Publicado
el 26/06/2018 por losotrosjudios
Por
Asa Winstanley.
La embajadora estadounidense en la ONU, Nikki
Haley, anunció el miércoles pasado que su país se retira del
Consejo de los Derechos Humanos de la ONU. Haley, nombrada por
Trump, acusó al consejo de ser “una cloaca de prejuicios políticos” y de ser
“hostil hacia Israel.”
También
criticó a ACNUR por no considerar ninguna resolución contra Venezuela u otros
países que Washington considera sus enemigos oficiales. No es de extrañar que
Venezuela y otros gobiernos de izquierdas latinoamericanos hayan criticado a
menudo los abusos contra los derechos humanos perpetrados por Israel.
Esto
se debe a diversos factores, incluido el gran número de población palestina
refugiada y de la diáspora que vive en Sudamérica, y el hecho de que el pueblo
de Latinoamérica ha sufrido muchas veces el imperialismo estadounidense, al
igual que los ciudadanos del mundo árabe. Sin embargo, existe otro factor muy
relacionado con este último. Israel cuenta con décadas de historial de apoyo
militar, político y de inteligencia a las dictaduras más derechistas,
represivas y asesinas de América Latina. De nuevo, no es de extrañar que estos
regímenes asesinos hayan operado a menudo coordinados con Estados Unidos.
Este hecho dota de una ironía amarga al sermón
hipócrita de Haley acerca de los “abusadores contra los derechos humanos” a los
que, según ella, protege ACNUR. Uno de los mejores libros que hay sobre este
tema fue publicado en 1991 y escrito por Alexander y Leslie Cockburn: Dangerous Liaison, “La historia del interior de la relación
encubierta entre Estados Unidos e Israel y las actividades internacionales que
ha servido para esconder.”
La conexión de Israel con las dictaduras más
brutales de América Latina alcanzó su auge en los 80, cuando el país estaba
gobernado por políticos de derechas como Menachem Begin y Ariel Sharon. También
prosperó bajo los auspicios de los supuestos políticos sionistas “de
izquierdas”, como David Ben-Gurion y el ganador del premio Novel Shimon Peres,
quien, como escribí en mi última columna en MEMO,justificó el
armamiento de una dictadura en República Dominicana citando descaradamente
principios mercenarios.
De
hecho, la conexión es más antigua que el propio Estado de Israel. Allá por
1939, la Haganá – la milicia sionista pre estatal que lideró después la
limpieza étnica de Palestina en 1948 y se transformó en las Fuerzas de Defensa
de Israel – estableció vínculos con el general Anastasio Somoza García, el
dictador que entonces gobernaba Nicaragua. El hijo de García, Anastasio Somoza
Debayle, también gobernó después el país con puño de hierro.
Somoza
padre era un hombre tan cruel que se dice que el presidente estadounidense
Franklin Roosevelt dijo sobre él que “puede que sea un hijo de puta, pero es
nuestro hijo de puta.”
Este
líder del régimen de tortura nicaragüense ayudó a contrabandear armas para las
milicias sionistas ilegales durante la ocupación del Mandato Británico en
Palestina. También ayudó a los agentes de la Haganá proporcionándoles
pasaportes y ayudándoles a colar armas durante la limpieza étnica del pueblo de
Palestina en 1958.
Décadas
después, el terrible historial de abusos contra los derechos humanos de Somoza
hijo demostró ser demasiado vergonzoso incluso para su principal partidario en
la Casa Blanca. La administración del presidente Jimmy Carter le abandonó
debido a los bombardeos, torturas y ejecuciones indiscriminadas de su régimen.
Rápidamente, las empresas israelíes saltaron a llenar el vacío dejado por
Washington. La ayuda del anciano Somoza a la causa sionista en el 40 se cita a
menudo como justificación por este nuevo suministro de armas al terrible
gobierno de Nicaragua.
Después
de que Somoza hijo fuera expulsado por la revolución de izquierdas sandinista
de 1979, Estados Unidos, gobernado por Ronald Reagan, se negó a aceptar la
pérdida de este aliado. Con ayuda de Israel, Reagan intentó expulsar al
gobierno sandinista.
La
Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense lo hizo al crear un
ejército cuya mayoría de reclutas eran torturadores y asesinos que formaron
parte de las antiguas fuerzas armadas de la dictadura de Somoza. Estos
escuadrones de la muerte fueron apodados los Contras, por la contrarrevolución,
ya que luchaban contra el gobierno revolucionario de izquierdas.
En
Estados Unidos, Reagan hizo propaganda de los Contras como “luchadores por la
libertad” en contra del comunismo, pero la mayoría de la gente no se lo creyó.
El Congreso prohibió a la Casa Blanca proporcionar más armas a los Contras,
citando preocupaciones respecto a sus historial de abusos contra los derechos
humanos, que incluía tortura, violaciones y ejecuciones.
Una
de las formas en las que la CIA evadió estas restricciones fue empleando la
ayuda de Israel como un “atajo” para ayudar ilegalmente a los Contras. Los
israelíes usaron varios medios para ello; uno de los más irónicos fue el envío
de antiguas armas de la OLP a los Contras.
En
1982, Israel invadía Líbano para acabar con la Organización para la Liberación
Palestina, el organismo político y militar líder del pueblo palestino. El ala
armada de la OLP resistió firmemente, y el avance israelí hacia la capital
libanesa, Beirut, fue lenta. Sin embargo, al final Estados Unidos negoció la
salida de la OLP del país. Esto resultó en la infame masacre de 3.000
refugiados palestinos indefensos en los campamentos de refugiados de Sabra y
Shatila, en los suburbios del sur de Beirut, ejecutados a sangre fría por
milicias cristianas aliadas de y ayudadas por Israel.
Las opiniones expresadas en este artículo
pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de
Monitor de Oriente.
Fuente: Monitor de Oriente.
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