El congreso de la Fundación
Valores celebrado el pasado fin de semana en Vitoria señala los caminos de las
nuevas economías y los nuevos valores
El congreso de la Fundación
Valores sobre el Bien Común, Ética y Valores se clausuró el domingo pasado en
Vitoria con la conclusión de que hay alternativas para que el mundo recupere el
rumbo hacia una sociedad armónica. Datos como que 40.000 personas mueren de
hambre al día, pese a que generamos un 60% más de los alimentos que
necesitamos, ponen de manifiesto la urgencia de cambiar las cosas. Nuevas
economías, valores y experiencias señalan que algo está cambiando. Por Eduardo
Martínez y Alicia Montesdeoca.
Un
momento del congreso con José Esquinas (izda.), Eduardo Martínez, Juan Torres y
Diego Isabel La Moneda. Foto: Alberto Robles. Fundación Valores.
El mundo
actual está al revés de cómo debería estar y podemos y debemos hacer algo para
que recupere su armonía natural, social y cultural. Esta podría ser la
principal conclusión del Congreso Proyectos y Utopías para un Mundo Mejor que
se celebró el pasado fin de semana en el Palacio Europa de Vitoria, con la
participación de destacados expertos como Paco Álvarez, Diego Isabel La Moneda,
José Esquinas, Juan Torres, Arturo Boyra, Javier Goikoetxea, Fidel Delgado y
María Pinar Merino.
El congreso, organizado por la Fundación Valores bajo el lema “Bien Común, Ética y Valores”, reunió a doscientas personas procedentes de diferentes lugares de España, que escucharon, debatieron, participaron y se emocionaron en las diferentes sesiones. También disfrutaron con la intervención de Rafael Álvarez, El Brujo, de la coral Enol Abesbatza, de Vitoria-Gasteiz, y de la dinámica artística Algara dantza taldea.
Todos los ponentes describieron la distorsión que sufre la economía, la pérdida de valores y las alternativas posibles para reconducir la situación del planeta, que navega sin rumbo porque nadie sabe a dónde conduce el modelo socio económico, que se aleja cada día del horizonte de felicidad colectiva al que como especie aspiramos.
Datos arrolladores
Los datos aportados son arrolladores: 40.000 personas mueren de hambre cada día en el planeta, la mayoría mujeres y niños, lo que, como señala José Esquinas, constituye la mayor tragedia de la humanidad. Todo ello en un modelo socioeconómico que produce un 60% más de lo que la población necesita para alimentarse.
Las desigualdades que engendra este modelo son inaceptables, señala Juan Torres, añadiendo que nos adentramos en una época turbulenta caracterizada por una fractura con la naturaleza, por la inviabilidad del sistema financiero, que se va a caer porque es un artificio crear dinero de la nada, por el comercio que aumenta la fractura social y por la crisis de gobernanza, que pone de manifiesto que los poderosos no saben cómo resolver esta crisis compleja y global.
Torres desmitifica también la crisis de la deuda: Toda la deuda acumulada en el mundo se financiaría con una tasa única (un solo año) del 0,5% del total las transacciones financieras. El gasto público mundial se financiaría con una tasa anual del 0,2% de todas las transacciones financieras. La lucha contra el cambio climático se podría financiar anualmente con una tasa del 0,0001% del total de las transacciones financieras internacionales.
No es que no se puedan cambiar las cosas, es que no existe voluntad política porque el actual estado del mundo es beneficioso para una minoría que pretende conservar y aumentar sus privilegios a costa del creciente empobrecimiento de la población.
Un ejemplo, apunta José Esquinas: el 85% de la biodiversidad que había en la agricultura se ha perdido en un siglo, lo que ha aumentado la vulnerabilidad de los productos básicos frente a posibles epidemias y concentrado la producción de muchos productos esenciales en manos de multinacionales.
Otro ejemplo demoledor: el tratado de libre comercio (TLC) entre la Unión Europea y Estados Unidos, actualmente en negociaciones, que si prospera aumentará el poder de las grandes empresas y desregularizará los mercados, rebajando los niveles de protección social y medioambiental de forma drástica. También limitará la capacidad de los gobiernos para legislar en beneficio de los ciudadanos.
El congreso, organizado por la Fundación Valores bajo el lema “Bien Común, Ética y Valores”, reunió a doscientas personas procedentes de diferentes lugares de España, que escucharon, debatieron, participaron y se emocionaron en las diferentes sesiones. También disfrutaron con la intervención de Rafael Álvarez, El Brujo, de la coral Enol Abesbatza, de Vitoria-Gasteiz, y de la dinámica artística Algara dantza taldea.
Todos los ponentes describieron la distorsión que sufre la economía, la pérdida de valores y las alternativas posibles para reconducir la situación del planeta, que navega sin rumbo porque nadie sabe a dónde conduce el modelo socio económico, que se aleja cada día del horizonte de felicidad colectiva al que como especie aspiramos.
Datos arrolladores
Los datos aportados son arrolladores: 40.000 personas mueren de hambre cada día en el planeta, la mayoría mujeres y niños, lo que, como señala José Esquinas, constituye la mayor tragedia de la humanidad. Todo ello en un modelo socioeconómico que produce un 60% más de lo que la población necesita para alimentarse.
Las desigualdades que engendra este modelo son inaceptables, señala Juan Torres, añadiendo que nos adentramos en una época turbulenta caracterizada por una fractura con la naturaleza, por la inviabilidad del sistema financiero, que se va a caer porque es un artificio crear dinero de la nada, por el comercio que aumenta la fractura social y por la crisis de gobernanza, que pone de manifiesto que los poderosos no saben cómo resolver esta crisis compleja y global.
Torres desmitifica también la crisis de la deuda: Toda la deuda acumulada en el mundo se financiaría con una tasa única (un solo año) del 0,5% del total las transacciones financieras. El gasto público mundial se financiaría con una tasa anual del 0,2% de todas las transacciones financieras. La lucha contra el cambio climático se podría financiar anualmente con una tasa del 0,0001% del total de las transacciones financieras internacionales.
No es que no se puedan cambiar las cosas, es que no existe voluntad política porque el actual estado del mundo es beneficioso para una minoría que pretende conservar y aumentar sus privilegios a costa del creciente empobrecimiento de la población.
Un ejemplo, apunta José Esquinas: el 85% de la biodiversidad que había en la agricultura se ha perdido en un siglo, lo que ha aumentado la vulnerabilidad de los productos básicos frente a posibles epidemias y concentrado la producción de muchos productos esenciales en manos de multinacionales.
Otro ejemplo demoledor: el tratado de libre comercio (TLC) entre la Unión Europea y Estados Unidos, actualmente en negociaciones, que si prospera aumentará el poder de las grandes empresas y desregularizará los mercados, rebajando los niveles de protección social y medioambiental de forma drástica. También limitará la capacidad de los gobiernos para legislar en beneficio de los ciudadanos.
La utopía
de este siglo
Pensar que nada de esto tiene solución forma parte de la cultura que viene con este modelo que ha puesto el mundo al revés, señala Juan Torres. La define como la tesis de la perversidad, según la cual todo va a empeorar si queremos cambiar algo.
Sin embargo, hay alternativas claras al modelo actual: producir de otro modo; generar otros modelos de empresas, con otros modos de producción, de conservación y de producción; desarrollar nuevas formas de consumir; implementar nuevas alternativas para el mundo del trabajo, ya que “hoy el trabajo humano, los recursos naturales, el dinero, se han convertido en mercancías”. Por eso hay que desmercantilizar el trabajo.
Añade Torres como alternativa la necesidad de centrarse en la manera de gobernar, y no regirse únicamente por el crecimiento del PIB, en la creación de monedas alternativas, sociales, complementarias, en ampliar las políticas bancarias que incluyan el bienestar social, en gravar con impuestos las actividades dañinas para el medio ambiente y en cambiar finalmente la manera de pensar, partiendo de que la realidad es compleja, tal como señala Edgar Morin.
Paco Álvarez señala a su vez la necesidad de introducir nuevos valores a nivel de las nuevas generaciones, replantear la educación orientándola hacia un bien común de la humanidad e implicarse cada uno de los ciudadanos a través de un cambio de conducta en las actividades de su vida diaria.
Diego Isabel La Moneda señala asimismo que hay que educar a las nuevas generaciones para que sepan que pueden cambiar las cosas. También que es preciso transformar el dinero, la banca y el comercio internacional, y evaluar de otro modo las empresas, según su contribución al Bien Común. Por último propone desarrollar la soberanía alimentaria y transformar el lenguaje que usamos en la formación de las personas, en la gestión de las empresas y en las estrategias políticas. Diego Isabel La Moneda añade: “la utopía de un siglo se convierte en la realidad del siguiente”.
Para José Esquinas los cambios necesarios pasan por tener en cuenta a las generaciones futuras y que en los parlamentos se cree una Cámara o una figura que represente a las Generaciones Futuras. También por la consecución de una Gobernanza Mundial responsable y orientada al bien común, y por la creación de Comités de Ancianos o de Sabios para orientar la labor de las nuevas generaciones en el cambio global.
Nuevas economías
Paco Álvarez explica que la filosofía del Bien Común se está imponiendo a nivel europeo, tanto en la esfera social, como económica y medioambiental. Y cita dos ejemplos: el Libro Blanco Europeo sobre la Economía social y el “Plan Estratégico de Desarrollo sostenible para la Legislatura”, puesto en marcha en la Comunidad Valenciana después del reciente cambio político.
El mensaje que se desprende de este congreso es claro: el cambio de modelo ya ha comenzado y avanza a pequeños pasos en múltiples frentes. Es un movimiento todavía imperceptible a gran escala, pero tiene raíces profundas que terminarán reconduciendo al mundo a un horizonte más humano y armonioso. Las ideas y ejemplos expuestos fueron abundantes en las diferentes sesiones.
Para Arturo Boyra, estamos atrapados en lo que llama la ignorancia consciente, el no saber lo que deberíamos hacer, a pesar de lo cual ha puesto en marcha una empresa de comunicación sobre ciencias del mar que cumple los requisitos de una empresa edificada sobre los principios de la Economía del Bien Común.
Diego Isabel La Moneda explica que la economía está cambiando, alumbrando un ecosistema basado en el equilibrio. Nuevas economías emergen: la economía del bien común, la economía social y solidaria, la economía verde, la economía azul, la economía circular, la economía colaborativa, la economía de los bienes naturales y la economía naranja (cultural). Todas se complementan entre sí.
El concepto básico de esta nueva economía, añade La Moneda, se basa en que todos los que participan ganan, comparten recursos y conocimientos, eligen el tamaño adecuado a los objetivos que se persiguen (no es necesario crecer porque sí), desarrollan la resiliencia, y realzan la importancia de la calidad y la cantidad de las relaciones.
Para Javier Goikoetxea, es preciso construir la Economía del Bien Común a partir de nuestros conocimientos, apoyados en las nuevas tecnologías. Considera que no basta con entrar en el movimiento de la EBC, sino que es preciso interiorizar esta filosofía. La Economía del Bien Común es un movimiento que aspira a incorporar a la economía los valores que constituyen el corazón de la sociedad.
Pensar que nada de esto tiene solución forma parte de la cultura que viene con este modelo que ha puesto el mundo al revés, señala Juan Torres. La define como la tesis de la perversidad, según la cual todo va a empeorar si queremos cambiar algo.
Sin embargo, hay alternativas claras al modelo actual: producir de otro modo; generar otros modelos de empresas, con otros modos de producción, de conservación y de producción; desarrollar nuevas formas de consumir; implementar nuevas alternativas para el mundo del trabajo, ya que “hoy el trabajo humano, los recursos naturales, el dinero, se han convertido en mercancías”. Por eso hay que desmercantilizar el trabajo.
Añade Torres como alternativa la necesidad de centrarse en la manera de gobernar, y no regirse únicamente por el crecimiento del PIB, en la creación de monedas alternativas, sociales, complementarias, en ampliar las políticas bancarias que incluyan el bienestar social, en gravar con impuestos las actividades dañinas para el medio ambiente y en cambiar finalmente la manera de pensar, partiendo de que la realidad es compleja, tal como señala Edgar Morin.
Paco Álvarez señala a su vez la necesidad de introducir nuevos valores a nivel de las nuevas generaciones, replantear la educación orientándola hacia un bien común de la humanidad e implicarse cada uno de los ciudadanos a través de un cambio de conducta en las actividades de su vida diaria.
Diego Isabel La Moneda señala asimismo que hay que educar a las nuevas generaciones para que sepan que pueden cambiar las cosas. También que es preciso transformar el dinero, la banca y el comercio internacional, y evaluar de otro modo las empresas, según su contribución al Bien Común. Por último propone desarrollar la soberanía alimentaria y transformar el lenguaje que usamos en la formación de las personas, en la gestión de las empresas y en las estrategias políticas. Diego Isabel La Moneda añade: “la utopía de un siglo se convierte en la realidad del siguiente”.
Para José Esquinas los cambios necesarios pasan por tener en cuenta a las generaciones futuras y que en los parlamentos se cree una Cámara o una figura que represente a las Generaciones Futuras. También por la consecución de una Gobernanza Mundial responsable y orientada al bien común, y por la creación de Comités de Ancianos o de Sabios para orientar la labor de las nuevas generaciones en el cambio global.
Nuevas economías
Paco Álvarez explica que la filosofía del Bien Común se está imponiendo a nivel europeo, tanto en la esfera social, como económica y medioambiental. Y cita dos ejemplos: el Libro Blanco Europeo sobre la Economía social y el “Plan Estratégico de Desarrollo sostenible para la Legislatura”, puesto en marcha en la Comunidad Valenciana después del reciente cambio político.
El mensaje que se desprende de este congreso es claro: el cambio de modelo ya ha comenzado y avanza a pequeños pasos en múltiples frentes. Es un movimiento todavía imperceptible a gran escala, pero tiene raíces profundas que terminarán reconduciendo al mundo a un horizonte más humano y armonioso. Las ideas y ejemplos expuestos fueron abundantes en las diferentes sesiones.
Para Arturo Boyra, estamos atrapados en lo que llama la ignorancia consciente, el no saber lo que deberíamos hacer, a pesar de lo cual ha puesto en marcha una empresa de comunicación sobre ciencias del mar que cumple los requisitos de una empresa edificada sobre los principios de la Economía del Bien Común.
Diego Isabel La Moneda explica que la economía está cambiando, alumbrando un ecosistema basado en el equilibrio. Nuevas economías emergen: la economía del bien común, la economía social y solidaria, la economía verde, la economía azul, la economía circular, la economía colaborativa, la economía de los bienes naturales y la economía naranja (cultural). Todas se complementan entre sí.
El concepto básico de esta nueva economía, añade La Moneda, se basa en que todos los que participan ganan, comparten recursos y conocimientos, eligen el tamaño adecuado a los objetivos que se persiguen (no es necesario crecer porque sí), desarrollan la resiliencia, y realzan la importancia de la calidad y la cantidad de las relaciones.
Para Javier Goikoetxea, es preciso construir la Economía del Bien Común a partir de nuestros conocimientos, apoyados en las nuevas tecnologías. Considera que no basta con entrar en el movimiento de la EBC, sino que es preciso interiorizar esta filosofía. La Economía del Bien Común es un movimiento que aspira a incorporar a la economía los valores que constituyen el corazón de la sociedad.
Cambios
profundos
Los cambios que reclama la situación actual del planeta no son sólo económicos o culturales y educativos. Es preciso asumir que las personas deben cambiar también para que los objetivos pretendidos sean reales y positivos para todos. Se trata de fomentar los valores que no cotizan en bolsa, señala María Pinar Merino.
Añade que los valores se jerarquizan según sean las experiencias, las creencias, y que los valores de los que hoy se habla son: fama, dinero, éxito, individualismo. Sin embargo, para Merino la paz que perseguimos como sustrato básico de todo lo que hacemos es un estado interno de conciencia, la justicia consiste en obrar adecuadamente, el amor es el valor ético más importante, la libertad consiste en no entregar a nadie la capacidad de elegir. Por último, la Verdad es el derecho a conocerla y a decirla.
Fidel Delgado abunda en los aspectos internos de la persona en esta transición global y destaca la importancia de enfrentarnos y superar nuestros miedos, que condicionan nuestra conducta y mentalidad. Expone con efectismo los mecanismos de la inseguridad y reivindica la libertad interior como premisa de la libertad que pretendemos recuperar a nivel social.
Testimonios
El congreso fue asimismo la ocasión de conocer testimonios directos de experiencias de cambio. En primer lugar, el proyecto Neveras Solidarias, que reparte 3.000 kilos al mes de alimentos a familias necesitadas. Y también la cooperativa Sustraiak Habitat Design, que propone recuperar la idea de ciudadanía como generadora de sus propias experiencias y herramientas de transformación, poniendo la inteligencia colectiva al servicio de la solución de los problemas de la comunidad.
El Congreso fue una experiencia cautivadora que emocionó y motivó a los asistentes, muchos de los cuales expusieron sus dudas e inquietudes, compartieron experiencias y asumieron el compromiso de orientarse hacia la economía del bien común y de introducir nuevos valores en su vida cotidiana.
Los cambios que reclama la situación actual del planeta no son sólo económicos o culturales y educativos. Es preciso asumir que las personas deben cambiar también para que los objetivos pretendidos sean reales y positivos para todos. Se trata de fomentar los valores que no cotizan en bolsa, señala María Pinar Merino.
Añade que los valores se jerarquizan según sean las experiencias, las creencias, y que los valores de los que hoy se habla son: fama, dinero, éxito, individualismo. Sin embargo, para Merino la paz que perseguimos como sustrato básico de todo lo que hacemos es un estado interno de conciencia, la justicia consiste en obrar adecuadamente, el amor es el valor ético más importante, la libertad consiste en no entregar a nadie la capacidad de elegir. Por último, la Verdad es el derecho a conocerla y a decirla.
Fidel Delgado abunda en los aspectos internos de la persona en esta transición global y destaca la importancia de enfrentarnos y superar nuestros miedos, que condicionan nuestra conducta y mentalidad. Expone con efectismo los mecanismos de la inseguridad y reivindica la libertad interior como premisa de la libertad que pretendemos recuperar a nivel social.
Testimonios
El congreso fue asimismo la ocasión de conocer testimonios directos de experiencias de cambio. En primer lugar, el proyecto Neveras Solidarias, que reparte 3.000 kilos al mes de alimentos a familias necesitadas. Y también la cooperativa Sustraiak Habitat Design, que propone recuperar la idea de ciudadanía como generadora de sus propias experiencias y herramientas de transformación, poniendo la inteligencia colectiva al servicio de la solución de los problemas de la comunidad.
El Congreso fue una experiencia cautivadora que emocionó y motivó a los asistentes, muchos de los cuales expusieron sus dudas e inquietudes, compartieron experiencias y asumieron el compromiso de orientarse hacia la economía del bien común y de introducir nuevos valores en su vida cotidiana.
Martes,
26 de Abril 2016
Eduardo
Martínez y Alicia Montesdeoca
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