Dr. Hugo SALINAS
salinas_hugo@yahoo.com
El COVID-19, y su difusión rápida a nivel planetario, nos está demostrando que establecer políticas económicas y sociales de corte nacionalista, se encuentran en total contradicción con la realidad socio-económica actual. Esta pandemia ha hecho volar en mil pedazos sentimientos y políticas nacionalistas. Es demasiado tarde, retrógrado, alimentar nacionalismos basados en la identidad, la piel, la región geográfica, la religión, la lengua, etc.
Se impone entonces la pregunta, ¿porqué, en estos tiempos, toda política nacionalista está destinada al fracaso? ¿Por qué todo acto nacionalista, aun cuando fuera con la mejor de las intenciones, será refutado por la realidad circundante a nivel mundial? ¿Por qué, los actos y los partidos políticos nacionalista, en lugar de hacernos avanzar, nos hacen retroceder?
Es bueno saber que desde unos seis siglos, aproximadamente,
se ha impuesto a nivel planetario una forma de trabajar, producir,
comercializar y consumir que se funda en los intercambios en base a precios
expresados en unidades monetarias. Intercambios de bienes económicos y de
personas que ya no tienen límites locales, nacionales o regionales.
Para esta forma de trabajar, producir, comercializar y
consumir, que en general la llamamos “economía de mercado”, no existen
fronteras. Y la “globalización”, de estas últimas décadas, lo que ha hecho es
simplemente profundizar y alcanzar los últimos eslabones perdidos. Se ha
construido un espacio económico único e indivisible a nivel mundial.
Otra consecuencia igualmente importante a extraer de la
evidencia que nos ha traído el COVID-19 es que, tanto el modelo socio-económico
actualmente imperante como el nuevo a instalar, son de validez universal. Ya no
tienen cabida las políticas nacionalistas. Si se instala una política socio-económica
válida en resolver los problemas esenciales de un país, como la pobreza y el
desempleo, esta política será igualmente válida para cualquier otro país del
planeta Tierra.
Hemos llegado, en la evolución de las formas de trabajar y de
vivir, en donde las fronteras territoriales ya no tienen ni validez ni
justificación. Hemos ingresado, y desde hace varios siglos, a una
economía-mundo y a una sociedad-mundo. Cerrar nuestros ojos ante esta
evidencia, es simplemente querer tapar la inmensidad del bosque con un dedo.
Lima 30 de marzo del 2020
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