al megabanco JP Morgan, entre otros bancos, así como diferentes
Fondos de Cobertura (Hedge Funds) netamente especulativos y de gran riesgo.
Como hemos
señalado durante los últimos años en diferentes publicaciones nuestras, era
cuestión de tiempo para que la ¨Madre de todas las Burbujas¨ (la bolsa de
valores) explotase y el coronavirus sirvió para “encubrir” a los responsables
de la misma y dejarla explotar con toda la fuerza. Han sido los bancos
centrales, los megabancos y en primer lugar la Reserva Federal (Fed) de EEUU,
los que han creado la gran burbuja bursátil otorgando crédito a tasas de
interés bajas a los grandes bancos, a costo (casi) cero, para las grandes
corporaciones que solían no invertir en la economía real, sino recomprando sus
propias acciones obteniendo de esta forma ganancias sin producción y respaldo
alguno. Hubo una mega-inflación de los precios de las acciones que enriquecieron
al uno por mil (0,001%) de la población a costa del 99,999% restante. Estos
números son muy gráficos de la situación de los beneficiados, por ello la
“confusión” en el seno del gran capital financiero.
El
coronavirus, en otras palabras, no es el causante del colapso bursátil sino la
cobertura perfecta para los verdaderos responsables de esta gran crisis
económica de raíz financiera: la Banca Central, la gran Banca privada
transnacional y las grandes corporaciones transnacionales. Es difícil no dejarse
llevar en la lectura de los hechos en este momento, por todo lo que implica el
coronavirus, pero dentro de unos meses ya no habrá pánico en torno al virus
pero sí se nos presentará una pesadilla más duradera, una Gran Depresión
Económica varias veces más grande que la de los años treinta. El pánico
creado por las grandes plataformas de comunicación global en torno al
coronavirus ha sido la perfecta condición para implementar un estado de
excepción en dos terceras partes del mundo y de pronto sirva de ensayo para las
élites a fin de sostenerlo durante la Gran Depresión.
Con tres mil
millones de personas en cuarentena (al incluir la India) y con la desesperación
de averiguar donde se encontrara el momento donde la curva de infectados inicie
su caída, presentamos aquí una representación gráfica ilustrativa (no
científica) de la Universidad John Hopkins para poder tener una mejor idea de
cuanto más hace falta soportar en diferentes países. La información corresponde
al día 23 de marzo. A partir de la gráfica se observa que China, donde el virus
apareció en diciembre de 2019, se encuentra ya bien avanzada en la fase de
recuperación. Corea del Sur se encuentra prácticamente en el pico de la curva
para comenzar el descenso. Hacia fines de enero se confirmaron los
primeros casos en Italia y podríamos decir que el 23 de marzo se encontró (al
igual que Irán) bien avanzada en la segunda fase acumulativa del coronavirus
con 4,789 nuevos casos en 24 horas.
El
coronavirus en su “recorrido” hace su entrada a Italia, vía la Nueva Ruta de
Seda, afectando luego a España (6,368 nuevos casos en 24 horas), Alemania
(4,183 casos), Francia y Reino Unido, países todos que se encuentran en la
primera fase de aceleración. La segunda fase de aceleración exponencial es bien
crítica ya que al fallar la recuperación, la situación se torna realmente grave
para la población y la nación. Finalmente consideramos que EEUU (con 13,060
casos diarios el 23 de marzo), al igual que la India y muchos países
latinoamericanos se encuentran todavía en la fase inicial de la llamada
‘pandemia’.
Desde que el
26 de febrero se registró el primer caso en Brasil y el virus
empezó a propagarse a los demás países de la región. Las experiencias de
contención tomadas por China y por Italia sirvieron para tomar medidas
de precaución (como en Argentina, entre otros). Italia y España fueron los
primeros países europeos sorprendidos por el aumento exponencial de casos. En
España, los casos positivos se dispararon a partir del 25 de febrero, pero no
fue hasta el 15 de marzo cuando se decretó la cuarentena en todo su territorio.
El país europeo sumaba el 23 de marzo unos 33.000 casos y más de 2.000 muertes.
A nivel
global las infecciones aumentaron de un día al otro en un 14%, que significa su
duplicación en menos de 7 días, lo cual, según la Universidad John Hopkins,
implica que el mundo como un todo se encuentra en la primera fase de
aceleración. Si bien el coronavirus no entró al mismo tiempo en los diferentes
países de América Latina (lo que dificulta el análisis), a partir de los
tiempos de duplicación de los casos positivos no es fácil afirmar que tal o
cual país tiene mejor control sobre la pandemia. Lo consideramos, sin embargo,
un dato indicativo. Los días que tardan los casos positivos confirmados en duplicarse
varía, durante la segunda semana de marzo, por país pasando de 1,2 días en
República Dominicana a 3,8 días en Venezuela. La velocidad más elevada de la
región supera tres veces la de Venezuela. En Brasil los casos se duplican cada
2 días y en Chile cada 2.5 días, situación más grave que la de Argentina y
México con 2.7 días, Colombia y Costa Rica con 2.8 días y Perú con 3.2 días.
El estudio
sugiere que EEUU alcanzará a mediados de abril el pico de la curva de
infección. Trump, al igual que China, piensa reabrir la economía del país lo
más pronto posible y probablemente lo haga el 12 de abril para volver a elevar
la producción. Para los demócratas es una iniciativa precipitada y de riesgo,
afirman que el país no habrá alcanzado el pico de la curva. Las elecciones
presidenciales de noviembre obviamente es el argumento para lo que “define”
esta discusión. El presidente sin duda quiere tener el país fuera de la crisis
y con empleo aumentando antes de las elecciones. Para demócratas, que buscan
nuevamente sacar al presidente Trump de la Casa Blanca, la prolongación de la
salida de la crisis es su aliado principal en la campaña.
Retomando,
con casi total seguridad nos encontramos ante una Gran Depresión, más grande
aún que la de los años treinta y tal vez la última del capitalismo financiero.
Sin pretender decir que la historia se repite linealmente, analicemos el
comportamiento de la crisis bursátil en los años treinta. El 9 de setiembre de
1929 la bolsa de Nueva York cayó de su máximo histórico de 381,2 a 198.7
puntos, o sea llegó al 52% de su máximo en un lapso de 71 días.
El 23 de
marzo de 2020 el índice S&P de la bolsa de Nueva York estaba en 2.191, o
sea, al 68% de su máximo en menos de 30 días (el día 25 de febrero). En los
años treinta hubo luego un repunte durante 155 días para que volviera a valer
el 77% de su valor máximo, o sea los 5 meses período a lo que apuesta
probablemente Trump. En apariencia el 17 de abril de 1930 se había salido de la
crisis. Sin embargo a partir de esa fecha, la bolsa volvió a bajar durante 813
días (dos años y tres meses), alcanzando el 21% de su valor máximo el 27 de
febrero de 1933, cuando alcanzó su mínimo histórico equivalente al 10% de su
máximo en 1929. Si el 23 de marzo de 2020 el índice estaba apenas en un 68% de
su máximo del 23 de febrero, es de esperar, entonces, que ha de bajar aún
bastante antes de llegar a su mínimo histórico.
El 23 de
marzo (un mes después del inicio de la crisis bursátil) el Congreso y la
Reserva Federal llegan con un gran paquete para salvar de la caída bursátil a
los grandes bancos y a las grandes corporaciones, y tratando de mantener a la
vez el consumo popular. Es preciso que el consumo represente en EEUU el 70% del
PIB gracias al enorme déficit en la balanza comercial y las promesas de pago
(bonos del Tesoro) a los acreedores. Trump, sin duda, apuesta a levantar las
medidas cautelares a partir del 12 de abril (a los 50 días de la crisis) y
procurará que no ocurra el segundo desplome bursátil en los próximos siete
meses, para poder asegurarse el triunfo en las próximas elecciones de
noviembre.
Las fuerzas
globalistas (´Big 5´: Facebook, Apple, Microsoft, etc.), en cambio, apuestan a
conducir la bolsa de nuevo hacia su caída, antes del mes de noviembre. Han
mostrado ya esta capacidad en nuestro artículo anterior, por su gran peso en la
capitalización de la bolsa. Sin embargo, también vimos como Rusia logró empujar
la bolsa a una caída en picada, aún mayor que los ´Big 5´, al poder “controlar”
el mercado de petróleo, en “dialogo” con Arabia Saudita. Por lo tanto, el
mercado también podría ser condicionado a la baja. También podría esperarse que
Rusia-Arabia Saudita puedan neutralizar un movimiento a la baja impulsado por
el ´Big 5´.
Las
plataformas de comunicación nos “informan” que el ´Big5´ ha sufrido fuertes
pérdidas, nos engañan de nuevo. Así señalan que el capital bursátil de Apple al
día del 12 de febrero fue de 1.4 millones de millones de dólares y el 23 de
marzo 987.726 millones de dólares. Aquí olvidan anotar que Apple y los ´Big5´
iniciaron la venta masiva de sus acciones causando el “desplome” en la bolsa.
Vendieron sus acciones para iniciar la caída al liderar Sanders como posible
candidato demócrata. Luego que Biden triunfe en el ‘big Tuesday’, los
’Big 5’ son los primeros en comprar sus acciones causando el repunte y
obteniendo una ganancia entre la venta y posterior recompra. Cuando luego
Rusia entró diciendo NO al OPEC+ de controlar la oferta de petróleo, mandó el
precio de petróleo hacia abajo. Rusia y Arabia Saudita acordaron intensificar
la oferta al momento que bajaba la demanda por el coronavirus. El precio se
desplomó y la bolsa se fue en picada. En EEUU se vende hoy, a precios negativos
incluso, el crudo de baja calidad ya que su costo de bodegaje resulta insostenible
ante la bajísima demanda.
Nos
preguntamos cuál apuesta a la elección es más probable: Trump o la del ‘Big 5’.
Lo anterior no depende solo de las fuerzas internas en EEUU. Jugadores
externos, y no solo Rusia, como también China podrían influenciar el resultado,
no influenciando en la elección misma (como dirán los medios) sino en una
situación económica más favorable para uno u otro partido. Recordemos en este
momento que EEUU importa gran parte del producto destinado para el consumo
interno desde China, de los conglomerados chinos y de las transnacionales
globales ubicadas en China. No hay dudas que Trump hoy es el más interesado en
hacer las paces con China, a pesar de expresarse de forma contraria como es su
costumbre. El 26 de marzo tuvo una llamada telefónica con Xi Jingpin que fue
catalogada como muy positiva pero sin revelar los contenidos.
Trump, para
ser reelecto, no solo debería lograr parar el COVID-19 y garantizar la
capacidad de compra del consumidor, sino que debería poder reimpulsar lo antes
posible la actividad económica y, para ello, garantizar la importación de
productos chinos sin lo cual no habrá oferta para la demanda “creada” con los
$1.200 mensuales aprobados para cada ciudadano norteamericano. De no lograrlo,
nos encontraremos con el triunfo de los demócratas pero con un gobierno-sombra
(Shadow State o Deep State) de los globalistas y sus ‘Big 5’ que están
“buscando” imponer su proyecto de gobierno global. El 26 de marzo Gordon Brown,
Laborista y ex primer ministro del Reino Unido, llamó a crear un gobierno
global temporal con poderes ejecutivos en el cuál participarían los bancos
centrales, el FMI y el Banco Mundial para enfrentar la corona-crisis. Es la
continuación aún más agresiva del unipolarismo sin solidaridad alguna.
Es un hecho
que China, Rusia y Cuba están en la vanguardia de la solidaridad internacional
en torno al coronavirus. China ya envió a 89 países los materiales más
necesarios para enfrentarse al coronavirus. Semejante diplomacia hace mirar
positivamente a cada vez más países hacia el Este, para ver cómo mejor salir de
la Gran Depresión. La pregunta, sin embargo, ya no es cómo salir de la crisis
capitalista, sino cómo salir de este capitalismo financiero en crisis sin
perspectiva para las grandes mayorías.
El
enfrentamiento con las Grandes Plataformas de Comunicación
Para tomar
mayor consciencia que otro mundo sea posible y necesario es crucial que se
cuestione la información de los grandes medios controlados por las grandes
plataformas globalistas (CNN, BBC, Deutsche Welle, Washington Post, New York
Times, etc.) que no han parado de generar pánico en torno al coronavirus, y son
expertos en divulgar día a día Fake News. La crisis económica actual se debe,
según nos informan, al coronavirus.
A partir de
la “crisis del coronavirus” lo que ya aprehendió bien la población en Occidente
y en EEUU en particular, es la enorme dependencia económica que se tiene con
China y en particular en lo que respecta a productos tan esenciales en la vida,
como son los medicamentos. Los medicamentos en EEUU son básicamente importados
de China, de laboratorios de propiedad de China pero también de laboratorios
globalistas, y muy necesarios para enfrentar el coronavirus en pleno ascenso.
Dichas importaciones bajaron a la mitad cuando hablamos de termómetros y
máscaras; guantes e hisopos (bastoncillos de algodón, para tomar una muestra de
la nariz o la garganta) bajaron en un tercio. Es obvio que en parte China
ocupaba dichos productos para ‘consumo interno’. Hoy, no sería nada de extrañar
que Trump y Xi Jinping logren un acuerdo para que con China formen un frente
internacional para afrontar el coronavirus en respuesta a la propuesta
globalista que presentó Gordon Brown desde Reino Unido.
Chart and data via the Associated Press
Llama la
atención que, a finales de marzo, cuando EEUU se encuentra en el momento más
“complejo” del coronavirus cómo los comunicadores globalistas no paran de
señalar lo poco e inapropiado que está haciendo Trump al respecto. Todo parece
formar parte de una campaña para “hundir” al presidente como candidato, que
figura como el muy probable ganador en las elecciones de noviembre. Llama mucho
también la atención cómo, los propios estadounidenses muestran la pérdida de
confianza en los grandes medios en cuanto a las noticias sobre el coronavirus.
Una encuesta llevada a cabo conjuntamente por NewsHour, NPR PBS y Marist,
revela que solo 15% de los encuestados cree realmente en los medios y que
aproximadamente la mitad de la población norteamericana no cree mucho o nada de
lo que los grandes medios (CNN, Washington Post, New York Times, etc.) informan
sobre el virus.
Era de
esperar que los demócratas muestren mayor confianza en los medios, pero aun así
solo el 21% verdaderamente cree contra el 33% de sus partidarios que realmente
no cree en la información de los medios sobre el particular. Los independientes
tomaron una posición intermedia entre ambos partidos.
El
escepticismo en torno a los grandes medios, en otras palabras, es notorio y con
ello se reduce la capacidad de manipular la opinión pública, no solo sobre
temas tan relevantes en la vida como el coronavirus, sino también sobre la gran
crisis que está en proceso y las medidas que está tomando el gobierno y por
ende la opinión del electorado sobre Trump como candidato.
Llama
entonces, también, la atención que el porcentaje de aprobación de Donald Trump
ha alcanzado el máximo en el tiempo de su presidencia, a pesar de la crisis
económica y la pandemia del coronavirus. Consultados el por Gallup sobre cómo
evalúan la reacción del presidente ante el brote, el periódico El País del 26
de marzo informa que un 60% la aprueba y un 38% la rechaza. Es notorio que el
repunte en la opinión sobre el Presidente se debe principalmente a un aumento
en el apoyo de los demócratas (+13% y probablemente votantes de Sanders) e
independientes (+8%). Pareciera que no hay forma para los demócratas de evitar
un segundo período Trump.
Hemos
señalado en nuestro trabajo anterior que el coronavirus recorrió el camino de
la Ruta de La Seda. Italia fue el primer país europeo duramente afectado por el
virus. En este contexto hemos de señalar que Italia fue el primer país del G7
que se adhirió a la Nueva Ruta de la Seda muy a disgusto de EEUU. La
respuesta positiva a este compromiso no se hizo esperar ya que hoy cuentan con
la ayuda solidaria de China, Rusia y Cuba en torno al coronavirus. La nueva
“Ruta Sanitaria Global de la Seda” que ya ayuda a 89 países terminaría de
posicionar a la China multipolar con su ‘Nueva Ruta de Seda Económica’ podrá
mundializarse ante los ojos positivos de los pueblos del mundo e incluso el
norteamericano. Será la alternativa ante EL NUEVO GOBIERNO GLOBAL UNIPOLAR,
para participar en un mundo multipolar y pluriversal. Conforme la lucha contra
la crisis del coronavirus mundializa esta solidaridad podría expandirse después
aún más durante la Gran Depresión en el plano económico.
Un Gran Cambio de Paradigma
Lo que se
nos viene encima es una crisis de una magnitud que solo la hemos visto en dos
ocasiones en los últimos dos mil años. La primera fue entre los siglos IV y
VI (entre los años 300 y 500 dc), cuando el Imperio Romana y el
esclavismo desapareció y surgió el feudalismo. Y el segundo momento vino con el
declive del feudalismo y el surgimiento del capitalismo a partir del siglo
XVI (año 1500), cada una con su propia racionalidad económica Lo
que estamos viviendo ahora es una crisis de la racionalidad capitalista de
escala mundial, es una crisis sistémica del capitalismo y con el coronavirus se
vislumbra ante los pueblos la necesidad de otra racionalidad económica.
Existe una preocupación fuerte a nivel planetario que los globalistas fomentan
para crear miedo y hasta histeria planetaria, como si esta pandemia fuese la
esencia de la gran crisis económica misma. Sin embargo esto es solo la antesala
del primer acto, que empezará en septiembre (para los demócratas) o en marzo
del año que viene (para Trump). Cuando las empresas abran dentro de un
mes (Trump) o después de varios meses (Demócratas) las mismas en muchos casos
van a estar quebradas y/o no van a poder pagar los salarios o más bien no ven
cómo reconectarse con la economía real y productiva a menos que renuncien a una
sola cosa: la ganancia empresarial. La actual Gran Depresión durará años y quedará
cada vez más claro que no habrá salida con la racionalidad capitalista. El
tiempo duro que nos espera revelará la consciencia necesaria y revelará la
posibilidad de cómo mejor implementar una sociedad regida por otra racionalidad
económica que ya no pone en el centro al capital sino la sociedad misma.
El 23 de
marzo, el Congreso de EEUU aprobó una ley que permite al Tesoro (Min-de-Economía) junto
con la Reserva Federal (Banco Central privado) destinada a
salvar todo lo que hay que salvar, sea este capital especulativo o real. El 26
Trump firmó la ley y con la coordinación entre Tesorería y Reserva Federal
Trump tiene a la Fed también bajo su control. La ley permite en el fondo una
expansión monetaria sin límite. Otro tanto parecido sucede en la Unión Europea
y el Reino Unido. Al salvar una vez más el capital bancario corporativo y hasta
especulativo (Hedge Funds) hasta el Esto podría producir un repunte a la
economía especulativa pero no va a funcionar a largo plazo, al no reconectarse
con la producción misma. En el corto plazo, Trump espera que la economía parece
a salvo.
El plan no
solo pretende rescatar el capital corporativo y bancario sino también la
capacidad de compra de la población sin trabajo. La ley ofrece (mediante la Fed
y el Tesoro) en el corto plazo, $1.200 por mes a los ciudadanos norteamericanos
con la finalidad de mantener el consumo. Dicha medida, sin lugar a dudas,
tendrá un efecto positivo también para la campaña electoral de Trump. La medida
significaría también más dinero para menos productos, mientras esté paralizada
la producción, y por lo tanto conllevaría a una inflación segura. Es por este
motivo que Trump desea reiniciar la producción a mediados de abril. Al mismo
tiempo Trump debe “acordar” ciertos pasos con China porque desde ese país, por
Xi Jimping o por vía de los globalistas de Hong-Kong, viene buena parte de los
productos de consumo norteamericano. EEUU se ha tornado una economía de
servicios y ha trasladado la producción a la periferia global, sobre todo a
China. No habrá duda entonces, que Xi Jinping está en posición en óptima de
negociar con Trump quien ya tuvo comunicación telefónica con el presidente de
China.
La esencia
del problema de la Gran Depresión es que no hay forma para los grandes
consorcios de reconectar la inversión (con ganancia) con el ámbito productivo,
economía real. Vea nuestro libro de 2018 al respecto. Desde la crisis de
2008 se consolidó una economía de burbuja y dinero emitido sin respaldo, o por
helicóptero, que la infló cada vez más, salvando al gran capital y generando
una desigualdad sin precedente en la historia del capitalismo. Lo que viene es
una Gran Depresión sin salida, dos o tres veces más peligrosa que la de 1929,
ya que desembocará en una crisis sistémica. Entonces el pueblo, incluyendo esta
vez a la clase media, sí saldrá a la calle, porque también se darán cuenta que
no sólo están desempleados sino que los bancos se encuentran cerrados para
buscar sus ahorros. Ninguno de los doce premios Nobel de Economía desde 2008 ha
explicado la crisis sistémica que se nos viene encima, ni previsto la
Perestroika en la URSS ni mucho menos la de EE.UU. En síntesis sus
contribuciones nos son de valor ninguno.
Ahora, en
febrero-marzo 2020, ya estamos viendo la perestroika en EEUU y pronto incluso
la posible caída del propio sistema capitalista. ¿Qué emergerá de entonces?
Emergerá un sistema que aún no conocemos. En la transición hacia un nuevo orden
económico mundial, como muchos lo llaman, como fase de transición hacia otra
civilización: Putin, Trump y Xi Jinping ya están hablando de sentarse después
de las elecciones en Estados Unidos, y decidir las nuevas reglas del juego para
este mundo post crisis. Claro que hay otras opciones que se plantean desde el
globalismo unipolar y desde algún otro continentalismo unipolar, etc. La OTAN
anunció en estos días hacer ejercicios en la frontera de Europa con Rusia y
habría armas nucleares en juego. Hemos de saber que Trump es la única persona
que podrá decidir hacer uso de las mismas y como está enfrentado a este brazo
militar de las fuerzas globalistas no habrá más que un peligro de contaminar
aún más gente con el coronavirus, ganándose la OTAN únicamente el desprecio popular.
Si Trump
gana las elecciones en noviembre, y con casi seguridad las ganará, podremos
decir que el globalismo y el neoliberalismo han llegado a su fin. La Unión
Europea organizada desde la City de Londres y la de Paris desde 2009-2013, es
el ejemplo marco de este neoliberalismo desenfrenado a nivel continental, y
está destinada a desintegrarse en muchos países en esta Gran Depresión. Será
entonces la Perestroika para Occidente. A una Europa de muchos países,
naciones y pueblos, no le queda otra alternativa que mirar hacia el Este
multipolar. Ya no será una invitación a participar, Xi Jinping reconoce que ya
no hay márgenes y tiempo para las indecisiones o la ambigüedad de tener un pie
en occidente y el otro en Oriente, sino que los tiempos claman por una
definición. Europa no tendrá más opción que participar del mundo multipolar y
pluriversal de naciones soberanas, ya no orientadas por el lucro sino regida
por otra racionalidad económica, social, que está por definirse y que
presentaremos su horizonte en nuestro próximo artículo que saldrá antes del 1
de abril.
28 de marzo
2020
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