17-03-2013
Mantener una posición propiamente
marxista no ha sido nunca fácil. Las desviaciones izquierdistas y derechistas
han sido una constante a lo largo de la historia.
Pese a siglo y medio de estudio, experiencias
y experimentos socialistas, parece no ser tiempo suficiente para haber desarrollado
una línea que nos lleve a una postura marxista, pues está ausente de parte del
Movimiento Comunista Español.
Podemos encontrar desde aquellos que de
forma sincera piensan que habría que hacer cuanto fuese necesario para que no
gobierne el PP a aquellos que renuncian a las instituciones o tienen una visión
limitada de la conquista de la hegemonía, la revolución y la construcción del
socialismo. Ninguno mantiene una posición marxista.
Vayamos por partes: es necesaria una
formación marxista que haga de los/as comunistas de España militantes con
conciencia crítica, que les aparte del seguidismo y les convierta en militantes
de la revolución, en militantes capaces de hacer el análisis correcto para
poder situar las reivindicaciones y formas de lucha adecuadas.
Sin embargo, y pese a que los distintos
Partidos Comunistas y sus Juventudes desarrollen distintos planes de formación,
coincidan más o menos, lo cierto es que no se estudia en profundidad a Marx, y
eso hace que aquellos que se reclaman del comunismo y del marxismo-leninismo no
mantengan, en la mayoría de las cuestiones, posturas marxistas ni leninistas.
La formación es fiel reflejo, en unos casos más, en otros menos, de la
situación de los Partidos Comunistas.
La crisis que vive el capitalismo
español es, objetivamente, un momento histórico. Sólo en contextos como el
actual la crisis del sistema de dominación entra en quiebra, ante lo cual el
Bloque Dominante necesitará una nueva recomposición que le permita alcanzar un
pacto social. Lo contrario es la destrucción de las fuerzas trabajadoras: la
muerte de la clase obrera –como ya sucediera en la II Guerra Mundial-.
Sólo en momentos como el actual, pues,
es posible la revolución: como durante la Transición , cuando el sistema de dominación mutó
de dictadura franquista a democracia burguesa parlamentaria, o cuando se
instauró la II
República. Tanto en 1931 como en la actualidad, las clases
sociales subordinadas fueron y son incapaces de sobrevivir en el sistema
establecido, mientras que en 1973 la Dictadura como forma de dominación
oligárquico-burguesa había agotado sus límites históricos; al tiempo que en
esos tres momentos el Bloque Dominante es incapaz de seguir viviendo,
dominando, como lo hacía: es necesario configurar un nuevo sistema, una nueva
forma de vida. Cuál es una cuestión que depende de la correlación de fuerzas
entre las clases socialmente enfrentadas, así como de las alianzas que estas
puedan establecer.
Se abrió, pues, en 2007, un momento
revolucionario, que de momento no tiene fecha final cercana: durará hasta que
se salga de la crisis y la burguesía pueda ofrecer un proyecto a la clase
obrera que apacigüe la lucha de clases, o hasta que esta sea capaz de romper
con la ideología dominante, se constituya en clase para sí y conquiste y
destruya el poder burgués para construir el poder popular. Ninguno de los dos
caminos va a ser corto, pero ambos van a exigir un enorme sacrificio a la clase
obrera y los sectores populares.
La cuestión entonces es qué hacer, la
formulación que ya se planteara Lenin y que exige que los marxistas nos
planteemos cada cierto tiempo para hacer lo adecuado.
Quienes somos comunistas aspiramos a la
construcción del socialismo, esto es, a la Dictadura del Proletariado, al gobierno de la
clase obrera, qué hacer para conseguirlo es la pregunta que nos debemos hacer.
Naturalmente, lo primero es ser
conscientes de qué y quiénes somos: somos la minoría de la Rusia de 1917, la España de 1936, la Cuba de 1959, el Chile de
1970 y la Venezuela
de 1998, por situar algunas de las fechas fundamentales para el proletariado
mundial; y la vanguardia, al mismo tiempo, de esas fechas.
¿Cuál es, pues, el elemento qué
permitió a los marxistas ser mayoría? En primer lugar un contexto adecuado: de
crisis de legitimidad del sistema –recopilando: como ocurrió con la crisis de
los zares, la crisis de la dictadura de Primo de Rivera, la crisis del sistema
de dominación cubano, la crisis económica chilena y/o venezolana-; y en segundo
lugar una táctica y una estrategia para romper la hegemonía del Bloque
Dominante y permitir a la clase obrera acabar con su situación de subordinación
ideológica para conformar el proyecto histórico necesario en ese momento para
su emancipación.
Algunas notas para caminar hacia la Revolución Española
serían, puesto que tenemos el contexto adecuado, engrosar las filas del PCE,
pues es el Partido que engloba a la mayoría de comunistas de España, y
consecuentemente el mayor elemento intelectual y práctico capaz de generar la
teoría y el trabajo necesarios para que la clase obrera sepa y pueda dirigir el
Bloque Popular hasta la victoria; romper con posturas sectarias: si los
comunistas no somos capaces de construir un Partido Comunista marxista en el
PCE tendremos que replantearnos qué estamos haciendo, pues no tiene sentido
militar en otro Partido más pequeño por nuestra incapacidad para ser
hegemónicos dentro del mayor Partido Comunista –sabiendo que, como paso siempre
a lo largo de la Historia ,
en todo Partido Comunista hay tendencias derechistas e izquierdistas, que
pueden ser hegemónicas, como de hecho lo ha sido el eurocomunismo en el PCE
hasta la actualidad-; trabajar en los sindicatos mayoritarios, puesto que para
el conjunto de la clase obrera siguen siendo un referente –lo cual no significa
ceñirse a ellos-, y, como con la cuestión del Partido, no montar chiringuitos:
si los comunistas no somos capaces de influir en la línea de CCOO de nada sirve
montar otra cosa, al margen o incluyendo a sindicalistas de este o aquel
sindicato, puesto que somos incapaces de conectar con la clase obrera, y esta
no nos reconocerá como vanguardia por el mero hecho de montar la organización; en suma: se trata de no
dar por superado nada que la clase no dé por superado, trabajando junto a ella
y con ella siempre en la perspectiva de la construcción del Socialismo. En
España el PCE y su proyecto, IU, son el referente de la izquierda en el
imaginario popular: esa es, pues, la base de la organización así como la
subjetividad de quienes se acercan a ambas organizaciones.
Naturalmente, es necesario adaptar el
PCE e IU a las necesidades del siglo XXI: con una sociedad, con una clase
obrera, diametralmente distinta a la del siglo XIX y, en España, inclusive a la
de los años ochenta del siglo XX, es necesario reconfigurar la política.
Así pues, tanto el PCE como IU deben
adaptarse a los nuevos tiempos: trabajar los nuevos medios de comunicación;
dejar de tratar al electorado como consumidor-votante; ser capaces de responder
y dirigir la espontaneidad de una sociedad mucho más alfabetizada de la que
hubo nunca y que, desde 2008, camina a pasos agigantados hacia una enorme
politización –o al menos participación política aunque no adquiera una forma de
partido-: es, por lo tanto, necesaria la dirección del PCE, que sume a los
mejores cuadros y sea capaz de tomar la iniciativa política e influir
determinantemente en una IU que aglutine el descontento popular, teniendo que
constituirse, en la práctica –en solitario o en alianzas como en Galiza, como
el Frente Único del Proletariado.
Lo contrario, organizarse en proyectos
a la izquierda del PCE, esto es, a la izquierda de la clase obrera, es caer en
el campo del izquierdismo, en el campo del puritanismo y de la charlatanería; y
organizarse a la izquierda del PCE y señalar que este o IU es el obstáculo para
que surja de verdad una izquierda revolucionaria es no asumir el propio fracaso
histórico, la incapacidad para construir una organización útil a la clase
obrera; es, por lo tanto, situarse al margen de la organización que puede
influir sobre las masas para orientarlas al socialismo y caer, objetivamente,
en el campo de la contrarrevolución.
Rebelión ha publicado este artículo
con el permiso del autor mediante una licencia de
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