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22-06-2018
La descripción de la guerra de los
soviéticos ha estado siempre lastrada en Occidente por los prejuicios
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El gobierno ucraniano prohibió este año
la comercialización en su territorio del libro Stalingrado del
historiador británico Antony Beevor. El motivo son unos párrafos del libro
referidos a las instrucciones impartidas durante la ocupación a los
nacionalistas ucranianos por las tropas alemanas de que fusilaran a niños. Las
masacres de los nacionalistas ucranianos en Ucrania Occidental (Galizia y
Volinia) están profusamente documentadas no solo en Rusia y en la propia Ucrania,
sino también en Polonia (véase el artículo de Rafal A. Ziemkiewicz en Rzeczpospolita,
del 29 de abril de 2008). La prohibición no altera los hechos.
Para
el régimen de Kiev es embarazoso por la sistemática glorificación que practica
de los protagonistas de aquellas masacres que, hay que decirlo, no necesitaban
ninguna directiva nazi para asesinar judíos, rusos, polacos, checos y hasta
compatriotas ucranianos malos patriotas, sin hacer distinción
de hombres, mujeres, niños o ancianos.
El
libro de Beevor (editado en español por Crítica en 2006) fue
un best seller elogiado por Orlando Figes y hasta por Robert
Conquest, el cruzado de la guerra fría metido a historiador que multiplicó por
diez las cifras esenciales de víctimas de la represión estalinista hoy
perfectamente documentadas, sin que se le conozca corrección o enmienda. Hoy
gracias a un nuevo libro sobre el tema, Stalingrado, la ciudad que
derrotó al Tercer Reich de Jochen Hellbeck, recién publicado por
Galaxia Gutenberg, se puede relativizar el relato de Beevor e incluso
caracterizarlo como la típica obra occidental cargada de prejuicios.
Hellbeck,
un profesor alemán de la Universidad de Rutgers (EE.UU.) ha producido una rara
obra que permite comprender cómo funcionaba el bando soviético en la batalla
que cambió el curso de la II Guerra Mundial, cuáles eran los mecanismos y
reflejos que explican el heroísmo extremo, la tenaz voluntad y la disposición
al sacrificio que animaban a los combatientes soviéticos y que decidió el curso
de aquella epopeya. Si se tiene en cuenta que la instantánea de Stalingrado es
un buen resumen de la guerra de la URSS, estamos ante un libro esencial.
Hellbeck
cuenta con una fuente documental inédita absolutamente excepcional: el trabajo
de una comisión histórica que los soviéticos enviaron a Stalingrado al concluir
la batalla. Dirigida por Isaac Mints, esa comisión realizó entrevistas en
profundidad con generales, oficiales, simples soldados y civiles. El material
recogido es apasionante y habla por sí mismo sobre las motivaciones, impulsos e
ideales de los combatientes soviéticos, sobre su mentalidad y actitudes, sobre
la calidad y eficacia de la movilización y agitación del régimen estalinista en
sus fuerzas armadas, y, por supuesto, sobre el extraordinario heroísmo de los
combatientes, sin el cual nada se entiende.
Al
lado de ese trabajo documental, Beevor, y antes que él muchos otros autores
occidentales, demuestran su desconocimiento del medio ruso-soviético,
atribuyendo el aguante, el ardor y el heroísmo de los defensores de
Stalingrado, a los tópicos sobre el atávico salvajismo y la absurda disposición
a morir de las “hordas asiáticas”, es decir al argumentario que los propios
nazis establecieron para explicar su aplastante derrota.
Hellbeck
llama la atención sobre lo que ha sido un tópico de la narrativa occidental del
impulso ofensivo soviético. Las tropas que vacilaban o retrocedían eran
aniquiladas por sus propios compañeros desde la retaguardia. Citando vagos
“informes”, Beevor dice que en el 62 ejército el General Vasili Chuikov hizo
ejecutar a 13.500 soldados, cuando los documentos del NKVD solo mencionan 278
en todo el frente de Stalingrado, solo una parte de ellos adscritos al ejército
de Chuikov. El ametrallamiento esporádico de tropas en desbandada a cargo de su
propio bando, algo que también los alemanes practicaron con sus aliados rumanos
en Stalingrado, es también motivo de una escena central en la película dedicada
a Stalingrado del director francés, Jean-Jacques Annaud, Enemigo a las
puertas(2001), repleta de groseras escenificaciones que parecen meros
peajes ideológicos del director al establishment de Hollywood;
la grotesca presentación de Jruschov rodeado de caviar y vituallas de lujo o el
sueño de la heroína, judía, de emigrar a Palestina, obligado tributo al
sionismo.
Como
solía ocurrir en la URSS con las cosas bien hechas, el trabajo de la Comisión
histórica sobre Stalingrado fue ninguneado y no publicado. El resultado era
demasiado fiel a la realidad, con todos sus claroscuros, como para no desafiar
a la estupidez de la autocracia estalinista. El director de la comisión, Isaac
Mints, fue atacado y maltratado, como lo fue Vasili Grossman, otro gran
cronista, este literario, de aquella batalla. Ambos eran judíos y sufrieron los
prejuicios del tradicional antisemitismo ruso, agravado en la última etapa de
la vida de Stalin. Ambos no pudieron ver el reconocimiento ni la publicación de
su valioso trabajo. Y sin embargo, como explican sus familiares, ese trágico
destino no afectó ni un ápice a la emoción biográfica que embarga a todos los
que vivieron aquella epopeya, toda una generación. La hija de Mints explica
cómo su padre tenía que ponerse en pie para cantar las canciones de guerra de
aquella época, tanta era la emoción que le embargaba.
Hellbeck
encontró el material del grupo de historiadores dirigido por Mints, un trabajo
que éste, como el propio Grossman, tuvo que esconder para preservarlo para la
posteridad. Con ese hallazgo y la ayuda de un grupo de jóvenes historiadores
rusos, el historiador alemán ha dado forma al primer libro de historia
convincente en su retrato de las relaciones internas y mentalidades entre los
combatientes soviéticos.
Fuente: https://ctxt.es/es/20180613/Politica/20223/Stalingrado-batalla-Segunda-Guerra-Mundial-historia.htm
Nota
de edición de Rebelión. En el caso de los
libos citados, los traductores son:
1.
Del libro de Hellbeck, Alejandro Pradera y Victoria Gordo.
2.
Del libro de Beevor, Magdalena Chocano.
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