Domingo,
3 de marzo de 2013
“El hombre debe hacerse libre, es decir, un hombre de talante justo y
ético, y ciertamente a través del camino de la educación. En aquella
representación la educación ha sido definida como la superación del mal, y con
ello ha sido colocada en el terreno de la conciencia, mientras que la educación
tiene lugar de un modo inconsciente. En esta forma del culto se produce la
superación de la oposición del bien y del mal; el hombre natural es concebido
como malo, pero el mal es el elemento de la separación y de la alienación, y
esta alienación ha de ser negada.
Pero esta apropiación de la reconciliación tiene
lugar por medio de la negación de la alienación, mediante la renuncia; por
tanto, cabe preguntarse ahora: ¿qué es, más en concreto, aquello a lo que debe
renunciar el hombre? Es preciso renunciar a su voluntad particular, a su
apetito y a sus instintos naturales. Puede entenderse esto como si los
instintos debieran ser aniquilados y no meramente purificados, como si debiera
ser destruida la vitalidad de la voluntad. Esto es totalmente inadecuado: lo
verdadero consiste en que sólo el contenido impuro debe ser depurado, es decir,
en que su contenido debe hacerse conforme a la voluntad ética”. G.W.F. Hegel. El concepto de religión. F.C.E. Pág. 313.
La
crisis económica desatada en 2008 no sólo ha puesto de manifiesto los límites
del capitalismo y las imperfecciones de la globalización, también ha puesto de
relieve unas prácticas económicas vacías de valores éticos. El caso Bárcenas,
como paradigma de la corrupción, y el caso de las preferentes y subordinadas,
como paradigma del engaño y del robo, pone de manifiesto que la decadencia de
los valores no debe buscarse, como hace la iglesia y la derecha recalcitrante,
en la familia y en la educación pública, sino en las prácticas del capital financiero y en el dominio
absoluto de la forma mercantil en la producción de la riqueza, de la cultura y
del deporte. El mal está en
el dinero, pero no en el dinero en sí, sino en la posibilidad continuamente
alimentada de que cualquier persona se pueda enriquecer sin límites. Esta es la
fuente de nuestra corrupción y de la pérdida de los valores éticos y morales.
El
mal, y ahí tiene plena razón Hegel, hay que encontrarlo en el hombre natural y
en él se haya la causa fundamental de la alienación. El hombre natural es el
hombre dominado hasta las cejas por el poder del dinero, por su cegador brillo,
por su absoluta presencia. Y ha generado y genera continuamente males: produce
paro, pobreza y suicidios. Socava la dignidad del hombre y lo destruye. Produce un hombre alienado: un
hombre que no tiene trabajo, que pierde su vivienda, y que ve como de forma
inexorable muere su
dignidad. El hombre
alienado es el hombre que se ha perdido a sí mismo, siendo el suicidio la manifestación extrema de esa
pérdida.
Hay
que negar la alienación. Y no hay otro modo de hacerlo que negando los
instintos y la voluntad capitalistas, que sólo sabe producir un mundo dominado
por el dinero y por el afán ciego de multiplicarlo de modo infinito, un mundo
contrario a la justicia y a la eticidad. No sólo hay que ponerle un límite a
los ingresos de los empleados públicos, sino a los provenientes de cualquier
clase de trabajo u ocupación. Depuremos los instintos naturales del hombre.
Pongámosle un tope superior a los ingresos personales. Limitemos el predominio
absoluto las formas mercantiles, no permitamos que abarquen todas las esferas
de la vida, liberemos de su presencia a la educación, a la sanidad, a la
cultura y al deporte.
Acabemos
con el hombre alienado. Produzcamos un hombre libre, un hombre liberado del
peso aplastante del capital productor de interés, del dinero que genera dinero
sin la mediación del trabajo, del dinero que hace del hombre un puro medio.
Produzcamos un mundo ético, un mundo donde el hombre sea el verdadero fin, pero
no como plegaria y anhelo, como hace la iglesia cristiana, sino como objetivo
práctico. No es un paraíso lo que pretendemos, sino acabar con un mundo donde
el hombre es continuamente separado del propio hombre y sometido a las más
crueles de las alienaciones, situándole por debajo del animal: no poseyendo ni
tan siquiera los medios
para reproducirse como simple ser natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario