Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez
Domingo, 12 de abril de 2020
En ocasiones el pequeño saber se vuelve
fundamental. Hay que saber apreciar lo pequeño. Hay mentes que solo están
dispuestas para lo grande, pero no están preparadas para ello. Desprecian lo
pequeño y lo elemental. Estos intelectuales se creen que están a una altura a
la que en realidad no están.
Escuchemos a Hegel en su Concepto
de religión en general: “Este concepto proviene de la representación
–sabemos inmediatamente que la religión es conciencia de Dios en general; y que
esta conciencia tiene la forma de sentimiento, representación, conocimiento,
concepto, saber, o la forma que fuera”.
¿En qué me he fijado? En que Hegel habla no de la
conciencia sino de la forma de la conciencia. Y presenta el sentimiento, la
representación y el concepto como formas de la conciencia. ¿Qué es lo que aprecio
y valoro como muy importante? Que la conciencia se presenta como la
unidad, el nombre común o la determinación común del sentimiento, de la
representación y del concepto. O dicho de otra manera: que el sentimiento, la
representación y el concepto se presentan como modalidades de la conciencia.
Pero establezcamos alguna precisión. Hace días que
establecí la diferencia entre sentimiento y conciencia, afirmando que el
sentimiento era el modo en que el sujeto y el objeto mantenían una unidad
íntima, donde la particularidad y la singularidad predominaban, y que la
conciencia era el modo en que el sujeto ponía el objeto fuera de sí. En
ese momento presenté el sentimiento y la conciencia como dos funciones
psicológicas diferentes, pero hoy presento la conciencia y el sentimiento como
iguales, en la medida que he afirmado que el sentimiento es una modalidad
particular de la conciencia.
¿Hay contradicción entre una afirmación y otra?
Pues no. Ambas afirmaciones comparten un mismo nombre para el objeto del concepto,
“conciencia”, pero se diferencian por sus contenidos conceptuales. ¿Cómo
podríamos resolver en el ámbito lingüístico esta posibilidad de confusión,
sobre todo para aquellas personas no duchas en el pensamiento dialéctico? Hay
una solución: sustituyendo el nombre “conciencia” por el nombre “saber”. Y
entonces diríamos que el saber puede tener la forma del sentimiento, de la
representación y del concepto.
El lector debe comprender dos cosas: una, que el
lenguaje no te provee de todas las distinciones conceptuales que se presentan
en la actividad teórica, y dos, que los conceptos se presentan no solo
separados, sino también interseccionados, solapados, mezclados y
fundidos,
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