Escribe: Milcíades Ruiz
En este proceso electoral todos postulantes al poder
político tocan la misma música. No hay mayor diferencia sustancial entre las
propuestas y los cambios que propugnan. No están dirigidos a cambar el orden
establecido sino a mantenerlo, protegerlo y perfeccionarlo como sistema de
dominación. Al cotejar los planes de gobierno de las diversas opciones y
escuchar lo que se proponen hacer los candidatos, podremos darnos cuenta de que
las diferencias están en las matices más no, en las matrices.
Los cambios que postulan los candidatos no cuestionan
el sistema vigente, y por lo tanto, su vigencia queda fuera de discusión. Nadie
se atreve a propugnar reformas estructurales antisistema. Hay que tener en
cuenta que, cuestionar el neoliberalismo no significa cuestionar el capitalismo
como sistema pues aquel, es solo una corriente que actualmente predomina sobre
las otras. En esta perspectiva podríamos decir que todos resultan siendo
candidatos pro capitalistas en tanto no demuestren lo contrario haciendo la
diferencia.
Quizá si hubiese un candidato socialista su enfoque
electoral podría ser distinto, como también el mensaje político y las
declaraciones públicas, pues a diferencia de los candidatos actuales sus
propuestas no partirían de las consecuencias sino de las causas de los
problemas, no de las ramas sino desde la raíz. Esta es una concepción distinta
sobre la problemática nacional en contraposición a las propuestas de los
diversos candidatos que parten del producto final sin modificar los insumos.
Podemos constatar que el diseño neoliberal viene
arrojando -entre otros productos sociales- bandas delincuenciales de todo tipo
y nivel, pero en vez de atacar las causas de estas deformaciones, los
postulantes al poder político ofrecen actuar sobre el producto terminado, para
lo cual invocan mayor dotación policial, intervención de fuerzas armadas, pena
de muerte, etc. Pero de nada sirve aplastar los productos elaborados si no se
detiene su fabricación.
A esta óptica se ciñen las demás propuestas sobre los
diversos productos de marca tales como: desigualdad social, corrupción,
desempleo, desnutrición, bajo rendimiento escolar, etc. Pero todos estos
productos indeseables son resultados obtenidos necesariamente ya que son
intrínsecos del modelo de desarrollo imperante. Las bandas delincuenciales de
ahora fueron forjadas por el neoliberalismo que se impuso con el fujimorismo
que ahora lidera las encuestas electorales. Eran los niños de la década de
1990.
Como este diseño no ha sido cambiado, los niños
actuales van camino a convertirse en el mismo producto y serán los damnificados
generacionales del sistema que viene operando desde esa década. Pero como no
avizoramos el futuro, este asunto pasa inadvertido y nadie repara en lo que el
Estado viene haciendo con la vida de las personas. Esto continuará mientras no
se desmonten las instalaciones de la maquinaria de dominación.
Lamentamos los resultados que colocan al Perú con las
más bajas calificaciones internacionales en comprensión de lectura y
rendimiento escolar, pero las propuestas para cambiar esta realidad parten de
la post cosecha sin cambiar las condiciones del cultivo. Si como es previsible
a los niños de ahora les espera un negro porvenir ¿por qué no salvarlos antes
de que sea demasiado tarde? ¿No era que “Los niños son el futuro de la Nación”?
El Perú de ahora, es consecuencia de su ayer como el
mañana será el resultado de lo que estamos construyendo ahora. Pero esta
retórica no está encarnada en nuestra visión política ni se tiene consciencia
de su importancia. Mirémonos con franqueza: Somos productos de la sociedad en
nuestro tiempo generacional. Es el proceso social el que nos ha puesto en las
condiciones deplorables de tener que escoger entre los candidatos de la peor
especie en las elecciones presidenciales más más horrendas de la historia
patria.
Por ello, sería bueno que los candidatos supuestamente
de izquierda tengan un discurso claramente distinto, a fin de que el pueblo
pueda advertir la diferencia. Pero, si un candidato de derecha dice que
aumentará el salario mínimo vital a 850 soles y el candidato de izquierda
ofrece aumentar a mil soles, solo hay una diferencia de cantidad pero no de
calidad. De igual modo, si el primero dice que aumentará el presupuesto al
sector educación y el segundo dice que lo elevará al 6% del PBI la diferencia
es solo numérica. No son propuestas que modifican la naturaleza del sistema.
Tenemos una línea muy clara de lucha en defensa de
nuestros recursos naturales pero no sobre nuestros recursos humanos. Tenemos un
valioso material humano pero crece a la deriva sin ser cultivado ni procesado
para lo que necesita el país. ¿Será que estos recursos, no tienen mayor
importancia que los primeros? La persona es una integridad y su desarrollo no
depende solo de las facilidades educativas sino también de otros aspectos
determinantes.
El mismo enfoque inverso se tiene con respecto a los
programas sociales que no solucionan las causas sino actúan sobre las
consecuencias. ¿Cuál es la razón de ser de los programas sociales? Como
sabemos, estos no responden a las demandas populares sino a la estrategia
asistencialista neoliberal de frenar y neutralizar los conflictos sociales
previsibles. Ninguna plataforma popular ha demandado tales programas pero han
sido impuestos desde arriba.
Para el neoliberalismo, el Estado no puede intervenir
en el mercado con políticas correctivas que impidan las desigualdades. Solo se
le permite tener programas sociales no estructurales. Pero hasta el Papa
Francisco pide reformas estructurales y no simples maquillajes. Entonces,
ofrecer a los electores ampliar la cobertura de los programas sociales, es
seguir la política del neoliberalismo. Es así como se induce a la equivocación
que hace a los oprimidos votar por sus opresores.
No se puede comparar lo que el socialismo ha hecho y
hace en materia educativa con los millones de becarios internacionales. Solo en
un medio capitalista la educación está en función al dinero. El que no lo tenga
tampoco tiene derecho a la educación. Beca 18 no resuelve esta injusticia
social. La educación entendida como formación de los recursos humanos es un
derecho social. En un gobierno socialista los programas sociales no tienen
razón de ser porque acaba con los privilegios y los intereses comunitarios
están por encima de los privados.
Pero claro, una cosa es la campaña electoral y otra la
gestión gubernamental y así tenemos que los discursos y mensajes políticos
tienen como único objetivo ganar votos olvidando la sinceridad. No interesa la
ecuanimidad, ni la seriedad de los planteamientos electorales y los candidatos
se cuidan de no decir nada que pueda ahuyentar al electorado. Todos ocultan sus
verdaderas intenciones y no se muestran como realmente son. La falsedad es
parte del juego electoral.
Tampoco valen los planes de gobierno elaborados solo para
cumplir con los requisitos electorales porque todo pasará al olvido tan luego
se acabe el circo como han pasado todos ellos en las siete últimas elecciones
presidenciales. De modo que todo esfuerzo que hagan las instituciones
organizando eventos para conocer los planes de gobierno en general y
sectoriales, devienen vanos.
Entonces, sería útil para la izquierda mantener sus
planes de gobierno y programas para seguir debatiéndolos después de las
elecciones. No solo para mejorarlos sino también para integrarlos y luchar por
ellos desde la oposición popular que no solo se de en el Parlamento sino
también en las calles y otros lugares públicos. Las elecciones son pasajeras,
nuestra lucha es permanente.
Marzo 2016
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