miércoles, 24 de octubre de 2012

CRISIS TERMINAL 14: ACUMULACIÓN GLOBAL - 6






TacnaComunitaria






COMERCIO EXTERIOR Y TERCER MUNDO

GUERRA DEL OPIO

            La ECONOMÍA MERCANTIL SIMPLE, segunda condición previa para la adquisición de medios de producción y realización de la plusvalía “es la ampliación del capitalismo a las sociedades de economía natural”, señala Rosa Luxemburgo. Y es que “el capital necesita que todas las capas y sociedades no capitalistas se conviertan en compradores de mercancías y que le vendan sus productos” (tierras, minas, selvas, agua, etc. etc. etc.)

            Los medios de transporte (ferrocarriles, navegación, canales, puertos, aeropuertos, autopistas) constituyen “la condición previa indiscutible de la difusión de la economía de mercancías en territorios de economía natural. La marcha triunfal  de la compra y venta de mercancías suele comenzar con obras grandiosas del tráfico moderno” Para ejemplo nuestro está el Ferrocarril Central, que cuando se agotó la minería de cobre se cerró al tráfico de pasajeros. Y ahora los gobiernos temporales usan las “regalías” para promocionar vías de comunicación “para el servicio de la ciudadanía”, cuando en verdad se hacen como “colaboración” con las empresas mineras para facilitar el transporte de sus productos.

            Ejemplo del “suave” y “pacífico” comercio de mercancías con sociedades atrasadas, señala Rosa Luxemburgo, es la historia de China, “a través de la cual pasan como un hilo rojo, desde mediados hasta fines del siglo XIX, las guerras de los europeos, cuya finalidad era abrir, por la violencia, las puertas de China al tráfico de mercancías”. Se puede reproducir, casi a la letra, lo que expone Rosa Luxemburgo al respecto:

            El período de la apertura de China a la civilización europea, esto es, el cambio de mercancías con el capital europeo, se inicia con la guerra del opio, en la que China se ve obligada a adquirir el veneno de las plantaciones indias para convertirlo en dinero destinado a los capitalistas ingleses. En el siglo XVII, la Compañía Inglesa de las Indias Orientales había introducido el cultivo del opio en Bengala, y a través de su sucursal de Cantón había difundido el uso del veneno en China. A comienzos del siglo XIX, el opio bajó de tal modo su precio, que se convirtió rápidamente en medio de consumo para el pueblo. Todavía el año 1821 la importación de opio en China era de 4,628 cajas, al precio medio de 1,325 dólares; luego, el precio se redujo a la mitad y la importación inglesa pasó de 1,825 a 9,621 cajas; en 1830 a 26,670 cajas. Los efectos desastrosos del veneno, particularmente el de las peores calidades usadas por la población pobre, se convirtieron en una calamidad pública y determinaron que China prohibiese la importación. Ya en 1828, el virrey de Cantón había prohibido la importación del opio, pero esto sólo sirvió para dirigir el comercio hacia otros puertos. Se encargó a uno de los censores de Pekín estudiar la cuestión, y emitió el siguiente informe: “He venido a saber que los fumadores de opio sienten tan violenta apetencia de ese medicamento nocivo, que están dispuestos a ofrecerlo todo para conseguir su goce. Si no reciben el opio a la hora acostumbrada, sus miembros comienzan a temblar; gruesas gotas de sudor les recorren de la frente y de la cara, y son incapaces de realizar el menor trabajo. Pero se les da la pipa de opio, fuman unas cuantas chupadas y en seguida están curados…”

            El censor proponía que se condenase a todo fumador de opio a 80 azotes de bambú, y a los que no quisieran denunciar al vendedor, a 100 azotes  y destierro de tres años. (…)

            Después de esto, fue promulgada una ley que condenaba a todo fumador de opio a 100 azotes y a ser expuesto durante dos meses. Se impuso a los gobernadores de las provincias la obligación de mencionar, en sus informes anuales, los resultados de la lucha contra el opio. El doble resultado de esta lucha fue, que de una parte, en el interior de China, especialmente en las provincias de Honan, Setchuan y Kweistschan, se establecieron plantaciones de adormideras en gran escala y que, por otra parte, Inglaterra declaró la guerra a China para obligarla a permitir la importación. Así comenzó la gloriosa “apertura” de China a la cultura europea; esa apertura simbolizada por la pipa de opio. (Por algo China llamó “bárbaros” a los invasores europeos)

            El primer ataque vino por Cantón. La defensa de la ciudad por la entrada principal del río Peri era de lo más primitivo que se puede imaginar. Consistía, principalmente, en unas cadenas de hierro que diariamente y a la puesta del Sol se sujetaban a postes de madera anclados en el río. Hay que tener además en cuenta, que los cañones chinos carecían de dispositivos para corregir el tiro, esto es, eran completamente inofensivos. Con esta primitiva defensa, que servía justamente para impedir la entrada a un par de barcos mercantes, afrontaron los chinos el ataque inglés. Dos barcos de guerra ingleses fueron suficientes para forzar la entrada el 7 de septiembre de 1839. Los 16 juncos de guerra y los 13 cañones con que los chinos se resistieron fueron destrozados en tres cuartos de hora. Tras esta primera victoria, los ingleses reforzaron considerablemente su flota de guerra, y a principios de 1841 renovaron el ataque. (…) El balance de la batalla fue: del lado chino, 600 muertos; del inglés… 1 muerto y 30 heridos; de los cuales más de la mitad provenían de la explosión casual de un almacén de pólvora. (..) Así se abrió Cantón al tráfico de mercancías. (…)

            Por la paz del 27 de agosto de 1842, los ingleses obtuvieron la isla de Hong-Kong. Además, los puertos de Cantón, Amoy, Fuchu, Ningpo, Shanghai debían abrirse al comercio. (…) En la paz de Tientsin -1858- los chinos concedieron la importación de opio y la entrada, al interior del país, del comercio europeo y las misiones. (…)

            Un edicto imperial del día 3 de la luna VIII en el X año Hsien-Feng (6 de septiembre de 1860) dice, entre otras cosas:

            “No hemos prohibido nunca a Inglaterra ni a Francia tener comercio con China, y durante muchos años ha habido paz entre ellos y nosotros. Pero hace tres años los ingleses penetraron con malas intenciones en nuestra ciudad de Cantón e hicieron prisioneros a nuestros funcionarios. Por aquel entonces no tomamos represalias ni medidas, porque nos vimos obligados a reconocer que la obstinación del virrey Yah había dado, en cierto modo, ocasión a las hostilidades. Hace dos años, el jefe de los bárbaros, Eljin, avanzó hacia el Norte y dimos orden al virrey de Chihli, T’anTing-Hsiang, que examinase los hechos antes de entrar en negociaciones. Pero el bárbaro se aprovechó de que no estábamos preparados; tomó los fuertes de Taki y avanzó sobre Tientsin. Preocupados de ahorrar a nuestro pueblo los horrores de la guerra, prescindimos, una vez más, de tomar represalias y ordenamos a Kuei-Liang que entrase en negociaciones de paz. A pesar de las vergonzosas exigencias de los bárbaros, ordenamos a Kuei-Liang dirigirse a Shanghai para ocuparse del tratado de comercio propuesto, e incluso lo ratificamos como signo de nuestra buena fe.  Sin tener en cuenta nada de esto, últimamente, el jefe de los bárbaros, Bruce, con una obstinación completamente irrazonada, apareció en la XVIII luna con una escuadra de barcos de guerra en la bahía de Taku. Acometió violentamente a SengKoLiuCh’in y le obligó a retirarse. De todo esto se deduce que China no ha faltado a la fe prometida, y que los bárbaros no tienen ninguna razón. Ahora, en el año corriente, los jefes bárbaros Eljin y Gros han vuelto a aparecer en nuestras costas, pero China no deseando recurrir a medidas extremas, les permitió el desembarco y una visita a Pekín para ratificar el tratado. ¡Quién hubiera creído que los bárbaros no habían hecho más que tendernos lazos durante todo este tiempo y que traían consigo un ejército de soldados y artillería, con el que tomaron por la espalda los fuertes Taku y, después de desalojada la guarnición, marcharon sobre China”

            Con 12.000 hombres de tropas inglesas y 7.500 francesas al mando del general Coursin-Montauban, a fines de agosto de 1860, tomaron primeramente sin disparar un tiro los fuertes de Taki; luego avanzaron hacia Tientain y continuaron su avance hacia Pekin. Por el camino, el 21 se septiembre de 1860, tuvo lugar la sangrienta batalla de Palikiao, que ponía a Pekín a disposición de las potencias europeas. Los vencedores entraron en la ciudad, casi vacía y sin defensa alguna; saquearon primeramente el palacio imperial, en cuyo saqueo intervino personalmente, con gran entusiasmo, el general Coursin, que fue después mariscal “conde de Palikiao”; por su parte, lord Eljin mandó prender fuego al palacio “como expiación” (…)

            Al mismo tiempo, todos los tratados de China aseguraron a los europeos -comerciantes y misiones- el derecho a adquirir en China propiedad territorial. En esta tarea colaboraron, con el fuego de los cañones, el engaño consciente. Los términos equívocos en que estaban redactados los tratados ofrecían una cómoda base para ir extendiendo gradualmente las zonas ocupadas por el capital europeo, y los puertos comprendidos en las estipulaciones. Sobre la base de la conocida cínica falsificación del texto chino de la convención adicional francesa del año 1870, obra del misionero católico abate Delamarre, que había intervenido como intérprete, se obligó más tarde al gobierno chino, a permitir que las misiones adquiriesen terrenos no sólo en los puertos abiertos, sino en todas las provincias.” (…)

            En cada guerra, mientras tanto, los representantes de la cultura europea toman parte en los robos y saqueos de los palacios imperiales chinos, de los edificios públicos, de los monumentos antiguos de civilización. Tanto en el año 1870, en que los franceses saquearon el palacio del emperador con sus tesoros y maravillas, como en 1900 en que “todas las naciones” robaron a porfía bienes públicos y privados. Ruinas humeantes de las mayores y más antiguas ciudades, decadencia de la agricultura en extensas zonas, insoportables gravámenes tributarios para recaudar las contribuciones de guerra, acompañaron a los progresos del comercio de mercancías en todo avance europeo. Cada uno de los cuarenta y tantos Treatyports (puertos del tratado) chinos ha sido adquirido con raudales de sangre, matanzas y ruinas. (…)

            El resultado general de la lucha entre el capitalismo y la economía simple de mercancías es éste: el capital sustituye a la economía simple de mercancías después que ésta había sustituido a la economía natural. Por consiguiente, cuando se dice que el capitalismo vive de formaciones no capitalistas, para hablar más exactamente, hay que decir que vive de la ruina de estas formaciones, y si necesita el ambiente no capitalista para la acumulación, lo necesita como base para realizar la acumulación, absorbiéndolo. Considerada históricamente, la acumulación del capital es un proceso de cambio de materias que se verifica entre la forma de producción capitalista y las precapitalistas. Sin ellas no puede verificarse la acumulación del capital, pero considerada en este aspecto, la acumulación se efectúa destrozándolas y asimilándolas. Así, pues, ni la acumulación del capital puede realizarse sin las formaciones no capitalistas, ni aquellas pueden siquiera mantenerse. La acumulación sólo puede darse merced a una constante destrucción preventiva de aquéllas. (Rosa Luxemburgo, La Acumulación del Capital)

            América y el saqueo del Qorikancha, África y la segregación racial, Asia y el saqueo del palacio imperial, en todas partes del globo terrestre así ha actuado el capitalismo. ¡Y ASÍ CONTINÚA ACTUANDO! Yugoeslavia, Iraq, Libia, son sólo unas cuantas muestras de los métodos del capitalismo para lograr su acumulación.

Ragarro
24.10.12

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