Barómetro Internacional
03-10-2012
La crisis Terminal del capitalismo es
mucho más amplia y comporta una dimensión civilizatoria y no solamente de la
preponderancia y el dominio de un país en particular, por muy poderoso que este
sea y aunque ocupe un lugar central en el sistema mundial contemporáneo.
Como
indica Roberto Espinoza, “vivimos una compleja crisis de la civilización
hegemónica (aquella de la unidad entre “modernidad-colonialidad”) que pone en
peligro todas las formas de vida del planeta, no solo las humanas, y hace
urgente el desarrollo de alternativas”. Estas, que tienen que ser necesariamente
complejas, totales y radicales, vías de desarrollo que se aparten de lo que
José María Tortosa cataloga como maldesarrollo, han ido surgiendo desde distintos espacios del
espectro socio político y abarcan un abanico tan plural y heterogéneo como plural
y heterogéneos son los grupos y movimientos sociales que los articulan,
proponen e impulsan.
En
este contexto, el concepto de transición está surgiendo con fuerza a nivel
mundial, particularmente a raíz de la crisis combinada de energía, clima, alimentación
y pobreza (transiciones hacia sociedades post-petróleo, bajas en consumo de
energía, sustentables, y hacia la soberanía alimentaria con producción local y
autonomías locales, en particular), pero también en términos culturales y
espirituales.
La
mayoría de estos discursos de la transición están animados por una preocupación
profunda por la vida. Al hacer visibles los efectos perniciosos de las
ideologías del individuo y del mercado, estos discursos vuelcan la atención
sobre la necesidad de reconstruir las subjetividades y la economía, con
frecuencia en tándem con aquellas sociedades donde los regímenes del individuo
y la propiedad privada no han llegado a controlar por completo la práctica
social. Estos discursos igualmente propenden por economías diversas centradas
en la vida, cual es el caso de muchas visiones de la economía social y
solidaria.
Immanuel
Wallerstein coincide en que nos encontramos en un mundo en transición, y “no
meramente de la transición de unos pocos países atrasados que necesitan ponerse
al día con el espíritu de la globalización, sino una transición por la cual el
sistema-mundo capitalista, en su totalidad, se transforma en algo diferente”.
En
otras palabras, nos encontramos ante lo que este mismo autor cataloga como una
larga crisis Terminal del capitalismo, que lleva hacia un futuro extremadamente
incierto en la medida en que no han cuajado alternativas totales y viables.
Esta crisis Terminal coincide, pero no debe confundirse, con el decaimiento de
la preponderancia norteamericana en el mundo, que alcanzó su cenit después de
1945, cuando los Estados Unidos emergieron como la única potencia industrial de
peso.
La
crisis Terminal del capitalismo es mucho más amplia y comporta una dimensión
civilizatoria y no solamente de la preponderancia y el dominio de un país en
particular, por muy poderoso que este sea y aunque ocupe un lugar central en el
sistema mundial contemporáneo. Es en este contexto que surge a partir de la
década de los 90 una serie de propuestas que busca alternativas a ese sistema
que se encuentra en crisis pero que no termina de morir.
La
transición a la que nos hemos estado refiriendo forma parte de una dinámica
mucho más amplia que la coyuntura de los últimos 30 años, cuando ha prevalecido
en el sistema mundial la forma neoliberal del capitalismo, y tiene que ver más
bien con las contradicciones del sistema capitalista que tuvo su génesis hacia
1450, aunque la forma que asume su fase terminal y el rumbo que tome el mundo
después de él sí se encuentra vinculado tanto a la lucha organizada en contra
suya como por las propuestas que puedan hacerse en este contexto.
El
capitalismo actual es la forma más acabada de organización social emanada de la
Civilización Occidental. Tanto él, como la organización económico-social
socialista histórica, constituyen expresiones de una forma de ver y estar en el
mundo que hace aguas como forma viable de organización social que permita no
solo el bienestar humano sino su supervivencia misma sobre la faz de la Tierra.
Se
impone, por lo tanto, encontrar formas de organización social viables en este
momento histórico de transición, lo cual se refiere a la migración hacia un
nuevo tipo de sociedad en donde, en primer lugar, no prevalezca lo que Leonardo
Boff llama el nuevo fetiche: el mercado.
Rafael
Cuevas Molina. Presidente AUNA-Costa Rica
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