Gabriel Brito
Sábado 21 de mayo de 2016
Dilma cayó, Temer asumió y un clima de
incertidumbre se cierne sobre el país. Si, de un lado, las manifestaciones que
respaldaron el impeachment no se repitieron siquiera mínimamente después del
logro, de otro lado, la reacción de los sectores progresistas, dentro y fuera
del lulismo, todavía es confusa. Para analizar el intrincado momento histórico,
Correio da Cidadania conversó José Correia Leite que liga la instabilidad brasileira
a un cuadro mundial no muy diferente de crisis sin soluciones.
Correio da Cidadania: ¿Cuáles los elementos
centrales de la crisis política de este período que llevaran a la caída de
Dilma?
José Correa Leite: Son dos elementos básicos de
partida. El primero dice respecto a la naturaleza de lo que ocurrió. No tengo
duda de que fue un golpe institucional, que está en la secuencia de un proceso
visto en otros países de América Latina, como Honduras en 2009 y Paraguay en
2012. Gobiernos electos por el voto popular son sustituidos por articulaciones
de ocasión de las oligarquías, para derribar legalmente al presidente. Por
tanto, frustran la voluntad y soberanías populares, al ver presidentes electos
cambiados por oligarcas. Es la primera caracterización. Está de acuerdo con los
cambios institucionales del continente en las últimas décadas, en que los
militares ya no son la columna vertebral del conservadurismo, pero, si, las
instituciones políticas y los grandes medios de prensa.
El segundo elemento central que parece definidor es
que tenemos el agotamiento del ciclo petista, que corresponde a un cambio de
período. No es simplemente el cambio de coyuntura, sino de período histórico,
en sintonía con el mismo cambio de período histórico de América Latina. El
período de reformas neoliberales de los años ’80 y ’90 generó resistencias
populares, que cavaron expresándose en casi todos los países, gobiernos que se
decían “antineoliberales”, o con mandatos de tal orientación. Partidos de
izquierda fueron capaces de galvanizar el descontento con las políticas
neoliberales y llegar a los gobiernos.
Raramente tales gobiernos hicieron rupturas con la
orientación política neoliberal. Tuvieron el carácter de gobiernos que
aplicaron políticas que podríamos definir como de redistribución
neo-extractivista. O sea, en la nueva división internacional del trabajo cupo a
los países latinoamericanos el papel de ofrecer commodities, materias primas
agrícolas más baratos, para el avance de la industrialización asiática. En
Brasil eso fue muy claro, inclusive con énfasis no sólo en la exportación de
minerales de hierro, productos agropecuarios, sino también con la extracción de
petróleo el pré-sal. Al mismo tiempo, se aplicaron políticas redistributivas.
Los fondos venidos de tales exportaciones eran parcialmente derivados hacia
políticas de redistribución del ingreso, que tuvieron impacto positivo en el
combate a la pobreza, principalmente por la inserción de capas de la población
en el mercado de consumo.
Ahora volvemos, en muchos lugares, a la aplicación
de la política neoliberal plena. Significa un esfuerzo de reversión de
elementos progresistas anteriores. Para la izquierda del continente que vivió
15 años en un ambiente rosa, es un cambio sustancial. Es lo que va a ocurrir en
Brasil.
Correio da Cidadania: ¿Por tanto, es el cambio de
era, más allá de la coyuntura, lo que explica la transición forzada y hasta
golpista, del poder al PMDB y evita el fardo de presentar tal programa en una
disputa electoral?
José Correa Leite: Temer recibe un mandato para
combatir la recesión económica con el programa que Dilma no conseguía llevar
adelante. Es un gobierno vinculado ante todo al capital financiero y al
agro-negocio sin elementos reformistas como antes. Es un gobierno de carácter
conservador. Eso queda claro en el gabinete ministerial, que tiene la
emblemática figura del ministro de Justicia, Alexandre de Moraes, comprometido
aquí en San Pablo con el escamoteo de informaciones básicas de seguridad
pública. Ni siquiera informaciones de homicidios se logra obtener con tal
figura. De los 21 ministros, dos son investigados por corrupción y siete son
citados por las investigaciones de la Operación Lava Jato. Estamos, por tanto,
lidiando con un grado enorme de gansterismo.
Es un gobierno que tiene un corte claramente
conservdor y al mismo tiempo no marca una ruptura tan profunda con el bloque de
poder, cambiando al PT y PC do B por el PSDB y DEM. Así, muchos problemas que
marcaron la política institucional permanecen. Eso hace con que podamos prever
un escenario de inestabilidad, porque en principio el mandato viene con
políticas muy impopulares: corte de gastos sociales, ajuste fiscal,
congelamiento salarial...
No obstante, tales políticas tienen un precio
electoral. Y no me parece que la base de sustentación del gobierno se disponga
a promover políticas. Así, tendremos la continuidad de la inestabilidad
política, pero, bajo un gobierno conservador.
Esta inestabilidad también se hace presente por las
cuestiones pendientes sobre la salida de Dilma -decisión del Supremo Tribunal
Federal- y por la eventual divulgación de nuevas cuestiones de la Operación
Lava Jato.
Así, la política económica de corte liberal más
claro puede provocar reacciones populares en las calles, movilizaciones
importantes. Pienso que estas coordenadas diseñan lo que podemos esperar del
gobierno Temer.
Correio da Cidadania: ¿Sobre el agotamiento del
ambiente rosa y la venida de una nueva derecha a retomar viejos ciclos, que
vislumbra usted en la economía en este momento?
José Correia Leite: No da para retomar viejos
ciclos. El cuadro internacional es muy desfavorable, no sólo en América Latina
sino en el mundo en general. Desde 2008, el crecimiento es bajo en todas las
regiones del planeta. Necesariamente, el capitalismo tendrá que inventar alguna
cosa nueva. A medio y largo plazo, la aplicación de políticas neoliberales
tiende a generar procesos mucho más recesivos.
Es muy difícil visualizar las alternativas posibles
dentro del sistema. En toda parte, el dominio del capital financiero sigue
imbatible. El bloque del poder no se alteró en el mundo. Tenemos una
continuidad de políticas neoliberales, con una gran capacidad de crecimiento.
De ese modo, podemos especular sobre eventuales salidas todavía más
conservadoras, como se ve con la derecha xenófoba de Europa o con Donald Trump
en los Estados Unidos. Significarán políticas más nacionalistas, más de corte
autoritario.
En el caso brasilero, es difícil que este tipo de
nacionalismo gane terreno. Podemos tener un conservadurismo de naturaleza
antisocial más establecido. Pasaría por el sustancial fortalecimiento de la
figura de un Bolsonaro en la próxima elección en 2018. Pero todavía es
especulación.
Correio da Cidadania: Todavía dentro del contexto
económico, recientemente, el analista político argentino Jorge Benstein teorizó
que la derecha que retorna al poder a través de figuras como Macri en Argentina
no es igual a la derecha tradicional de los años ’90, además de optimista
tendría fundamentos económicos más sólidos. Sería algo más “nihilista”, una
“lumpenburguesía”, lo que en cierta medida coincide con la columna de Jânio de
Freitas en Folha de Sâo Paulo de este jueves. Gobierno al servicio de los que
siempre tuvieron más, quieren todo de una vez y punto final.
José Correia Leite: Sí, es una derecha con
intereses completamente particularistas. En ese sentido, es interesante
recuperar el análisis de Marcos Nobre, de la Unicamp (Universidad de Campinhas)
que estudia al PMDB. Según él, FHC (Fernando Henrique Cardoso) y Lula
gobernaron con macro-coaliciones, grandes articulaciones de gobierno capaces de
incorporar múltiples intereses particularistas a una orientación general. Y
Dilma, frente a la crisis internacional, intentó alterar el cuadro de forma
tecnocrática, lo que dio mal. Intentó, por ejemplo, mezclar un trípode
macroeconómico, lo que sería una alternativa progresista, pero no fue capaz de
consolidar una nueva orientación política para su gobierno. Al hacer eso se
confrontó con intereses muy poderosos del capitalismo financiero global.
La pregunta que queda es: ¿será posible que en el
próximo período exista una orientación política de la burguesía con capacidad
hegemónica, de modo de reunificar múltiples sectores de la clase dominante y de
la sociedad en torno de una orientación? Parece que no.
En ese sentido, y de acuerdo con el análisis de
Benstein, asistimos en Brasil y en América Latina a una lucha desesperada de
cada sector por su propia sobrevivencia. Y la disputa por las migajas en un
cuadro en que la mesa está quedando más chica. Es un elemento importante para
entender porque Dilma cayó. No es algo inmediato. Ella, aparentemente,
implementaba la continuidad de la política de Lula. Pero de hecho ella intentó
darle estabilidad al gobierno con una continuidad de la política de FHC de
contención macro-económica, lo que mantenía al capital financiero dócil.
Correio da Cidadania: ¿Cuánto hay de oposición de
izquierda, cómo debería actuar, dentro o fuera de la institucionalidad?
José Correia Leite: La recomposición de la
izquierda es un proceso que lleva tiempo, e incluso los reposicionamientos
tácticos demoran, por ejemplo, los petistas todavía de mueven lentamente. Hay
un vacío en la orientación petista, dado que la propia Dilma es una figura
difícil de lidiar. Pero Lula, ya hace tiempo, trabaja con la idea de quedar en
la oposición y prepararse para la disputa de 2018. En ese sentido, los petistas
están construyendo una narrativa de lo que está pasando y cuál fue la
naturaleza del golpe, con el fin de disputar una adhesión de masas. Eso busca
consolidar su base social, que subsiste, e intentar preparar una nueva disputa
más adelante.
Es una alternativa esencialmente falsa, al decir
que el gobierno fue derrocado por sus cualidades, por haber promovido la
inclusión, la reducción de la desigualdad, etc. Existieron tales elementos en
la política, pero la disputa y la caída de Dilma se dio dentro de un cuadro en
el cual la orientación era muy conservadora, con profundas políticas de ajuste.
Es evidente que el ciclo petista deja un legado de reducción
de las desigualdades sociales en el país por la inclusión de sectores antes
marginados del mercado como consumidores. Por tanto, refuerza una serie de
características conservadoras, cuya expresión más paradojal es la teología de
la prosperidad de las iglesias pentecostales. Personas que viven bajo tal
creencia y fueron “bendecidos” por esas políticas económicas, atribuyen la
mejoría de su situación a dios, y no a las políticas económicas.
Por tanto, el legado es contradictorio. Claro que
el PT y sus partidos satélites van a pasar a la oposición con un punto de vista
progresista. Van a colocarse como izquierda que combate al gobierno de la
derecha. Es el balance de los gobiernos Lula y Dilma que venderán. Eso coloca
para la izquierda que combatió el proyecto petista, hoy más visible en el PSOL
(Partido Socialismo y Libertad), la tarea de conseguir llevar adelante un
proceso de recomposición, de construcción de nuevas referencias, otro proyecto
de poder para la sociedad brasilera, capaz de materializar un bloque histórico
popular, con el fin de enfrentar las tareas pendientes, como las grandes
reformas estructurales en la sociedad brasilera.
No será la afirmación de una izquierda sólo a
partir de lo nuevo. Tendrá que ser capaz de incorporar, además de las nuevas
generaciones políticas, a una parte de aquellos que se identificaron en el
pasado con las políticas de Lula y Dilma. Tendrá que ser capaz de conducir
luchas de frente único, de dialogar con sectores del antiguo bloque histórico.
Para dar un ejemplo concreto: una de las cosas que delinean en el gobierno
Temer es la desvinculación presupuestaria de la educación y la salud. Claro que
tiene un carácter de corte de inversiones sociales.
Para combatir este proyecto, el PSOl, el PCB
(Partido Comunista Brasilero) y el PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores
Unificado) pueden estar juntos en las calles junto al PT, el PCdoB (Partido
Comunista del Brasil) y el PDT (Partido Democrático Laborista); lucharan juntos
contra las políticas antisociales del gobierno temer. Así, habrá una
reeducación de la militancia que se forjó en los últimos 15 años de luchas
contra el gobierno del PT y sus aliados. Por lo tanto, es un giro político
importante, pues tendremos algunas luchas de frente único al lado de sectores
que eran gobierno hasta hace poco. Va a causar extrañeza en una militancia
joven que pasó toda su vida política bajo los gobiernos del PT. Una generación
que desarrolló conciencia en una época que los gobiernos petistas aplicaban
políticas regresivas en varios aspectos.
Otro aspecto es que el PT tendrá que ser oposición
en las calles también, terreno donde no sabemos exactamente lo que sobrevivió
del partido, después de tanto tiempo en la institucionalidad. ¿Cuál el poder de
convocatoria de organizaciones como la CUT (Central Única de los Trabajadores)
y la UNE (Unión Nacional de Estudiantes) como oposición? Tendremos varios test
políticos en que veremos con precisión cual reposicionamiento político del
petismo en la lucha de clases brasilera. En principio, será una oposición de
izquierda a un gobierno de derecha, aunque todavía una izquierda bastante color
rosa, con colores muy pálidos luego de su pasaje por el gobierno.
Y también muy comprometida con la campaña de Lula
en 2018, figura que es blanco de una destrucción de la derecha, pero que
mantiene un apoyo popular importante. Sabemos que el proyecto de Lula es
extremamente moderado, un proyecto donde todos ganan, desde los banqueros a los
beneficiarios del Bolsa Familia. Algo así ya se mostraba impracticable en el
primer mandato de Dilma, en función de la profundidad de la crisis. Es otro
elemento de disputa entre la izquierda socialista y el petismo en el próximo
período.
Todo eso hace parte de una disputa narrativa y un
balance de lo que pasó en Brasil y en América Latina en la última década y
media. La izquierda socialista apunta, por encima de todo, a la insuficiencia
de las políticas del lulismo. El petismo va a enfatizar los logros obtenidos
bajo los gobiernos de Lula y Dilma. Tal disputa de narrativa es clave para el
futuro de la izquierda brasilera. Definirá cual fuerza de izquierda socialista
en el próximo período.
Correio da Cidadania: ¿Vislumbra la posibilidad de
que la idea de elecciones generales gane fuerza en el sentimiento popular?
José Correia Leite: Para completar, tendremos que
saber cuál será la bandera de enfrentamiento al gobierno Temer. En este año, en
lo inmediato, no puede ser otra que nuevas elecciones. Sabemos que no existe
correlación de fuerzas para eso, pero puede existir y tornarse opción masiva
caso que el gobierno Temer no consiga presentar soluciones estabilizadoras de
corto plazo. Puede ser también un elemento de inestabilidad, de peso, para el
gobierno Temer. El problema es que esa bandera ha sido bloqueada por el propio
PT, con el argumento de que Dilma tiene que agotar todo el proceso legal del
impeachment. Pero así perderemos el momento de levantar esa bandera, que
debería estar pronta para salir a las calles ahora mismo.
Mientras tanto, el petismo está discutiendo que no
puede levantar esa bandera ahora, porque perjudica la defensa de Dilma en el
Senado y el Supremo Tribunal Federal. Es un preciosismo completo. Estas
instituciones están comprometidas con el golpe institucional. Por eso, la única
posibilidad de revertir el juego e impedir que el gobierno Temer se asiente, es
cuestionar su legitimidad y apuntar que el cambio de gobierno debe estar de
acuerdo con la voluntad soberana del pueblo, con nuevas elecciones.
Claro que idealmente tales elecciones deberían ser
también elecciones parlamentarias, a fin de barrer la corrupción generalizada
que toma cuenta del Congreso. Pero eso sólo sería posible con una sublevación
popular en las calles, contra el orden político, como en 2013, pero de modo muy
amplificado. No me parece que eso esté en el horizonte, inclusive por el
desgaste institucional del PT y el grado de articulación entre golpistas,
instituciones, grandes medios...
La demanda sobre la convocatoria de nuevas
elecciones para presidente es relativamente simple de hacer y ser entendido por
el pueblo, en torno del 60% de las personas ya prefieren nuevas elecciones.
Pero la idea pierde validez y caduca, caso el gobierno Temer termine el año
estable. Pero, en un plazo inmediato, es la bandera que puede mover la
correlación de fuerzas de la actual coyuntura.
13/05/2016
José Correa Leite, Docente en ciencias políticas,
militante del PSOL.
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de
Prensa
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