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COMERCIO EXTERIOR Y TERCER MUNDO
GUERRA
DEL OPIO
La
ECONOMÍA MERCANTIL SIMPLE, segunda
condición previa para la adquisición de medios de producción y realización de
la plusvalía “es la ampliación del capitalismo a las sociedades de economía
natural”, señala Rosa Luxemburgo. Y es que “el capital necesita que todas las
capas y sociedades no capitalistas se conviertan en compradores de mercancías y
que le vendan sus productos” (tierras, minas, selvas, agua, etc. etc. etc.)
Los
medios de transporte (ferrocarriles, navegación, canales, puertos, aeropuertos,
autopistas) constituyen “la condición previa indiscutible de la difusión de la
economía de mercancías en territorios de economía natural. La marcha
triunfal de la compra y venta de
mercancías suele comenzar con obras grandiosas del tráfico moderno” Para
ejemplo nuestro está el Ferrocarril Central, que cuando se agotó la minería de
cobre se cerró al tráfico de pasajeros. Y ahora los gobiernos temporales usan
las “regalías” para promocionar vías de comunicación “para el servicio de la
ciudadanía”, cuando en verdad se hacen como “colaboración” con las empresas
mineras para facilitar el transporte de sus productos.
Ejemplo
del “suave” y “pacífico” comercio de mercancías con sociedades atrasadas,
señala Rosa Luxemburgo, es la historia de China, “a través de la cual pasan
como un hilo rojo, desde mediados hasta fines del siglo XIX, las guerras de los
europeos, cuya finalidad era abrir, por la violencia, las puertas de China al
tráfico de mercancías”. Se puede reproducir, casi a la letra, lo que expone Rosa
Luxemburgo al respecto:
El
período de la apertura de China a la civilización europea, esto es, el cambio
de mercancías con el capital europeo, se inicia con la guerra del opio, en la
que China se ve obligada a adquirir el veneno de las plantaciones indias para
convertirlo en dinero destinado a los capitalistas ingleses. En el siglo XVII,
la Compañía Inglesa de las Indias Orientales había introducido el cultivo del
opio en Bengala, y a través de su sucursal de Cantón había difundido el uso del
veneno en China. A comienzos del siglo XIX, el opio bajó de tal modo su precio,
que se convirtió rápidamente en medio de consumo para el pueblo. Todavía el año
1821 la importación de opio en China era de 4,628 cajas, al precio medio de
1,325 dólares; luego, el precio se redujo a la mitad y la importación inglesa
pasó de 1,825 a 9,621 cajas; en 1830 a 26,670 cajas. Los efectos desastrosos
del veneno, particularmente el de las peores calidades usadas por la población
pobre, se convirtieron en una calamidad pública y determinaron que China
prohibiese la importación. Ya en 1828, el virrey de Cantón había prohibido la
importación del opio, pero esto sólo sirvió para dirigir el comercio hacia
otros puertos. Se encargó a uno de los censores de Pekín estudiar la cuestión,
y emitió el siguiente informe: “He venido a saber que los fumadores de opio
sienten tan violenta apetencia de ese medicamento nocivo, que están dispuestos
a ofrecerlo todo para conseguir su goce. Si no reciben el opio a la hora
acostumbrada, sus miembros comienzan a temblar; gruesas gotas de sudor les
recorren de la frente y de la cara, y son incapaces de realizar el menor
trabajo. Pero se les da la pipa de opio, fuman unas cuantas chupadas y en
seguida están curados…”
El
censor proponía que se condenase a todo fumador de opio a 80 azotes de bambú, y
a los que no quisieran denunciar al vendedor, a 100 azotes y destierro de tres años. (…)
Después
de esto, fue promulgada una ley que condenaba a todo fumador de opio a 100
azotes y a ser expuesto durante dos meses. Se impuso a los gobernadores de las
provincias la obligación de mencionar, en sus informes anuales, los resultados
de la lucha contra el opio. El doble resultado de esta lucha fue, que de una
parte, en el interior de China, especialmente en las provincias de Honan,
Setchuan y Kweistschan, se establecieron plantaciones de adormideras en gran
escala y que, por otra parte, Inglaterra declaró la guerra a China para
obligarla a permitir la importación. Así comenzó la gloriosa “apertura” de
China a la cultura europea; esa apertura simbolizada por la pipa de opio. (Por
algo China llamó “bárbaros” a los invasores europeos)
El
primer ataque vino por Cantón. La defensa de la ciudad por la entrada principal
del río Peri era de lo más primitivo que se puede imaginar. Consistía,
principalmente, en unas cadenas de hierro que diariamente y a la puesta del Sol
se sujetaban a postes de madera anclados en el río. Hay que tener además en
cuenta, que los cañones chinos carecían de dispositivos para corregir el tiro,
esto es, eran completamente inofensivos. Con esta primitiva defensa, que servía
justamente para impedir la entrada a un par de barcos mercantes, afrontaron los
chinos el ataque inglés. Dos barcos de guerra ingleses fueron suficientes para
forzar la entrada el 7 de septiembre de 1839. Los 16 juncos de guerra y los 13
cañones con que los chinos se resistieron fueron destrozados en tres cuartos de
hora. Tras esta primera victoria, los ingleses reforzaron considerablemente su
flota de guerra, y a principios de 1841 renovaron el ataque. (…) El balance de
la batalla fue: del lado chino, 600 muertos; del inglés… 1 muerto y 30 heridos;
de los cuales más de la mitad provenían de la explosión casual de un almacén de
pólvora. (..) Así se abrió Cantón al tráfico de mercancías. (…)
Por
la paz del 27 de agosto de 1842, los ingleses obtuvieron la isla de Hong-Kong.
Además, los puertos de Cantón, Amoy, Fuchu, Ningpo, Shanghai debían abrirse al
comercio. (…) En la paz de Tientsin -1858- los chinos concedieron la
importación de opio y la entrada, al interior del país, del comercio europeo y
las misiones. (…)
Un
edicto imperial del día 3 de la luna VIII en el X año Hsien-Feng (6 de
septiembre de 1860) dice, entre otras cosas:
“No
hemos prohibido nunca a Inglaterra ni a Francia tener comercio con China, y
durante muchos años ha habido paz entre ellos y nosotros. Pero hace tres años
los ingleses penetraron con malas intenciones en nuestra ciudad de Cantón e
hicieron prisioneros a nuestros funcionarios. Por aquel entonces no tomamos
represalias ni medidas, porque nos vimos obligados a reconocer que la
obstinación del virrey Yah había dado, en cierto modo, ocasión a las
hostilidades. Hace dos años, el jefe de los bárbaros, Eljin, avanzó hacia el Norte y dimos orden al virrey de
Chihli, T’anTing-Hsiang, que examinase los hechos antes de entrar en
negociaciones. Pero el bárbaro se
aprovechó de que no estábamos preparados; tomó los fuertes de Taki y avanzó
sobre Tientsin. Preocupados de ahorrar a nuestro pueblo los horrores de la
guerra, prescindimos, una vez más, de tomar represalias y ordenamos a
Kuei-Liang que entrase en negociaciones de paz. A pesar de las vergonzosas
exigencias de los bárbaros,
ordenamos a Kuei-Liang dirigirse a Shanghai para ocuparse del tratado de
comercio propuesto, e incluso lo ratificamos como signo de nuestra buena
fe. Sin tener en cuenta nada de esto,
últimamente, el jefe de los bárbaros,
Bruce, con una obstinación completamente irrazonada, apareció en la XVIII luna
con una escuadra de barcos de guerra en la bahía de Taku. Acometió violentamente
a SengKoLiuCh’in y le obligó a retirarse. De todo esto se deduce que China no
ha faltado a la fe prometida, y que los bárbaros
no tienen ninguna razón. Ahora, en el año corriente, los jefes bárbaros Eljin y Gros han vuelto a
aparecer en nuestras costas, pero China no deseando recurrir a medidas
extremas, les permitió el desembarco y una visita a Pekín para ratificar el
tratado. ¡Quién hubiera creído que los bárbaros
no habían hecho más que tendernos lazos durante todo este tiempo y que traían
consigo un ejército de soldados y artillería, con el que tomaron por la espalda
los fuertes Taku y, después de desalojada la guarnición, marcharon sobre China”
Con
12.000 hombres de tropas inglesas y 7.500 francesas al mando del general
Coursin-Montauban, a fines de agosto de 1860, tomaron primeramente sin disparar
un tiro los fuertes de Taki; luego avanzaron hacia Tientain y continuaron su
avance hacia Pekin. Por el camino, el 21 se septiembre de 1860, tuvo lugar la
sangrienta batalla de Palikiao, que ponía a Pekín a disposición de las
potencias europeas. Los vencedores entraron en la ciudad, casi vacía y sin
defensa alguna; saquearon primeramente el palacio imperial, en cuyo saqueo
intervino personalmente, con gran entusiasmo, el general Coursin, que fue
después mariscal “conde de Palikiao”; por su parte, lord Eljin mandó prender
fuego al palacio “como expiación” (…)
Al
mismo tiempo, todos los tratados de China aseguraron a los europeos
-comerciantes y misiones- el derecho a adquirir en China propiedad territorial.
En esta tarea colaboraron, con el fuego de los cañones, el engaño consciente.
Los términos equívocos en que estaban redactados los tratados ofrecían una
cómoda base para ir extendiendo gradualmente las zonas ocupadas por el capital
europeo, y los puertos comprendidos en las estipulaciones. Sobre la base de la
conocida cínica falsificación del texto chino de la convención adicional
francesa del año 1870, obra del misionero católico abate Delamarre, que había
intervenido como intérprete, se obligó más tarde al gobierno chino, a permitir
que las misiones adquiriesen terrenos no sólo en los puertos abiertos, sino en
todas las provincias.” (…)
En
cada guerra, mientras tanto, los representantes de la cultura europea toman
parte en los robos y saqueos de los palacios imperiales chinos, de los
edificios públicos, de los monumentos antiguos de civilización. Tanto en el año
1870, en que los franceses saquearon el palacio del emperador con sus tesoros y
maravillas, como en 1900 en que “todas las naciones” robaron a porfía bienes
públicos y privados. Ruinas humeantes de las mayores y más antiguas ciudades,
decadencia de la agricultura en extensas zonas, insoportables gravámenes tributarios
para recaudar las contribuciones de guerra, acompañaron a los progresos del
comercio de mercancías en todo avance europeo. Cada uno de los cuarenta y
tantos Treatyports (puertos del
tratado) chinos ha sido adquirido con raudales de sangre, matanzas y ruinas.
(…)
El
resultado general de la lucha entre el capitalismo y la economía simple de
mercancías es éste: el capital sustituye a la economía simple de mercancías
después que ésta había sustituido a la economía natural. Por consiguiente, cuando
se dice que el capitalismo vive de formaciones no capitalistas, para hablar más
exactamente, hay que decir que vive de la ruina de estas formaciones, y si
necesita el ambiente no capitalista para la acumulación, lo necesita como base
para realizar la acumulación, absorbiéndolo. Considerada históricamente, la
acumulación del capital es un proceso de cambio de materias que se verifica
entre la forma de producción capitalista y las precapitalistas. Sin ellas no
puede verificarse la acumulación del capital, pero considerada en este aspecto,
la acumulación se efectúa destrozándolas y asimilándolas. Así, pues, ni la acumulación
del capital puede realizarse sin las formaciones no capitalistas, ni aquellas
pueden siquiera mantenerse. La acumulación sólo puede darse merced a una
constante destrucción preventiva de aquéllas. (Rosa Luxemburgo, La
Acumulación del Capital)
América
y el saqueo del Qorikancha, África y la segregación racial, Asia y el saqueo
del palacio imperial, en todas partes del globo terrestre así ha actuado el
capitalismo. ¡Y ASÍ CONTINÚA ACTUANDO! Yugoeslavia, Iraq, Libia, son sólo unas
cuantas muestras de los métodos del capitalismo para lograr su acumulación.
Ragarro
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