Asia Times Online
25-04-2015
Traducido del inglés para Rebelión por Germán
Leyens
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Hazte a un
lado, Guerra Fría 2.0. La verdadera historia en el futuro previsible en su
miríada de declinaciones y por supuesto salvando muchos topetazos por el camino,
es una nueva Eurasia integrada que sigue progresando.
El muy
ambicioso proyecto de la Nueva Ruta de la Seda de China mantendrá la
intersección con la Unión Económica Eurasia (UEE) liderada por Rusia. Y ese
será el día que la UE se despierte y descubra un exitoso eje comercial que se
extenderá de San Petersburgo a Shanghái. Siempre es pertinente recordar que
hace unos años Vladimir Putin presentó en Alemania una visión similar, y aún
más amplia, que iría desde Lisboa a Vladivostok.
Tomará su
tiempo, tiempos difíciles. Pero la renovación facial de Eurasia es inexorable.
Esto implica que el sueño de la “excepcionalidad” de EE.UU. hegemónica en
Eurasia, que todavía parecía factible al comenzar el milenio, se esfuma ante
los ojos de todo el mundo.
Rusia gira
hacia Oriente, China gira hacia Occidente
Algunas
mentes sanas en EE.UU. siguen siendo esenciales ya que deconstruyen enteramente
los negativos, subrayando los peligros de la Guerra Fría 2.0. Dmitri Trenin del
Centro Moscú Carnegie, mientras tanto, está más preocupado de los positivos,
proponiendo una hoja de ruta para la convergencia eurasiática.
La
cooperación estratégica Rusia-China –del comercio energético a la defensa y el
desarrollo de la infraestructura– solo se reforzará, mientras Rusia gira hacia
Oriente y China hacia Occidente. Geopolíticamente esto no significa un Moscú
subordinado a Pekín, sino una creciente relación simbiótica desarrollada
concienzudamente en múltiples etapas.
Los BRICS
–esa palabrota en Washington– ya tienen más atractivo global y tanta influencia
como el obsoleto G-7. El Nuevo Banco de Desarrollo BRIC, listo para comenzar
antes del fin de 2015, es una alternativa clave a los mecanismos controlados
por el G-7 y el FMI.
Es seguro
que la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) va a incluir India y
Pakistán en su próxima cumbre de verano en Rusia. Y la inclusión de Irán,
después de las sanciones, como miembro oficial se dará prácticamente por hecha
en 2016. La OCS está finalmente prosperando como el foro clave de desarrollo,
cooperación política/económica y de seguridad en toda Asia.
La “gran
Europa” de Lisboa a Vladivostok de Putin –que significaría la UE + UEE– puede
esperar mientras China acelera su Nueva Ruta de la Seda en sus rutas por tierra
y por mar. Mientras tanto el Kremlin se concentrará en una estrategia paralela,
utilizar capital y tecnología de Asia Oriental para desarrollar Siberia y el
Lejano Oriente ruso. Es prácticamente seguro que el yuan se convertirá en una
moneda de reserva en toda Eurasia en un futuro muy cercano mientras el rublo y
el yuan pasan a dominar permanentemente en el comercio bilateral.
El factor
alemán
La “Gran
Europa” de Lisboa a Vladivostok depende inevitablemente de una solución del
rompecabezas alemán. Los industrialistas alemanes ven claramente las maravillas
del suministro por Rusia a Alemania –mucho más que al conjunto de la UE– con un
canal geopolítico y estratégico con Asia-Pacífico. Sin embargo lo mismo no se
aplica todavía a los políticos alemanes. La canciller Angela Merkel, a pesar de
su retórica, sigue acatando la disciplina impuesta por Washington.
La
estrategia del “ductistán” ruso ya había sido establecida –mediante Nord Stream
y South Stream– cuando los interminables cambios de dirección de la UE llevaron
a Moscú a cancelar South Stream y lanzar Turk Stream (que finalmente aumentarla
los costes de energía para la UE). La UE, a cambio, tendría virtualmente libre
acceso a la riqueza de recursos y al mercado interior de Rusia. El desastre
ucraniano significa el fin de todos esos complejos planes.
Alemania ya
es la conductora de facto de la UE de ese tren expreso económico. Como centro
de poder exportador su único camino no es hacia oeste o al sur, sino al este.
De ahí el fenomenal espectáculo de una orquesta de industriales codiciosos
cuando Xi Jinping visitó Alemania en la primavera de 2014. Xi propuso nada
menos que una línea de ferrocarril de alta velocidad que uniría la Nueva Ruta
de la Seda de Shanghái a Duisburgo y Berlín.
Un punto
clave que no hay que dejar de considerar respecto a los alemanes: una rama
vital de la Nueva Ruta de la Seda es el remix del ferrocarril
transiberiano de alta velocidad. Por lo tanto uno de los caminos amarillos del
BRIC a Pekín y Shanghái ostenta Moscú como un paradero estratégico.
Ese Imperio
del Caos…
La
estrategia Camino a Occidente por tierra de Pekín está dichosamente libre de
interferencias de superpotencias, del remix del transiberiano a las rutas por
riel o carreteras a través de los “estanes” centroasiáticos en camino a Irán y
Turquía. Además Rusia lo ve como una simbiosis, considerando una situación en
la que nadie pierde cuando los “estanes” centroasiáticos saltan simultáneamente
a bordo de la UEE y lo que Pekín llama Cintura Económica de la Ruta de la Seda.
En otros
frentes, sin embargo, Pekín tiene mucho cuidado de no enemistarse con EE.UU.,
la superpotencia reinante. Vea por ejemplo esta entrevista bastante franca pero
también bastante diplomática del Financial Times con el primer ministro
chino Li Keqiang .
Un aspecto
clave de la cooperación estratégica rusa-china es que ambos países identifican
la política extranjera masivamente incoherente de Washington como un primordial
generador de caos, exactamente como argumento en mi libro Empire of Chaos.
En lo que se
aplica específicamente a China y Rusia, se trata esencialmente de caos como en
divide y gobierna. Pekín considera que Washington trata de desestabilizar la
periferia de China (Hong Kong, el Tíbet, Sinkiang) e interfiere activamente en
las disputas en el Mar del Sur de China. Moscú considera que Washington está
obsesionado con la infinita expansión de la OTAN y en no tener contemplaciones
al impedir los esfuerzos de Rusia de integración eurasiática.
Como
resultado ocurre la muerte certificada de la estrategia geopolítica anterior de
Rusia. Ya no se trata de sentirse incluida en un club de la elite occidental
como el G-8. Se acabó la cooperación estratégica con la OTAN.
Siempre
experta en la planificación a largo plazo, Pekín también ve que la incansable
demonización no solo de Putin, sino de Rusia en su conjunto (sométete o verás),
constituye un ejercicio que podría aplicarse a China en un futuro cercano.
Llegan los
imponderables
Todo es
posible en el desarrollo del aciago triángulo EE.UU.-China-Rusia. Se podría
decir que puede seguir el siguiente modelo: Los estadounidenses hablan fuerte y
portan una variedad de garrotes; los rusos no vacilan en responder mientras se
preparan estratégicamente para un trecho largo y difícil; los chinos siguen una
doctrina modificada del “Pequeño Timonel” Deng Xiaoping, hablar muy
diplomáticamente mientras no se hace notar.
Pekín ya
sabe lo que ha estado murmurando Moscú: el Washington de la “excepcionalidad”
–en decadencia o no- nunca tratará a Pekín como igual o respetará los intereses
nacionales de China.
En el
capítulo de los grandes imponderables, se siguen aceptando apuestas sobre si
Moscú utilizará esta grave crisis triple –sanciones, guerra mediante el precio
del petróleo, devaluación del rublo– para aplicar radicalmente cambios del
juego estructural y lanzar una nueva estrategia de desarrollo económico. Las
recientes preguntas y respuestas de Putin, aunque repletas
de curiosas respuestas, todavía no son claras al respecto.
Otro gran
imponderable es si Xi, armado de poder blando, carisma y mucho dinero, podrá
orientar, simultáneamente, la modificación del modelo económico y una avalancha
hacia Occidente que no termine por enajenar a los múltiples socios potenciales
de China en la construcción de las Nuevas Rutas de la Seda.
Un último
"superimponderable" es si Bruselas decidirá algún día (y en ese caso
cuándo) emprender una simbiosis de mutuo acuerdo con Rusia. Esto, contra su
actual posición de total antagonismo que se extiende más allá de los temas
geopolíticos. Alemania, bajo Merkel, parece haber tomado la decisión de
mantenerse sometida a la OTAN como un enanillo estratégico.
Por lo tanto
lo que vemos son los componentes de Gran Asia de Shanghái a San Petersburgo
–incluyendo, crucialmente, a Teherán– en lugar de una Eurasia total que se
extienda de Lisboa a Vladivostok. La Eurasia total podrá romperse, al menos por
ahora. Pero una Gran Asia es posible. Habrá un tsunami de esfuerzos de los
sospechosos habituales para destruirla.
Será
fascinante contemplar todo esto. ¿Cómo van a fijar la mirada hacia Occidente
Moscú y Pekín –política, comercial e ideológicamente– sin arriesgarse a una
guerra? ¿Cómo enfrentarán tanta presión? ¿Cómo venderán su estrategia a grandes
sectores del Sur Global, a través de múltiples latitudes asiáticas?
Sin embargo
ya se ha ganado una batalla. Adiós Zbigniew Brzezinski. Su gran sueño
hegemónico del gran tablero de ajedrez se acabó.
Pepe Escobar
es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid
War (Nimble Books, 2007), Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during
the surge (Nimble Books, 2007) y Obama does Globalistan (Nimble
Books, 2009). Contacto: [email protected]
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=198046
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