Mundo, Política 12
junio, 2018 Alfredo
Jalife-Rahme
Con
los fractales –zonas mínimas de orden dentro del caos generalizado–
del incipiente nuevo orden mundial que parece tender a la tripolaridad de EU
con Rusia y China.
Con todo y
sus inconmensurables defectos locales/regionales/globales, a escala
geoestratégica, Trump entiende la decadencia de EU –aunque alardea lo
contrario– cuando no pierde de vista que las deletéreas guerras de Clinton, los
Bush y Obama arruinaron a su país con el aterrador dispendio militar de 7
millones de millones de dólares (trillones en anglosajón).
No se puede soslayar
que el vacío global de EU está siendo ocupado en forma gradual por Rusia, a
nivel militar, y por China, a nivel geoeconómico.
En
forma paradójica, Europa –protegida por el paraguas nuclear de EU y la
OTAN que encabeza– se volvió el competidor comercial, geopolítico y
geofinanciero (euro vsdólar) de EU.
La mejor
prueba es que Trump desprecia y sojuzga a Europa (incluyendo a Gran Bretaña)
–no se diga, humilla a sus dos valetudinarios vecinos Canadá y México:
otrora aliados en el caduco previo (des)orden mundial unipolar–
mientras negocia con China en forma más equilibrada y equitativa su déficit
comercial y coquetea con el retorno de Rusia al G-8.
Tales serían
los tres fractales del caos global: EU/Rusia/China que configuran la nueva
tripolaridad del siglo 21.
No faltan
quienes agreguen a India –que desplazó a Japón con un PIB de casi el doble,
medido por el Poder Adquisitivo (http://hyperurl.co/ga9dp8)– sin contar su arsenal nuclear de
130 ojivas (http://bit.ly/2Jseggu)
del que carece el país nipón. India aún no exhibe su vocación geoestratégica
que quizá procure más adelante.
Era
previsible la fractura del G-7 hoy convertido en un G-6+1: El G-7
implosiona en Canadá, mientras el grupo de Shanghái asciende en China(http://bit.ly/2LCoQlO).
Antes de
llegar con medio día de retardo a la disfuncional cumbre del G-7 en Malbaie
(Quebec), Trump sacudió sus entrañas cuando formuló la imperativa presencia de
Rusia para regresar al G-8: Rusia debería estar en esta reunión, ¿Por qué
tenemos una reunión sin Rusia?. Trump agregó en forma desafiante e
impertinente: Les guste o no, y puede ser políticamente incorrecto, pero
tenemos un mundo que administrar(https://nyti.ms/2sKi5HD).
De facto, Trump sepulta la añeja unipolaridad, a la que se habían subido en
forma confortable los restantes miembros del G-7, y adopta quizá la
tripolaridad con Rusia y China, lo cual dejó estupefactos a sus
aliados occidentales, con excepción del flamante primer ministro italiano
Giuseppe Conte quien en un tuit avaló la sugerencia de Trump: Rusia debe
regresar al G-8. Es en el interés de cada uno (https://reut.rs/2HAfVyO).
No se
recupera de su estupor el rusófobo New York Times vinculado a
los intereses de George Soros, del Partido Demócrata de los Clinton, Obama y el
israelí-estadunidense Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata en el
Senado.
The
Washington Post expone que con Trump, varios temen el
fin del orden mundial(https://wapo.st/2sM4QWM).
¿Cuál orden?
Trump llegó medio día tarde a la cumbre, arribó retrasado 17 minutos al
desayuno del día siguiente y se fue medio día antes de su conclusión cuando
volvió a la carga con el reingreso de Rusia: el G-8 es un grupo más
significativo que el G-7. Culpó a Obama de haber permitido la anexión de Crimea
por Rusia y de haber encabezado luego las sanciones y la expulsión de Rusia del
G-8 (https://nyti.ms/2sKjgGR).
Si ahora el
G-7 se quedó en lo que el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, bautizó
como el G-6+1, con el apoyo de Italia al reingreso de Rusia pues más bien
se trataría de un G-5+2(http://bit.ly/2LDAEUK),
si es que no se sale también Japón que mantiene excelentes relaciones con
Rusia, lo cual acabaría en un grotesco G-4+3.
Lo más
divertido es que Rusia no desea regresar al G-8, según expresó el portavoz del
Kremlin, Dmitri Peskov (http://bit.ly/2MdTxPu).
El G-8 nunca
existió: fue un engaño de Clinton que le propinó a Yeltsin que deglutió todos
los cuentos texanos, ya que Rusia nunca fue admitida a sus reuniones
financieras, por lo que en su momento la bauticé de G-7.5.
Se pulveriza
el G-6+1, mientras su contrincante silencioso, pero efectivo, el Grupo de
Shanghái –encabezado por China y Rusia con otros cuaro países centroasiáticos y
la reciente incrustación de dos potencias nucleares India y Pakistán (con 140
ojivas nucleares) se consolida en Eurasia con su cumbre número 18 en Qingdao
(China), donde el mandarín Xi y el zar Vlady Putin
fortalecieron su asociación estratégica.
El mandarín
otorgó al zar la primera Medalla de la Amistad de
China (http://bit.ly/2sKTylD), lo que denota la
relevancia de sus estratégicos lazos bilaterales.
Ya el año
pasado, el zar había galardonado al mandarín con la máxima
Orden de San Andrés. Hasta donde alcancé a consultar, no vi ninguna mención en
la prensa occidental del galardón del mandarín al zar ni de la
transcendental cumbre del Grupo de Shanghái en Qingdao. ¿Censura o envidia?
El portal
Sputnik expone los puntos de vista de una pléyade de expertos de China y Rusia
quienes comentan los acuerdos del mandarín y el zar desde el
Ártico (¡súper-sic!) al espacio profundo (sic)frente a una compleja
situación internacional(http://bit.ly/2JDGhVF)
cuando Rusia y China se oponen al despliegue de armas en el espacio, lo cual
fomenta EU y socava la estabilidad estratégica.
Se acabó el
pensamiento lineal maniqueo y ahora impera la era de la hipercomplejidad
no-lineal.
De hecho, el
galardón del zar de parte del mandarín, al unísono de la
consolidación de la relación bilateral, fue la nota relevante de la Cumbre de
Shanghái.
La cumbre
del Grupo de Shanghái fue como de costumbre escamoteada por Occidente.Pero
en la mitad poblacional del planeta su celebración fue seguida con sumo
interés.
La sede de
la cumbre fue en la provincia de Shandong, lugar de nacimiento del
confucianismo, e impulsó el espíritu de Shanghái de confianza
mutua, beneficio mutuo, igualdad, consulta, respeto a la diversidad cultural(http://bit.ly/2sJSWgl).
Se trata de
un neoconfucianismo geopolítico/geoeconómico: una cosmogonía más optimista
frente a la decadencia de Occidente que exhibió sus fracturas y su egoísmo
durante la disfuncional cumbre del agónico G-7 en Quebec, en contraste con la
exitosa cumbre del Grupo de Shanghái donde el primer ministro indio, Narendra
Modi, invitó al presidente vitalicio Xi a visitar India el año entrante (http://bit.ly/2sKiNob).
Llamó
poderosamente la atención un articulo de Dmitry Shlapentokh, en el portal
oficioso chino Global Times, en el que aduce en forma
persuasiva que la cumbre Trump/Kim exhibe el desvanecimiento del poder de
EU(http://bit.ly/2xUoW6s).
A mi juicio,
es probable que la cumbre entre Trump y Kim Jong-un en Singapur no hubiera sido
factible sin la facilitación tras bambalinas del mandarín Xi y del zar
Vlady Putin, con la notable ausencia de Europa que se aferra nostálgicamente
al caduco orden occidental y no asimila la nueva tripolaridad de
EU/Rusia/China del siglo 21 que se ejerce en su detrimento.
Artículo
publicado originalmente en La Jornada
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