ECONOMÍA Y POLÍTICA,
DEL VICIO A LA AUTONOMÍA
Dr. Hugo SALINAS
La economía y la política se
encuentran, en nuestros días, íntimamente ligadas. Esta tradición viene desde
hace aproximadamente 8 mil años. Es el momento en el que un reducido grupo de
personas se apropia de la totalidad del poder económico y político de un grupo
social. La otra parte de la sociedad, aquella que es la mayoría de la
población, pierde completamente toda intervención directa en la gestión de la
economía y en las orientaciones políticas del país.
Con el advenimiento de la República,
los ciudadanos pueden elegir a sus representantes a fin de constituir el
gobierno que conducirá los destinos del país. Pero, desgraciadamente, el
gobierno nace con un pecado capital. En el papel (la Constitución), el gobierno
representa al pueblo pero, en realidad, él se encuentra al servicio de los
intereses económicos dominantes. Desde ahí, los “representantes” y los electores
participan a un juego bien particular. Los dos son conscientes de que el juego
está viciado pero, los unos están convencidos de que son impotentes para
cambiar las reglas de juego y, los otros, enarbolan toda clase de promesas
sabiendo que jamás lo cumplirán.
En la actualidad el juego sigue
siendo igual de vicioso pero más complicado, porque los que realmente deciden
económicamente y políticamente son las grandes empresas transnacionales y las
potencias de turno. Entonces los países, como el Perú, se encuentran
completamente maniatados por las consignas, por ejemplo, del Fondo Monetario
Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y otras organizaciones
internacionales que representan esas compañías y esas potencias.
En esas condiciones, los gobernantes
y los representantes del pueblo peruano, elegidos “democráticamente” no han
sido y no son, hasta la fecha, que de fantoches. Es así como, el vicio y la
corrupción se agrava en los países dependientes. Los políticos, sabiendo que no
tienen ningún dominio del juego, no piensan en los grandes destinos del país,
sino en sus propios intereses económicos personales.
Que baste un ejemplo. En el Perú,
todo aquel que quiere ser incluido en una plancha electoral, debe hacer una
“inversión” mínima de 30 mil dólares. Monto que aumenta según la ubicación en
la lista electoral. El postulante a presidente de la República “invierte” no
menos de 10 millones de dólares. ¿De su bolsillo? Todos saben que no es así.
Además, todo el mundo sabe que aquel
que será elegido tratará de recuperar su inversión en un tiempo corto a fin de
rentabilizar su operación financiera. Es decir, tanto la actividad política
como la económica están totalmente corrompidas. ¿Qué podemos esperar de tales
gobiernos? ¿Existe una solución a esta perversión?
La solución consiste en devolver a
los reales agentes económicos toda la autonomía y poder que ellos lo perdieron
hace 8 mil años. Los reales agentes económicos son las personas (todos los
habitantes del Perú) y las empresas. Son ellos los que mueven y desarrollan la
economía. Y son ellos los que deben tener las riendas del poder económico, de
una manera directa y autónoma, sin ninguna intervención del gobierno. El Estado
peruano debe garantizar esta nueva organización económica, en donde el único
propietario será el Perú.
Bajo esas condiciones nunca más
sufriremos de pobreza y de desempleo. Las oportunidades reales se abren, en
igualdad de condiciones, para todos y cada uno de los peruanos. El resto
dependerá de cada persona, quien decidirá de su futuro según sus propias
preferencias, competencias y esfuerzo personal.
Con esas nuevas reglas de juego, a la
base de una nueva organización social y económica del país, se impondrá un
nuevo comportamiento económico y político. La economía será directamente
administrada por los reales agentes de la economía y, la política, por los
reales agentes políticos del país.
Una primera conclusión, y la más
importante, es la separación entre la actividad económica y la actividad política. Los que manejan y
dirigen la política no tendrán ningún acceso directo al manejo económico. Y los
que manejan y dirigen la política no tendrán ningún acceso directo al manejo
económico. Es la purificación de dos grandes e importantes sectores de la
actividad humana.
El o los representantes políticos se
ocuparán exclusivamente de las grandes orientaciones del país, sin que ello
esté supeditado a intereses personales o de grupo. Y esto, no porque sean
honestos, sino simplemente porque no tendrán ninguna posibilidad de intervenir
directamente sobre la economía. El presupuesto público desaparece, los
impuestos desaparecen. Y con ello, desaparecen las malversaciones, los
enriquecimientos ilícitos y toda suerte de vicio económico del poder político.
Los fundamentos del clima de corrupción desaparecen y con ello los vicios que
engendra.
En esa nueva organización
socio-económica, es a los ciudadanos y a las empresas que corresponde poner en
práctica las orientaciones políticas. Porque son ellos, y únicamente ellos, que
tienen el real poder económico y, en definitiva, son ellos quienes pondrán en
ejecución, en términos reales, las orientaciones del político; si ellos están,
bien entendido, convencidos de la certitud de la dirección. De otra manera,
ellos tienen todo el poder económico real para no seguir las orientaciones de
un posible político deshonesto, ignorante, mal avisado.
La política podrá así desarrollarse
como un cuerpo puro, al servicio de los grandes intereses del país. Y los políticos
podrán por fin desarrollar la ciencia política en toda su magnitud. La imagen
de un presidente de la República inaugurando cualquier pequeña “obrita” a fin
de ganar votos para su reelección será del pasado. Los vicios del poder
engendrados por la intimidad entre economía y política quedarán por fin
resueltos para beneficio del desarrollo sano de la sociedad y de los ciudadanos
que la componen.
Thiais, 12 de setiembre del 2005
Hugo
Salinas González
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hugosalinasgonzalez.581
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