Estamos
viviendo un estado de guerras económicas nacionales en situación de
confinamiento territorial, total o parcial, en todo el mundo, frente a la pandemia del COVID-19 y el rompimiento consiguiente de las
cadenas de suministros globales. Estos procesos de desconexión y supervivencia
nacionales, motivados por situación de guerras o desastres de gran magnitud y
extensión, producen economías altamente centralizadas y gestionadas, sobre todo
en países subdesarrollados como el Perú, que tienen cada vez mayores niveles de
dependencia del exterior y menos niveles de autosuficiencia los últimos 50
años.
Los stocks de víveres y abastos no perecibles: granos, harinas,
carnes congeladas, alimentos procesados…, se están agotando; así como el stock
de bienes intermedios, bienes finales y todo tipo de insumos para la producción
sectorial interna (industria, agroindustria, minería, pesca, manufactura…).
Preparémonos para la autarquía y el autoabastecimiento en medio de un choque
interno económico social nunca visto antes. Para una economía nacional que, de
súbito, tenemos que reconstruir como un “mercado interno en expansión para una
producción interna en expansión”.
Estos procesos de reestructuración radical hacia la creación de
una economía de dinámica interna solo son posibles sobre la base de la
autogestión social moderna, utilizando nuestros propios recursos naturales y
todo nuestro potencial humano nacional. Sin esta tricotomía, la declaración de
un estado de guerra económica y la centralización rigurosa por parte del
Estado, que se exprese en una dirección ejecutiva cívico-militar, no es posible
tener éxito en la guerra declarada contra el COVID-19,
que ahora se desplaza velozmente a través de la pobreza y el caos.
Esta situación histórica intempestiva es la gran oportunidad y
el gran problema que tenemos hoy como país: el éxito y el desarrollo nacional,
o el fracaso y la involución en pobreza, caos y violencia generalizada. Tarde o
temprano, el Perú se enfrentará a esta disyuntiva. Más vale temprano que tarde,
porque la mayoría de los peruanos ya vivimos en autogestión social, que es la
antesala de la autosuficiencia local, regional y nacional, desde la producción
autónoma de alimentos y productos básicos hasta los procesos de investigación y
creación de tecnología ad hoc.
La
economía de guerra contra el coronavirus
La economía nacional y nuestra PEA están paralizadas hoy. Peligra el
sustento y la vida de gran parte de la población peruana, hoy mismo,
precisamente por nuestro atraso agropecuario y agroindustrial, y por nuestra
dependencia del exterior. Para salir de esta situación extrema de fragilidad,
se requiere declarar la guerra económica contra este atraso y dependencia,
movilizando a toda la PEA. El secreto de esta guerra es cómo poner en acción a
toda la PEA, no al 25 por ciento como ahora, hacia un nuevo orden económico
independiente. Todo ello implica, según la experiencia internacional de la
guerra, una inversión hasta del 40 por ciento del PBI. Un 10 o 20 por ciento
para evitar la quiebra de la economía formal, y un 10 o 20 por ciento para
evitar la quiebra de la economía informal.
Y, ¿cómo financiar todo ello? Como corresponde: con deuda
externa, emitiendo bonos de guerra económica, y con impuestos indirectos y
directos, que pagarían todos los peruanos, incluyendo hoy los trabajadores
informales, proporcionalmente a sus ingresos. La mayoría de los economistas
pone el grito en el cielo cuando alguien habla de guerra económica y
endeudamiento. ¿Por qué? Porque piensan como economistas de países
subdesarrollados, que solo se complacen con el desarrollo de los sectores A y
B, el 25% de la PEA. Sin tener en cuenta que los países más desarrollados son
los países más endeudados (Estados Unidos tiene un endeudamiento de 20 billones
de dólares, equivalente al 100 por ciento de su PBI; China tiene un endeudamiento de 7 billones,
equivalente al 50 por ciento de su PBI; y Japón,
12 billones de dólares, equivalente al 230 por ciento de su PBI).
En América Latina, Chile, inclusive, tiene una deuda externa
equivalente al 70 por ciento de su PBI (189 mil millones de dólares). Perú, sin
embargo, tiene una deuda 60 mil millones de dólares, equivalente al 27 por
ciento de su PBI. ¿Por qué Chile tiene tres veces la deuda externa del Perú?
Porque invierte tres veces lo que invierte el Perú en su desarrollo. El Perú
tiene la “estabilidad macroeconómica” de un país pobre que no invierte en su
desarrollo. No se endeuda ni por ni para ello. He ahí el problema de la falsa
estabilidad macroeconómica.
Los Estados Unidos, durante la
Segunda Guerra Mundial, invertía, por año, más del 40 por ciento de su PBI, y
alrededor del 20 por ciento en los años de posguerra. Sin embargo, la
movilización de todos sus recursos productivos (capital y PEA) trajo como
consecuencia la duplicación de su PBI en cinco años (1939 – 1944). A eso se
llama desarrollo. Inversión de capital y desarrollo de la PEA.
La
importancia de la llamada ‘informalidad’
En el Perú, se llama ‘informalidad’ al subempleo, al autoempleo en
situación de pobreza subterránea, sin presencia en los indicadores económicos y
sin representación en las teorías sociales y planes de acción de la clase
política. Sin embargo, a pesar de todo, no es posible ganar la guerra económica
sin este gran sector de la economía. La guerra económica tendrá que
concentrarse, así, en resolver las necesidades básicas de los “informales” para
utilizar todo su potencial. Sin lo cual, enfatizamos, no se puede ganar ninguna
guerra económica. ¿Por qué? Porque la guerra, como tal, actúa integralmente, es
decir, utiliza todo recurso y a todos, en un ambiente de centralización,
disciplina y organización totales. Se ha presentado, pues, la oportunidad de
reconstruir y modernizar las cadenas de valor MYPE,
que sería el sistema sanguíneo de una nueva economía de dinámica interna.
El coronavirus ha roto los lazos del Perú con el
extranjero y nos ha obligado al confinamiento territorial, y ha puesto de
cabeza a la economía nacional, obligándonos a vivir por cuenta propia. Pues
bien, no es posible hacerlo sin las herramientas de la guerra económica y la
autogestión moderna: nuevas teorías sociales, la disciplina de la innovación
estratégica y la adaptabilidad a las nuevas condiciones globales del
conocimiento científico-técnico, para el desarrollo de nuestra economía por
sustitución de importaciones. Si no lo hacemos a tiempo, el país,
contrariamente, se puede convertir en un gran lodazal de pobreza extrema,
violencia generalizada y corrupción.
La guerra económica a desplegar tiene dos enemigos:
- La infodemia. Que es un neologismo válido que
significa la existencia de una gran cantidad de desinformación por
Internet y otros medios de comunicación, que hace muy difícil que las
personas encuentren por sí solas información eficaz para orientar su
fuerza de trabajo hacia la creación de valor. Igualmente, destruye la
capacidad cognitiva de análisis y síntesis de nuestros líderes para la
creación de riqueza social.
- La falta de creación de liderazgo. En el Perú no existen partidos políticos
con escuelas de formación de representantes y de movilización social.
Inclusive, los propios organismos de dirección y gestión del Estado solo
están conformados por especialistas y no por ejecutivos de gran nivel
(como los vicepresidentes ejecutivos, los CEO de las grandes corporaciones
y la tecnocracia), por lo cual no existe el desarrollo de liderazgos en
ambientes extremos de pobreza y desorganización.
La
organización cívico-militar
En esta parte del artículo solo parafrasearemos a algunos
autores especializados en la socialización de las Fuerzas Armadas.
“El futuro del Perú pasa por la distribución equitativa de la
riqueza y la educación y extracción de la marginación de amplios sectores de la
población. Ese es su reto y el principal problema al que se enfrenta. Las
Fuerzas Armadas, hoy por hoy, están mayoritariamente comprometidas con el juego
democrático y no suponen ya un peligro para la estabilidad del orden vigente”
(Las relaciones cívico-militares en el Perú actual, Miguel Luque Talaván).
Participación
de las Fuerzas Armadas en el desarrollo nacional
“Sobre la participación en el desarrollo nacional de las FF.AA.,
la Resolución Ministerial Nº1411-2016-DE añade que esta participación se
realiza en coordinación con otros sectores del Estado (…). Este propósito se ha
visto recientemente plasmado con las denominadas Plataformas Itinerantes de
Acción Social (PIAS) (Redacción LR, 15 de abril de 2017), que proponen llevar
al Estado, con sus organismos públicos y programas sociales, a todo el
territorio nacional, especialmente a las zonas menos favorecidas, a través de
las fuerzas terrestres, navales y aéreas que componen las FF.AA” (¿Nuevos roles
de las FF.AA. en el Perú?, Andrés Gómez de la Torre Rotta).
Participación
de las FF.AA. en el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres
Conforme señala la Ley N°29664, Ley que crea el Sistema Nacional
de Gestión del Riesgo de Desastres, las FF.AA. son parte de este y el ministro
de Defensa integra su máxima instancia, esto es, el Consejo Nacional de Gestión
del Riesgo de Desastres. En este sentido, las FF.AA. vienen brindando un
importante apoyo a la población frente a situaciones tales como el friaje,
terremotos, aluviones, sequías e inundaciones. El número y distribución de su
personal a lo largo y ancho del territorio nacional así como su organización
son características que convierten a estas fuerzas en indispensables a la hora
de afrontar desastres (¿Nuevos roles de las FF.AA. en el Perú?, Andrés Gómez de
la Torre Rotta)
Extraído
de: “El Ejército Nacional Como Organización Con Responsabilidad Social Empresarial
En El Posconflicto” (Orlando González, 2017)
“Ahora bien, el Ejército Nacional de Colombia como organización,
conformada por un aproximado de 445.000 efectivos, puede ser considerada como
una de las organizaciones empresariales más grandes del país (…) este aspecto
es la responsabilidad social empresarial o también llamada responsabilidad
corporativa, la cual es realizada por las organizaciones para contribuir con el
desarrollo de un país”.
“Michael Porter manifiesta que la responsabilidad social empresarial
es un deber ser de las organizaciones, lo ideal es que estas asuman su rol como
ente generador de desarrollo por voluntad propia acoplando la responsabilidad
corporativa a la misión estratégica de la organización (…)” (Riquelme, citado
por Orlando Gonzáles, 2017).
“[La necesidad de la] reestructuración estratégica del Ejército
Nacional, para que esta institución pueda desempeñar cada día mejor su labor,
no solo como ente garante de la soberanía nacional, sino también como una
institución que contribuye al desarrollo y recuperación del país y de sus
compatriotas (…)” (Orlando González, 2017).
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